La Pedidora

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​La Pedidora​
Entremés de Pedro Calderón de la Barca

La Pedidora

Personas

 


TERESA.
LUCÍA.
INÉS.


UN LICENCIADO.
UN CAPITÁN.


UN GALÁN.
EL GRACIOSO.


UN HOMBRE.
UN VEJETE.

(Salen TERESA y LUCÍA.)
TERESA:

No me hables de intereses,
que es lugar muy común en entremeses;
y es cosa muy cansada ver, Teodora,
que te llame el lugar la Pedidora,
porque de noche y día
siempre pidiendo estás.

LUCÍA:

Teresa mía,
el tiempo lo requiere;
porque el hombre que más dice que muere
hoy, contra nuestra fama,
quiere más su dinero que su dama
y así, al paso les salgo,
pidiendo mucho para que den algo.
El que a dar se resuelve,
eso me hallo; y el que no, no vuelve;
con que logro mi fin o el suyo ataja,
pues me quedo sin él o con la alhaja.

TERESA:

No es mala la doctrina;
mas, con todo, imagina
que de pedir no es bien notada seas.

LUCÍA:

Eso me importa poco, y porque veas
lo que vale, has de llevarte agora
de paso una lición. ¡Inés!
(Dentro.)

LUCÍA:

Señora.

LUCÍA:

Traite el libro de caja.
(Sale INÉS con un libro.)

LUCÍA:

Aqueste ha sido.

LUCÍA:

Busca cuenta y razón de lo pedido.

LUCÍA:

Hojearle para eso es necesario.
(Hojea.)

LUCÍA:

Ve a la P, pues tiene abecedario.

INÉS:

Pedido, fojas ciento; ya le he hallado.

LUCÍA:

Pues las partidas lee de lo no dado
que están vivas, y sírvanos el vellas
de enseñar y [...] hacer memoria dellas,
porque la cobradora hacer intente
su diligencia.

LUCÍA:

(Lee.)
«En cuatro del corriente
al escolar, que a lo discreto ama,
le fue pedido...»

LUCÍA:

¿Qué?

LUCÍA:

«Un jubón de lama.»

LUCÍA:

¿No hay margen?

LUCÍA:

Sí, imagino.

LUCÍA:

¿Y cómo dice?

LUCÍA:

Al hijo del vecino,
cuyo amor es tan fino,
que excede a todos, que es amante sumo,
cuatro piezas para el de puntas de humo;
ítem, en cinco al portugués finchado,
un justillo a su gusto sazonado;
dicho día al Doctor unas enaguas;
al Capitán en seis, se hizo demanda
de una pieza de Holanda,
y al Tratante, que se entra a caballero,
se le notificó diese un vaquero».

LUCÍA:

¿Qué más?

LUCÍA:

No hay más.

TERESA:

¿Qué más haber podía?

LUCÍA:

Es que he dado en pedir con cortesía
de unos días acá.

TERESA:

Yo mucho temo
que viéndote vivir con tal extremo,
y habiendo ya caído en ello todos,
se han de vengar, buscando algunos modos
de dejarte corrida.

LUCÍA:

No temas que me pase eso en mi vida;
y has de ver antes de irte, es cosa cierta,
entrar el bien de Dios por esta puerta.

TERESA:

Holgareme de ver lo que te pasa,
para hacer mis asientos yo.
(Dentro, un LICENCIADO [golpeando la puerta].)

LICENCIADO:

¡Ah de casa!

LUCÍA:

¿Llaman?
(INÉS mira al paño.)

LUCÍA:

Sí.

LUCÍA:

Quién es, mira.

LUCÍA:

El Licenciado.

LUCÍA:

¿Con pie llama? ¡Señal de estar cargado!
Siempre abre presto al que con pie llama.
Dicho y hecho: ¡jubón tengo de lama!
(Sale un LICENCIADO de sacristán.)

LICENCIADO:

Dichosa fue la nube
que concibió el vapor, que del mar sube
donde el sol la rubia
madeja hiriendo, desató la lluvia,
cuyo cristal vivificado deja
los romeros, que en flor libó la abeja,
de cuyo humor golosa
se fabricó la miel, que artificiosa
echó de sí la cera,
con que encerar pudiera
el zapatero el cabo, que no ingrato,
el ponleví cosió de tu zapato,
en cuya huella poca,
yo, indigno pecador, pongo la boca.

LUCÍA:

Déjese de retórica. Y agora
diga, ¿traime el jubón?

LICENCIADO:

Sí, mi señora.

LUCÍA:

Descubra, a ver...

LICENCIADO:

Primero
un epigrama al caso decir quiero:
Vuestro papel recibí,
y viendo en vuestro papel
un jubón de lama, dél
al alma traslado di;
ella, que me estima a mí,
viendo cuánto mi alma os ama,
quiso volver por mi fama;
y así me dio su jubón,
con que pudo mi afición
traeros jubón del ama.
(Saca un jubón muy roto.)

