La geografía
Yo conocí la geografía de mi terruño por aquel yuyero viejo.
En su canasta estaban todos los pagos, con su perfume agraz y dulce.
Con cada yuyo venía un pedazo de geografía viva. Pues el yuyero al exaltar las virtudes de la planta evocaba el paisaje, los animales y los hombres...
Algunos yuyos desaparecían por algún tiempo como seres vivos.
Solamente las lluvias pertinaces, esas que levantaban de las cuevas los hongos dorados, conseguían que esta o aquella planta surgiera de la tierra. El yuyero las acechaba con la misma avidez que un pajarero acechaba a un pájaro raro.
Otras aparecían, tras un golpe de lluvia de gotas como copas de freno, en las sequías largas que calcinaban los pastos. Nacían y morían con el chaparrón.
La sierra venía con sus mil plantas llenas de espinas.
El valle dormía en la canasta con sus gramillas duras.
La cañada infantil, puro salto y espuma, con su menta espesa.
Los cerros grises y transparentes de mi pago estaban mostrando allí el cabello gris y azufrado de la marcela y la planta de la yerba blanca.
A mí me enseñó geografía el Negro Félix, el yuyero...