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La cena de Baltasar/Auto

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Elenco
La cena de Baltasar
de Pedro Calderón de la Barca
Auto

Auto

(Sale EL PENSAMIENTO vestido de loco, de muchos colores, y DANIEL tras él, deteniéndole.)
DANIEL:

Espera.

PENSAMIENTO:

¿Qué he de esperar?

DANIEL:

Advierte.

PENSAMIENTO:

¿Qué he de advertir?

DANIEL:

Óyeme.

PENSAMIENTO:

No quiero oír.

DANIEL:

Mira.

PENSAMIENTO:

No quiero mirar.

DANIEL:

¿Quién respondió de ese modo
nunca a quien le preguntó?

PENSAMIENTO:

Yo, que sólo tengo yo
desahogo para todo.

DANIEL:

¿Quién eres?

PENSAMIENTO:

Cuando eso ignores
vengo a ser yo el ofendido;
¿no te lo dice el vestido
ajironado a colores?
¿Que, como el camaleón,
no se conoce cuál es
la principal causa? Pues
oye mi definición.
Yo, de solos atributos
que mi ser inmortal pide,
soy una luz que divide
a los hombres de los brutos.
Soy el primero crisol
en que toca la fortuna,
más mudable que la luna
y más ligero que el sol.
No tengo fijo lugar
donde morir y nacer,
y ando siempre sin saber
dónde tengo de parar.
La adversa suerte, o la altiva,
siempre a su lado me ve;
no hay hombre en quien yo no esté
ni mujer en quien no viva.

PENSAMIENTO:

Soy en el rey el desvelo
de su reino, y de su estado;
soy en el que es su privado
la vigilancia y el celo;
soy en el rico justicia;
la culpa, en el delincuente;
virtud, en el pretendiente,
y en el próvido, malicia;
en la dama, la hermosura;
en el galán, el favor;
en el soldado, el valor;
en el tahúr, la ventura;
en el avaro, riqueza;
en el mísero, agonía;
en el alegre, alegría;
y en el triste, soy tristeza;
y, en fin, inquieto y violento,
por dondequiera que voy
soy todo y nada, pues soy
el humano Pensamiento.
Mira, si bien me describe
variedad tan singular,
pues quien vive sin pensar
no puede decir que vive.
Esto es, si en común me fundo,
mas hoy en particular
soy el del rey Baltasar,
que no cabe en todo el mundo.

PENSAMIENTO:

Andar de loco vestido
no es porque a solas lo soy,
sino que en público estoy
a la prudencia rendido.
Pues ningún loco se hallara
que más incurable fuera
si ejecutara y dijera
un hombre cuanto pensara;
y así lo parecen pocos,
siéndolo cuantos encuentro,
porque vistos hacia dentro,
todos somos locos:
los unos y los otros.
Y, en fin, siendo loco yo,
no me he querido parar
a hablarte a ti, por mirar
que no es compatible, no,
que estemos juntos los dos,
que será una lid cruel,
porque si tú eres Daniel,
que es decir juicio de Dios,
mal ajustarse procura
hoy nuestra conversación,
si somos en conclusión
juicio tú y yo locura.

DANIEL:

Bien podemos hoy un poco
hablar los dos con acuerdo,
tú subiéndote a ser cuerdo,
sin bajarme yo a ser loco,
que aunque es tanta la distancia
de acciones locas y cuerdas,
tomando el punto a dos cuerdas,
hacen una consonancia.

PENSAMIENTO:

Responderte a todo intento,
y es consecuencia perfeta,
que lo que alcanza un profeta
se lo diga el Pensamiento.

DANIEL:

Dime, ¿de qué es el placer,
que ahora vuelas celebrando?

PENSAMIENTO:

De la boda estoy pensando
que hoy Babilonia ha de ver
el aplauso superior.

DANIEL:

¿Pues quién, di, se ha de casar?

PENSAMIENTO:

Nuestro gran rey Baltasar,
de Nabucodonosor
hijo en todo descendiente.

DANIEL:

¿Quién es la novia feliz?

PENSAMIENTO:

La gallarda emperatriz
de los reinos del Oriente,
cuna adonde nace el día.

DANIEL:

¿Ella es idólatra?

PENSAMIENTO:

Pues
y tan idólatra es,
que es la misma idolatría.

DANIEL:

¿Él no estaba ya casado
con la humana vanidad
de su imperio y majestad?

PENSAMIENTO:

Su ley licencia le ha dado
de dos mujeres, y aun mil,
y aunque vanidad tenía,
vanidad e idolatría
le hacen soberbio y gentil;
juicio de Dios, o Daniel,
que todo es uno, que así
lo dice el texto.

DANIEL:

¡Ay de mí!

PENSAMIENTO:

¿Habíais de casar con él,
que tanto lo sentís vos?
(Aparte.)
Mal en decírselo hice.

DANIEL:

¡Ay de ti, reino infelice!
¡Ay de ti, pueblo de Dios!

PENSAMIENTO:

Si va a decir la verdad,
vos estáis ahora pensando
que él celebra bodas cuando
lloráis en cautividad
vosotros, y es el dolor
de que esta boda no sea
con la Sinagoga hebrea,
por quedar libres y por...
pero la música suena.
 (Tocan chirimías.)
Presto a otra cosa pasé
mientras Babilonia ve
qué recibimiento ordena
a su reina que los dos
nos retiremos, nos dicen.

(Retírase.)
DANIEL:

¡Ay de ti, reino infelice!
¡Ay de ti, pueblo de Dios!

(Tocan chirimías y salen BALTASAR y LA VANIDAD, y por otra parte LA IDOLATRÍA, muy bizarra, y acompañamiento.)
BALTASAR:

Corónese tu frente
de los hermosos rayos del Oriente,
si ya la poma suya
no es poca luz para diadema tuya;
gentil Idolatría,
reina en mi imperio, y en el alma mía,
en hora feliz vengas
a la gran Babilonia, donde tengas
en mi augusta grandeza
dosel debido a tu imperial belleza,
rindiéndose a tus plantas
cuantas estatuas, cuantas
imágenes y bultos
dan holocaustos, sacrifican cultos
a tu aliento bizarro
en oro, en plata, en bronce, en piedra, en barro.

IDOLATRÍA:

Baltasar generoso,
gran rey de Babilonia poderoso,
cuyo sagrado nombre
por que al olvido, por que al tiempo asombre,
el hebreo sentido
le traduce tesoro que escondido
estará; la feliz Idolatría,
emperatriz de la mansión del día
y reina del oriente,
donde joven el sol resplandeciente
más admirado estuvo,
de quien la admiración principio tuvo,
hoy a tu imperio viene
por el derecho a que a tus aras tiene,
pues desde que en abismos sepultado
del gran diluvio el mundo salió a nado,
fue este imperio el primero
que introdujo, político y severo,
dando y quitando leyes
la humana idolatría de los reyes,
y la divina luego
de los dioses en lámparas de fuego.
Nembroth hable adorado,
y Moloc en hogueras colocado,
pues los dos merecieron este extremo:
Nembroth por ley, Moloc por Dios supremo,
de donde se siguieron
tantos ídolos cuantos hoy se unieron
a estas bodas propicios,
pues las ven en confusos sacrificios
treinta mil dioses bárbaros que adoro
en barro, en piedra, en bronce, en plata, en oro.

