La hermosa Halewa

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La hermosa Halewa​
 de Juan Arolas


La hermosa Halewa
El prudente Almanzor, Emir glorioso,
El Cordobés imperio dirigía;
Hixén su rey en el harén dichoso
Los blandos sueños del placer dormía.

Cisnes de oro purísimo, labrados
Sobre conchas de pórfido en las fuentes,
En medio de jardines regalados
Derramaban las linfas transparentes.

Los limpios baños de marmóreas pilas
Dó el agua pura mil esencias toma
Cercaban lirios y agrupadas lilas
De tintas bellas y profuso aroma.

Damascos y alcatifas tunecinas
Del palacio adornaban los salones,
Perlas en colgaduras purpurinas,
Perlas en recamados almohadones.

Olores del Arabia respiraban
Lechos de blanda pluma en los retretes
Y las fuentes de plata reflejaban
Del alcázar los altos minaretes.

Del regio templo celebrada diosa,
Halewa fue en su plácida fortuna
Ídolo del monarca por hermosa
Tierna como una lágrima en la cuna.

Feliz si de un esclavo que sabía
Enamorar con trova cariñosa
Mas amor no aprendiera que armonía
Al son del arpa dulce y sonorosa.

Iba el docto mancebo modulando
Los ayes del amor en vario tono,
La bella favorita suspirando
Hizo el primer desprecio al regio trono.

Un día...: nunca el sol su rayo activo
Lanzó con más ardor, ni más hermoso
Fue el pensil y la sombra del olivo,
Para gozar del celestial reposo

Sediento del halago y del cariño,
Buscaba Hixén los suspirados lazos
Y cual sus juegos inocente niño,
Apetecía el rey tiernos abrazos.

¡Infeliz! ¡ah! repara aquella rosa
Que el roedor insecto ha deshojado,
No muevas, no, la planta vagarosa;
La tumba del dolor está a tu lado.

Vio en la gruta que al fin de los andenes
Se cubre con la hiedra trepadora,
Dormir con frescas rosas en las sienes
La inconstante beldad que el pecho adora.

Vio dormido al esclavo...: frescas flores
Coronaban su sien...: su labio impuro
En sueños murmuraba sus amores
Y el desliz de otro labio más perjuro.

El arpa sobre el césped olvidada
Con el viento sus fibras conmovía
Y de su docto dueño enamorada
Parece que lloraba su agonía.

Ruge el león y silba la serpiente
Por ofendido amor, la mujer llora
Y el hombre con la sangre delincuente
Lava el torpe baldón que le desdora .

Suspira Hixén; su corazón desgarra
Una furia infernal; su mano lleva
Al puño de la corva cimitarra
Y abre los ojos la infeliz Halewa.

Los abre para ver el golpe airado
Contra el siervo que amaba su belleza,
El lívido cadáver a su lado
Y fuera de los hombros la cabeza.

Sangre vio en su vestido y en su velo,
Que en sangre se tiñó la gruta y senda
Al rodar la cabeza por el suelo
En temblor frío y convulsión horrenda.

A lóbrega mazmorra es arrastrada
Por seis esclavos negros...: ¡ah...! su lloro
De aljófar puro y tímida mirada
No pueden doblegar a esquivo moro.

La nueva luz del nebuloso día
Vio en la punta de un palo en los jardines.
La cabeza del siervo horrenda y fría
Y con gotas de sangre los jazmines.