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La Henriada: Canto III

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La Henriada
de Voltaire
Canto III

Argumento: Continua el Héroe la historia de las guerras civiles de Francia. Funesta muerte de Carlos IX. Reinado de Enrique III. Su carácter. El del famoso Duque de Guisa, conocido por el apodo de Balafré. Batalla de Cutrás. Asesinato del duque de Guisa. Extremos a que se vio reducido Enrique III. Mayena Jefe de la Liga. De Omala su Héroe. Reconciliación de Enrique III con Enrique Rey de Navarra. Socorros prometidos por la Reina Isabel. Su respuesta a Enrique de Borbón.


«Cuando fúnebres días se cumplieran,
En que a tanta crueldad, del hado impío
Libre curso el decreto permitiera;
Y de asesinas turbas, fatigadas 1385
De incendios y homicidios, a la fiera,
Ya embotada cuchilla del degüello,
Más inocentes víctimas no restan;
El obcecado pueblo, cuyo brazo
Con bárbara impiedad armó la Reina, 1390
Abre por fin los ojos, y el fiel lienzo
Hace de sus delitos, que suceda
Fácilmente su lástima a sus iras.
De la Patria el clamor hiere su oído;
Y bien presto de horror el mismo Carlos 1395
Sobrecogido todo, se sublevan
Allá en su corazón remordimientos,
Que áspides lo devoran y envenenan.
Del Rey la educación, aunque infelice,
Aunque a él mismo y sus pueblos tan funesta, 1400
En sus primeros años de su genio
El nativo carácter corrompiera:
Nunca en él, sin embargo, sufocara
Aquella voz del cielo y la conciencia,
Que sobre el solio mismo logra oírse, 1405
Y a los Reyes espanta y atormenta.
Y si bien, torpes máximas y ejemplos
De su madre nutriéranle en la escuela,
Todavía en los crímenes y vicios
Su corazón no estaba, cual el de ella, 1410
Irreparablemente empedernido.
De sus mejores días la flor llegan
A marchitar tristezas y pesares,
Y mortal languidez su aliento abrevia.
El formidable Dios de las venganzas, 1415
Desplegando, por fin, la más severa,
A este Rey moribundo, de su enojo
Con patentes y horribles marcas sella;
Aterrar meditando, en su escarmiento,
Cualquiera que en pos dél, osado fuera 1420
Por sus huellas marchar. Vile expirando;
Y su asombrosa imagen aún creyera
Delante aquí tener de estos mis ojos,
Que el recuerdo enternece de su pena.
A gruesos borbotones, por los poros 1425
De su cuerpo, la sangre de las venas
Lanzándose copiosa, la francesa,
Que con tanta impiedad el rigor fiero
De sus atroces órdenes vertiera,
Parecía querer dejar vengada. 1430
Herido se sentía y se confiesa
De una invisible mano; y aturdido
De catástrofe el Pueblo tan horrenda,
Llora una juventud, gime una vida
En su abril agostada; un Rey que viera 1435
Por perversos al crimen arrastrado,
Y que indicios, al fin, de penitencia,
De un imperio más dulce, a lo adelante
Tal cual feble esperanza prometieran.
    «Allá del Norte helado desde el fondo, 1440
De su muerte al fragor, que allí resuena,
Impaciente Valois, rápido parte,
Precipitadamente al punto llega
A apoderarse al suelo, en que aun bullía
Del carnicero estrago sangre fresca, 1445
De la sangrienta herencia de su hermano.
    «Por común elección, con la diadema
De su Reino, aquel tiempo, la Polonia,
Del dichoso Valois la sien ciñera;
De Jagellon al trono le llamara, 1450
De su primera edad marciales prendas,
Que, sin duda, más célebre y temible
De Enrique de Valois el nombre hicieran,
Que los más fuertes Príncipes, los votos
De cien vastas provincias le granjean, 1455
Y al solio le proclaman con aplauso.
¡O lisonjera fama, y cuánto pesas
Cuando sobradamente eres temprana!
Tan peligrosa carga, no supiera
Sobrellevar Valois. Jamás de Enrique 1460
Su disculpa se espere. Norabuena
Sacrifíquele yo vida y reposo.