PENSAMIENTO:

Aquesta sí que es vida;
haya treinta mil dioses a quien pida
un hombre, en fin, lo que se le ofreciere,
por que éste otorgue lo que aquél no diere;
y no tú, que importuno
tienes harto con uno,
que de oírlo me espanto:
¿cómo un Dios sólo puede estar en tanto
como tiene que hacer?

DANIEL:

Como lo sea,
en más su mano universal se emplea.

BALTASAR:

Habla a la hermosa Vanidad, que ha sido
mi esposa, y pues las dos habéis nacido
de un concepto, a las dos unir procura
mi ambición: ¡Qué belleza! ¡Qué hermosura!
(Mirando a las dos, y él en medio.)
Dame, soberbia Vanidad, los brazos.

VANIDAD:

Eternos han de ser tan dulces lazos.

IDOLATRÍA:

Envidia la beldad tuya me diera
si lo divino que envidiar tuviera.

VANIDAD:

Celos tu luz me diera, por los cielos,
pero la vanidad no tiene celos.

BALTASAR:

 (Aparte.)
Un día me amanece en otro día,
y entre la Vanidad e Idolatría,
la más hermosa, el alma, temerosa,
duda; porque cualquiera es más hermosa
cuando con el aplauso lisonjero
rey me apellido, y Dios me considero.

IDOLATRÍA:

¿De qué te has suspendido?

VANIDAD:

¿De qué te has divertido?

BALTASAR:

Tu gran beldad, ¡oh Idolatría!, me admira;
tu voz, ¡oh Vanidad!, dulce me inspira,
y así, por que divierta mi tristeza
movido de tu aliento, y tu belleza,
hoy a las dos pretendo
desvanecer, y enamorar, haciendo
la Idolatría alarde de mis glorias,
cuando la Vanidad de mis victorias.
De aquel soberbio Nabuco
a cuyo valor, y a cuya
majestad obedecieron
hado, poder y fortuna
de aquel rayo de Caldea,
que desde la esfera suya
flechado, Jerusalén
llora su abrasada injuria.

BALTASAR:

De aquel que a cautividad
redujo la sangre justa
de Israel, transmigración
que hoy en Babilonia dura.
De aquel que robó del Templo
vasos y riquezas sumas,
despojo sagrado ya
de mi majestad augusta.
De aquel, en fin, que a los campos
pació la esmeralda bruta,
medio hombre, medio fiera,
monstruo de vello y de pluma
hijo soy, deidades bellas,
y por que le sustituya
como en el reino en la fama,
como en la fama en la furia,
los altos dioses que adoro,
de tal condición me ilustran,
que no dudo que en mi pecho
o se repita o se infunda
su espíritu, y que heredada
el alma, también se funda
en mi cuerpo, si es que dos
pudieron vivir con una.

BALTASAR:

No el ser, pues, rey soberano
de cuanto el Tigris circunda,
de cuanto el Éufrates baña
y de cuanto el sol alumbra
por tantas provincias, que
a sólo verlas madruga,
por que no se cumpla el día
sin que la tarde se cumpla
la sed de tanta ambición,
o satisface, o apura,
y sólo me desvanece,
o sea valor, o locura,
tener sobre aquestos montes
jurisdicción absoluta,
porque éstos son de Senar
aquella campaña dura
que entre la tierra y el cielo
vio tan estupenda lucha,
cuando los hombres osados,
con valor y sin cordura,
armaron contra los dioses
fábricas, que al sol encumbran.
Y para que sepas tú,
Vanidad, de cuánto triunfas;
y cuánto tú, Idolatría,
vienes a mandar, escucha:

BALTASAR:

Estaba el mundo gozando
en tranquila edad segura
la pompa de su armonía,
la paz de su compostura,
considerando entre sí
que de una masa confusa
que ha llamado la poesía
caos, y nada la escritura,
salió a ver la faz serena
de esa azul campaña pura
del cielo, desenvolviendo
con lid rigurosa y dura
de las luces y las sombras,
la unidad con que se aúnan
de la tierra, y de las aguas,
el nudo con que se anudan,
dividiendo y apartando
las cosas, que cada una
son un mucho de por sí,
y eran nada todas juntas
consideraba, que halló
la tierra que antes inculta
e informe estuvo, cubierta
de flores, que la dibujan,
el vago viento poblado
de las aves que le cruzan;
el agua hermosa, habitada
de los peces que la surcan;

BALTASAR:

y el fuego, con esas dos
antorchas, el sol y luna,
lámparas del día y la noche,
ya solar y ya nocturna,
que se halló, en fin, con el hombre,
que es de las bellas criaturas
que Dios, por mayor milagro,
hizo a semejanza suya;
con esta hermosura vana,
no hay ley a que le reduzca;
tan antiguo es en el mundo
el ser vana la hermosura;
vano y hermoso, en efecto,
eterna mansión se juzga,
sin parecerle que haya
por castigo de sus culpas
guardado un universal
diluvio, que le destruya;
y con esta confianza
en solos vicios se ocupan
los hombres, mal poseídos
de la soberbia y la gula,
de la avaricia y la ira,
de la pereza y lujuria.
Enojados, pues, los dioses,
a quien nada hay que se encubra,
trataron de deshacer
el mundo, como a su hechura,
no a diluvios, pues de rayos
se vio la cólera suya
fiada a incendios si de agua,
porque la majestad suma
tal vez con nieve culmina
y tal vez con fuego inunda.

BALTASAR:

Cubrióse el cielo de nubes
densas, opacas y turbias,
que como estaba enojado,
por no revocar la justa
sentencia, no quiso ver
de su venganza sañuda
su mismo rigor; y así,
entre tinieblas se oculta,
entre nubes se enmaraña,
porque a un Dios, con ser Dios, busca
para mostrar su rigor,
ocasión, si no disculpa;
el principio fue un rocío
de los que a la aurora enjuga
con cendales de oro el sol;
luego, una apacible lluvia
de las que a la tierra dan
el riego con que se pula;
luego fueron lanzas de agua,
que nubes y montes junta,
teniendo el cuenco en los montes
cuando en las nubes las puntas;

BALTASAR:

luego fueron desatados
arroyos, creció la furia;
luego fueron ríos; luego
mares de mares: ¡oh suma
sabiduría! Tú sabes
los castigos que procuras;
bebiendo sin sed el orbe,
hecho balsas y lagunas,
padeció tormenta de agua
por bocas, y por roturas
los bostezos de la tierra,
que por entreabiertas grutas
suspiran; cerrado ya
en prisión ciega y oscura,
tuvieron al aire; y él
que por dónde salir busca,
brama encerrado; y al fiero
latido que dentro pulsa,
las montañas se estremecen
y los peñascos caducan.
Aquese freno de arena
que para a raya la furia
de ese marino caballo,
siempre argentado de espuma,
le soltó todas las riendas,
y él desbocado procura,
corriendo alentado siempre,
no parar, cobarde, nunca.

BALTASAR:

Las fieras, desalojadas
de sus estancias incultas,
ya en las regiones del aire,
no es mucho que se presuman
aves; las aves nadando,
no es mucho que se introduzcan
a ser peces, y los peces
viviendo las espeluncas,
no es mucho que piensen ser
fieras, por que se confundan
las especies; de manera
que en la deshecha fortuna,
entre dos aguas, que así
se dice que está el que duda,
el pez, el bruto y el ave,
discurran sin que discurran
dónde tiene su mansión
la piel, la escama y la pluma.
Y al último paroxismo
el mundo se desahucia,
y en fragmentos desatados
se parte y se descoyunta,
y como aquel que se ahoga
a brazo partido lucha
con las ondas, y ellas hacen
que aquí salga, allí se hunda;
así el mundo, agonizando
entre sus ansias, se ayuda.

