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La hormiga y su fortuna

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Fábulas argentinas
La hormiga y su fortuna

de Godofredo Daireaux


La hormiga, después de haber trabajado muchos años, con constancia y empeño sin igual, ella y toda la familia, se encontró con una gran fortuna. En los primeros tiempos, a medida que iba levantándose su posición, iba también creciendo el clamor de los fieles amigos, de estos que no pudiendo jamás alcanzar el éxito, siempre le ladran por detrás; encontrando bien culpables por cierto los medios que tenía de enriquecerse, ya que no sabían ellos emplearlos.

Cuando de rica se hizo poderosa, los clamores hubieran podido ser peligrosos y se volvieron simples cuchicheos; pues, si bien hay que rebajar siempre un poco lo que no se puede igualar, es preciso hacerlo con prudencia. Y cuando se hubo cansado la gente de machacar sin cesar las mismas maledicencias se le ocurrió a la lombriz exclamar una vez en una reunión: «¡Cuando pienso que a mí me debe la hormiga todo lo que tiene!». Los circunstantes la miraron con cierto asombro, y ella prosiguió: «¡Y cómo no! ¿no se acuerdan ustedes que cuando llegó aquí, pobre, sin nada, desamparada, le facilité para que descansara, un agujero que yo misma acababa de hacer?».

-Es cierto, dijeron todos, y pronto se acordaron de lo que habían hecho para la hormiga, en otros tiempos, cundiendo en la mente de cada uno la idea de que a él le debía, si no toda su fortuna, por lo menos gran parte de ella. Hasta la misma araña se alabó de haberla dejado trabajar en paz, cuando muy bien la hubiera podido prender en su tela; y no hubo mosca, moscón o mosquito, gusano ni escarabajo, que no se atreviese a afirmar que sin él la hormiga todavía sería pobre.