Todo le inmolaré, mientras no sea
La verdad, que amo más, y le prefiero.
Mi corazón le llora y le reprueba 1465
Al paso que le auxilio y soy su apoyo.
    «Como sombra fugaz, pasada fuera
De Enrique de Valois la primer gloria.
Mudanza grande, sí; pero no nueva.
Visto se ha más de un Rey, de nuestra vida 1470
En la siempre voluble y leve rueda,
De un vencedor pasar en la campaña,
A un esclavo en la Corte. Sólo ¡o Reina!
En el humano espíritu fundado
Está el digno valor. No recibiera 1475
Del Cielo, sino en parte, las virtudes
El infeliz Valois. No se le niega
La insigne de animoso; pero feble,
Y más que Rey, soldado, en él firmeza
Solo en días se ha visto de combates. 1480
Adulando vilmente su indolencia,
Vergonzosos y pérfidos privados,
A su antojo gobiernan, doquier llevan
De un corazón tan débil la inconstancia.
De palacio en el fondo le reservan; 1485
Y allí con él cerrados, y allí sordos
Al clamor de los pueblos, que la pena
De su opresión arranca, por su labio
Su voluntad maléfica y funesta
A su arbitrio dictaban. Del tesoro 1490
De la Francia, y su pública opulencia,
Los restos y despojos miserables,
Pródigos dilapidan en torpezas;
Y consumiendo al pueblo, que suspiros
Al viento exhala en vano, se lamenta 1495
De su lujo, y pagaba sus placeres.
    «Mientras que bajo el yugo, que impusieran
Sus codiciosos dueños, así oprime
Al Estado Valois, así exaspera
Con enormes tributos, llega Guisa. 1500
El inconstante pueblo, a su presencia,
Los ojos vuelve al punto sobre un astro,
Que espléndido y propicio se le muestra.
De su padre la gloria, sus hazañas,
Su bravura, sus gracias, su belleza, 1505
Y de agradar, al fin, el don dichoso,
Que más que la virtud, se enseñorea
Del corazón del hombre, por encanto
Los populares votos tras sí llevan.
   »Nadie mejor que Guisa el feliz arte 1510
Supo de seducir. Nadie obtuviera
Sobre toda pasión igual imperio.
Ninguno con más maña ni destreza,
Bajo exteriores supo más falaces,
Abrigar de las miras más inmensas 1515
La obscuridad más lóbrega y profunda.
De un índole imperiosa, altiva y fiera,
Más popular, afable y dulce a un tiempo,
Las graves vejaciones, las miserias
De los pueblos en público declama. 1520
El rigor de las cargas que le aquejan,
Con horror maldecía. Todo pobre
Venturoso a su hogar de verle llega.
Sabía prevenir del vergonzante
Ciudadano la tímida pobreza. 1525
Su mano liberal, sus beneficios,
En París anunciaban su asistencia.
De los Grandes, que le eran más odiosos,
Ganábase el amor como por fuerza;
Terrible y sin regreso, desde el punto 1530
En que alguno era herido de su ofensa:
Harto astuto y prudente en sus ficciones;
Audaz y temerario en sus empresas;
Brillante en sus virtudes y en sus vicios;
Conocedor del riesgo que desdeña; 1535
Príncipe grande, en fin, feliz soldado,
Mal ciudadano, empero, Guisa fuera.
    «Cuando ya su poder por algún tiempo
Ensayado tenía, y cuando piensa
Fija del ciego pueblo la inconstancia, 1540
Ya no se oculta más; ya osado ostenta
De su ambición rebelde el atentado;
Y con resolución firme y abierta,
El fundamento mismo, los cimientos
Del trono de su Rey minar intenta. 1545
En París, a este fin, forma la Liga,
Que fatal y veloz, recorre e infesta
De Francia el resto todo: monstruo horrendo,
Que los Grandes y Pueblos alimentan,
En tiranos fecundo, y que en carnaje 1550
De humanales cadáveres se ceba.
    «Desde entonces, la Francia desgarrada,
Con dolor en su seno a mirar llega
Dos Monarcas; el uno, que de serlo
Insignias solo frívolas conserva; 1555
Y el otro, que el terror y la esperanza
Por doquier inspirando, tiene apenas
Necesidad del título, que solo
Llevaba aquél de Rey en apariencia.
