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La araña y el sapo

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Fábulas argentinas
La araña y el sapo

de Godofredo Daireaux


Un sapo andaba en desgracia. Ninguna mosca se le acercaba y empezaba a tener una de esas hambres que quitan la vergüenza al más honrado. Al levantar los ojos, vio que en la tela de la araña, su vecina, estaban presas tantas moscas de todos tamaños, que en dos o tres días no las iba a poder comer todas.

Con un grito o dos de su voz simpática llamó a la araña y le pidió prestadas algunas moscas, prometiéndole que pronto se las devolvería.

La araña, sabedora de que el que presta pierde el dinero y las amistades, primero hizo la que no oía.

Después hizo la que no entendía.

Contestó en fin que tenía pocas.

Dijo que no eran todas de ella.

Agregó que no podía despegarlas.

También afirmó que, habiéndose ya negado a prestar a la rana, no podía, sin crear conflictos, prestar al sapo.

Y cuando éste ya se dio vuelta, enojado, diciéndole que todo esto no eran más que malos pretextos: «Serán malos pretextos, dijo entre sí, la araña; pero las moscas son buenas».