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La estafeta romántica/XXII

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XXII

Del Sr. de Maltrana a su hermana política la señora Marquesa de Sariñán


Villarcayo, 1º de Julio.

Hermana mía y amiga: La grave enfermedad de nuestro hijo Federico ha privado a Valvanera del gusto de contestar a tu carta. Aun hoy, ya mejorado el niño y contentos nosotros de que nos le conserve Dios, mi mujer no se decide a tomar la pluma: su cansancio, después de tantas noches de ansiedad y desvelo, ya puedes figurártelo. Yo me encargo de cumplir aquel deber, empezando por manifestarte que accedo gustoso a contribuir, en la parte que me corresponde, para el auxilio del pobre D. Beltrán: quedan entregadas las cuatro onzas, y no tendré inconveniente en aprontar mayor suma, si necesario fuese para sacar definitivamente de aquel infierno al primer noble de Aragón. Haced porque venga, y le tendré en mi casa todo el tiempo que guste, si él se aviene a esta soledad desabrida, donde halla tan pocos atractivos su exquisita sociabilidad. Voy creyendo que ni los años ni el desdichado sesgo de sus últimas aventuras han sido parte a quebrantar su genio de señor prepotente, ni a domar sus ambiciones de grandeza y rumbo. Pero venga como viniere, aquí será bien recibido, y tendrá la consideración, el respeto y cariño de todos.

Por encargo especial de Valvanera, y por cuenta propia, tengo el gusto de manifestarte que el Sr. D. Fernando Calpena es persona dignísima, y ya debiste comprenderlo así, sólo con saber que hace meses le tenemos en nuestra casa. Pertenece a una noble familia con quien tuvo mi padre relaciones de íntima amistad, y que actualmente reside en el Mediodía de Francia. A su hidalguía, a su intachable conducta, une el Sr. de Calpena una ilustración extraordinaria, pocas veces vista entre nosotros, que hace de él una de las personas más gratas y amenas que es posible tratar. Creo que bastará esta manifestación mía para que levantes la injusta sentencia que habías lanzado contra nuestro caballero, y rectifiques juicios temerarios, originados quizás de vulgares hablillas.

En la primera carta que a Pilar escriba, tendrá mi mujer la satisfacción de expresar a esta tus disposiciones de concordia, y le transmitirá tus frases de piedad y cariño. Cree que celebraremos muy de veras la reconciliación, y ver terminadas vuestras desavenencias con un tierno abrazo fraternal. También será para nosotros motivo de júbilo que se realicen tus proyectos de unión con la casa de Castro-Amézaga, suceso que consideramos felicísimo para una y otra familia. ¡Dios nos dé a todos salud, y paz y reposo a nuestra querida patria, que vemos desangrada y empobrecida por crueles guerras interminables! Que miren por el procomún los hombres de arraigo y buena voluntad como Rodrigo, tratando de llevar sus buenas ideas a la vida política, es lo que conviene, para imposibilitar las maquinaciones de los malos patriotas y holgazanes, causa de tantas desdichas. Unámonos los hombres de posición y de ideas juiciosas, y España se levantará del suelo ensangrentado en que yace, recobrando su dignidad y poderío. Digo esto porque ha llegado a mi noticia que aspira Rodrigo a la diputación a Cortes en la vacante de Tudela, y, si es verdad, le felicito y felicito al país. Que disponga de mí y de mis buenas relaciones en la Ribera, así como de mi amistad con Olózaga, con Luzuriaga, Arrazola y Carramolino.

Recibe los cariños de Valvanera y de mis hijos, y la constante amistad de tu afectísimo hermano -Juan Antonio.