Aunque sobrado tarde, finalmente, 1560
Conmuévese Valois. Valois despierta
Del seno de embriaguez en que yacía.
El inminente riesgo, que le cerca
El soberbio aparato y estampido,
Sus recargados ojos entreabrieran; 1565
Más de una nueva luz, que le importuna,
Deslumbrada su vista, aún en la fuerza
De la extrema borrasca, no divisa
El rayo, que amagaba a su cabeza,
Que sobre ella tronaba; y de un momento, 1570
Cansada de vigilia su indolencia,
Nuevamente arrojándose en los brazos
Del perezoso sueño, de halagüeñas
Delicias y privados entre arrullos,
Con mayor languidez todo se enerva, 1575
Y al borde espantador del precipicio,
Adormida de nuevo su alma queda.
    «En tan mísero estado, en tal conflicto,
Aún de Enrique el amor y fe le restan.
Pronto ya a perecer, yo soy tan solo 1580
El único socorro con que cuenta.
Sucesor de Valois, era de Francia
El trono, a falta de él, mi augusta herencia:
Mi afecto y mi interés súbito armaron
Mi brazo, sin dudar, en su defensa. 1585
Un necesario apoyo, que le libre,
Apresúrome a dar, a su flaqueza,
Y con paso veloz a vencer corro,
O con él a morir en la palestra.
    «Pero, para dañar por demás hábil, 1590
Allá en secreto, Guisa, astuto inventa
Al uno por el otro derribarnos.
El seduce ¡que digo! a Valois fuerza
Del único socorro a enajenarse,
De salvarle capaz. Al fin, maneja 1595
De Religión pretextos ordinarios,
Políticos pretextos, con que piensa
Tender del vil misterio sobre horrores
El más honroso velo. Al pueblo inquieta,
La hoguera de sus iras encendiendo 1600
Aún no bien apagada. Le recuerda
De sus padres el culto, los ultrajes,
Que de las nuevas sectas extranjeras,
De sufrir acababan templos y aras,
Que de antiguo adoró la grey francesa: 1605
Y a mí me pinta, en fin, como a un profano
Enemigo de Dios y de su Iglesia.
Sus errores, les dice, a cualquier parte
Que su planta dirige, tras sí lleva.
Ejemplos de Isabel sigue arriesgados. 1610
Templos mil a su culto alzar proyecta,
De ruinas y escombros sobre montes,
Que maquina abatir de iglesias vuestras;
Y esas predicaciones criminales,
Presto en París veréis como resuenan. 1615
De su hipócrita celo a estas palabras,
El Pueblo se enfurece, el Pueblo tiembla
Por su altar en peligro, y al palacio
Del Rey corre alarmado. Miedo afecta
La fanática Liga, que insolente, 1620
En voz alta de Roma a nombre llega
Intimando a su Rey, que ya por Roma
Toda reunión conmigo se le veda.
Feble el Rey por demás ¡ah! de la Liga
A tan audaz insulto se doblega; 1625
Sin réplica obedece, y cuando vuelo
A vengar sus injurias, tristes nuevas
A conocer me dan que ya mi hermano
A la Liga sumiso, se aviniera
Para perderme a mí con su enemigo. 1630
A su pesar sus tropas de la tierra
Ya los campos cubrían, y de miedo
Declárame una guerra injusta y necia.
    «Con lágrimas sinceras lamentando
De su mísero acuerdo consecuencias, 1635
Sin nada contemplar, corro a batirle
En lugar de vengarle. Ya en diversas
Ciudades de la Francia, y por cien lados,
De la Liga el alarma produjera
Contra mí gruesas haces; y ministro 1640
Precipite Joyeuse de flaquezas
Indignas de su Rey, rápidamente
Sobre mí con ardor caer intenta.
Guisa, por otra parte, nada menos
Prudente que esforzado, me dispersa, 1645
Cortándoles el paso, mis amigos.
Numerosos en Francia, por doquiera,
Enemigos y ejércitos me oprimen;
Más, sin embargo, yo, todas sus fuerzas
A un tiempo desafiando, me apresuro 1650
A tentar decidido de la guerra,
Propicia a los audaces la fortuna.
