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La Sagrada Biblia (XVI)/Máximas

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ORACION.

PARA ANTES DE LEER

LA SAGRADA ESCRITURA,

EXTRACTADA DEL CAP. II DEL LIB XI DE LAS CONFESIONES DE SAN AGUSTIN.
Señor Dios mio, atended á mi súplica, y oiga vuestra misericordia el deseo de mi corazon; pues el ardor que le abrasa, no mira mi interés particular exclusivamente, sino tambien el de los otros á quienes la caridad fraternal le hace desear el ser útil... Haced por vuestra bondad que halle yo gracia en vuestra presencia, para que se me descubran los secretos de vuestra santa Ley, cuando procure entenderlos. Os lo ruego por aquel que está sentado á vuestra diestra, que es el que pide continuamente por nosotros, y en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia. El es el quien a busco en vuestras santas Escrituras..... Vuestra divina palabra es toda mi alegría, y me es mas agradable que todos los placeres de la tierra. Dadme, pues, lo que amo; porque es cierto que amo, y este amor es obra vuestra.... Reconozca yo ¡oh Dios mio! que os debo todos los descubrimientos que pueda hacer en vuestros Libros... Sea yo fiel en rendiros un homenage perfecto de los pensamientos y palabras que me inspireis. Dadme lo que quereis que yo os ofrezca; pues yo soy pobre y miserable, y Vos derramais vuestras riquezas sobre todos los que os invocan. Preservad mi entendimiento y mi lengua de todo error, y de toda mentira. Sean siempre vuestras santas Escrituras mis castas é inocentes delicias, y no me engañe en ellas, ni engañe á los otros por medio de ellas. Así sea.
MÁXIMAS
PARA LEER CON FRUTO LAS SANTAS ESCRITURAS.

I. Antes de comenzar su lectura, debemos dirigimos á Dios por medio de una corta y fervorosa oración á Jesu-Christo, el cual es el único digno de abrimos el divino Libro, y de romper los sellos que le tienen como cerrado. Apoc. cap. V. vers. 5, 9.

II. Estar penetrados de un sumo respeto ácia los Libros sagrados, mirando las verdades eternas que contienen, como palabras del mismo Dios que nos habla; testificando esta veneracion hasta con el mismo ejemplar de la Biblia que tenemos en las manos, y el cual debemos siempre guardar en parage muy decente.

III. No debemos leer las santas Escrituras de corrida; sino meditando lo que se lee, pesando sus palabras, y procurando tener algún buen comentario de autor ortodoxo y piadoso; teniendo presente el aviso que se Página:La Sagrada Biblia (XVI).djvu/12 Página:La Sagrada Biblia (XVI).djvu/13 Página:La Sagrada Biblia (XVI).djvu/14 Página:La Sagrada Biblia (XVI).djvu/15 Página:La Sagrada Biblia (XVI).djvu/16 Página:La Sagrada Biblia (XVI).djvu/17 Página:La Sagrada Biblia (XVI).djvu/18 Página:La Sagrada Biblia (XVI).djvu/19 Página:La Sagrada Biblia (XVI).djvu/20 Página:La Sagrada Biblia (XVI).djvu/21