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La corona derribada/Acto II

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Acto I
La corona derribada
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto II

Acto II

 

Salen ARÁN y JEZABEL, padres de MOISÉS.
ARÁN:

  ¿Eso ha pasado en esa ausencia breve?

JEZABEL:

En estos pocos años que has faltado,
grandes mercedes nuestro hijo debe
al enemigo de Israel airado;
todos le estiman, nadie se le atreve;
que está Moisés tan bien acreditado,
que hace grande caudal de su esperanza
el que tenerlo por amigo alcanza.
  Hase mostrado valeroso y fuerte,
tanto, que el Rey de su valor se fía,
y a las empresas de momento y suerte
por general con su bastón le envía;
rebélase Sabá: la historia advierte,
y con una lucida compañía
partió Moisés para allanar la tierra;
ya seis meses y más que está en la guerra.

ARÁN:

  ¿Ha escrito al Rey de sucesos algo?

JEZABEL:

Escribió que Sabá se le allanaba.

ARÁN:

Mucho gusto que el Rey le estime en algo,
pero no verle en nuestra ley no alaba.

JEZABEL:

El juicio pierdo y del sentido salgo;
la paciencia y la vida se me acaba,
en no le haber quién es manifestado.

ARÁN:

Sabrálo luego como sea llegado.

(Salen FARAÓN y la INFANTA y el CRIADO 1.º)
FARAÓN:

  Ansí que mi general
deja ya a Sabá rendida.

CRIADO 1.º:

No se vio valor igual.

FARAÓN:

Prospere el ciclo su vida;
que es valiente y es leal.
  ¿Cuándo llegará?

CRIADO 1.º:

Cargado
de victoriosos despojos
mira ya el Nilo sagrado.

FARAÓN:

Venga en buen hora a mis ojos.

TEREMUSES:

Bien le tengo deseado.
  Haga fiestas la ciudad
y Moisés entre triunfando.

TEREMUSES:

Yo beso a tu majestad
las manos.

FARAÓN:

Voyle pagando
las obras de su lealtad.

ARÁN:

  Advertís, dicen, que llega
coronado de victorias.

FARAÓN:

En esa espaciosa vega
haga alarde de sus glorias
quien nuevos reinos me entrega.
  Sáquese un carro triunfal
lleno de columnas de oro,
en que venga el general,
recíbanle con decoro
a sus venturas igual.

CRIADO 1.º:

  ¿Quién le ha de tirar?

FARAÓN:

Cautivos
de la rebelde Sabá.

ARÁN:

No habrán visto tal los vivos.

FARAÓN:

Y la nobleza vendrá
honrándole a los estribos.
  Vengan todas las banderas
que al enemigo ha quitado,
arrastrando las primeras;
haréle en burlas honrado,
pues él a mí me honra en veras.

ARÁN:

  ¡Viva Vuestra Majestad
mil años, para que aumente
a Moisés en calidad!

TEREMUSES:

Hoy llegará vuestro ausente
y mi hijo a la ciudad.
  Lleno de victorias viene:
mirad si estará contenta
madre que tal hijo tiene.
Yo estoylo mucho.

TEREMUSES:

Sustenta.
mucha honra.

ARÁN:

Ansí conviene.

TEREMUSES:

  Y vos, amo de mi hijo,
¿dónde habéis estado?

ARÁN:

¿Yo?
En un viaje prolijo,

JEZABEL:

Dos horas ha que llegó.

ARÁN:

Al tiempo del regocijo.

(Dentro ruidos como que corren caballos, con gran grita, y dicen dentro: «¡Aparta, aparta!» sonando ruido de cascabeles, y prosigue ARÁN.)

  Que ya la ciudad comienza
a celebrar la victoria.<poem>

(Vanse el REY, la INFANTA y el CRIADO 1.º, y quedan ARÁN y JEZABEL.)
ARÁN:

Aquí le quiero esperar;
que aquí le hablaré mejor.
  Ya basta el silencio, basta:
sepa Moisés como es
de la israelita casta,
y gaste en lloros después
el tiempo que en fiestas gasta.
  Muestre aquí cómo es verdad
que de fieles padres nace,
y con santa libertad,
las honras que el Rey le hace
trueque por su enemistad.