    «Yo allá en Coutrás busqué, y hallar quisiera
Al soberbio Joyeuse. Ya sabríais
La rota, que en Coutrás sufrió completa. 1655
De aquel Caudillo intrépido la muerte,
Sin duda no ignoráis. No debo, Reina,
Con vanas relaciones molestaros».
    «Yo no os admito, Enrique, esas modestas
Delicadas escusas, le replica; 1660
¿Queréis, dice Isabel, negar con ellas
A mi curioso anhelo, narraciones,
Que igualmente me ilustran, que interesan?
No; de Coutrás el día, aquel gran día
En olvido no echéis, y de las penas, 1665
De los trabajos vuestros, y virtudes,
De Joyeuse y su muerte dadme cuenta.
Vos, ¡insigne Guerrero! el autor solo
De hazañas de tal brillo, y tal grandeza
Contarlas podrá bien, y quizá digna 1670
De escucharlas soy dél». Dijo: a tan bella
Lisonjera demanda, sintió el Héroe,
Que de un noble sonrojo era cubierta
De su frente la tez, y a pesar suyo
A hablar ya de sus glorias y proezas 1675
De la Reina obligado, el hilo sigue
De la historia fatal de esta manera.
    «De cuantos caballeros en la corte
Del infatuado Rey ídolos eran,
Entre cuantos adulan su molicie, 1680
Y le imponen la ley con insolencia,
Por su estirpe, Joyeuse, en Francia ilustre,
De favor y privanza tan suprema
Era el menos indigno. Le adornaban
Virtudes diferentes, y si adversa, 1685
No cortase la parca en aquel día
De sus más florecientes la carrera,
Con un alma, sin duda, ya formada
A grandiosas e intrépidas empresas,
A su tiempo, Señora, del de Guisa 1690
Igualado la gloria y nombre hubiera;
Más en medio criado de una corte,
Entre la femenil delicadeza,
En el seno ablandado de placeres,
Y en brazos del amor, solo conserva 1695
Excesos que oponerme de bravura,
Peligrosa ventaja, que acelera
Tal vez de un joven héroe la desgracia.
A su suerte adherida, gran caterva
De nobles cortesanos, que de abismos 1700
Salían de deleites y flaquezas,
Galante se avanzaba hacia la muerte.
Por prendas en sus trajes de terneza,
Con amorosas cifras, de sus Damas
Señalados los dulces nombres llevan. 1705
Relumbraban sus armas entre rayos
De diamantes, que adorno inútil eran
De brazos, que enervara un muelle lujo.
Fogosos y desnudos de experiencia,
En tumulto conducen al combate 1710
Su fiereza imprudente y altanera.
Con su pompa orgullosos, y pagados
De un numeroso campo, sin más regla,
Sin más orden, avanzan y se arrojan
Con impetuoso paso a la pelea. 1715
    «De distinto esplendor hiere sus ojos
De mi ejército el campo. Sus hileras,
En silencio extendidas a su vista,
Solo por todos lados les presentan
Ásperos combatientes, al trabajo 1720
Endurecidos ya, que envejecieran
En las marciales lides, a la sangre
Avezados de lejos, y de feas
Cicatrices y heridas matizados;
De hacer gala se corren, se desdeñan 1725
De otro adorno, que espadas y mosquetes.
Yo, como ellos vestido, sin riqueza,
Yo sin pompa, y de un hierro igual armado,
Polvoroso conduzco a la refriega
Mi sufridor soldado, y de mil muertes 1730
La tempestad horrísona y sangrienta
Arrostrando como él, dél me distingo
Sólo en marchar al frente. Yo desechas,
Yo tan brillantes huestes vi rendidas;
Expirando las vi; vilas por tierra 1735
Bajo el golpe mortal de nuestro acero.
En horrible desorden vi dispersas
Sus reliquias en fin, y a pesar mío,
En sus senos clavé daga, que fuera
Mejor haber manchado en sangre hispana. 1740
    «Confesaros aquí forzoso es, Reina,
Que entre los cortesanos que ha abatido
De su edad en la flor la segur nuestra,
Ninguno herido fue sino de golpes
De militar honor, gloria y braveza. 1745
Todos allí impertérritos y firmes,
De heroica constancia dieron pruebas.
