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La flor de los recuerdos (Cuba): 17

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A Ana. Serenata

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Preludio

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Niña hermosa, me preguntas
Que quién soy, de dónde vengo,
Dónde voy y por qué tengo
Lastimado el corazón.
Si alegre estoy ¿por qué lloro?
Si estoy triste ¿por qué canto?
De mis himnos y mi llanto
Saber quieres la razón.

¡Alma ingenua! Me diriges
A la vez tantas preguntas,
Que no sé si a todas juntas
Soy capaz de responder;
Y son tales todas ellas,
Que de hacerlas frente a frente,
Todas juntas, solamente
Es capaz una mujer.

Mas tú ignoras que es mi alma
De tinieblas un abismo,
Y que dentro de mí mismo
No osé nunca penetrar.
¿Quién soy? ¿Dó voy? ¿De dó vengo?
¿Por qué canto y por qué lloro?
Pregunta al viento sonoro
Dónde va sobre la mar.

Pregunta a sus verdes ondas
De dónde vienen; pregunta
Al agua por qué se junta
Para hacer un nubarrón:
Pregunta quién es al astro
Que radia en el firmamento:
Pregúntale al sentimiento
Por qué hiere el corazón.

Ana hermosa, ¿por qué tu alma
Saber todo eso desea?
¿Qué te importa quién yo sea,
De dó vengo y dónde voy?
Yo soy un ave de paso
A quien Dios dio una voz suave.
¿Te gusta el canto del ave?
Escucha: cantando estoy.

Pero así como a las aves
Ricas, de voz o de pluma,
Para que agraden, en suma,
Se las labra una prisión,
Así a mí pídeme cánticos,
Ya que a pedirme te pones:
Pero ál tomar mis canciones,
Deja en paz mi corazón.

¿Te dice quién es la tórtola
A quien tienes enjaulada?
No; pero si, preguntada,
Te pudiera responder,
Te diría: “¿Qué te importa
“Oír o no oír mi acento?
“Yo soy una hija del viento:
“Déjame al viento volver.”

Niña curiosa, en tu vida
Preguntes quién es a nadie;
Deja a la estrella que radie.
Déjale al viento vagar;
Deja que el mar en la playa
Rompiendo sus ondas siga,
Sin que sus ondas te diga
De dónde vienen el mar.

Deja alzarse a la neblina
Que por la atmósfera sube,
Sin preguntar a la nube
Por qué revienta en turbión;
Deja al poeta y al pájaro
Que canten bajo tus rejas,
Sin preguntarles si quejas
O himnos sus cánticos son.

No busques la causa a nada:
La causa de todo es triste:
Tú hace poco que naciste
Y no lo sabes aún.
Goza con todo, y de todo
Deja la causa ignorada;
Todo viene de la nada:
Todo va a su hoya común.

Yo he girado por la tierra
Con afán de saber mucho,
Y con mi memoria lucho
Por olvidar lo que sé;
Yo amé lo que mi deseo
Hizo mi ídolo, y ahora
Conmigo mismo peleo
Por olvidar lo que amé.

¿Y osas, niña, preguntarme
Quién soy y de dónde vengo,
Dónde voy y por qué tengo
Lastimado el corazón?
¡Ay! yo vengo de la tierra
De la luz y de las flores,
Del jardin de los amores,
Del país de la ilusión.

Yo vengo, Ana, de la tierra
De las tiernas confianzas,
De una tierra de esperanzas
Para mí sin porvenir;
De una tierra donde todo
De mi alma a la voz responde
Pero de una tierra a donde
No he debido jamás ir.

Pasa, pasa, hermosa niña,
Sobre estas tristes memorias:
No son esas las historias
Que tú debes escuchar;
Deja que sufras, que tengas
Harto el corazón de acíbar,
Y tal vez serán almíbar
Que su hiel pueda endulzar.

De miserias y pesares
Mis memorias están llenas:
Historias solo de penas,
De misterios de dolor:
Y si en vez de mis cantares
Te contara sus leyendas,
Mis relaciones horrendas
Te darían de mí horror.

Pasa, niña, no las llagas
De mis recuerdos revoques:
Al corazón no me toques,
Porque herido en él estoy,
pídeme, niña, cantares,
Delirios y poesía,
Y entonces puede, alma mía,
Que averigües lo que soy.