BALTASAR:

Aquí un edificio postra,
allí descubre una punta,
hasta que rendido ya,
entre lástimas y angustias,
de cuarenta codos de agua
no hay parte que no se cubra,
siendo a su inmenso cadáver
todo el mar pequeña tumba.
Cuarenta auroras a mal
echó el sol, porque se enlutan
las nubes, y luz, a exequias
de esta máquina difunta.
Sólo aquella primer nave
a todo embate segura,
elevada sobre el agua,
a todas partes fluctúa,
tan vecina a las estrellas
y a los luceros tan junta,
que fue alguno su farol
y su linterna fue alguna;
en ésta, pues, las reliquias
del mundo salvó la industria
de Noé, depositando
todas sus especies juntas;
hasta que el mar, reducido
a la obediencia que jura,
se vio otra vez y otra vez
la tierra pálida, y mustia,
desmelenada la greña,
llena de grietas y arrugas,
la faz de la luz apenas
tocada, pero no enjuta;

BALTASAR:

asomó entre ovas y lamas
la disforme catadura,
y en retórico silencio
agradecida saluda
del arco de paz la seña,
pajiza, leonada y rubia,
segundo Adán de los hombres;
con generación fecunda,
el mundo volvió a poblar
de animales y criaturas.
Nembroth, hijo de Canaán,
que las maldiciones suyas
heredó, estirpe en efecto
aborrecida e injusta;
las provincias de Caldea,
con sus familias ocupa,
y sus hijos, cada uno
de tan disforme estatura,
que era un monte organizado
de miembros y de médulas.
Éstos, pues, viendo que un arca
al mundo salvó, procuran
con fábrica más heroica,
con máquina más segura,
hacer contra los enojos
del cielo una fuerza cuya
majestad en los diluvios
los guarde y los restituya.

BALTASAR:

Ya para la extensa torre
montes sobre montes juntan;
y la cerviz de la tierra,
de tan pesada coyunda
oprimida la hacen, que
tanta pesadumbre sufra;
bien que con el peso gima;
bien que con la carga cruja.
Creció la máquina y crece
la admiración que la ayuda
a ser dos veces mayor,
pues no hay gentes que no acudan
a su edificio, hasta ver
que la inmensa torre suba
a ser tambico pilar,
a ser dórica columna,
embarazo de los vientos
y lisonja de la luna,
ya con la empinada frente
la esfera abolla cerúlea,
y con el cuerpo en el aire
tanto estorba como abulta;
pero en medio de esta pompa,
de este aplauso, esta ventura,
le cortó el cielo los pasos,
porque el mirar le disgusta
escalar de sus esferas
la sagrada arquitectura;
y por que no por asalto
ganarle el hombre presuma,
quiere que en los que la labran
tal variedad se introduzca
de lenguas, que nadie entienda
aun lo mismo que articula.

BALTASAR:

Suenan en todos a un tiempo
destempladas y confusas
voces, que el sentido humano
hasta entonces no oyó nunca;
ni éste sabe lo que dice,
ni aquél sabe lo que escucha;
por que de esta suerte el orden
o se pierda, o se confunda.
Setenta y dos lenguas fueron
las que los hombres pronuncian
en un instante que tantas
quiere el cielo que se infundan
en setenta y dos idiomas;
repetidos se divulga
el eco, y desesperados
los hombres ya, sin que arguyan
la causa, huyen de sí mismos,
si hay alguien que de sí huya.
Cesa el asalto, por que
no quede memoria alguna
de tan glorioso edificio,
de fábrica tan augusta.

BALTASAR:

Preñada nube a este tiempo,
para que más le confunda,
hace herida, que su vientre
humo exhale y fuego escupa,
siendo de su atrevimiento
ella misma sepultura,
haciendo de sus ruïnas
pira, monumento y urna;
yo, pues, viendo que mi pecho
la fama a Nembroth le hurta
creo que quedar entonces
tantas cenizas caduca
fue por que yo la acabase,
pues en mí a un tiempo se juntan
Vanidad e Idolatría
con que a tantos rayos luzca.
Pues si tú me das aliento
con que hasta el imperio suba;
si tú me aplacas los dioses;
si tú, Vanidad, me ayudas;
si tú, Idolatría, me amparas,
¿quién duda decir, quién duda
que atrevido, y no postrado,
tan grande promesa cumpla?
Y así quiero que las dos
reinen en mi pecho juntas,
idolatra a tu belleza
y vano con tu hermosura,
sacrificando a tus dioses,
mereciendo tus fortunas,
adorando tus altares,
logrando tus aventuras
en láminas de oro y plata,
que caracteres esculpan,
vivirá mi nombre eterno
a las edades futuras.

IDOLATRÍA:

A tus pies verás que estoy,
siempre firme y siempre amante.

VANIDAD:

Siempre, Baltasar, constante
luz de tus discursos soy.

IDOLATRÍA:

Y si a los dioses te igualas,
yo por Dios te he de adorar.

VANIDAD:

Yo, por que puedas volar,
daré a tu ambición mis alas.

IDOLATRÍA:

Sobre la deidad más suma
coronaré tu arrebol.

VANIDAD:

Yo, para subir al sol,
te haré una escala de pluma.

IDOLATRÍA:

Estatuas te labraré,
que repitan tu persona.

VANIDAD:

Yo al laurel de tu corona
más hojas añadiré.

BALTASAR:

Dadme las manos las dos;
¿quién de tan dulces abrazos
podrá las redes y lazos
romper?

DANIEL:

La mano de Dios.

BALTASAR:

¿Quién tan atrevido así
a mis voces respondió?

PENSAMIENTO:

Yo no he sido.

BALTASAR:

¿Pues quién?

DANIEL:

Yo.

BALTASAR:

Pues hebreo, ¿cómo así
os atrevéis vos, que fuisteis
en Jerusalén cautivo?
¿Vos, que humilde y fugitivo
en Babilonia vivisteis?
Vos, mísero y pobre, ¿vos
así me turbáis, así?
¿Quién ya libraros de mí
podrá?

(Va a sacar la daga.)
DANIEL:

La mano de Dios.

BALTASAR:

Tanto puede una voz, tanto,
que de oírla me retiro,
de mi paciencia me admiro,
de mi cólera me espanto;
enigmas somos los dos;
cuando tu muerte pretende
mi furor, ¿quién te defiende,
Daniel?

DANIEL:

La mano de Dios.

PENSAMIENTO:

Lo que en la mano porfía.

VANIDAD:

Déjale, que su humildad
desluce mi vanidad.

IDOLATRÍA:

Y su fe mi idolatría.

BALTASAR:

Vida tienes por las dos,
y que viva me conviene,
por que vea que no tiene
fuerza la mano de Dios.

(Vase BALTASAR.)
PENSAMIENTO:

De buena os habéis librado;
y yo estimo la lección,
pues en cualquier ocasión
en que me vea apretado,
sé cómo me he de librar,
pues sin qué ni para qué
la mano de Dios diré,
y a todos haré temblar;
y pues de mano los dos
solamente nos ganamos,
mano a mano nos partamos:
id a la mano de Dios.