JEZABEL:

  Ya llega el tiempo, y es cosa
muy rara ver la grandeza
de la ciudad populosa;
el caer de tanta alteza
vuelta ha de ser peligrosa.

(Tocan música y entra MOISÉS muy bien aderezado en un carro, coronado de laurel; algunas banderas arrastrando; delante acompañamiento. Tiran el carro cuatro guineos de Sabá con sus reatas como caballos. Viene en el carro MOISÉS en una silla alta, y el REY DE SABÁ, negro, atado con una cadena, y cautivos atados a la misma silla de MOISÉS. Dan una vuelta estando el REY FARAÓN y la INFANTA TEREMUSES, DATÁN y AVIRÓN arriba, en el corredor, y abajo, en el tablado, ARÁN, JEZABEL, sus padres de MOISÉS, y dice ARÁN.)
ARÁN:

  ¡Que tal a mi hijo veo!
De puro contento lloro.
¡Oh pueblo cautivo hebreo,
por aquel gran Dios que adoro
que ya verte libre creo!

DATÁN:

  De envidia deste hebreo
estoy reventando aquí.

FARAÓN:

¿Qué os parece del trofeo
con que entra Moisés, decí?

AVIRÓN:

Que lo miro y no lo creo.

DATÁN:

  No tienes en la memoria
la corona derribada,
pues que le das tanta gloria.

FARAÓN:

Si fue culpa, ya es pasada.

AVIRÓN:

Ya pasó, mas es notoria.

JEZABEL:

  ¡Qué majestad representa
si la empleara mejor!

FARAÓN:

Hoy en mi silla te asienta,
valeroso vencedor
de aquella ciudad exenta.
  ¿Cómo vienes?

MOISÉS:

Tan honrado
con el favor que me has hecho,
que me doy por bien pagado
de ver herido mi pecho
y mi cuerpo desangrado.
  Llegué, su gente vencí;
que como tu majestad,
por ser yo tuyo, iba en mí,
rindióseme la ciudad
y al Rey traigo preso aquí.
  Ya subo a besar tus pies
y a mi madre.

FARAÓN:

No es razón:
triunfad y venid después:
extiéndase la opinión
del valeroso Moisés.

TEREMUSES:

  De victoria tan honrada
más premio es bien que procures.

AVIRÓN:

¡Oh Majestad engañada,
mejor será que asegures
la corona derribada!

(Quítanse del corredor el REY y la INFANTA y los demás.)
ARÁN:

  De veros, Moisés, triunfar,
como los dos os criamos,
no cesamos de llorar,
¿conocéisnos?

MOISÉS:

¡Oh, mis amos,
a fe que os he de abrazar!
  Ya no quiero más trofeo
pues os he hallado aquí.

(Apéase del carro y abraza a sus padres.)
JEZABEL:

Que es buena mi dicha creo,
pues la leche que te di
bien agradecida veo.

MOISÉS:

  Tanto veros deseaba,
que el deseo me vencía
donde vencedor estaba.
¿Tenéis salud, madre mía?

JEZABEL:

No verte me la quitaba.

MOISÉS:

  ¿Y vos, padre?

ARÁN:

¡Qué buen nombre!
Mucho mejor te agradezco.

MOISÉS:

¿Pues cómo queréis que os nombre?

ARÁN:

Así, porque lo merezco.

MOISÉS:

No tiene el mundo tal hombre:
  no hay al mío amor igual:
mandadme en qué os aproveche;
que donde hay sangre real,
el que es buen hijo de leche
es buen hijo natural.

ARÁN:

  Toda esa gente despide.
que tengo mucho que hablar
contigo, y ella lo impide.

MOISÉS:

Aunque deje de triunfar
haré lo que se me pide.
  Dejadme solo y llevad
a palacio el Rey cautivo.

REY NEGRO:

¡Ah, perdida libertad!

(Vanse todos y quedan MOISÉS y sus padres.)
MOISÉS:

Mirad qué obediente os vivo
viéndome en tal majestad.
  ¿Que me queréis?

ARÁN:

Deshacer,
Moisés, esas torres vanas
que ya se van a caer,
que vanidades gitanas,
cuando son más, son sin ser.
  No sé si te ha de pesar
o si te ha de dar cuidado
lo que te quiero avisar,
porque estás muy levantado
y altera mucho un bajar.

