La joya de las montañasLa joya de las montañasTirso de MolinaActo III
Acto III
Sale MOSQUETE
MOSQUETE:
No hay hombre más desdichado
que Mosquete en este día,
pues, por gran desdicha mía,
mi señor, muy enojado,
me pone en mosquetería.
Porque a Leonor perdí
me castiga de este modo,
no considerando en sí
que también me toca a mí
por perder a Laura y todo.
¡Oh, quién las pudiera hallar
por aquí en algún rincón!
Mas no las podré topar
porque no sabré rezar
el responso a San Antón.
A Francia me iré a vivir,
y sabrá Aragón y Bearne,
que me quise despedir
por no quererle servir
siempre de su guardacarne.
El buscar, cielos divinos,
me va doblando mis males,
pues me llevan mis destinos
de noche por los caminos,
de día por los jarales.
MOSQUETE:
Mucha hambre y poca ropa
me traen por este cerro,
mas si el bárbaro me topa,
yo temo que en vez de sopa
no me falte pan de perro.
Desde aquí qulero llamar,
aunque me acosa el temor. En voz alta
¡Laura, señora Leonor!
Por medio de aquel pinar
se siente ruido y rumor.
Dentro
MOROS:
No dejéis en la montaña
persona que a Cristo siga.
MOSQUETE:
Aquésta es gente enemiga.
¿Hay desdicha más extraña?
¿Adónde podré esconderme
de este riguroso trance,
que el fiero moro no alcance
en todo este monte a verme?
Salen ATANAEL, TARIFE y MECOT
ATANAEL:
¡Que sea tan arrogante
este cristiano atrevido!
Por Alá que estoy corrido.
TARIFE:
¡Por vida de mi turbante
que es muy valiente cristiano!
ATANAEL:
¡Que se huyera así la gente
por un cristiano insolente!
TARIFE:
Todo fuera muy en vano,
porque su valor se encumbra
tanto, que con fuerza y maña
ha de sujetar a España
y aun a cuanto el sol alumbra.
ATANAEL:
Detén, Tarife, la lengua;
ese hombre no me alabes,
que en mi competencia sabes
que alabar a nadie es mengua;
y aunque huí con sutileza
de su espada el gran furor,
no fue falta de valor,
si fue sobra de destreza.
De Huesca soy ya señor
y del rey ya capitán,
y cuanto blasón me dan
es poco con mi valor.
Cuanto el Tajo y Duero baña
con estruendo belicoso
amedrenté valeroso
en mis principios a España.
Abén Lop, mi rey, espera
acabar de conquistar
esta montaña, a pesar
de la cristiana bandera;
pues dóblense nuestras lunas
en las arrogantes astas.
MECOT:
Con esto, señor, contrastas
tú solo a tantas fortunas.
Por esta parte que sigo
se suena rumor de gente.
MOSQUETE:
Estoy muerto de repente
si encuentran éstos conmigo.
MECOT:
¿Quién va allá? ¿No me responde?
MOSQUETE:
Si no va nadie, ¿quién quiere
que le responda?
MECOT:
El que fuere,
quien de cobarde se esconde.
MOSQUETE:
Yo no soy nadie aunque hablo.
MECOT:
Di presto quién eres.
MOSQUETE:
¡Ay!
El alma de Garibay,
que ni es de Dios ni del diablo!
TARIFE:
Aquéste, si no me engaño,
es el mismo que escapó
del incendio y se burló
de nosotros por su daño.
MECOT:
Pues Alá nos le ha traído
para que tome venganza
del agravio; sin tardanza
morirás.
MOSQUETE:
Ya estoy perdido.
ATANAEL:
No le quites aún la vida
hasta saber dónde va,
que algún secreto tendrá
tan impensada venida.
¿Quién eres y adónde vas?
MOSQUETE:
No sabré decir quién soy,
ni menos adónde voy,
si no me prometes más.
ATANAEL:
Ya tienes sobrada suerte,
que si dices la verdad
te daré yo libertad,
y si no, te daré muerte.
MOSQUETE:
Pues, señor, con esa instancia
si no me matan, diré,
entre muchas cosas...
ATANAEL:
¿Qué?
MOSQUETE:
Un secreto de importancia.
ATANAEL:
Pues di, que yo te aseguro
de premiarte si es así.
MOSQUETE:
La verdad diré.
ATANAEL:
Pues di.
MECOT:
Si lo juras.
MOSQUETE:
Lo rejuro.
Don Fortunio, mi señor,
se quiere casar mañana
con una reina bohemiana,
y mi amo con Leonor.
ATANAEL:
¿Qué dices? ¿Esto es posible?