(Vase.)
DANIEL:

¿Quién sufrirá tus inmensas
injurias, autor del día?
Vanidad e Idolatría
solicitan tus ofensas.
¿Quién podrá? ¿Quién de mi fe
en esta justa esperanza
tomar por vos la venganza?

MUERTE:

Yo podré.

(Sale LA MUERTE con espada y daga, de galán, con un manto lleno de muertes.)
DANIEL:

Fuerte aprensión, ¿qué me quieres,
que entre fantasmas y sombras
me atemorizas y asombras?
Nunca te he visto; ¿quién eres?

MUERTE:

Yo, divino profeta Daniel,
de todo lo nacido soy el fin;
del pecado y la envidia hijo cruel,
abortado por áspid de un jardín,
la puerta para el mundo me dio Abel;
mas quien me abrió la puerta fue Caín,
donde mi horror introducido ya,
ministro es de las iras de Jehová.
Del pecado y de la envidia, pues, nací,
por que dos furias en mi pecho estén;
por la envidia caduca muerte di
a cuantos de la vida la luz ven;
por el pecado muerte eterna fui
del alma, pues que muere ella también.
Si de la vida es muerte el expirar,
la muerte así del alma es el pecar.
Si juicio, pues, de Dios tu nombre fue,
y del juicio de Dios rayo fatal
soy yo, que a mi furor postrar se ve,
vegetable, sensible y racional,
¿por qué te asombras tú de mí, por qué
la porción se estremece en ti mortal?

MUERTE:

Cóbrate, pues, y hagamos hoy los dos
de Dios tú el juicio, y yo el poder de Dios,
aunque no es mucho que te asombre, no,
aun cuando fueras Dios, de verme a mí,
pues cuando él de la flor de Jericó
clavel naciera en campos de alhelí,
al mismo Dios le estremeciera yo
la parte humana, y al rendirse a mí,
turbaran las estrellas su arrebol,
la faz la luna y su semblante el sol;
titubeara esa fábrica infeliz
y temblara esa forma inferior,
la tierra desmayada su cerviz,
luchando piedra a piedra y flor a flor;
a media tarde, joven infeliz,
expirara del día el resplandor,
y la noche su lóbrego capuz
vistiera por la muerte de la luz.
Mas hoy sólo me toca obedecer;
a ti sabiduría, prevenir;
manda, pues, que no tiene que temer
matar el que no tiene que morir:
mío es el brazo, tuyo es el poder;
mío el obrar, si tuyo es el decir,
harta de vidas sed tan singular,
que no apagó la cólera del mal.
El más soberbio alcázar, que ambición,
si no lisonja, de los vientos es.

MUERTE:

El muro más feliz, que oposición,
si no defensa, de las bombas es,
fáciles triunfos de mis manos son,
despojos son humildes de mis pies;
si el alcázar y muro he dicho ya,
¿qué será la cabaña? ¿Qué será?
La hermosura, el ingenio y el poder
a mi voz no se pueden resistir;
de cuantos empezaron a nacer,
obligación me hicieron de morir:
todas están aquí; ¿cuál ha de ser
la que hoy, juicio de Dios, mandas cumplir?,
que el concepto empezando más veloz
no acabará de articular la voz.
Entre aquella vital respiración
que desde el corazón al labio hay,
parará movimiento con la acción,
el artificio que un suspiro tray:
cadáver de sí mismo el corazón
verás, rotos los ejes, como cay
sepulcro ya la silla en que era rey,
justo decreto de precisa ley.
Yo abrasaré los campos de Nembroth;
yo alteraré las gentes de Babel;
yo infundiré los sueños de Behemoth;
yo verteré las plagas de Israel;
yo teñiré las viñas de Nabot;
yo humillaré la frente a Jezabel;
yo mancharé las mesas de Absalón
con la caliente púrpura de Amón;
yo postraré la majestad de Acab,
arrastrado en su carro de rubí;
yo, con las torpes hijas de Moab,
profanaré las tiendas de Zambrí;
yo tiraré los chuzos de Joab,
y si mayor aplauso fías de mí,
yo inundaré los campos de Senar
con la sangre infeliz de Baltasar.

DANIEL:

Severo y justo ministro
de las cóleras de Dios,
cuya vara de justicia
es una guadaña atroz.
Ya que el tribunal divino
representamos los dos,
no quiero, no, que el decreto,
del libro que es en rigor
de acuerdo, aunque ya en los hombres
es libro de olvido hoy,
ejecutes sin que antes
le hagas con piadosa voz
los justos requerimientos
que pide la ejecución.
Baltasar quiere decir
tesoro escondido, y yo
sé que en los hombres las almas
tesoro escondido son.
Ganarle quiero, y así,
sólo licencia te doy
para que a Baltasar hagas
una notificación.
Recuérdale que es mortal;
que la cólera mayor
antes empuña la espada
que la desnuda; así yo,
que la empuñes te permito,
mas que la desnudes, no.
 (Vase.)

MUERTE:

¡Ay de mí, qué grave yugo
sobre mi cerviz cayó!
Sobre mis manos, ¡qué hielo!
Sobre mis pies, ¡qué prisión!
De tus preceptos atado,
¡oh inmenso juicio de Dios!,
la muerte está sin aliento,
la cólera sin razón.
Para acordarle no más
que es mortal de mi rigor,
sola una vislumbre basta;
de mi mal, sola una voz:
¿Pensamiento?

(Sale EL PENSAMIENTO.)
PENSAMIENTO:

¿Quién me llama?

MUERTE:

Yo soy quien te llamo.

PENSAMIENTO:

Y yo
soy quien quisiera en mi vida
no ser llamado por vos.

MUERTE:

¿Pues qué es lo que tienes?

PENSAMIENTO:

Miedo.

MUERTE:

¿Qué es miedo?

PENSAMIENTO:

Miedo es temor.

MUERTE:

¿Qué es temor?

PENSAMIENTO:

Temor, espanto.

MUERTE:

¿Qué es espanto?

PENSAMIENTO:

Espanto, horror.

MUERTE:

Nada de eso sé lo que es,
que jamás lo tuve yo.

PENSAMIENTO:

¿Pues lo que no tenéis dais?

MUERTE:

Por no tenerle le doy.
¿Adónde está Baltasar?

PENSAMIENTO:

En un jardín, con las dos
deidades que adora.

MUERTE:

Ponme
con él; llévame veloz
a su presencia.

PENSAMIENTO:

Sí haré,
porque no tengo valor
para negarlo.

MUERTE:

Que bien
justo precepto de Dios
a hacerle a mi memoria;
en su pensamiento voy.

(Vanse los dos, y salen BALTASAR, IDOLATRÍA y VANIDAD.)
IDOLATRÍA:

Señor, ¡qué grave tristeza!

VANIDAD:

¡Qué grave pena, señor!

IDOLATRÍA:

¿Tu discurso desvanece?

VANIDAD:

¿Turba tu imaginación?

BALTASAR:

No sé qué pena es la mía.

(Vuelven a salir EL PENSAMIENTO y LA MUERTE.)
PENSAMIENTO:

Llega, que aquí está.

BALTASAR:

Que estoy
pensando en las amenazas
de aquella mano de Dios,
cuál ha de ser el castigo
que me ha prometido.

MUERTE:

Yo.