Todos allí en su puesto imperturbables,
Con magnánimo pecho y faz serena
Hacia ellos la muerte correr vieron 1750
Sin que ni un solo paso hacia tras dieran,
Ni sus ojos alguno hacia otro lado
En el mayor peligro revolviera.
Este el carácter es ¡Princesa ilustre!
Esta la nacional fiera nobleza 1755
Del Francés cortesano. No afemina
Su ordinario valor la paz. Él vuela
Del sombrío reposo a los combates;
Y el vil adulador en París, llega
En los campos de Marte a ser un héroe. 1760
    «Entre el confuso horror, con que era envuelta,
La encarnizada lid, en balde mando
Cuartel dar a Joyeuse. Me lo llevan
Bien pronto los soldados, ya cubierto
De la lúgubre sombra y macilenta 1765
Palidez de la muerte; cual se mira
Tierna flor, que nacer alegre viera
La mañana, de llantos de la aurora
Y de besos del céfiro; que bella
Brilla y luce un momento a nuestra vista, 1770
Y cae antes de tiempo a la violencia
De los vientos, o al corte de un acero.
   «¿Más, a qué recordar tristes escenas
De triunfo tal? ¡Que yo de la memoria
De este horrible suceso, antes no pueda 1775
Borrar los sanguinarios monumentos!
Hasta ahora mi brazo de francesa,
De patria sangre sólo se ha teñido.
Nada tiene de grata y lisonjera
Mi grandeza a tal precio. De mi duelo, 1780
Mi sangriento laurel lágrimas riegan.
Este infeliz combate, el triste abismo
De que en vano Valois salir intenta,
No hizo más que excavar. Más despreciado
En sus reveses fue. Menos le presta 1785
Su sumisión París. La fiera Liga
Su orgullo más exalta y su protervia,
Y su amargo dolor más agravando
Del de Guisa la gloria, sus afrentas
No menos redobló, que sus desgracias. 1790
Con más dichosa mano, Guisa venga
De Vimori en los campos, sobre huestes
Que el Germano en mi pro marchar hiciera,
De Joyeuse la muerte, que las mías,
Si bien a mi pesar, en Coutrás dieran. 1795
Abismando en Onó mis auxiliares,
De laureles cubierto, se presenta
En París vencedor, y allí aparece
Cual un Dios tutelar. Valois observa
De su enemigo audaz los altos triunfos, 1800
Y éste insultando siempre con fiereza
Al Príncipe abatido, más vencerle
Que servirle en tal lance osado muestra.
    «Siempre, al fin, la vergüenza irrita y punza
Al pundonor más feble. De la mengua 1805
El apático Rey por fin se siente,
Y refrenando al cabo la insolencia
De un vasallo felón, en París quiere
Su autoridad probar; más ya, ya no era
El oportuno tiempo. En sus vasallos 1810
Ya su temor y afecto se extinguieran.
Su audaz Pueblo, al motín siempre propenso,
Desde el punto en que el Rey reinar decreta,
Tiénele por tirano. Se hacen juntas,
Se conspira, y veloz la alarma vuela. 1815
Todo habitante entonces fue soldado;
París todo fue ya campo de guerra.
Mil vallas, de un momento raro aborto,
Amenazan del Rey, las guardias cercan.
    «Tranquilo entonces Guisa, fiero, ufano, 1820
En medio la borrasca, o bien refrena,
O del Pueblo las furias precipita.
Él, de la sedición es quien gobierna
Los secretos resortes, y a su antojo
Mueve la enorme masa. Se endereza 1825
Con furor a palacio el Pueblo todo.
A un acento de Guisa no existiera
La vida de Valois; y de sus ojos
Cuando una imperceptible leve seña
A abismarlo en la nada bastaría, 1830
Se satisface solo, se contenta
Con hacerlo temblar, y deteniendo
De los amotinados la carrera,
Él mismo, para huir, a Valois libre,
De lástima, el poder y paso deja. 1835
Cualquiera que el plan fuese del de Guisa,
Para vasallo, al fin, sobrado atenta,
Más poco por demás para tirano.
Cualquiera audaz mortal, que por fin llega
A forzar al temor a su Monarca, 1840
Todo temerlo debe, si se queda,
Y hasta violarlo todo no se arroja.