¿Mañana luego ha de ser?
MOSQUETE:
Yo no me pongo en saber
el cuándo, porque es terrible
mi amo el conde, y yo sé
que nunca me dice un cuándo
porque sabe que cantando
todo lo que sé diré.
Pues es cierto que mañana,
veinte días más o menos,
tendremos seis días buenos
en una u otra semana.
ATANAEL:
Rabia ya mi corazón.
¡Pesie la Fortuna adversa
que tendremos más contrarios!
TARIFE:
¿Cuándo vino esa princesa?
MOSQUETE:
Señor, no vino, y si vino,
será cosa muy de verla,
porque dicen que es aguada
y jamás entró en taberna;
cósa cierto singular
poco usada en esta tierra,
que la taberna es de aguados,
pues que todos los que ahí entran
se aguan mucho, y hasta el vino
de puro aguado revienta.
TARIFE:
Dinos claro si ha venido,
si no quieres que con esta
daga te dé dos mil muertes.
MOSQUETE:
¡Qué barata fue la feria!
¿Dónde las compró, señor?
Guárdelas usted y crea
que las habrá menester
cuando tenga alguna suegra;
no me dé ninguna a mí,
que bien diré lo que sepa,
porque nunca sé callar
cosa que secreto tenga.
Ya dispone mi señor
la jornada con su alteza
y saldrán a recibirle,
porque saben que está cerca.
ATANAEL:
Hoy he de vengarme, amigos,
de las injurias y ofensas
que del cristiano atrevido
en las campañas postreras
recibimos; y en verdad
que estoy tan corrido de ellas,
viendo que tan poca gente
atrevidamente pueda
causar fuga a mis soldados,
que se enmudece la lengua
al pronunciar que acobardan
nuestras azules banderas
sus cruzados estandartes.
Salga, pues, a la defensa
de tantas glorias perdidas
el valor que el pecho encierra.
Hoy hemos de cautivar
la princesa de Bohemia,
y al príncipe don Fortunio
quitar la dicha que espera.
MECOT:
A prevenir vuestra gente
vamos, Tarife, y entiendan
que somos Atlantes firmes
de las africanas fuerzas.
TARIFE:
Señor, nuestros escuadrones
harán las lunas sangrientas
de la sangre de cristianos,
aunque la Fortuna adversa,
enemiga, nos ultraje.
ATANAEL:
No nos niegue el gran profeta
su favor, que con su ayuda
se asegura nuestra empresa.
Toquen las cajas, levanten
lags lunas a las estrellas,
que aunque sean medias lunas
han de llegar a ser llenas,
que aun el sol no está seguro
con la creciente que llevan.
Vanse los moros
MOSQUETE:
Ellos se olvidan de mí
con la algazara que llevan.
¡Cuánto me valió el secreto!
Yo apostaré que me dieran
un millón por lo que dije.
Las carnes todas me tiemblan
de temor, y no sé cómo
me escape por estas breñas,
que temo vuelvan acá
si por desdicha se acuerdan
de las pendencias de marras
y me rompan la cabeza;
échome por estos riscos.
Dios me la depare buena.
Vase.
Salen EUROSIA, ARCISCLO,
CORNELIO y BODOQUE
BODOQUE:
Los caballos van perdidos
de tanto vulgar tropiezo,
pues andan sin herraduras
descalzos, y a lo que veo,
se habrán puesto a religión
y tan mediados en eso,
que con tantas cortesías
como todos van haciendo,
sobre tantas reverencias
quedarán muy reverendos.
CORNELIO:
¡Qué peñascos tan altivos,
qué fragosos Pirineos
son éstos, que en altas cumbres
remontados y soberbios
sus altas cimas ocupan
la media región del viento!
ARCISCLO:
La Naturaleza quiso,
dividir aquestos reinos
con estos montes, Olimpos,
cuyos encumbrados cerros
son vergüenza de los Alpes.
EUROSIA:
Que estoy cansada confieso.
CORNELIO:
¡Qué mucho vengas cansada,
hermana mía, si puedo
asegurar que en mi vida
con tanto desasosiego
me vi, pasando en batallas
las inquietudes que el tiempo
aborrascado ocasiona
con el militar estruendo!
Ni probando al mar sus fuerzas
que alguna vez en el centro
del arrojado Neptuno
y ninfático elemento,
me vi en borrascosas luchas
con tanta inquietud del viento,
que apenas dejó recurso
a la piedad del cielo;
jamás me vi tan cansado
ni derribado mi esfuerzo.
como agora.
BODOQUE:
Algún demonio
nos lleva por estos puertos.