MOISÉS:

  ¿Qué es lo que decirme quieres?
Que bien alterado estoy:
no importa aunque más me alteres.

ARÁN:

Ya sabes, Moisés, quién soy.

MOISÉS:

Sí se.

ARÁN:

Pero no quién eres.

MOISÉS:

  Quién soy sí sé. ¿No soy hijo
de la Infanta, y del Rey nieto?

ARÁN:

Eso tu opinión lo dijo.

MOISÉS:

¿Y no lo soy, en efeto?

ARÁN:

En afligirte me aflijo.

MOISÉS:

  Mucha alteración recibo;
di quién soy, ¿por qué te atajas?

ARÁN:

Allana el valor altivo,
pues de nieto de un Rey bajas
a ser hijo de un cautivo.

MOISÉS:

  ¿Quién es el cautivo?

ARÁN:

Yo;
por padre natural tienes
al mismo que te crió;
que tu fortuna trocó
hoy en mis males tus bienes.
  Honra y defiende estas canas
hoy, Moisés, y no te acuerdes
de vanidades gitanas;
que si el ser gitano pierdes,
el ser israelita ganas.
  Y el ser hijo de Israel,
mira que no te está mal,
pues naciste de mí en él;
que yo te di ser real
y él te ha dado sangre fiel.
  No te dé desconfianza
verte hoy soberbio y ya llano;
que en todo estado hay mudanza,
y cuando el Rey es gitano,
poco dura la privanza.
  Honra más calificada
tienes y opinión más rica
por ganar, que la ganada;
que algún gran bien pronostica
la corona derribada.
  Parece que estás sin brío;
responde, ingrato, responde;
que todo su poderío
del Rey no te ha puesto a donde
te pone el ser hijo mío.
  Más calidad te he yo dado
con la sangre que te doy,
que el Rey con todo su estado;
que ¡vive el Señor! que soy
deudo de Rey más honrado.

MOISÉS:

  Padre, si es mi dicha tanta
que, como dices, lo eres,
no el verte, padre, me espanta,
porque el ser que tú me dieres
es el ser que me adelanta.
  Como padre te obedezco;
y abrazo a mi honrada madre,
y de placer me enternezco;
que en ser hijo de tal padre
subo donde no merezco.
  Lo que lloro y lo que siento
es no ser desengañado
antes, y así me arrepiento
de haber contra Dios fundado
unas torres en el viento.
  Fundé mi ignorancia en él,
que cuando arrojé, mozuelo,
del Rey de Egipto el laurel,
me dijo una voz del cielo
que era hijo de Israel.
  Y arrojéle despechado,
pero apenas le arrojé,
cuando luego, apesarado
de aquellas voces, quedé
de todo punto olvidado.
  Ea, Israel maltratada,
que en mí nació tu ventura,
que, aunque hasta ahora olvidada,
tu libertad asegura
la corona derribada.
  Ésta es mi resolución.
y ahora decidme el modo
como vine a Faraón.

ARÁN:

Despacio lo sabrás todo.

JEZABEL:

Es caso de admiración.

MOISÉS:

  Vamos a vernos con él,
y vos, madre, nuevamente
abrazad a un hijo fiel.

JEZABEL:

El cielo tu vida aumente
para salud de Israel.

(Vanse y sale el GITANO enamorado de ROSELIA.)
GITANO:

  Diez años ha que muero
por mi enemiga amada, y tantos ella,
sólo porque la quiero,
ha dado en ser ingrata como bella;
que no hay cosa más fría
que una mujer si en no querer porfía.
  Con mil ruegos y quejas
la procuro ablandar, pero no puedo;
que cierra las orejas
como serpiente que al encanto ha miedo,
quedándose obstinada;
que quien no quiere bien, no quiere nada.
  Ahora se me ofrece
una buena ocasión, que su marido
desde ayer no parece;
quiero llamar, y serlo yo fingido;
que la noche me ayuda,
y si le espera, me abrirá sin duda.
  ¡Ah de casa!

(A la ventana ROSELIA.)
ROSELIA:

¿Quién llama?
¡Ay, niño Amor, si mi marido fuese!

GITANO:

Es un hombre que os ama,
Leví soy, ¿no me abrís?