(Vase retirando y sale LA MUERTE tras él.)
BALTASAR:

¿Qué es esto que miro, cielos?
¿Sombra, fantasma o visión?
¿Qué voz y cuerpo me finges
sin que tengas cuerpo y voz?
¿Cómo has entrado hasta aquí?

MUERTE:

Como si es la luz el sol,
yo soy la sombra si él
la vida del mundo, yo
del mundo la muerte, así
entro yo como él entró,
por que de luces a sombras
esté igual la posesión.

IDOLATRÍA:

¿Quién es éste que el mirarle
le retira de los dos?

BALTASAR:

¿Cómo a cada paso tuyo
vuelve atrás mi presunción?

MUERTE:

Porque das tú atrás los pasos
que yo hacia delante doy.

PENSAMIENTO:

La culpa tuve en traerle,
que soy un traidor traedor.

BALTASAR:

¿Qué me quieres y quién eres?
O luz o sombra.

MUERTE:

Yo soy
un acreedor tuyo, y quiero
pedirte como acreedor.

BALTASAR:

¿Qué te debo, qué te debo?

MUERTE:

Aquí está la obligación,
en un libro de memorias.

(Saca un libro de memorias.)
BALTASAR:

Éste es engaño, es traición,
porque esta memoria es mía;
a mí, a mí se me perdió.

MUERTE:

Es verdad, mas las memorias
que tú pierdes hallo yo;
lee.

BALTASAR:

Yo, el gran Baltasar,
de Nabucodonosor
hijo, confieso que el día
que el vientre me concibió
de mi madre, fue en pecado,
y recibí (helado estoy)
una vida, que a la Muerte
he de pagar (¡qué rigor!)
cada, y cuando que la pida,
cuya escritura pasó
ante Moisés, los testigos
siendo Adán, David y Job.
Yo lo confieso, es verdad;
mas no me ejecutes, no;
dadme más plazo a la vida.

MUERTE:

Liberal contigo soy,
porque aún no está declarada
hoy la justicia de Dios,
y para que se te acuerde
ser, Baltasar, mi deudor,
de la gran Sabiduría
este Memorial te doy.

(Vase, dándole un papel, y lo abre BALTASAR y lo lee.)
BALTASAR:

Así habla en un proverbio
del espíritu la voz:
Polvo fuiste y polvo eres
y polvo has de ser. Yo, ¿yo
polvo fui siendo inmortal?
Siendo eterno, ¿polvo soy?
¿Polvo he de ser siendo inmenso?
¿Es engaño, es ilusión?

(Anda EL PENSAMIENTO alrededor de BALTASAR.)
PENSAMIENTO:

Yo, como loco, en efecto,
vueltas y más vueltas doy.

BALTASAR:

¿No es deidad la Idolatría?

PENSAMIENTO:

Acá me vengo con vos.

BALTASAR:

(Anda alrededor de las dos.)
¿La Vanidad no es deidad?

PENSAMIENTO:

Ahora con vos estoy.

BALTASAR:

¡Cuál anda mi Pensamiento
vacilando entre las dos!

IDOLATRÍA:

¿Qué contendrá aquel papel
que tanto le divirtió
de nosotras?

(Quítale LA VANIDAD el memorial.)
VANIDAD:

Desta suerte
lo veremos.

PENSAMIENTO:

Noble acción,
la memoria de la Muerte
la Vanidad le quitó.

BALTASAR:

¿Qué es lo que pasa por mí?

VANIDAD:

Hojas inútiles son,
el viento juegue con ellas.

(Hácele pedazos y lo arroja.)
BALTASAR:

¿Aquí estábades las dos?

IDOLATRÍA:

¿Qué ha sido esto?

BALTASAR:

No lo sé;
una sombra, una ilusión
que ocupó mi fantasía,
que mi discurso ocupó;
pero ya se fue la sombra
desvaneciendo su horror,
¿qué mucho que temerosa
la noche huyese, si vio
que en vuestros ojos divinos
madrugaba el claro sol?
Y no a los míos parece
que solamente salió
esa luz que me ilumina,
que me alumbra ese esplendor,
sino a todo el jardín, pues
oscuro el rubio arrebol
del sol, estaba hasta veros,
y viéndoos amaneció
segunda vez, porque como
dos soles y auroras sois,
él no se atrevió a salir
sin licencia de las dos.

VANIDAD:

Si soles somos, y auroras
por su antigua adoración,
el Sol es la Idolatría;
yo la aurora, que inferior
soy a los rayos, y así
a ella debe el resplandor
el valle que goza, pues
cuando entre sombras durmió
no la despertó la aurora,
que otro sol la despertó.

IDOLATRÍA:

Concedo que aurora seas,
y concédote que soy
yo el sol, por rendirme a ti,
porque al hermoso candor
de la aurora, el sol le debe
todo el primer arrebol,
y así, siendo la primera
la luz, que le iluminó,
la luz de la aurora ha sido
más bella que la del sol,
pues salió primero al valle
y antes que él amaneció.

PENSAMIENTO:

La hermosura y el ingenio
se compiten en las dos,
y pues convida el jardín
con la dulce emulación
de las flores y las fuentes,
sobre el lecho que tejió
para sí la Primavera
os sentad; lisonjas son
los pájaros, y las ramas,
haciendo blando rumor
al aire que travesea
entre las hojas veloz,
donde aromas de cristal
y pastillas de ámbar son
las fuentecillas risueñas
y el prado lleno de olor.

(Siéntanse todos, y en medio BALTASAR, y LA IDOLATRÍA le quita el sombrero y con el penacho le hace aire.)
IDOLATRÍA:

Yo con el bello penacho
de las plumas, que tejió
la Vanidad, escogidas
de la rueda del pavón,
te daré aire.

PENSAMIENTO:

¿Pues conmigo
no fuera mucho mejor,
que soy sutil abanico
del Pensamiento? Aunque no,
que más parezco en la cara
abanico del Japón.

VANIDAD:

Yo con músicos cantando
pararé al aire mi voz.

BALTASAR:

La música de la aurora
no me sonará mejor
cuando, sacudiendo el día
entre uno y otro arrebol,
le daban la bienvenida
perla a perla, y flor a flor.

VANIDAD:

(Cantando.)
Ya Baltasar es deidad,
pues le rinde en este día
estatuas la Idolatría
y templos la Vanidad.

(Sale LA MUERTE.)
MUERTE:

Aquí apacible voz suena;
donde con trágico estilo
llora un mortal cocodrilo,
canta una dulce sirena;
tampoco pudo la pena
de mi memoria, que ha sido
de la Vanidad olvido,
pues ya mi sombra le asombra,
a ver si puede mi sombra
lo que mi voz no ha podido.
Con el opio y el beleño
entorpezca tu fortuna;
infúndale, pues, a una,
mi imagen, pálido sueño;
sea de tu vida dueño,
en que se acuerde de mí
un letargo, un frenesí,
una imagen, un veneno,
un horror de horrores lleno.

VANIDAD:

¿Parece que duerme?

IDOLATRÍA:

Sí.

(Quédase dormido BALTASAR.)
VANIDAD:

Pues entre sueños espero,
por que al despertar se halle
ufano, representalle
un aplauso lisonjero.

(Vase.)
IDOLATRÍA:

Yo significarle quiero
dónde el vuelo ha de llegar
de mi deidad singular.

PENSAMIENTO:

Mi afán aquí descansó,
pues sólo descanso yo
cuando duerme Baltasar.
(Échase a dormir.)

