La lepra catalanista

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​La lepra catalanista​ de Anónimo
Nota: «La lepra catalanista» (13 de junio de 1907) El Pueblo Año XV. n.º 5.480.
La lepra catalanista
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 El periódico en donde se esconden todos los cobardes irresponsables, injuriadores de la mujer y sicalípticos para el hombre, publica ayer una defensa de los catalanistas, de los enemigos de la agricultura valenciana, de la burguesía separatista barcelonesa, frailuna, vetusta, partidaria de la independencia del famoso Principado, piojoso y sanguinario, que dejó marcadas en la historia las huellas de una ferocidad fenicia, bárbara, horripilante.
 Un castrado, un jovenzuelo esteta que presume de ácrata por la longitud de los cabellos y la dislocación de sus sesos, afirma sentenciosamente, asnalmente, que los catalanistas vendrán y que los republicanos correremos ante el formidable poder de las cuatro barras y la furia del puntapié sorianista. Y los que semejantes risibles bellaquerías escriben se llaman valencianos, defensores de los intereses de la ciudad, de su grandeza y de su porvernir.
 Esos imbéciles son los que desde hace cuatro años amparan toda abyección y cometen toda infamia é inventan toda injuria y emplean toda arma, por villana y rufianesca que sea con tal de que hiera al enemigo, sin respetar lo más venerando y augusto del hogar. ¡Buenos defensores se ha dado en Valencia el catalanismo! ¡Increible parece que un periódico comoLa Publicidad, de Barcelona, se haya cruzado de brazos en este asunto de la expedición catalanista á Valencia y no haya advertido cariñosamente lo innecesario de esa cruzada que puede proporcionar un día de luto a la ciudad! ¡Increíble parece que los ultrajados y escarnecidos de manera tan baja y miserable por un histrión imbécil, con alma de borracho, se amparen de él serilmente deshonrando una causa con sólo entregar su defensa á quien con honras de mujer hizo pingajos para su estandarte! ¡En este ppaís hay eclipse... de pantalones!
 Valencia toda está orientada ya, conoce profundamente qué clase de patriotismo es el que exhibe Soriano, que en esto del amor á Valencia, imita sencillamente á los chulos de lupanar, que aman á la dueña por lo que les da.
 Los adoradores de Soriano, y suponemos que elmismo Soriano á la cabeza (porque si para es día no viene será un villano cobarde), son los que nos traen á los catalanistas, á los héroes de la nueva reconquista, á los descubridores de esta umbría selva, paraje de emplumados y bronceados indios queno han sabido libertarse é impetran el favor del Principado para su manumisión.
 ¡Qué estupendo! Valencia, que puede ser la escuela, el templo de las libertades españolas, en donde tantos años hace que el régimen, del que no abominan los catalanistas, se ha quedado casi sin representación municipal, en un Ayuntamiento compuesto de 49 concejales; Valencia, que reorganizó quizás, ó reanimó, cuando menos, el republicanismo de toda España, y desde hace quince años, trabaja con febril actividad por su porvenir, por su prosperidad, divorciada de las instituciones, revolucionaria, dentro y fuera de la capital, transformada con asombro de las clase conservadoras, á las que hemos suplantado para nuestras por nuestras iniciativas y nuestra actividad; Valencia, que ha sido la Cenicienta del Mediterráneo, en cuyo puerto impera la más honda miseria, por culpa de Barcelona, que lo absorbe todo, que es el verdugo de Levante, que quiere convertir toda España en huevo para tragarse hasta la cáscara, que envía á nuestra ciudad sus productos libremente, sin que sufran ningún impuesto á su entrada,y en cambio la pasa, la naranja y las legumbres valencianas pagan un enorme tributo municipal al entrar en Barcelona; Valencia, cuya agricultura muere por imposición del industrialismo catalán, porque catalanes y vizcainos han conseguido la confección de unos infames aranceles que nos tapian los mercados internacionales para la exportación de nuestra fruta, sometiéndonos á una pérdida anual de más de cien millones de pesetas, que se traduce en hambre y congojas en el campo y languidez en la vida comercial de la ciudad; Valencia, repetimos, que ha sido siempre menospreciada y vejada por Barcelona, desde que nos conquistó un rey clerical, supersticioso y sucio, que aniquiló la civilización árabe en nuestra tierra, científica, tolerante, rica en principios de cultura, poética y soñadora, para sustituirla por una dominaciónsanguinaria é inquisitorial, entregándola al fanatismo de Roma y á las sopas del convento y á la suciedad y á la ignorancia de unos varones muy santos, pero muy brutos; esta Valencia, repetimos, recibirá el 29, fíjense bien los republicanos, los patriotas, los hombres libres, el 29 de junio á los catalanistas, á los que no se atrevieron á solidarizarse cuando se cometieron los crímenes de Montjuich y se unen para destrozar á los republicanos, á quienes no han necesitado su presencia para destruir el caciquismo y emancipar su alma.
 ¿Qué miserable farsa quiere representarse aquí? ¿Se nos hatomado por cobardes, por ignorantes? ¿Quieren los catalanistas jugar con el honor del partido de Unión Republicana dándose en las calles de la ciudad un público abrazo con Soriano, el pierrot deshonrador de mujeres? ¿No comprenden esos señores que su llegada á Valencia con Soriano es un reto, una provocación, una afrenta que ningún republicano que sepa en qué lugar tienen asiento los riñones ha de tolerar sin jugarse en la partida su vida y su libertad si es preciso? ¿Piensan los catalanistas que Valencia es tierra huérfana de voluntad y de caracteres?
 Aun simpatizando con la campaña, con la obra política, republicana, de un amigo entrañable de todos nosotros, del gran propagandistas Alejandro Lerroux, cuyo nombre pasará á la historia como modelo de energía, de cultura, de abnegación, de desinterés, al hacer la crónica del actual republicanismo español; aun siguiendo sus heróicos esfuerzos contoda nuestra simpatía y lamentando dolorosamente su derrota; aun habiendo podido tomar parte en la misma Barcelona en actos que molestasen á los catalanistas, hemos observado siempre una prudente y correcta conducta, procurando no intervenir ni mezclarse siquiera en un problema esencialmente local con el propósito de no envenenar pasiones y no excitar odios.
 ¿Qué ejemplo imitan, pues, los catalanistas al intentar aquí un desembarco unidos al desvergonzado y cínico Soriano? ¿Qué se les ha perdido aquí, si nadie les llama, ni los necesitamos ni son útiles á Valencia? ?A qué involucrarse en asuntos locales, de bandería, intentando con su presencia dar crédito á los más desacreditados y conceder dignidad á quienes la han perdido en el crimen callejero y en la injuria á la mujer?
 Nos dirigimos con ésto á La Publicidad de Barcelona, insultada por Soriano, para que conozca el sentimiento general de los republicanos de esta ciudad. Y aún esperamos que antes de resolver nada en definitiva mediten y se convenzan de que su presencia representaría aquí la de una comparsa sorianista insultadora y provocadora.
 Continuaremos.

NOTAS
  1. Obra anónima: cfr. Anónimo (1907). La lepra catalanista. 'El Pueblo'.
  2. Cucó, Alfons (1999). El valencianisme polític, 1874-1939. Afers. p. 79.