LUCÍA:

¿Qué es esto? ¿Andrajo a mí? ¡De juicio salgo!

TERESA:

Es pedir mucho para que den algo.
(Dentro, VEJETE.)

VEJETE:

¡Ah de casa!

LUCÍA:

No os vea
el que ahora viene.

TERESA:

Este aposento sea
el que os guarde.

LICENCIADO:

No habré sido
el primer sacristán que se ha escondido.

(Escóndese el sacristán y sale el VEJETE con una frasquera.)
VEJETE:

Enaguas que me enviaste
a pedir esta mañana;
mi amor dice, esta frasquera
que es quien más entiende de aguas.

LUCÍA:

Pues estoy de buen humor.

VEJETE:

Bañaos en agua rosada.

(Saca un pomo.)
LUCÍA:

¡Lindo es esto, por mi vida,
cuando estoy de ira y de rabia
hecha un volcán!

VEJETE:

Aguardiente.

(Saca un frasco.)
LUCÍA:

¡Pues es buena la templanza
que aplica un Dotor a quien
un fuego es!

VEJETE:

Agua de malvas.

(Saca un pomo.)
LUCÍA:

Todo me sucede hoy mal.

VEJETE:

Agua de azar.

(Saca otro pomo.)
LUCÍA:

¿No repara
que echo rayos por los ojos?

VEJETE:

Ya lo veo; y a esa causa
es esta agua luminosa.
(Saca otro pomo.)

LUCÍA:

¿No le estremece ni espanta
mi cólera?

VEJETE:

Agua de guindas.
(Saca otro pomo.)

LUCÍA:

¡Cuánto va que si me cansa
que hecha una fiera, a él y a todos
los botes por la ventana
echo?

VEJETE:

Agua de León Franco.
(Saca otro pomo.)

LUCÍA:

No me obligue a que le haga
dar a entender que le hiede
la vida.

VEJETE:

Agua de ámbar.
(Saca otro pomo.)

LUCÍA:

¡Ya me falta la paciencia!
(Vase.)
[Se oye un disparo.]

LUCÍA:

¡Jesús!

TERESA:

¡El cielo me valga!

LUCÍA:

Mira, Inesilla, qué ha sido
eso.

(Sale un CAPITÁN muy apresurado con una pistola; que dispara antes de salir.)
CAPITÁN:

La pieza de Holanda,
que desde Absterdán la he hecho
traer para hacerte esta salva.

LUCÍA:

¿Con qué estruendo se viene?

CAPITÁN:

Pues agora fue sin bala;
pero con ella otra vez
volará toda esta casa;
y porque lo veas, espera:
carga con bala y dispara.

(Da la pistola a otro soldado.)
LUCÍA:

¡No haga tal, señor soldado,
por Dios!

CAPITÁN:

Lo que se me encarga
a mí, nunca es para menos,
que no soy hombre de chanzas.
Dale fuego, y vuele todo.
(Todos dentro.)

TODOS:

¡Au, au, guarda el toro, guarda!

LUCÍA:

¿Qué es esto?
(Ruido de toros dentro, y sale un GALÁN y el GRACIOSO a caballo, de vaquero.)

GALÁN:

Como un vaquero
me pediste, bella ingrata,
por servirte envié por él
a la orilla de Jarama;
y así, vine a tu obediencia
con caballo y vara larga.

GRACIOSO:

Yo soy, señora, un vaquero
de tanta opinión y fama,
que siempre se andan tras mí
toros, novillos y vacas;
y así, cuando vengo a veros
traigo tras mí mi vacada.
¿Dónde la hemos de encerrar?

LUCÍA:

Hombre, ¿dónde has de encerrarla
preguntas? ¿Con eso vienes
a hacer mi casa algarrada?

GRACIOSO:

A saber donde venía,
trajera toros de falda;
pero éstos son los más bravos
que en toda la orilla se hallan.

(Sale uno muy alborotado y encuentra con las mujeres.)
HOMBRE:

¡Que se ha desmandado un toro,
y de los otros se aparta!

CAPITÁN:

¡Vive Dios, que entra hasta aquí!

LUCÍA:

¡Quién ha visto tal desgracia!

GRACIOSO:

¿Y quién en el mundo ha visto
correrse toros en sala?

LUCÍA:

¡El diablo que espere más!

CAPITÁN:

No temáis, hermosas damas,
que a aqueste toro casero
le haré en mis brazos migajas.
(Sale un toro y pega con todos, y echa a rodar al CAPITÁN y hácele a topetadas entrarse.)
¡Jesús, que me mata el toro!

TERESA:

¡Amiga, el desván me valga!

GRACIOSO:

Linda cosa es ser vaquero,
pues cuando a todos arrastra,
no quiere nada conmigo.
Mas ¡vive Dios! que se encara:
¡Toro, que soy el vaquero!
(Embiste con el GRACIOSO y échalo a rodar, y descubre una camisa muy sucia y muy llena de palominos.)
¡Que me mata, que me mata!
¡El diablo que se detenga
a pedir perdón de faltas!