La Guerra: 13

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XI
La Guerra
de Fernando Cos-Gayón
XII
XIII
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original. Publicado en la Revista de España: Tomo XV.


XII.

Los demás Estados europeos tienen intereses más ó menos directos en la lucha; pero hasta ahora se conservan en la neutralidad.

Austria no puede ver con indiferencia lo que pasa. Sobre el Rhin y el Mosa se está decidiendo acerca de su porvenir. Alli se trata principalmente de confirmar ó deshacer la obra de Sadowa. Pero Austria tiene poderosas razones para permanecer inactiva ó para caminar despacio. En primer lugar, sus procedimientos jamas han sido muy precipitados; acaso para hacer la paz, se ha dado algunas veces demasiada priesa; pero nunca para emprender la guerra. No es la primera ocasión en que se contenta con ser mera espectadora de contiendas que directamente le interesan: en la guerra de Oriente, se trataba también de su porvenir político sobre el Danubio, más que del de las naciones occidentales. En segundo lugar, están muy divididas las opiniones de sus habitantes y de sus hombres de Estado: los que se sienten animados de espíritu germánico, cualesquiera que sean sus rencores respecto de Prusia, vacilan en declararse en su contra cuando la ven pelear por la preponderancia del germanismo en Europa; los Eslavos y los Magyares tto quieren contribuir á que el Imperio austro-húngaro vuelva á ser principalmente alemán. Y en tercer lugar, el temor á la intervención de Rusia en la guerra es una remora eficaz contra la de Austria.

Rusia no ve, ciertamente, con entusiasmo la amenaza de un Imperio unitario germánico de más de cuarenta millones de habitantes; pero, con sus ojos fijos siempre en Oriente, sólo en Austria y en Inglaterra ve rivales y enemigos eternos. Salvaría á Prusia, si la viese seriamente amenazada, para conservar el más útil y más seguro de sus aliados; pero prefiere reducir su papel á contener á Austria dentro de sus fronteras.

Inglaterra ha determinado con toda claridad los objetos de su política internacional, reduciéndolos á tres; la conservación de la neutralidad de Bélgica, que aleje de la cindadela de Ambéres la bandera de guerra de una gran potencia militar; el mantenimiento ó el restablecimiento más inmediato posible de la paz, que es el alma de su asombroso comercio y la vida de su vastísima industria; y la limitación de las ambiciones moscovitas en Oriente. El primero de estos fines lo ha asegurado por algún tiempo; por el segundo hará lo que pueda sin salir del terreno diplomático; por el tercero, se pondría en su caso, de parte de Austria, en aliada constante contra Rusia, su rival de ayer, de hoy y de mañana.

Italia, colocada entre la nación que le dio la Lombardía, y la que le facilitó la adquisición del Véneto, no es extraño que vacile. La cuestión de Roma pudiera haberla tentado á hostilizar á Francia; pero contra ésta, cuando Austria está más dispuesta á auxiliarla que á combatirla, habría sido una locura en Italia emprender la lucha. A pesar de lo mucho que ha adelantado, la unidad italiana no resistirla á la acción común de Austria y de Francia. Roma ha sido evacuada por las tropas francesas, y los problemas políticos del poder temporal del Papa y de la integridad y capitalidad del reino italiano van á ocupar nuevamente á los partidos y á la diplomacia; pero con una importancia separada de la cuestión de neutralidad. Parece cierto, entre tanto, que Italia se arma á toda prisa para estar preparada á intervenir en la guerra, y que sus simpatías oficiales son decididas á favor de los Franceses.

Las naciones de segundo órden no desean otra cosa que alejar de sus territorios los horrores y los desastres de la lucha. Bélgica ha temido con mucha razón por su independencia; Suiza ha tomado sus precauciones para que sus fronteras no sean violadas: Holanda ha considerado con recelo que por el Rhin el vencedor, cualquiera que sea, podrá inquietarla en sus intereses nacionales: Suecia está lejos, y, por tanto, tranquila; y Dinamarca, que guarda en su alma grandes rencores contra la Prusia, y que acaso se aprestaba á buscar las satisfacciones de la venganza, ha pensado, al ver que los principios de la guerra eran desfavorables contra Francia, que ésta está muy distante de su territorio, asi como Prusia es un vecino muy temible.

La guerra, pues, ha quedado limitada, á lo menos en su primer período, á Francia por una parte, y á Prusia, sus confederados y sus aliados, por la otra.