MUERTE:

Descanso del sueño hace
el hombre, ¡ay Dios!, sin que advierta
que cuando duerme y despierta,
cada día muere y nace,
que vivo cadáver yace
cada día, pues rendida
la vida a un breve homicida
que es su descanso, no advierte
una lección que la Muerte
le va estudiando a la vida.
Veneno es dulce, que lleno
de lisonjas, desvanece,
aprisiona y entorpece,
y ¡ay quien beba este veneno!
Olvido es de luz ajeno
que aprisionado ha tenido
en sí, uno y otro sentido,
pues ni oyen, tocan ni ven,
informes todos, y ¡ay quien
no se acuerde de este olvido!
Frenesí es, pues así
varias especies atray,
que goza inciertas, y ¡ay
quien ame este frenesí!

MUERTE:

Letargo es, a quien le di
de mi imperio todo el cargo,
y con repetido embargo
del obrar y el discurrir,
enseña al hombre a morir;
¿y hay quien busque este letargo?
Sombra es, que sin luz asombra
que es su oscura fantasía
triste oposición del día;
¿y hay quien descanse a esta sombra?
Imagen, al fin se nombra
de la Muerte, sin que ultrajen,
sin que ofendan, sin que atajen
los hombres su adoración,
pues es sola una ilusión.
¿Y hay quien adore esta imagen?
Pues ya Baltasar durmió,
ya que el veneno ha bebido
y ha olvidado aquel olvido;
ya que el frenesí pasó,
ya que el letargo sintió,
ya de horror y asombro lleno
vio la imagen, pues su seno
penetre horror, y se nombra
ilusión, letargo y sombra,
frenesí, olvido y veneno.
Y pues Baltasar durmió,
duerma a nunca despertar
sueño eterno Baltasar
de cuerpo y alma.

(Saca la espada y quiere matarle, y sale DANIEL y detiene el brazo a LA MUERTE.)
DANIEL:

Eso no.

MUERTE:

¿Quién tiene mi brazo?

DANIEL:

Yo,
porque el plazo no ha llegado;
número determinado
tiene el pecar y el vivir,
y el número ha de cumplir
ese aliento, ese pecado.

MUERTE:

Llegarán (¡hado crüel!).
Cumpliránse (¡pena fiera!),
para que algún justo muera
y setras semanas Daniel,
y no un pecador, ¡oh fiel!,
juez de la ejecución mía.
¿Qué esperáis? Que si este día
logra una temeridad,
oye allí la Vanidad,
mira allí la Idolatría.

(Ábrese una apariencia a un lado y se ve una estatua de color de bronce a caballo y LA IDOLATRÍA teniéndole el freno, y al otro lado sobre una torre aparece LA VANIDAD con muchas plumas y un instrumento en la mano.)
IDOLATRÍA:

Baltasar de Babilonia,
que las lisonjas del sueño
sepulcro tú de ti mismo
mueres vivo y vives muerto.

VANIDAD:

Baltasar de Babilonia,
que en el verde monumento
de la primavera eres
un racional esqueleto.

BALTASAR:

¿Quién me llama? ¿Quién me llama?
Mas si a mis fantasmas creo,
ya, Vanidad, ya te miro;
(Entre sueños.)
ya, Idolatría, te veo.

IDOLATRÍA:

Yo la sacra Idolatría,
deidad que del sol desciendo,
a consagrarte esta estatua
del supremo alcázar vengo,
por que tenga adoración
hoy tu imagen en el suelo.

VANIDAD:

Yo, la humana Vanidad,
que en los abismos me engendro,
y naciendo entre los hombres
tengo por esfera el cielo,
para colocar la estatua
este imaginado templo
te dedico, que de pluma
he fabricado en el viento.

BALTASAR:

¡Qué triunfos tan soberanos!
¡Qué aplausos tan lisonjeros!
Ofréceme, Idolatría,
altares, aras, inciensos,
y adórense mis estatuas
por simulacros excelsos;
tu Vanidad sube, sube,
a coronarte al Imperio;
ilústrese una volando;
ilústrese otra cayendo.

(Baja LA ESTATUA y sube la torre y cantan las dos.)
IDOLATRÍA:

(Cantando.)
Bajad, estatua, bajad;
a ser adorada ir.

VANIDAD:

(Cantando.)
A ser eterno subir,
templo de la Vanidad.

IDOLATRÍA:

Corred, bajad.

VANIDAD:

Subid, volad.

LAS DOS:

Pues hoy de los vientos fía.

IDOLATRÍA:

Estatuas la Idolatría.

VANIDAD:

Y templo, la Vanidad.

MUERTE:

Suéltame, Daniel, la mano;
verás que osado y soberbio
acabo, como Sansón,
con el ídolo y el templo.

DANIEL:

Ya yo te la soltaré,
veloz cometa de fuego,
en siendo tiempo rigor;
pero hasta que sea tiempo,
aquesa estatua de bronce
le dé otro metal acuerdo,
que trompeta de metal
tocada por mi precepto
será trompeta de juicio.

MUERTE:

A los dos está bien eso,
que en tocando la trompeta,
a su voz el universo
todo expirará, y así,
¡oh tu peñasco de acero!,
¿qué espíritu aborrecido
vive por alma en tu pecho?
Deidad, mentira de bronce,
desengáñate a ti mesmo.
 (Vase.)

ESTATUA:

Baltasar.

BALTASAR:

¿Qué es lo que quieres,
ilusión o fingimiento?
¿Qué me matas? ¿Qué me afliges?

ESTATUA:

Oye y velen a mi aliento
hoy los sentidos del alma
mientras duermen los del cuerpo,
que contra la Idolatría
áspid de metal me vuelvo,
por que como el áspid, yo
muera a mi mismo veneno;
y en tanto que el labio duro
del bronce articula acentos,
enmudezcan esas voces,
que son lisonjas al viento.
Yo soy la estatua que vio
Nabuco, hecha de diversos
metales, con pies de barro,
a quien una piedra luego
deshizo, piedra caída
del monte del testamento.
No la adoración divina
tiranices a los cielos,
que yo por verme adorar
de tres jóvenes hebreos,
el horno de Babilonia
encendí, donde su esfuerzo
al fuego se acrisoló
y no se deshizo al fuego.
Sidrach, Misach y Abdenago
son vivos testigos de esto.
Los dioses que adoras son
de humanas materias hechos.
Bronce adoras en Moloch,
oro en Astarot, madero
en Baal, barro en Dagón,
piedra en Baalin y hierro
en Moab, y hallando en mí
el juicio de Dios inmenso,
a mis voces de metal
os rendís las dos, rompiendo
las plumas y las estatuas.

(Sube LA ESTATUA y baja la torre.)
VANIDAD:

¡Que me abraso!

IDOLATRÍA:

¡Que me hielo!

VANIDAD:

Ya a los rayos de otro sol
he desvanecido el vuelo.

IDOLATRÍA:

Y yo a la luz de otra fe
mis sombras desaparezco.

(Cúbrense, y dice BALTASAR a las dos.)
BALTASAR:

Oye, espera, escucha, aguarda;
no, no me niegues tan presto
tal Vanidad, tal ventura.

(Despierta EL PENSAMIENTO.)
PENSAMIENTO:

¿De qué das voces? ¿Qué es esto?

BALTASAR:

¡Ay, Pensamiento! No sé,
pues, cuando deidad me miento,
pues cuando señor me aclamo
y de mi engaño recuerdo,
sólo tus locuras hallo,
sólo tus locuras veo.