ROSELIA:

Mi bien es ése
y tanto se tardaba,
que con mil sobresaltos le esperaba
  ¡Oh dulce noche mía,
gracias te doy por cuanto bien me has dado
Esperad, mi alegría:
ya bajo a abrir, y si venís cansado,
descansaréis, bien mío,
del modo que en el mar descansa el río.

GITANO:

  ¡Oh, dichoso el amante
que estas razones sin engaño oyera
¿Hay gusto semejante?
Veis aquí un mármol convertido en cera:
¡qué esquiva es una dama
si da en aborrecer ¡qué tierna si ama!
  A mi engaño agradezco
este rato de gusto que he tenido;
que aunque por mi merezco
algún favor; en fe de su marido,
que dije que lo era,
escuché de ella la razón primera.

(Entra LEVÍ con un azadón.)
LEVÍ:

  Largo y prolijo día,
muy en buen hora vais dejarme un rato
gozar de mi alegría;
que si tengo algún gusto, le dilato
hasta la noche amada,
que arrojo de los hombros el azada.
  ¿Quién se me ha puesto al paso?
¿Quién puede ser? ¡Ay, Dios! Mi puerta suena,
¡si fuese aquesto acaso
algún presagio cierto de mi pena!
Mi puerta se me abre ahora.
¡Oh mi mujer falsa, aleve, engañadora!

GITANO:

  Abriendo está mi alegría,
quiero encubrirme al entrar.

(Entra ROSELIA.)
ROSELIA:

Entrad, esperanza mía.

LEVÍ:

¿Qué tengo más que esperar?
Cierto es ya cuanto temía.
  ¿Dónde vas, ladrón perjuro
de mi gusto y de mi honor?
Que si por dicha ese muro
te ha derribado el amor,
otro hay en mí más seguro.
  ¿Quién tal libertad te dio?
¿Qué leyes te dan franqueza?
Pero ¿quién no se admiró
que escales tú fortaleza
donde soy alcaide yo?
  Tente, vuélvete y pondera
qué hicieras tú contra aquel
que tal agravio te hiciera.

ROSELIA:

Mi marido es éste, es él,
y, este traidor no lo era.

GITANO:

  Perdióse mi pretensión;
pero por otro camino
vaya mi imaginación:
matar a éste determino
porque viva mi afición.
  Hombre ¿qué quieres aquí?

LEVÍ:

¿Qué quiero en mi casa yo,
tal me preguntas a mí?

GITANO:

¿Tu casa esta? Eso, no.

LEVÍ:

Mi casa esta, eso sí.

ROSELIA:

  Engañoso forastero,
deja a mi marido entrar;
que yo a mi marido espero.

GITANO:

Antes le quiero matar.

LEVÍ:

¿Tú quieres? Pues yo no quiero.
  Aunque, pues, esa malvada
tanto favor te hacía,
en mí ensangrienta tu espada,
y entra en esa casa mía,
por mi ingrata enajenada.
  ¡Ah, Roselia! ¿Qué paciencia
sufrirá tal deshonor?
¿Cómo has hecho esta insolencia?
¿Éste era tu mucho amor?
¡No hay amor donde hay ausencia!

(Entra MOISÉS, de ronda.)
MOISÉS:

  A ver a mis padres voy,
por no dar nota de día
de quién son o de quién soy.

ROSELIA:

No ha sido la culpa mía,
esposo: inocente estoy.
  Ese traidor me engañó.

MOISÉS:

Me engañó. ¿Y qué fue el engaño?

ROSELIA:

Y en nombre tuyo llamó.

GITANO:

Y tú, ahora, por más daño,
has de morir.

MOISÉS:

Eso no.

LEVÍ:

  ¡Que en nombre mío llamabas
para entrar, traidor gitano!
¿Qué querías? ¿Qué intentabas?

GITANO:

Ver lo que quiero.

MOISÉS:

¡Oh tirano,
que tan gran traición pensabas!
  El ofendido es Leví
quiérole favorecer.
Muera el ofensor aquí:
¿y quiéreste defender
tú, cobarde, contra mí?

GITANO:

  ¡Ay, que me han muerto!

MOISÉS:

Moisés
te mata por tus traiciones.

LEVÍ:

En obligación me pones
de que te bese los pies.

MOISÉS:

  No, no, recógete presto;
que éste es muerto, y quizá
te pondrán la culpa de esto.
Vete, que a mi cargo está,
que en tu defensa me he puesto;
  yo le echaré donde el mundo
no le hallará jamás.