EUROSIA:
Todo por amor de Dios
bien admitirlo podemos,
que el trabajo no es trabajo
si con el divino celo
que los amados de Dios
le llevaron y ofrecieron
le admitimos; que, sin duda,
los trabajos y tormentos
padecidos por mi Dios
son escalas para el cielo.
ARCISCLO:
Tu peregrina virtud
nos da a todos gran consuelo.
Esta tierra es ya de España,
que las noticias que tengo
me aseguran que estos montes
son los altos Pirineos
que en pirámides fragosas
hacen murallas y cercos
dividiendo a España y Francia
con tan singular portento,
que el cielo parece quiso
plantar mojones soberbios
que eternamente publiquen
división de aquestos reinos.
EUROSIA:
¡Qué camino tan extráño
debe ser éste! Sospecho,
según imagina el alma,
que vamos hacia el desierto.
CORNELIO:
Alguna desdicha arguyo
de ver que en algunos pueblos
que acreditan estos montes
de habitables, nunca vemos
persona que les habite,
ni topamos pasajero
que pueda darnos de España
testimonio verdadero.
BODOQUE:
Yo pienso que vamos mal,
y que no voy bien: es cierto
que si mala cena anoche,
peor es hoy el almuerzo.
EUROSIA:
¡Qué alegría tiene el alma,
pues acá dentro en el pecho
me está brindando alborozos,
después acá que los senos
de tantas silvestres grutas
con tan humildes aprecios
me convidan cariciosos
con sus humillados cetros!
ARCISCLO:
¿Esto te alegra, señora,
cuando la corona y cetro
de Aragón to entristecía
según colegí otro tiempo?
EUROSIA:
Tío y señor, no sin causa
de estos montes hago aprecio,
pues de su fragosa estancia
colijo que son los yermos
donde anacoretas santos
sacrificaron al cielo
sus vidas. (¡Cielo divino, (-Aparte-)
amparad mis pensamientos!)
CORNELIO:
El alma toda turbada
me sobresalta en el pecho
después acá que pasamos
la fragosidad del puerto
sin topar persona viva,
con que claramente temo
alguna desdicha enorme,
pues estando a todo atento
veo andar las avecillas
con funesto y triste vuelo
mudando en endechas tristes
sus concertados gorjeos;
cubierto el sol y empañados
sus encendidos reflejos
con que enlutados los aires
hacen fúnebres sus ecos;
con que el corazón desmaya
hasta que, piadoso el cielo,
nos declare dónde vamos.
EUROSIA:
¿De qué te asustas, Cornelio?
¿No estamos ya en Aragón?
CORNELIO:
Es verdad que lo sospecho;
mas queda suspensa el alma
hasta saberlo de cierto.
EUROSIA:
En las manos de mi Dios
anda ya todo el suceso
de nuestra feliz jornada,
de que fin dichoso espero.
ARCISCLO:
Vamos, antes que las sombras
le arrastren capuz al Febo,
y el viento, monstruo de horrores,
sea etíope elemento,
para que llegar podamos
en algunos de estos pueblos
que encierran estas montañas.
EUROSIA:
No nos desampare el cielo.
BODOQUE:
Vamos pues, que los caballos
se están comiendo los frenos,
que piensan ser avestruces
para digerir los hierros.
¡Voto al sol! Si no me engaño
por aquella parte veo
que hacia acá se llega un hombre.
ARCISCLO:
También juzgo yo lo mesmo.
CORNELIO:
Con eso se alegra el alma,
que por su medio sabremos
dónde estamos.
EUROSIA:
(¡Ay de mi! (-Aparte-)
¡Cielo divino! ¿Qué es esto?
¿Qué glorias espera el alma
en lo bronco de estos cerros
que parece que en sus grutas
ha depositado el cielo
el colmo de mi esperanza,
noble gozo del deseo?)
Grita de dentro
MOSQUETE:
¡Laura, señora Leonor!
BODOQUE:
¿Quién diablos es el estruendo
qué alborota aquestos montes?
¿Quién va allá?
MOSQUETE:
En el infierno
deben estar estas hembras,
pues en todo aqueste tiempo
no parecen en el mundo.
BODOQUE:
¿Quién va alla?
Sale MOSQUETE
MOSQUETE:
¡Jesús, Santelmo!
...........................
BODOQUE:
¿No responde?
MOSQUETE:
¿Si son éstos
algunos moros que buscan
que les diga otro secreto?
CORNELIO:
Amigo, escucha.
MOSQUETE:
¿Quién llama?
CORNELIO:
No te apartes, así el cielo
te haga dichoso en cuanto
ha intentado tu deseo.
MOSQUETE:
¿Qué? ¿Querías engañarme
con halagos?