PENSAMIENTO:

¿Pues qué es lo que te ha pasado?

BALTASAR:

Yo vi en el pálido sueño
donde estaba descansando
todo el aplauso que tengo.
Subía mi Vanidad
a dar con su frente al cielo;
bajaba mi Idolatría
desde su dorado Imperio.
Aquélla, un templo me daba;
ésta, una estatua, y al tiempo
que ésta y aquélla tenía
hecha la estatua y el templo,
una voz de bronce, una
trompeta que ahora tiemblo,
de aquélla abrasó las plumas,
de ésta deshizo el intento,
quedando el templo y la estatua
por despojos de los vientos.
¡Ay de mí! La Vanidad
es la breve flor de almendro;
la Idolatría la rosa
del sol; aquélla, al primero
suspiro se rinde fácil
a las cóleras del cierzo;
ésta, a la ausencia del día
desmaya los rizos crespos.
¡Breve sol y breve rosa
de las injurias del tiempo!

(Sale LA IDOLATRÍA.)
IDOLATRÍA:

No ha de vencer mis glorias
una voz, ni un engaño mis victorias;
triunfe la pompa mía
en esta noche de la luz del día,
Baltasar soberano,
príncipe, rey divino más que humano,
mientras que suspendido
diste al sueño la paz de tu sentido;
treguas del pensamiento,
mi amor, a tus aplausos siempre atento
velaba en tus grandezas,
que no saben dormirse las finezas.
Una opulenta cena
de las delicias y regalos llena,
que la gula ha ignorado,
te tiene prevenida mi cuidado,
adonde los sentidos
todos hallen sus platos prevenidos.
En los aparadores
la plata y oro brillan resplandores,
y con ricos despojos
hartan la hidropesía de los ojos.

IDOLATRÍA:

Perfumes lisonjeros
son aromas de flores, en braseros
de verdes esmeraldas
que Arabia la feliz cría en sus faldas;
para ti solo plato
que el hambre satisface del olfato,
la música acordada,
ni bien cerca de ti ni retirada,
en numeroso acento suspendido,
brindan la sed con que nació el oído.
Los cándidos manteles,
bordados de azucenas y claveles,
a dibujos tan bellos
que hace nuevo valor la nieve en ellos,
son al tacto süave
curiosidad que lisonjearle sabe.
Néctares y ambrosías,
frías bebidas (basta decir frías)
destiladas de rosas y azahares,
te servirán a tiempo entre manjares,
por que con salva y aparato justo
alternen en las copas hoy al gusto,
y por que aquésta sea
en las que más tus triunfos hoy se vea;
los vasos que al gran rey de Israel sagrados
trajo Nabucodonosor robados
de aquella gran Jerusalén, el día
que al Oriente extendió su monarquía,
manda, señor, traellos;
hoy a los dioses brindarás con ellos,
profanando el tesoro
a su templo los ídolos que adoro,
postres sean mis brazos,
fingiendo redes e inventando lazos,
cifrando tus grandezas,
tus pompas, tus trofeos, tus riquezas,
este maná de amor donde hacen plato
olfato, ojos y oídos, gusto y tacto.

BALTASAR:

En viéndote me olvido
de cuantos pensamientos he tenido,
y despierto a tu luz hermosa, creo
más que lo que imagino lo que veo.
Sólo tu luz podía
divertir la fatal melancolía
que mi pecho ocupaba.

PENSAMIENTO:

Eso sí, vive el cielo, que esperaba,
según estás de necio,
que de tal cena habías de hacer desprecio.
Haya fiesta, haya holgura;
deja el llanto esta noche; mi locura
a borrachez se pasa;
pero todo se cae dentro de casa.

BALTASAR:

Los vasos que sirvieron en el templo,
eterna maravilla sin ejemplo
a sacerdotes de Israel, esclavo,
sírvanme a mí también.

PENSAMIENTO:

Tu gusto alabo.

BALTASAR:

Vayan por ellos.

(Sale LA VANIDAD.)
VANIDAD:

Excusado ha sido,
que ya la Vanidad los ha traído.

IDOLATRÍA:

Sacad las mesas presto
a este cenador.

PENSAMIENTO:

¿A mí, qué es esto?

VANIDAD:

¿Pues quién habla contigo?

PENSAMIENTO:

¿Quien dice cenador no habla conmigo?
Pues si yo he de cenar, señora, es cierto
que soy el cenador; y ahora advierto
que por mí se haría
aquella antigua copla que decía :
(Canta.)
Para mí se hicieron cenas;
para mí, que las tengo por buenas;
para mí, para mí,
que para cenar nací.

(Sacan la mesa con vasos de plata y van sirviendo los platos de comida a su tiempo.)
BALTASAR:

Sentaos las dos, y luego por los lados
sentaos todos mis deudos y criados;
que cena donde están por tales modos
vasos del templo, es cena para todos,
y las gracias que demos celebrando
hoy a los dioses ha de ser cantando.

MÚSICA:

Esta mesa es este día
altar de la Idolatría,
de la Vanidad altar,
pues adornan sin ejemplo
todos los vasos del templo
la cena de Baltasar.

(Sale LA MUERTE disfrazada, y mientras dicen estos versos están cenando todos.)
MUERTE:

A la gran cena del rey
disfrazado ahora vengo,
pues en esta cena estoy
escondido y encubierto,
entre los criados suyos
que podré encubrirme creo.
Descuidado a Baltasar
de mis memorias le veo,
cercado de sus mujeres
y los grandes de su reino.
Los vasos que Salomón
consagró al Dios verdadero,
y donde sus sacerdotes
los sacrificios hicieron,
sus aparadores cubren.
¡Oh juicio de Dios eterno!
Suelta ya tu mano, suelta
la mía, porque ya el peso
de sus pecados cumplió
con tan grandes sacrilegios.

BALTASAR:

Dadme de beber.

(Toma EL PENSAMIENTO los platos y come.)
PENSAMIENTO:

¡Hao, hola,
camarada! ¿No oís aquello?
Llevad de beber al rey
mientras que yo estoy comiendo.

(A LA MUERTE.)
MUERTE:

Por criado me han tenido;
servirle la copa quiero,
pues no podrá conocerme
quien está olvidado y ciego.
Este vaso del altar
la vida contiene, es cierto,
cuando a la vida le sirve
de bebida y de alimento;
mas la Muerte encierra, como
la vida, que es argumento
de la Muerte y de la vida,
y está su licor compuesto
de néctar y de cicuta,
de triaca y de veneno.
Aquí está ya la bebida.

(Llega a dar la bebida.)
BALTASAR:

Yo de tu mano la acepto.
¡Qué hermoso vaso!

MUERTE:

 (Aparte.)
¡Ay de ti,
que no sabe lo que hay dentro!

IDOLATRÍA:

El rey bebe; levantaos
todos.

BALTASAR:

Glorias de mi imperio,
en este vaso del Dios
de Israel brindo a los nuestros.
Moloch, dios de los asirios,
¡viva!

(Bebe despacio.)
PENSAMIENTO:

La razón haremos;
sólo hoy me parecen pocos
treinta mil dioses, y pienso
hacer la razón a todos.

IDOLATRÍA:

Cantad mientras va bebiendo.