Sostenido ya Guisa con firmeza
En sus grandes designios, desde entonces,
De ofender y mostrarse solo a medias 1845
Que ya el tiempo pasara, reflexiona,
Y con sagaz audacia de ver echa,
Que remontado, en fin, a altura tanta,
Más sobre un precipicio, ya era fuerza,
O subir presto al solio, o al cadalso. 1850
Despótico ya dueño de la ciega
Revolución de un Pueblo; de esperanza
Y de temeridad el alma llena;
De Roma en sus empresas apoyado;
En ellas socorrido de la Iberia; 1855
Ídolo el más querido de la Francia,
Y ayudado, además, de la influencia
Que sus hermanos logran sobre el Pueblo,
Aquel vasallo altivo presumiera
Haber antiguos tiempos renovado, 1860
En que de la primer estirpe regia
Indignos y cobardes descendientes,
Cuasi al nacer caídos de la esfera
Del supremo poder, bajo lo odioso
De una capilla hundían sus diademas, 1865
Y por violentos votos entre sombras
Lamentando de un claustro su flaqueza,
En las tiranas manos de opresores,
Del Gobierno las riendas depusieran.
Sin embargo, Valois, que la venganza 1870
De Guisa allá en su pecho difiriera,
Estados de la Francia generales
Convoca para Blois, y allí celebra.
De esta asamblea, Reina, la noticia
Bien puede ser que ya nueva no os sea. 1875
De mejora y reformas harto urgentes,
Varias leyes allí se propusieran,
Que sin ejecución al fin quedaron,
Y la pomposa estéril elocuencia
De diputados mil, detalle inútil 1880
De los abusos nuestros hizo en ella;
Pues de asambleas tantas y consejos
El frecuente suceso que se observa,
Es el de revistar los males todos,
Pero sin reformar ni uno siquiera. 1885
    «En augusta sesión de estos estados,
Del altanero Guisa la soberbia,
Con desdén de su Príncipe abatido,
La regia majestad a insultar llega.
Asiento va a tomar cerca del trono, 1890
Y bien asegurado de su empresa,
En cada diputado ve un vasallo.
Ya sus indignas tropas, con vileza
Del tirano vendidas a intereses,
De un imperio absoluto se aceleran 1895
A poner en su mano el duro cetro;
Cuando de su temor y su indulgencia
Hacia el soberbio Guisa fatigado,
Medita ya, por último, y se arresta
Valois a reinar libre, y dél vengarse. 1900
Su rival cada día más se esmera
En mover y exaltar su justo enojo,
E insolente enemigo, le desdeña,
Sin que ni aún sospeche su arrogancia
En el Príncipe airado, la firmeza, 1905
Que a un vil asesinato era bastante.
Ciégale su destino. Se le acerca
Su hora al deslumbrado, y con indigna,
Con villana perfidia, de sorpresa,
A sus ojos el Rey manda inmolarle. 1910
Su cuerpo allí traspasan y laceran
De acerados puñales mil heridas;
Más su orgullo al morir no se abatiera.
La frente, que aún Valois temía acaso,
Toda pálida ya, toda sangrienta, 1915
Su dueño al parecer aún amenaza.
Esta fue la final trágica escena
De aquel vasallo infiel, omnipotente,
Que un cúmulo brillante en sí reuniera
De virtudes y vicios. El Rey débil, 1920
A quien la autoridad robó suprema,
Cobarde en demasía le ha sufrido,
Y no menos cobarde dél se venga.
   «Corre presto en París el caso horrible,
Y el asombrado Pueblo el aire atruena 1925
De horrísonos clamores. Los ancianos
De pesar abatidos, y las hembras
Lágrimas arroyando, cual perdidas,
A abrazar, por do quiera, corren, vuelan
Del desgraciado Guisa las estatuas. 1930
Y de ilusiones lleno París piensa,
Que en situación tan crítica, tenía
Que vengar a su padre, y de su Iglesia
La causa sostener. Mayenne, entonces,
Digno hermano de Guisa, se acelera, 1935
Del Pueblo airado en medio, a transportarle
A la feroz venganza de su ofensa,
Y más por su interés que por su duelo,
De aquel enorme incendio con violencia
Rápido discurriendo por cien lados, 1940
Soplaba la voraz horrible hoguera.