CORNELIO:
No es mi intento
engañar a nadie.
MOSQUETE:
(¿No? (-Aparte-)
Aun me pelen si le creo.
Qué diré si me preguntan?
No sé qué decir; si quiero
escaparme con huír,
me alcanzarán al momento,
porque estoy lleno de callos
con jamás tener silencio.)
BODOQUE:
¿Oye usted, señor hidalgo?
MOSQUETE:
No se acerque, señor perro,
que le tiro con un canto
si se llega.
BODOQUE:
¡Majadero!
CORNELIO:
Calla, Bodoque, no alteres
con amargos desatentos
a quien puede ser la guía
de todos nuestros aclertos.
BODOQUE:
Pues si perro me ha llamado,
¿he de callar?
EUROSIA:
El silencio
es el que logra dichoso
en la prudencia el imperio;
éste es hombre muy sencillo,
de aquéllos en quien el tiempo
de la inocencia guardó
para varios escarmientos
de la vanidad del mundo,
pues viviendo en estos cerros
viven siempre muy gustosos
sin los muchos devaneos
que en la villa y ciudades
a muchos les vuelven necios.
Habladle con humildad
y sabréis sus pensamientos.
CORNELIO:
Llégate, amigo, no temas.
MOSQUETE:
¿Sois cristianos?
BODOQUE:
Y muy buenos,
de los mejores del mundo,
flamantes, lindos y nuevos.
MOSQUETE:
Yo no me fío en cristianos
que no son cristianos viejos.
ARCISCLO:
Por amor de Dios, amigo,
si lo merece mi ruego,
no te vayas.
MOSQUETE:
¡Para el puto
que no tuviera escarmiento,
de haber topado otras veces
quien me ha dado pan de perro!
EUROSIA:
Escucha, noble cristiano,
y no extrañes el concepto
de llamarte noble amigo,
porque quien en todo tiempo
de padres cristianos nace,
es noble de nacimiento.
MOSQUETE:
Es verdad, voto a mi sayo,
y por eso, yo acá dentro
me sentía siempre un rey,
o algún marqués por lo menos.
(¡Vive Dios que es muy hermosa (-Aparte-)
esta dama! Ya estoy cierto
que no son moros. Si acaso
me cogiera en tal concepto
que de mí se enamorase,
por Dios me casara luego
con ella, a pesar de Laura.
Pero preguntarle quiero.)
¿Habéisme visto a Leonor?
EUROSIA:
Por quien preguntas no entiendo.
MOSQUETE:
Una mujer de los diablos.
BODOQUE:
¡Han visto tal embeleco!
¿Los diablos tienen mujer?
MOSQUETE:
¿Eso dudas? Pues yo entiendo
que tienen tantas, que aina
verás del primer empeño
que sacan a puntillazos
a los diablos del infierno.
EUROSIA:
Dinos, ¿En qué tierra estamos,
qué rey gobierna estos reinos
y cómo tan despoblados
tiene todos estos pueblos?
MOSQUETE:
Si me aseguráis la vida
diré todo lo que siento,
que, aunque no parecéis moros,
presto podéis parecerlo.
CORNELIO:
De mi parte te aseguro,
y por todos lo prometo,
no sólo nunca ofenderte;
pero el agradecimiento
debido a merced tan grande.
MOSQUETE:
Si me habéis de agradecerlo,
no sea en algunos palos.
EUROSIA:
Esta sortija es lo menos
que te puede dar mi amor.
MOSQUETE:
Ahora bien. Yo me acerco
y con aquesta sortija
estoy loco de contento.
Ya parece que estas cosas
van oliendo a casamiento.
EUROSIA:
Sácanos de nuestras dudas,
que, por mi Dios, te lo ruego.
MOSQUETE:
Decid primero quién sois.
CORNELIO:
Somos amigos bohemios.
MOSQUETE:
¡Ta, ta, ta! Ya los conozco,
por la fama, desde lejos.
CORNELIO:
Ésta es mi hermana y el sol
en cuyo lucido espejo,
se mira toda Bohemia.
MOSQUETE:
Agora bien, yo doy en ello;
¿qué mucho me calentare?
Por Dios que sale a mal tiempo,
y plegue a Dios no se eclipse
antes de salir San Pedro.
EUROSIA:
¿Qué te alteró?
MOSQUETE:
Grande mal.
EUROSIA:
Dilo al punto.
MOSQUETE:
No me atrevo.
¡Gran desdicha!
EUROSIA:
No dilates
declarar tu sentimiento.
MOSQUETE:
¡Ay, señora! El moro lleva
con rigor a sangre y fuego
los pueblos de estas montañas,
que lo restante del reino
todo es suyo.