LEVÍ:

Adiós, varón sin segundo.

(Vase LEVÍ.)
MOISÉS:

Vete, que seguro vas;
que en hacerte bien me fundo.
  Ahora bien: loco amador
de Roselia, vamos presto,
y agradecedme el favor,
pues con medio tan honesto,
os he quitado el amor.
  Vos, Babilonia agraviada,
mirad por vuestros gitanos,
que hoy dará, si a Dios le agrada,
otra caída en mis manos
la corona derribada.

(Lleva el muerto, y vase, y salen DATÁN y AVIRÓN.)
DATÁN:

  ¿Viose tan gran insolencia?
Que se juzga Rey sospecho.

AVIRÓN:

El favor que el Rey le ha hecho
le ha dado tanta licencia.

DATÁN:

  No le contradiga en nada,
que él va, si lo vais notando,
poco a poco derribando
la corona derribada.
  Por estos ojos le vi
cuando en el pozo le echó.

AVIRÓN:

¿Vistes dónde le mató?

DATÁN:

A su puerta de Leví.

AVIRÓN:

  ¿Y por qué ocasión?

DATÁN:

No sé,
porque cuando yo pasaba,
ya el gitano muerto estaba,
o casi al morir llegué.
  Tomóle al hombro Moisés,
y yo siguiéndole fui
basta que arrojarle vi.
En el pozo.

AVIRÓN:

¡Por Dios bien!
  ¿Pues cómo, hijo del Nilo,
tanto atrevimiento cobras?
Fíese el Rey de tus obras,
que llevan galán estilo.
  Con esta ocasión podemos
vengarnos a buena ley.

DATÁN:

Halo de saber el Rey.

AVIRÓN:

Pues sea luego, ¿qué hacemos?

(Entra MOISÉS, solo.)
MOISÉS:

  Con gran confusión estoy,
que He visto al Rey, y me mira
con una enfadosa ira;
no hay fiar en él; que soy
  al fin hijo de Israel,
y aunque me ha hecho amistad,
con mucha facilidad
hallaré la muerte en él;
  Datán y Avirón me han visto;
¡oh, ingratos a vuestra ley!
Éstos, a quien oye el Rey,
me hacen con él malquisto.

DATÁN:

  Espántome cómo sale
tan sólo Su Majestad.

AVIRÓN:

¡Qué toldo! ¡qué gravedad!

DATÁN:

No hay Rey que a la suya iguale;
  hasta que morir le vea
no tengo de descansar.

MOISÉS:

¿Cuándo ha Dios de castigar
estos lobos de Judea?
Decidme, leones bravos,
vestidos de pieles mansas,
envidiosos israelitas,
verdugos de vuestra casta;
descendientes de Leví,
¿descendientes digo?, manchas
que habéis caído en su sangre
con tantas obras honradas;
¿qué pensamientos son éstos,
qué obras o qué palabras,
que con el pueblo me venden
y con el Rey me desgracian!
¿Qué decís de mí, traidores?
¿Qué descuidos o qué faltas
habéis hallado en mi vida?
¡Si las sabéis, publicaldas!
A las orejas del Rey
mis amigos siempre os hallan,
y mis amigos me avisan
que me hacéis amistad falsa.
Como estáis en Babilonia,
sois Nembrodes que dais trazas,
y hacéis vosotros la torre
y en mí la confusión para;
pero si no os enmendáis
de tantas obras villanas,
como el grifo a Prometeo
os romperé las entrañas.

MOISÉS:

La tierra os trague, enemigos,
y cuando vais entre ramas,
el desdichado Absalón
os dé toda su desgracia.
Al pie de otro monte os vean
los ojos que más os aman,
subir, como otro Sisifo,
la piedra que sube y baja.
Como a Tántalo, os anegue
hasta los hombros el agua,
y si quisierdes bebella
no os pase de la garganta.
Su árbol lleno de fruta,
cuando la hambre os deshaga,
pues sois Tántalos, os niegue
el comer de sus manzanas.
Un viento os lleve a sus nubes,
de donde, hechos migajas,
vengáis, traidores, al suelo,
que de teneros se cansa.