MÚSICA:

Esta mesa es este día
altar de la Idolatría.
De la Vanidad altar,
pues le sirven sin ejemplo
el cáliz, vaso del templo,
en que bebe Baltasar.
 (Suena un trueno muy grande.)

BALTASAR:

¡Qué extraño ruido! ¡Qué asombro
alborota con estruendo,
tocando alarma las nubes,
la campana de los vientos!

IDOLATRÍA:

Como bebiste, será
salva que te hacen los cielos
con su horrible artillería.

VANIDAD:

De sombra y de horror cubierto
nos esconden las estrellas.

MUERTE:

¡Cuánto las sombras deseo
como padre de las sombras!

BALTASAR:

Caliginosos y espesos
cometas que el aire vano
cruzan, pájaros de fuego,
bramidos da de dolor;
preñada nube gimiendo
parece que está de parto,
y es verdad, pues de su seno
rompió, y un rayo, abrasado
embrión, que tuvo dentro;
y siendo su fruto el rayo,
ha sido el bramido un trueno.

(Da un gran trueno, y con un cohete de pasada sale una mano, que vendrá a dar adonde habrá en un papel, escritas, estas palabras: Mane, Tecel, Fares.)
BALTASAR:

¿No veis (¡ay de mí!), no veis
que rasgando, que rompiendo
el aire trémulo, sobre
mi cabeza está pendiendo
de un hilo, que en la pared
toca, y si su forma advierto
una mano es, una mano
que la nube al monstruo horrendo
le va partiendo a pedazos?
¿Quién vio, quién rayo compuesto
de arterias? No sé, no sé
lo que escribe con el dedo,
porque en habiendo dejado
tres breves rasgos impresos,
otra vez sube la mano
a juntarse con el cuerpo.
Perdido tengo el color,
erizado está el cabello,
el corazón palpitando
y desmayado el aliento.
Los caracteres escritos
ni los alcanzo ni entiendo,
porque hoy es Babel de letras
lo que de lenguas un tiempo.

VANIDAD:

Un monte de fuego soy.

IDOLATRÍA:

Y yo una estatua de hielo.

PENSAMIENTO:

Yo no soy monte ni estatua,
mas tengo muy lindo miedo.

BALTASAR:

Idolatría, tú sabes
de los dioses los secretos.
¿Qué dicen aquellas letras?

IDOLATRÍA:

Ninguna de ellas acierto,
ni aun el carácter conozco.

BALTASAR:

Tú, Vanidad, cuyo ingenio
ciencias comprendió profundas
en magos y en agoreros,
¿qué lees, di, qué lees?

VANIDAD:

Ninguna
se da a partido a mi ingenio;
todas, todas las ignoro.

BALTASAR:

¿Qué alcanzas tú, Pensamiento?

PENSAMIENTO:

A buen sabio lo preguntas.
Yo soy loco; nada entiendo.

IDOLATRÍA:

Daniel, un hebreo, que ha sido
quien interpretó los sueños
del árbol y de la estatua,
lo dirá.

(Sale DANIEL.)
DANIEL:

Pues oíd atentos:
Mane dice que ya Dios
ha numerado tu reino.
Tecel, y que en él cumpliste
el número, y que en el peso
no cabe una culpa más.
Fares, que será tu reino
asolado y poseído
de los persas y los medos.
Así la mano de Dios
tu sentencia con el dedo
escribió, y esta justicia
la remita por derecho
al brazo seglar, que Dios
la hace de ti, porque has hecho
profanidad a los vasos
con baldón y con desprecio,
por que ningún mortal use
mal de los vasos del templo,
que son a la ley de gracia
reservados sacramentos
cuando se borre la Escrita
de las láminas del tiempo.
Y si profanar los vasos
es delito tan inmenso,
oíd, mortales, oíd
que hay vida y hay muerte en ellos,
pues quien comulga en pecado
profana el vaso del templo.

BALTASAR:

¿Muerte hay en ellos?

MUERTE:

Sí, cuando
yo los sirvo, que soberbio
hijo del pecado soy,
a cuyo mortal veneno
que bebiste has de morir.

BALTASAR:

Yo te creo; yo te creo,
a pesar de mis sentidos,
que torpes y descompuestos
por el oído y la vista,
a tu espanto y a tu estruendo
me están penetrando el alma,
me están traspasando el pecho.
Ampárame, Idolatría,
de este rigor.

IDOLATRÍA:

Yo no puedo,
porque a la voz temerosa
de aquel futuro misterio
que has profanado en los vasos
hoy en rasgos y bosquejos,
todo el valor he perdido,
postrado todo el aliento.

BALTASAR:

Socórreme, Vanidad.

VANIDAD:

Ya soy humildad del cielo.

BALTASAR:

Pensamiento.

PENSAMIENTO:

Tu mayor
contrario es tu Pensamiento,
pues no quisiste creerle
tantos mortales acuerdos.

BALTASAR:

Daniel.

DANIEL:

Soy juicio de Dios;
está ya dado el decreto;
está el número cumplido,
Baltasar.

PENSAMIENTO:

Nulla est redemptio.

BALTASAR: .

Todos, todos me dejáis
en el peligro postrero.
¿Quién ampararme podrá
de este horror, de este portento?

MUERTE:

Nadie, que no estás seguro
en el abismo en el centro
de la tierra.

BALTASAR:

¡Ay, que me abraso!

(Saca la espada y dale una estocada, y luego se abraza con él como que lucha.)
MUERTE:

Muere, ingrato.

BALTASAR:

¡Ay, que me muero!
¿El veneno no bastaba
que bebí?

MUERTE:

No, que el veneno
la muerte ha sido del alma,
y ésta es la muerte del cuerpo.

BALTASAR:

Con las ansias de la muerte,
triste, confuso y deshecho,
a brazo partido lucho,
el cuerpo y alma muriendo.
Oíd, mortales, oíd,
el riguroso proverbio
del Mane, Tecel, Farés,
del juicio de Dios supremo.
Al que los vasos profana
divinos, postra severo,
y el que comulga en pecado
profana el vaso del templo.

(Éntranse luchando los dos.)
IDOLATRÍA:

De los sueños de mi olvido
como dormida despierto,
y pues a la Idolatría
Dios no excepta, según veo,
en la sábana bordada
de tantos brutos diversos
como Cristo mandará,
que mate y que coma Pedro.
¿Quién viera la clara luz
de la ley de Gracia, cielos,
que ahora es la Ley Escrita?

(Sale LA MUERTE de galán, con espada y daga, y el manto lleno de muertes.)
MUERTE:

Bien puedes verla en bosquejo
en la piel de Gedeón,
en el maná del desierto,
en el panal de la boca
del león, en el cordero
legal, en el pan sagrado
de proposición.

DANIEL:

Y si esto
no lo descubre, descubra
en profecía este tiempo,
esta mesa transformada
en pan y en vino estupendo,
milagro de Dios, en quien
cifró el mayor sacramento.

(Descúbrese una mesa con pie de altar, y en medio un cáliz y una hostia y dos velas a los lados.)
IDOLATRÍA:

Yo, que fui la Idolatría;
que di adoración a necios
ídolos falsos, borrando
hoy el nombre de mí y de ellos,
seré Latría adorando
este inmenso sacramento.
Y pues su fiesta celebra
Madrid, al humilde ingenio
de don Pedro Calderón,
suplid los muchos defectos
y perdonad nuestras faltas
y las suyas, advirtiendo
que nunca alcanzan las obras
donde llegan los deseos.