EUROSIA:
No respondes
todo lo que te he propuesto.
MOSQUETE:
Éste es, señora, Aragón,
con cuyo cristiano cetro
el príncipe don Fortunio
te esperaba, y aun entiendo
que te sale a recibir,
por considerar el riesgo
que corres; mas,no sabrá
que pasaste ya los puertos,
porque, a saberlo, sin duda
que fuera más pronto en ello.
ARCISCLO:
¡Gran desdicha!
BODOQUE:
¡Para el puto
que pase de aqueste puesto!
CORNELIO:
Ya van saliendo verdades
las que iba el alma temiendo.
EUROSIA:
Nó témáis, tío y hermano,
fïad del amor inmenso
de aquel soberano Dios,
que, ajustando nuestro intento
con su voluntad, no hay duda,
guïará, fanal excelso,
la nave de nuestra vida
a tomar seguro puerto
donde las mejores dichas
nos quiera franquear el cielo.
BODOQUE:
Vuelta, rienda, que esto es malo;
huyamos aqueste riesgo.
CORNELIO:
¿Tiene mucha gente el rey
para resistirse?
MOSQUETE:
Cierto
que faltando, yo presumo
que ande todo por el suelo,
que el moro tiene diez mil
y mi rey aun no diez cientos.
CORNELIO:
Con tanta desigualdad
seguro está el vencimiento
por los moros. ¡Qué desdicha!
ARCISCLO:
¡Cielo divino! ¿Qué es esto?
¿Y andan moros por aquí?
MOSQUETE:
No pienso que están muy lejos,
que, prevenidos, aguardan
cogeros en cautiverio.
BODOQUE:
Volvamos atrás, señores,
hasta que en la Francia entremos,
que podremos esperar.
ARCISCLO:
¿Qué te parece, Cornelio?
CORNELIO:
Tío y señor, gran desdicha
estoy mirando y temiendo.
ARCISCLO:
Volver atrás es cordura.
CORNELIO:
No parece mal intento.
BODOQUE:
No hay sujeto como yo
para dar un buen consejo.
EUROSIA:
¿Qué es volver, tío y señor?
¿Adónde, hermano Cornelio?
Después de tantas fatigas,
¿volver a pasar los puertos?
Si el temor os acobarda,
¿no tiene el sagrado centro
de estas ásperas montañas
naturales pavimentos
en cuyas silvestres grutas
sin tanta inquietud podemos
esperar las ocasiones
en que con menores riesgos
podamos pasar al colmo
más feliz de nuestro intento?
(Ésta es la que solicito (-Aparte-)
y la que ha guardado el cielo
para más dichosos fines
ocultos en sus secretos.)
MOSQUETE:
En este monte podéis
esperar un poco tiempo
subiendo por esta falda
hasta llegar a unos huecos
cubiertos de firmes rocas,
que yo voy por estos cerros,
si acaso puedo escurrirme,
a dar al príncipe luego,
si los moros no me zampan,
noticias de este suceso.
Vase MOSQUETE
EUROSIA:
Vamos luego, porque importa,
antes que el pagano adverso
nos descubra.
CORNELIO:
Ya podrás
subir, hermana, al excelso
pirámide, señalado
para nuestro albergue.
EUROSIA:
Creo
que la divina bondad
de mi Dios me dará esfuerzo
para llegar a la cumbre,
donde consagrar espero
mi vida a mi dulce Esposo,
dulce fin de mis deseos.
BODOQUE:
Y los caballos, ¿qué harán?
ARCISCLO:
Eso viene a ser lo menos.
Vamos, pues, que yo confío
que nos ha de dar el cielo
entre tantas inquietudes
el más divino consuelo.
CORNELIO:
Las tristezas que hasta aquí
en alegrías convierto,
pues me dice el corazón
acá dentro de mi pecho
que tendrá nuestra jornada
felicísimo suceso.
EUROSIA:
Llevando la fe de Cristo
por blanco de nuestro intento,
¿qué moro nos acobarda?
ARCISCLO:
Sobrina mía, el consuelo
que más alboroza el alma
es verte con tanto esfuerzo,
de la fe de Cristo Atlante,
que con esto nada temo.
CORNELIO:
¿Qué glorias puedo esperar
quedando séguro y cierto
de tu constancia, más vivas
que las que dichoso espero,
si en estas silvestres grutas
por la fe de Cristo muero?
EUROSIA:
Dichosa yo que he llegado;
mil veces dichosa puedo
llamarme, pues que llegué
al colmo de mi deseo
y acompañada de dos
columnas del sacro templo
de aquel Salomón divino,
con cuyo arrimo bien puedo
asegurarme constante
en el más divino empleo,
hecha víctima dichosa
de mi esposo y de mi dueño.
