La abeja y el abejón

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La abeja y el abejón​
 de Felipe Jacinto Sala



-«¿A quién vas a llevar ese tesoro?»-
El ocioso abejón dijo a una abeja,
que libaba afanosa
el cáliz virginal de la azucena.
Ésta repuso al punto: -«A mis hermanas,
»que dejé trabajando en la colmena.»-
-«Pues siendo yo tu hermano, también tengo
»igual derecho que ellas
»a tan rico botín; y, aunque contigo
»ningún lazo me uniera,
»si son todas las flores
»del dominio común, mío es el néctar.»-
Y de ese modo hablando,
su arpón agudo la asestó con fuerza,
haciendo que la pobre, amedrentada,
sin defenderse apenas,
dejara matizadas con su sangre
las hojas de la cándida azucena.
Fiado ya en sus triunfos,
y en su espada certera,
nuestro conquistador desde aquel día
propúsose vivir a costa ajena,
y someterlo todo a su albedrío;
mas no fue así.-Tras rica primavera,
vino el árido invierno,
y con él la estrechez y la pobreza.
Entonces, acosado por el frío
y por el hambre fiera,
el abejón, en tormentosa noche,
temblando de temor, llamó a una puerta;
y de vergüenza se quedó corrido,
al contemplar allí, de centinela,
a aquella a quien un día
tan sin piedad hiriera.
La abeja, que era buena y compasiva,
dio al olvido su ofensa,
y al socorrerle, amonestole blanda
con esta moraleja:
-«¿Ves, infeliz? A mí el trabajo activo
»que empleo en la colmena,
»afirmando la paz de la República,
»me da pingües riquezas,
»y a ti el ajeno fruto, que conquistas
»con dolo y con violencia,
»te ofrece, por un día de abundancia,
»todo un invierno horrible de miseria.»-