Mayenne, largo tiempo ya de Marte
En alarmas nutrido, por sus sendas
Bajo el soberbio Guisa audaz trepara.
Que en su gloria, por tanto, y sus empresas 1945
Le suceda resuelven. De la Liga
Pasa el cetro a sus manos. Tal grandeza,
Dulce a su corazón e ilimitada,
Fácilmente la pérdida consuela
De un hermano inmolado. A pesar suyo, 1950
A Guisa por su jefe obedeciera,
Y aunque en triste ocasión de tanto luto,
Ya vengarle le agrada y lisonjea
Mucho más que servir bajo su mando.
Heroico valor el jefe alienta. 1955
Se lo confieso, sí. Feliz y sabia
Su conducta política, a ver llega
Bajo su sola ley servir unida
Esa turba de espíritus inmensa,
De su dueño enemiga, y de tiranos 1960
A un tiempo torpemente esclava ciega.
Él, con sagacidad distinguir sabe
Los variados talentos que en sí encierra,
Y con crítico tino de ellos todos
En oportunos casos se aprovecha. 1965
De los mismos reveses, sus ventajas
Sacar a veces logra su destreza.
Con aura más brillante y seductora,
De admiración la Francia dejó llena;
Los ojos fascinara el otro Guisa, 1970
Que más grande y más héroe en verdad fuera;
Pero no que su hermano, más temible.
Tal, señora, es Mayenne, y tal su fuerza.
Cuanto de lisonjeras esperanzas
Funda esa altiva Liga en su prudencia, 1975
Otro tanto de orgullo y de bravura
De todos en los ánimos subleva,
De ese joven Aumale el presuntuoso
Soberbio corazón. Es su fiereza
El broquel del partido, que hasta el día 1980
De invencible el renombre le conserva.
Mayenne, que a las lides le conduce,
De la Liga es el alma que proyecta;
Aumale, empero, el brazo, que ejecuta.
    «Ese opresor político del Belga, 1985
Ese vecino, en tanto, peligroso,
Católico tirano y Rey, que encierra
Su principal apoyo en su artificio;
Ese enemigo vuestro, gran Princesa,
Y aún más mío, Felipe, voluntario 1990
De Mayenne abrazando las querellas,
De los rivales nuestros torpemente
La causa criminal insta y fomenta,
Y Roma, que apagar de males tantos
Debía el voraz fuego, Roma misma 1995
La tea atiza más de la discordia.
El que de los cristianos nombre lleva
Todavía de padre, entre las manos
De sus hijos libró daga sangrienta.
Del un término al otro de la Europa, 2000
Registraron mis ojos con sorpresa,
Que a un tiempo las desgracias todas juntas
De tropel a París sobrevinieran.
Rey, por fin, sin vasallos, perseguido,
Sin tener quien le asista ni defienda, 2005
Vese Valois por último forzado
A implorar el socorro de mis fuerzas.
Creyome generoso, y no se engaña.
Del estado desastres solo aquejan
Mi corazón, Señora, y de su trono 2010
Los peligros mi cólera sosiegan.
Ya no he visto en Valois más que un hermano:
Mi deber lo ordenaba. Se sujetan
A su ley mis enojos, y Rey, vuelo
A vengar de otro Rey cetro y diadema. 2015
Sin guardias, pues, sin rehenes, sin tratados,
A hablar llego a Valois. La suerte vuestra,
Está, señor, le digo, en vuestro aliento.
Que a vencer o morir vengáis es fuerza,
Del rebelde París en las murallas. 2020
Súbito de Valois el alma eleva,
Sus espíritus hinche un noble orgullo.
Yo no me lisonjeo de que hubiera
Capaz sido mi ejemplo, de inspirarle
De un guerrero valor llama tan bella. 2025
Las desgracias, sin duda, a fuertes golpes
Su dormida virtud, al fin, despiertan.
El reposo lamenta que a tal punto
Abatídole había. A Valois era
Tan penoso infortunio necesario. 2030
La suerte muchas veces más adversa,
Es a los soberanos muy precisa».
    Tal ha sido de Enrique a aquella Reina.