BODOQUE:
No voy muy de buena gana,
porque me presumo y temo
que daremos en las llamas
pensando salir del fuego.
Vanse.
Hablan dentro
ATANAEL:
Cercad todos esos montes,
que los caballos que tascan
esos prados pronostican
que tenemos ya la caza
en sus senos escondida. Salen los MOROS
MECOT:
He de abrasar la montaña
si no topare en sus grutas
lo que mi valor contrasta.
TARIFE:
Subamos aquesta cuesta,
que, por huír su desgracia,
sin duda se habrán subido
hasta la cumbre más alta;
pero no se han de escapar
si la vida no me falta.
MECOT:
¡Qué penosa es esta cuesta!
ATANAEL:
Prosigue: el paso adelanta
a esos riscos a quien ciñe
tanto plumaje de plata
de este arroyo, que es espejo
de tan excelsa montaña,
que el corazón adivina
que en habitación opaca
es toldo propicio a quien
buscan con furor mis ansias.
TARIFE:
No ha de escaparse persona
que siga la ley cristiana
de mi cuchillo arrogante.
MECOT:
Aunque toda esta montaña,
como de plantas vestida,
de gente fuera poblada,
temblara de ver desnuda
esta corva cimitarra.
ATANAEL:
De vuestro valor confío
que, a la mayor repugnancia,
daréis muestra de quien sois.
Hoy daréis nombre a la fama
con la dicha que esperamos,
que aquestas tiernas pisadas
me aseguran que han pasado
a ocultarse en la montaña
los dueños de los caballos
que están del monte a la falda.
MECOT:
Ya parece que los tengo
hechos treinta mil migajas.
TARIFE:
Detente, el paso reporta,
que en aquella cueva opaca
se suena rumor de gente.
ATANAEL:
Ea, pues, moros, al arma,
no quede persona viva
si fuere gente cristiana;
pero advertid que si fuese
[esa] hermosa bohemiana
que buscamos, no le deis
la muerte. Corren una cortina y se ve dentro a los cristianos
TARIFE:
¡Qué grande caza!
Nueve tenemos aquí.
¡Rendid, villanos, las armas!
MECOT:
¿Qué gente sois? Advertid
que mi capitán os manda
que dejéis la fe de Cristo.
CORNELIO:
Eso no; antes la espada
misma que ya te rendí,
abra, moro, en mis entrañas
puerta, por que el corazón
misteriosamente salga
a dar gracias a mi Dios
de la vida que le aguarda.
TARIFE:
¿Cómo esperas tener vida
si la muerte te amenaza
sólo por seguir a Cristo?
CORNELIO:
¡Oh, bárbaro, qué ignorancia
te ocupa el pecho! ¿No sabes
que el morir por Cristo es larga
vida con que el justo vive
en la bienaventuranza?
BODOQUE:
¿Por dónde podré escurrirme?
¡Que no tenga puerta falsa
esta casa de peñascos,
ni resquicios, ni ventanas!
ARCISCLO:
Valor, amigos, que es hora
de dar ya sacrificadas
las vidas a nuestro Dios.
TODOS:
Nunca el corazón desmaya
para tan divina empresa;
reciba Dios nuestras almas.
MECOT:
Pues morid, fieros cristianos,
y mi cuchilla esforzada
sea instrumento a quien
de Mahoma la fe santa
deba aplausos contra injurias
de la cristiana canalla. Entran y corren la cortina
ATANAEL:
Advertid. Si entre estos mismos
está aquella hermosa dama
que es princesa de Bohemia,
sacaréisla acá, que el alma
se promete reducirla
a la secta mahometana.
Traen a EUROSIA
MECOT:
Ya quedan todos tendidos
en la tierra, cuyas ansias
publican en tristes quejas
el rigor de mi arrogancia.
TARIFE:
Esta sola es la que Alá
con algún misterio guarda
para esposa de mi rey.
EUROSIA:
(¡Divino Sol de mi alma, (-Aparte-)
alumbradme en claros giros,
no malogre la esperanza
que tuve de ser dichosa!)
ATANAEL:
Lucero hermoso del alba,
¿eres la princesa acaso
de Bohemia, cuya fama
extendida por el orbe
hizo publicar tus gracias?
EUROSIA:
Yo soy Eurosia y bohemia,
la mujer más desdichada
que tiene el mundo. (¿Si acaso (-Aparte-)
la corona me dilatas
del martirio, Virgen pura?)
ATANAEL:
Dichosa serás si esmaltas
tus ojos, divinos soles,
en la secta mahometana.