SERENATA.

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Soy un átomo amante
Que voy sonoro
Por la atmósfera errante,
Dó canto y lloro:
Pero mi canto
No se sabe si es nunca
Cantar o llanto.
¿Quién soy? Lo ignoro. Tengo en mi ser
Tinieblas tales, tal confusión,
Que a un tiempo siente pena y placer,
Ansia y hastío mi corazón.
Hoy desdichado, feliz ayer,
Jamás descifro mi condición,
Y mi voz nunca puedo saber
Si es un lamento o una canción.
Misterios deben del alma ser:
Pero yo de ellos, en conclusión,
Solo averiguo que por dó quier
Pedazos dejo del corazón.
Yo soy como el arroyo:
Desde que brota,
Por dó vá, en cada hoyo
Deja una gota;
Que es mi destino
Dejar gotas del alma
por mi camino.

Yo soy el poeta que canta las flores:
Yo cuento a las niñas que mueren de amores
Las tiernas historias de tiempos mejores,
En una y en otra gentil narración.
Yo cuento a los viejos los casos extraños
Que en lóbrego olvido caer con los años
Dejaron las almas de nuestros mayores,
Escasas de fuego, de vida y pasión.
Yo soy el poeta, viajero del mundo,
Que va recogiendo dó quiera que pasa
La historia o conseja que, en campo, o en casa
Contar oye al paso donde hace mansión.
Yo soy como la hormiga:
Dó quier recoge
El granillo y la espiga
Para su troje:
Mas el sendero
Deja marcado al paso
De su hormiguero.
Yo hago una historia de una patraña
Que oigo a la ciega superstición
Contar al fuego de una cabaña,
De un aguacero de invierno al son;
Convierto en tiernos cuentos sencillos
De los pastores la relación,
Y a los palacios y a los castillos
Voy a hacer luego su narración.
Mas por dó quiera voy anudando
Con almas tiernas honda afección,
Y por dó quiera que voy pasando
Dejo pedazos del corazón.
Yo soy como la abeja,
Que en los rosales
Toma la miel que deja
Luego en panales;
Y a su colmena
Del dulce de las flores
Siempre va llena.

Dó quiera que un día mí espíritu mora,
Yo soy el consuelo del alma que llora:
Yo cierro las llagas que el tiempo no cura
Con bálsamo suave de amor y ternura;
Yo riego la herida que encona la ausencia
De dulces recuerdos de amor con la esencia;
Y a mí me confían su afán y sus duelos
Las almas que abrigan pasiones secretas
A eterno silencio y misterio sugetas,
Y a quienes devoran rabiosos los celos;
Las almas que viven con esa esperanza
Que solo en el cielo muriendo se alcanza;
Las almas que, fuertes, sonríen al mundo,
Y víctimas caen del duelo profundo
Que en ellas infiltra profunda pasión.
Yo vivo con esas; yo sé sus azares:
Yo lloro con ellas su afán y pesares,
Yo parto con ellas su oculta aflicción;
Y cuando abandono por fin sus hogares,
La hiel de sus penas las vuelvo en cantares,
Y mi alma las mando bajo una canción.


Yo soy como las nubes que los vapores
Derraman hechos lluvia sobre las flores;

Mi alma es un vaso
Que miel vierte en las almas que encuentra al paso.
¿Comprendes, Ana, por qué razón,
Átomo amante que voy errando,
Por donde quiera que voy pasando
Pedazos dejo del corazón?
¿Comprendes, Ana hermosa, por qué mi canto
Unas veces es himno y otras es llanto?
¿Comprendes, alma mía, que son las penas
Que lamento y que canto mías y ajenas:
Que el amor acendrado que en mí atesoro
No puede decir nunca si canto o lloro:
Y, en fin, que cuando al aire tiendo los brazos
Mi alma en él hacia otra se va en pedazos?
¡Adiós! Y a de la mía tienes las llaves:
De mi lloro y mi canto la causa sabes;
De hoy más no me preguntes quién soy, qué tengo,
Dónde voy, ni de dónde cantando vengo.
Yo vengo del Oriente
Dó nace el día:
Yo traigo al Occidente
Mi poesía:
Y a tus hogares
Traigo gloria y ventura
Con mis cantares.

HABANA, Enero de 1859.