La simple narración, mientras promueve
Del Britano el socorro. Ya altaneras 2035
Voces de la victoria, de las torres
Del rebelado muro al Héroe apremian
Porque a su campo torne. Tras sus pasos
Mil jóvenes isleños, con presteza,
De los mares el seno a hendir se alistan, 2040
Y los combates de la Francia anhelan.
    A su frente al de Essex llevan ufanos;
Al de Essex, cuyo espíritu y braveza,
De los fieros y altivos castellanos
Confundir supo un día la prudencia: 2045
Al de Essex, que orgulloso mal podría
Creer que un hado indigno se atreviera
A marchitar laureles que su mano
Ya consagrado había a su cabeza.
    Enrique activo jefe, cuyo impulso 2050
Nada parar podía, a Essex no espera.
De lidiar y vencer todo impaciente,
Por regresar a Francia se desvela.
«Id, Héroe digno, andad, la Reina dice.
Bien presto, a la voz mía, vuestras huellas 2055
Siguiendo mis guerreros, esos mares
Atravesando irán; más no los lleva
El servir a Valois; a vos os siguen.
Mi amistad solamente los dispensa
A vuestras generosas inquietudes. 2060
Vos les veréis correr a las peleas,
Por socorreros menos que imitaros.
Hechos, a vuestro ejemplo, de la guerra
Al gran arte, y sus riesgos y fatigas,
Ya bajo vuestra sombra, en vuestra escuela 2065
A servir se instruirán gloriosamente
Y con mayor ventaja a la Inglaterra.
Quiera el cielo que a golpes de este brazo
Prontamente la Liga a expirar venga.
Al caudillo Mayenne, de la España 2070
Ese ambicioso Rey, astuto obsequia,
Vuestra enemiga es Roma. Nuevos triunfos,
Id a ganar, Enrique, de la Iberia;
Más pensad que, a un gran hombre, vanos rayos
Temer de Roma ya gran mengua fuera. 2075
Vengada por vos quede de los Pueblos
La libertad violada. La fiereza
De Felipe abatid, y de ese Sixto.
    «Felipe, de su padre en la violencia
Tirano sucesor, menos que él grande, 2080
Menos bravo también; pero en empresas
Y en política igual; de sus vecinos
La división tramando, falso intenta
Sus cadenas echarles, y del fondo
De su alcázar el orbe domar piensa. 2085
Desde el polvo hasta el solio alzado Sixto,
Con un poder menor, un alma encierra
Todavía más fiera. De Montalto
Pastor humilde un tiempo, regias testas,
Príncipes formidables rivaliza. 2090
Dar la ley en París osado piensa,
No de distinto tono que allá en Roma,
Y de un triple magnífico diadema
Bajo el pomposo fausto y sacro brillo,
Avasallarlo todo osado intenta, 2095
Y hasta al mismo Felipe. Ese violento,
Pero en engaños hábil y en cautelas,
Enemigo celoso de los fuertes,
Y opresor de los débiles se ostenta.
Cábalas y manejos, aquí en Londres, 2100
Y aun en mi misma corte mil urdiera;
Y el mundo, a quien engaña, se halla lleno
De la intriga y la trama en que lo enreda.
    «De vuestros enemigos, Gran Enrique,
Tal es la condición y alta ralea, 2105
Que mirar es en vos un deber digno
Con el desdén que yo. Ambos quisieran
Alzarse contra mí; más uno, en balde
Con borrascas luchando y la Inglaterra,
Hizo ver al Océano en su fuga 2110
Sus míseros naufragios. Las riberas
De esos mares aún cubren los despojos,
Teñidas aún se ven con sangre fresca
De sus famosas huestes. Allá en Roma
Mudo, el otro, me teme y me respeta. 2115
    «Vuestros nobles destinos, a sus ojos
Seguid Enrique, pues, con entereza.
Sabed, que si una vez el marcial brío
De ese Mayenne audaz domado queda,
Presto a Roma en pos dél veréis sumisa. 2120
El favor o rencor de esta soberbia
En los campos podéis reglar vos solo.
Inflexible al vencido, y placentera
Con todo vencedor; siempre a absolveros
Como a anatemizaros tan dispuesta; 2125
Encender o apagar, en vuestra mano
Tenéis, de sus diplomas las centellas».


FIN DEL CANTO III