La Espera Inútil (Mistral)
Apariencia
Yo me olvidé que se hizo ceniza tu pie ligero, y, como en los buenos tiempos, salí a encontrarte al sendero. Pasé valle, llano y río y el cantar se me hizo triste. La tarde volcó su vaso de luz ¡y tú no viniste! El sol fue desmenuzando su ardida y muerta amapola; flecos de niebla temblaron sobre el campo. ¡Estaba sola! Al viento otoñal, de un árbol crujió el blanqueado brazo. Tuve miedo y te llamé: «¡Amado, apresura el paso! Tengo miedo y tengo amor, ¡amado, el paso apresura!» Iba espesando la noche y creciendo mi locura. Me olvidé de que te hicieron sordo para mi clamor; me olvidé de tu silencio y de tu cárdeno albor; de tu inerte mano torpe ya para buscar mi mano; ¡de tus ojos dilatados del inquirir soberano! La noche ensanchó su charco de betún; el agorero búho con la horrible seda de su ala rasgó el sendero. No te volveré a llamar, que ya no haces tu jornada; mi desnuda planta sigue, la tuya está sosegada. Vano es que acuda a la cita por los caminos desiertos. ¡No ha de cuajar tu fantasma entre mis brazos abiertos!