La alondra (Sala)
Caminito del cielo
iba la Alondra
modulando contenta
divinas trovas:
-«Sube, -gritola un ángel,-
»sube, avecilla,
»y darás al Eterno
»tus armonías.
»Verás como estos campos
»del Paraíso
»tienen para los pájaros
»grato atractivo;
»no hay mortífero plomo,
»ni Halcón aleve,
»ni rudas tempestades,
»ni falsas redes.
»Aquí todo es hartura
»y blandos sones,
»ambrosía y perfumes,
»luces y flores.
»Ven presto a las alturas,
»ven, avecilla,
»y da a Dios por ofrenda
»tus melodías.»-
Cuando el ángel la dijo
tales palabras,
distraída la Alondra
no le escuchaba;
en la tierra sus ojos
tenía fijos,
y la atraía a ella
potente hechizo.
Era la luz brillante
del espejuelo,
que la cegaba ardiente
con sus reflejos.
De pronto el ave cesa
en sus cantares;
abandona el espacio;
su vuelo abate;
y cuando el embeleso
alcanza alegre,
en sus pérfidos lazos
halla la muerte.
Huid las tentaciones,
almas de noble vuelo;
no dejéis el camino,
si vais al cielo.