AVIRÓN:

Modera, Moisés soberbio,
las maldicientes palabras,
o seas nieto del Rey,
o tengas sangre villana;
que el Nilo sabe quién eres,
y allanarás la arrogancia
que llevas, tan alta y necia,
si el Nilo te desengaña.
Tanta soberbia, Moisés,
tanto enojo y tanta saña,
¿quieres matarnos con ella
por no ensangrentar tus armas?
Pues ya las tienes sangrientas,
y por ventura manchadas
con la sangre del gitano
que anoche quitaste el alma.
Testigos hay del delito
y ya lo sabe la fama,
que a las orejas del Rey
le lleva, de ti agraviada.
No Pienses que han de valerte
tus balbucientes palabras;
que el que te hizo hasta ahora
haremos que te deshaga.

(Vanse, y queda MOISÉS suspenso.)
MOISÉS:

  Éstos el caso han sabido;
perdido soy; no he de ver
el rostro al Rey ofendido;
iréme, todo es caer
de la alteza a que he subido.
  No más Babilonia: afuera
de mi afición, Faraones;
que de la misma manera
que han muerto tantos varones
de Israel, queréis que muera;
  la pompa quiero dejar,
aunque seguro la goce,
y adiós, me voy a buscar
doce tribus, si sois doce,
y os volveré a libertar;
  que una inspiración me dice
que he de ser de Faraón
fuerte vencedor felice,
y no fue sin ocasión
el homicidio que hice
  Ea, inspiración sagrada,
que vos me dais a entender
que por mi industria y mi espada
ha de volver a caer
la corona derribada.

(Entran ARÁN, JEZABEL, AARÓN y MARÍA.)
ARÁN:

  Espera, Moisés, verás,
pues te comunico llano,
a quien no has visto jamás;
éste es Aarón, y es tu hermano;
por hermano le tendrás.
  Ha estado ausente de aquí
y es mayor que tú tres años,
sino que a criar le di,
temeroso de mil daños
que han sucedido por ti;
  pero ahora le he traído
porque le tengo afición.

MOISÉS:

Seas, hermano, bien venido;
en efecto, eres Aarón;
gusto haberte conocido;
(Abrázanse.)
  y vos, hermana María,
también me habéis de abrazar.

MARÍA:

Sólo por eso venía.

MOISÉS:

María sois: algún mar
os conocerá algún día.

MARÍA:

  Ya me conoce el Bermejo,
en cuyas claras orillas
me miro como en espejo.

MOISÉS:

En él harán maravillas
Dios, su acuerdo y su consejo;
  pero ¿qué espíritu nuevo
es el que ahora habla en mí?
¿Dónde el pensamiento llevo?
Misterios, bien sé que os vi,
pero más silencio os debo.
  Vos, hermano, perdonad,
y toda vuestra jornada
por extenso me contad.

AARÓN:

Diréla, pero abreviada.

JEZABEL:

Hijo, di con brevedad.

AARÓN:

  Salí de Jerusalén,
pasé a Egipto y entré en Siria
de poco más de diez años;
diez dije: aún no los tenía.
Crecí, en opinión del mundo,
en costumbres, fama y vida,
ganando las voluntades
más ásperas y más tibias;
cuando tuve veinte años
volví en mí: diome codicia
de estudiar, mediante el cielo,
importantes disciplinas;
en poco tiempo la fama
hinchó su saca de minas,
de alabanzas de mi nombre
y no sé si bien debidas;
llamábanme el elocuente,
y las más nobles familias
en competencia me daban
con grandes dotes sus hijas;
aficionéme entre todas
a Isabel, hija legítima
del famoso Aminadab,
y aficionado escogíla;
tuve cuatro hijos della
que representan mi vida,
Nadab, Eliú, Eliazar
y Tamar, que dejo en Siria;
y sabiendo que mi padre
en Babilonia vivía,
con los tres hijos mayores
vine a hacer esta visita;
llegué a su casa esta noche,
donde me ha dado noticias
de tus dichosos sucesos,
si estar desterrado es dicha.

MOISÉS:

  Gusto que en esta ocasión
vengas, porque gusto es
que en ausencia de Moisés
quede con mi padre Aarón.

AARÓN:

  ¿Cómo ausencia? ¿Dónde vas?

MOISÉS:

Hago un forzoso camino;
que a nuevas obras me inclino
que han de acreditarme más.

