La hermana de la Caridad/Capítulo XXV

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Capítulo XXV

El conde Asthur estaba en su gabinete agrupando números, cuando entró un ser pequeñuelo y grotesco.

-¡Hola, mi buen amigo; adelante!

-Grandes noticias -dijo aquella figura saltando y frotándose las manos.

-¿De veras? Mucho me complace.

-Están perdidos.

-¿Sí?

-Están perdidos, señor.

-Vamos, habla.

-Ya van al abismo.

-¡Oh! Ese era mi deseo, mi gran deseo.

-Pues lo tenéis cumplido.

-Casi casi no lo creo.

-Se han concertado con vuestros enemigos.

-Mejor.

-Van a una sociedad secreta a que yo pertenezco.

-¿La célebre sociedad?

-La célebre.

-¿De suerte que allí los cogeremos?

-Sí; caerán en nuestras manos.

-Ya veo que en realidad traes buenas noticias.

-No hubiera yo venido aquí sin ellas.

-Dejémoslos antes que se ceben bien, que traguen el anzuelo.

-Y cuando ya lo hayan tragado...

-Entonces morirán con bien poco esfuerzo.

-¿Morirán?

-Tal es mi pensamiento.

-Pues vos pertenecéis al número de los que cumplen lo que a sí mismos se prometen, saltando por todo.

-¡Oh! Y, sin embargo, no he podido saltar por cima del poder de una mujer.

-¿Del poder de Margarita?

El Conde lanzó una carcajada.

-No, no -dijo-; no seas tan malintencionado. Compadécelos al verlos cómo se dirigen por sus propios pasos a las fauces del lobo.

-Tengo curiosidad, verdadera curiosidad de saber qué muro es ese que habéis encontrado a vuestro deseo.

-Ya te lo he dicho: el corazón de una mujer.

-¿De una mujer? ¡Parece imposible!

-Mira: amo.

-¿Vos?

-Yo amo, sí.

-¡Oh! Se va a concluir el mundo.

-¿Qué quieres?

-Ese corazón... tan duro...

-Está, sin embargo, traspasado.

-Y ¿se puede saber?

-No tengo inconveniente en decírtelo.

-¿Alguna gran señora?

-No por cierto.

-No adivino.

-Es Ángela.

-¡Ah! La cantora.

-Sí, la cantora.

-¡Santo cielo!

-¿Te maravillas?

-Me maravillo.

-¿Qué quieres? El corazón está sujeto a influencias de que no puede libertarse.

-Y ¿habéis pensado seriamente?...

-Muy seriamente. Y no quiero que me hables más de esto.

-Os hablaré de vuestra venganza.

-Justo.

-Pues van a la sociedad secreta.

-Tanto mejor.

-¿Estáis apercibido?

-Los aplastaré bajo mis plantas.

-Pues mañana a la noche van.

-Está bien: vete.