EUROSIA:
(¿Qué es esto? Cielos, valedme. (-Aparte-)
¿cómo entre mis camaradas
yo sola quedo con vida?
¿Cómo tanto se dilata
la corona, Esposo mío,
que tengo tan deseada?
ATANAEL:
Si dejas la fe de Cristo
serás, ilustre bohemiana,
la más dichosa mujer
del mundo, pues cuanto bañan
los rayos de Febo y Cintia
verás postrado a tus plantas.
EUROSIA:
Mal conoces mi valor:
¡qué fácilmente te engañas!
(¡Dulce Jesús de mi vida! (-Aparte-)
¿No es hora ya que mi alma
triunfe de los tormentos
que crüeles me amenazan?
ATANAEL:
Resuélvete a lo que digo.
EUROSIA:
Tu porfía es excusada.
ATANAEL:
Olvida a Fortún Garcés,
que, con Abén Lop casada,
podrás feliz coronarte
por Reina de toda España.
EUROSIA:
Nada estimo tus promesas,
que más noble Esposo aguarda
mi corazón. No dilates
con esa tirana espada
hacer lo mismo que hicieron
tus villanos camaradas
en los que, aunque yertos, viven
en la bienaventuranza.
ATANAEL:
Quitadla de mi presencia,
y en esa cumbre más alta,
con la crueldad posible,
tomad en ella venganza
de la ofensa que a mis dioses
hace aquesta vil cristiana.
TARIFE:
Vamos, pues.
EUROSIA:
Cielo divino,
doy las muy debidas gracias
a tanto favor; no olvides,
ángel santo de mi guarda,
esta feminil criatura
que tienes encomendada. Baja un ÁNGEL de lo alto y caen los MOROS en tierra
ÁNGEL:
¿En qué quieres mi asistencia,
Eurosia, divina esposa
de Jesús?
EUROSIA:
A tu clemencia
postro toda mi obediencia
para ser la más dichosa.
ÁNGEL:
¿Qué pasión más te atormenta
en tan riguroso trance?
EUROSIA:
La grave sed que avarienta
quitarme la vida intenta
antes que el martirio alcance.
ÁNGEL:
Con esta vara excelente,
en esta montaña amena
sacarás luego una fuente
cristalina y aparente
con que aliviarás tu pena.
Toma la vara y darás
con ella en la tierra dura,
y a los tres golpes verás
que raudales sacarás
que coronen esta altura.
EUROSIA:
Ángel mío soberano,
¿qué favor tan singular
me quieres comunicar?
No merezco que esa mano
me dé tanto que estimar;
que padezca sed se ve
pues lo pinta mi dolor,
pero tambien mi Criador
la padeció; pues ¿por qué
no la ha de sufrir mi amor?
Por que aumente mi dolor
la tierra tengo de herir
y la fuente ha de salir;
mas a su vista mi amor
esta sed ha de sufrir.
ÁNGEL:
No sólo en aquesta sierra
tu Esposo merced te fragua,
mas en cuanto el mundo encierra
tendrás dominio en el agua
para que riegue la tierra.
EUROSIA:
Para el martirio, el valor
de mi pecho no se aparte.
ÁNGEL:
Ya te asegura mi amor
estar siempre de tu parte. Súbese el ÁNGEL
EUROSIA:
Dios te conserve en su amor.
Tierra, al Criador sabéis
que el respeto obedencial
os toca; si no tenéis
agua ni os es natural,
sacad, que sudar podéis. Da los tres golpes con la vara en tierra y sale agua
¡Qué milagro prodigioso!
¡Que merezca, Esposo mío,
dulce Dueño, amado Esposo,
tanto favor! Fervoroso
os da gracias mi albedrío.
¡Qué hermosa fuente salió!
Vuelven en sí los MOROS
ATANAEL:
¿Qué turbación es aquésta?
TARIFE:
Un resplandor me cegó
bajando por esta cuesta
que el aliento me quitó.
MECOT:
Sin duda Mahoma ha enviado
algún garzón de su casa
y a esforzarnos ha bajado,
aunque nuestra suerte escasa
nos haya puesto en cuidado.
ATANAEL:
Al instante dad la muerte
a esa cristiana atrevida,
antes que otro amago fuerte
nos dé Mahoma de suerte
que nos deje aquí sin vida.
TARIFE:
Para que más gusto demos
a nuestro profeta santo,
¿qué castigo le daremos?
MECOT:
La cabeza le cortemos.
EUROSIA:
(¡Qué alborozo, cielo santo! (-Aparte-)
¡Qué alegría tengo en mí
con la sentencia que oí!