JEZABEL:

  ¿Y cómo dejarnos quieres,
hijo, en tanta soledad?

MOISÉS:

Es de mucha calidad
mi viaje.

ARÁN:

Donde fueres
  llevarás mi bendición,
y tanto Dios te adelante,
que solo tu nombre espante
al soberbio Faraón.
(Híncase de rodillas.)
  Mira que dejas cautivo
tu pueblo; mira, Moisén,
que queda Jerusalén
anegada en llanto esquivo;
  no quiero decirte más;
que, pues por ir desterrado
tanta grandeza has dejado,
llamado del cielo vas.

JEZABEL:

  ¿Es posible que sin ti
he de vivir solo un día?
Llévame en tu compañía,
¿quieres, hijo?

MOISÉS:

Madre, sí;
  solo un paso no me muevo,
querida madre, sin vos.

JEZABEL:

¿Por qué no iremos los dos?

MOISÉS:

En mi corazón os llevo.

JEZABEL:

  ¿Y cuándo piensas tornar?

MOISÉS:

No sé, madre.

JEZABEL:

¡Ay, suerte triste,
que apenas me conociste
y ya me quieres dejar!

MOISÉS:

  Ya llevo la bendición
de mi padre: un vuestro abrazo,
madre, espero.

JEZABEL:

Despedazo
de lástima el corazón.

MOISÉS:

  Ea, adiós; Aarón, regala
a vuestros padres; adiós.

JEZABEL:

A este golpe, santo Dios,
ningún sufrimiento iguala.

ARÁN:

  A Dios ruego, prenda amada,
que sea con brevedad,
para nuestra libertad,
la corona derribada.

(Vanse, y salen MADIÁN SÉFORA, pastora, y DANTISO, pastor.)
SÉFORA:

  Que no, Dantiso eso no:
yo no sé querer, sin duda.

DANTISO:

Naturaleza formó
en ti la hermosura muda
y no la perficcionó
  no; porque su perfección
es rendir el corazón,
y tú tan libre le tienes,
que fundas todos tus bienes
en mi desesperación;
  a tu padre Yetro quiero
pedirte para mujer,
y alcanzarlo dél espero.

SÉFORA:

¿Ya empiezas a enloquecer?

DANTISO:

Quien ama es loco primero.

SÉFORA:

  Primero mi voluntad,
Dantiso amigo, granjea.

DANTISO:

Hallo gran dificultad.

SÉFORA:

Pues no sé yo quién desea
mujer de esa calidad;
  de puro ciego y perdido
estás, amigo, engañado.

DANTISO:

Sólo en quererte lo he sido.

SÉFORA:

No puede haber buen casado
sin ser primero querido;
  yo soy de aquesta opinión.

DANTISO:

Y yo por la misma paso
y culpo tu sinrazón.

SÉFORA:

La mujer casada acaso,
¿acaso tiene afición?

(Entra YETRO, mayoral, padre de SÉFORA.)
DANTISO:

  Tu padre viene, cruel,
y pues tan tirana eres,
confío en el cielo fiel
que lo que por mí no hicieres
lo tienes de hacer por él.

YETRO:

  Séfora, es hora ya
de que beba tu ganado;
que es lo que esperando está.

SÉFORA:

Padre, su vez no ha llegado.

YETRO:

Pues paciencia, llegará.
  ¿Qué hace Dantiso aquí?

DANTISO:

Procuro servirla en algo
por lo que te debo a ti.

YETRO:

Por su fiador quedo y salgo.

DANTISO:

Luego cobraré de ti.

YETRO:

  Tanta vuestra virtud es,
que como a hijo os estimo.

DANTISO:

Eso mostrarás después.

SÉFORA:

Regálame como primo.

DANTISO:

Es servirte mi interés.

(Entra MOISÉS como ganadero.)
MOISÉS:

  Según las nuevas me dan
los pastores que he topado,
esta tierra es Madián.

YETRO:

¿Dónde bueno vais, soldado?

MOISÉS:

Donde mis desdichas van.

YETRO:

  ¿Tenéis algo, por ventura,
en Madián que hacer?

MOISÉS:

¡Oh, divina hermosura,
ob, sol, oh luna, oh mujer,
fuego hermoso y lumbre pura!
  Tanto en sus ojos me elevo;
que no sé dónde me estoy.