ATANAEL:
Atormentadla a porrazos,
cortarle piernas y brazos,
y en estando puesta así,
yo mismo, con mi destreza,
le quitaré la cabeza.
MECOT:
Vamos, vamos.
EUROSIA:
Ya te sigo.
¡Dulce Jesús, id conmigo!
TARIFE:
¡Por Alá que es linda pieza!
ATANAEL:
Esto digo por si acaso
la reducirá el temor.
No ames tanto tu dolor,
Eurosia, por ti me abraso;
convierte a mi ley tu amor.
EUROSIA:
Desengáñate, inhumano,
que no tengo de dejar
a mi Esposo singular
por tu mala fe. Tirano,
¿qué pretendes conquistar?
ATANAEL:
Convertirte si es posible
a mi ley.
EUROSIA:
Vas engañado
con esta fe tan horrible.
ATANAEL:
Ya me tienes apurado
con esa fiema insufrible.
EUROSIA:
Dulce Jesús de mi vida,
¿qué es del día tan dichoso
que ganándoos para esposo
he de hacer yo mi partida?
ATANAEL:
Ya estoy contigo furioso.
TARIFE:
Paréceme que no acierta
en matarla o estoy loco.
MECOT:
Yo rabio por verla muerta.
ATANAEL:
Llévala, que poco a poco
podrá ser que se convierta.
Vanse y llevan a EUROSIA.
Salen MOSQUETE y LAURA
MOSQUETE:
Laura mía, ¡que te veo!
¿Eres Laura o eres diablo?
¡Sí, por vida de San Pablo,
que te veo y no lo creo!
LAURA:
¡Qué bien se ve lo que estimas
mi fino amor, bodeguero!
MOSQUETE:
¿De cuándo acá a tabernero
mi noble oficio sublimas?
LAURA:
¿Qué oficio tienes, Mosquete,
que logra tan noble fama?
MOSQUETE:
Guardacarne de tu ama,
y de mi amo alcahuete.
LAURA:
¿Cómo nos fuiste a dejar
solas en el campo, aleve?
MOSQUETE:
¿Cómo? Como quien se atreve,
os dejé y me fui a pillar.
LAURA:
Yo con mi ama Leonor
me volví luego al instante.
MOSQUETE:
¿No os cogieron?
LAURA:
Es constante.
MOSQUETE:
¿Qué es del conde mi señor?
LAURA:
Con el príncipe quedó
y creo que viene allí.
MOSQUETE:
Hoy gano albricias aquí.
LAURA:
¿De qué?
MOSQUETE:
Ya me lo sé yo.
Salen el PRÍNCIPE, el CONDE y LEONOR
CONDE:
La gente está prevenida;
dispóngase la jornada,
señor, al punto, que es cierto
hay peligro en la tardanza.
PRÍNCIPE:
¿Qué número de soldados
es el que nos acompaña?
CONDE:
Cuatrocientos montañeses
tan esforzados que bastan
a conquistar medio mundo.
PRÍNCIPE:
¿Y están vestidos de gala?
Notable victoria ha sido.
CONDE:
Victoria ha sido extremada.
PRÍNCIPE:
A ti, valiente Leonor,
se debe.
LEONOR:
Y a todas cuantas
vistieron esta librea;
que la Virgen soberana
en una de su familia
me dio la moda bizarra.
Ésta fue Eurosia; que vive
en la celestial morada,
cuya cuchilla arrogante,
por quien fue martirizada,
nos dio tan grande victoria
por timbre de nuestras armas.
PRÍNCIPE:
Por tanto favor del cielo
a María sacrosanta
prometo un templo devoto
con invocación sagrada
de Virgen de la Victoria;
y por seguir las pisadas
de la que amé por esposa
hasta la celeste patria,
en el convento de Leire
daré fin a mi esperanza.
CONDE:
Aquesta ciudad ilustre
dará a María las gracias,
el primer viernes de mayo
de merced tan señalada
todos los años; y a Eurosia
tendrá la ciudad de Jaca
por su ínclita patrona.
LEONOR:
Estos moros a las plantas
de vuestra alteza rendidos
postran toda su arrogancia.
CONDE:
Y también de cuatro reyes
las cabezas coronadas.
Sale MOSQUETE con una bandera vieja
MOSQUETE:
Y también esta bandera
que quité a bofetadas
a veinte moros ya muertos
a pellizcos y a patadas.
PRÍNCIPE:
Con tan insignes trofeos
entronizan la cruz blanca
de tantos moros vencidos
las banderas y las lanzas
añadiendo estas cabezas
al escudo de sus armas.
MOSQUETE:
Con esto, señores míos,
ya parece cosa honrada
que ponga fin a su historia
la joya de las montañas.