SÉFORA:

¡Qué bello y galán mancebo!

MOISÉS:

¿Preguntáisme dónde voy?

DANTISO:

Ponzoña de celos bebo;
  mucho al forastero mira.

MOISÉS:

A Madián vengo a ver,
que por no se qué mentira
un rey me quiso prender,
y vengo huyendo su ira.
  Que aunque era mucho el favor
que en su corte me hacía,
trocóse en odio el amor,
la amistad en tiranía,
porque intervino un traidor.
  Ya vengo determinado
a vivir más recogido;
que, en fin, es más acertado
vivir seguro perdido,
que temeroso ganado.
  Si recibirme queréis,
en vuestro servicio quedo.

YETRO:

Buena presencia tenéis;
pero...

MOISÉS:

Que no tengáis miedo
que en muchas faltas me halléis.

YETRO:

  ¿De qué me podéis servir?

MOISÉS:

Cuanto quisierdes sé hacer.

SÉFORA:

Bien le podéis recibir.

DANTISO:

Hombres de buen parecer,
diamantes suelen rendir.
  Ya mi enemiga desea
que quede; un temor me abrasa,
sin saber qué cosa sea,
esa que dejé en tu casa
porque te hable y te vea;
  que ya parece le miras
con demasiada afición.

SÉFORA:

Con tan buen decir me admiras.

DANTISO:

¿Luego no tengo razón?

SÉFORA:

Sueles decir mil mentiras.

DANTISO:

  Pero ahora no mentí.

YETRO:

¿Sabréis guardar mi ganado?

MOISÉS:

¿Guardar ganado? Eso sí.

YETRO:

¿Habéislo otra vez guardado?

MOISÉS:

No, pues no me guardé a mí;
  pero a todo sé aplicarme,
y gustaré de probar,
siquiera por ensayarme,
a ver qué habré de guardar,
ya que no supe guardarme.

SÉFORA:

  En viéndole satisfice
mi alma: sin duda es
mi suerte por él felice.

YETRO:

¿Y cómo os llamáis?

MOISÉS:

Moisés

SÉFORA:

¡Con qué donaire lo dice!

MOISÉS:

  Moisés me llamo, y deseo
acertar a daros gusto.

YETRO:

En vuestra traza lo veo.

SÉFORA:

Es galán, aunque robusto,
y aunque es moreno, no es feo.

MOISÉS:

  Aunque no es muy delicada,
es de buena proporción:
blanca, rubia y colorada;
ojos, buenos ojos son,
no me descontenta nada.
  ¡Ay, Dios!, Si ésta fuese honesta,
como he hallado mujer...
Ahora bien; amo, ¿qué resta?

YETRO:

Sólo que entréis a comer,
que espera la mesa puesta.

SÉFORA:

  Vamos, Moisés, ¿comeréis?

MOISÉS:

Vamos, hermosa pastora.

SÉFORA:

Séfora me llamaréis.

MOISÉS:

No bastará, mi señora.

(Van SÉFORA y su padre.)
DANTISO:

Digo, galán...

MOISÉS:

¿Qué queréis?

DANTISO:

  Paréceme, o me engañé,
que Séfora os pareció
no mal.

MOISÉS:

¿Porque la miré?

DANTISO:

Y ella también os miró.

MOISÉS:

¿Mirar, decís? Poco fue.
  ¿Hay más de qué me advertir?
Porque volveré en comiendo.

DANTISO:

Yo la pretendo servir.

MOISÉS:

Y yo también la pretendo.

DANTISO:

Mataréte.

MOISÉS:

Pues morir.

DANTISO:

  Yo pretendo me casar
con ella.

MOISÉS:

Lo mismo intento.

DANTISO:

¡Qué lindo desesperar!

MOISÉS:

Voyme, pues sabes mi intento.

DANTISO:

Espera.

MOISÉS:

No hay que esperar.

(Vase MOISÉS.)
DANTISO:

  Abrasado en celos quedo;
y tiene el hombre buen talle.
Téngole notable miedo;
que si ella comienza a amalle,
sin mi pretensión me quedo.
  Mas lluevan desconfianzas,
azares y desconsuelos,
que el fuego de mis recelos
quemará sus esperanzas.

(Vanse, con que da fin la segunda jornada. Habrá entremés o baile forzoso.)