La masacre de la escuela Santa María de Iquique/I

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PRESENTACIÓN


Se cumplen 100 años de la Masacre de la Escuela de Santa María de Iquique, donde fueron asesinados a mansalva miles de trabajadores chilenos, bolivianos y peruanos, mujeres, niños y familias enteras, quienes habían bajado de la Pampa salitrera para exigir simplemente mínimas condiciones laborales y de vida.

El gran capital británico había tomado posesión de la mayor parte de las salitreras y John North impuso no sólo su dominio económico en el norte de Chile, sino también su ley. La historia da cuenta que el gobierno del Presidente Pedro Montt ofrece—cuando era inminente la llegada de miles de obreros pampinos a Iquique-a la empresa británica pagar la mitad del aumento de los salarios pedidos por los huelguistas. La respuesta fue lapidaria: «no es un tema de platas, es un tema de principios, de autoridad y la autoridad debe ser repuesta».

Así lo hicieron las autoridades de la época. Fue el mismo criterio impuesto y defendido por el General Roberto Silva Renard, quién dio la orden de disparar sobre la multitud, sin importar si los huelguistas constituían o no una amenaza; el hecho es que no podían asomarse a la historia, no tenían derecho a manifestarse, sus reivindicaciones eran a priori considerados como ilegítimas.
Este hecho sangriento marca el inicio del segundo siglo independiente de Chile y avizora decenios que son, a la vez, de consolidación de la República y de grandes luchas sociales, en las que no estuvo ausente la violencia y la represión. El centenario de la República habría de estar caracrterizado por un solo tema, expuesto desde las más diversas perspectivas intelectuales y académicas, políticas y sociales: la «crisis moral» como característica central de la decadencia oligárquica y de la emergencia de la llamada «cuestión social». Todo ello quedó bien expresado y sintetizado en la Masacre de Santa María de Iquique.

Pese al prolongado silencio que encubrió por muchos años la historia de la Masacre de Santa María de Iquique, Chile ya no fue el mismo después de este hecho. Por la magnitud de este acontecimiento y la necesidad de repensar nuestra historia, por la exigencia de descorrer el velo y transparentar la forma como se vivió esta Masacre en el debate, la reflexión y la fiscalización de la Cámara de Diputados de la época pero, esencialmente, como forma de rendir un póstumo homenaje a los miles de seres anónimos caídos en esta lucha social, es que decidimos a fines del año pasado encargar a un grupo de destacados investigadores y cientistas sociales de nuestra Biblioteca del Congreso Nacional, la preparación de este libro «La Masacre de la Escuela de Santa María de Iquique. Mirada histórica desde la Cámara de Diputados», que aparece justamente un año después, a pocos días de conmemorarse los 100 años de estos trágicos acontecimientos.

Por otro lado, este libro también inaugura la colección de publicaciones de la Biblioteca del Congreso Nacional, que es la expresión viva del compromiso del Parlamento con la reflexión sobre el futuro del país y de su gente.

Como consignan las actas parlamentarias, la misma tarde de la Masacre de Iquique, el diputado por Concepción, Fernando Baquedano, enviaba un oficio al Ministro del Interior Rafael Sotomayor exigiendo toda la información de los hechos e invitaba a la Cámara a legislar sobre las condiciones de trabajo y las relaciones con los patrones en las salitreras.

Sólo días después, el diputado por Valparaíso, Bonifacio Veas, interpelaba al Ministro del Interior presente en la sala «¿Por qué se han cometido estos asesinatos? Porque los obreros piden que se les haga mas llevadera la existencia, que no se les robe su trabajo, que no se les pague con fichas, que no se les obligue a comprarlo todo en las pulperías de las oficinas, que se cierren los cachuchos». En tanto que el Diputado por Curicó, Arturo Alessandri Palma, decía que «en medio minuto se dispararon mas de cinco mil tiros sobre una masa de ciudadanos que estaba ejerciendo un derecho que garantiza la Constitución: el derecho a pedir aumento de salarios y mejores condiciones para la vida».

Así se expresó el repudio que suscitó en el aula parlamentaria lo que el diputado Malaquías Concha llamaría «una masacre injustificada, irracional, en defensa de intereses extranjeros».

La historia parlamentaria da cuenta también de los argumentos de quienes desde el gobierno del Presidente Pedro Montt, y en el seno de la Cámara de Diputados, justificaron estos crímenes.

La Cámara de Diputados estuvo presente en el debate político y la fiscalización de estos crímenes desde el primer momento y nos ha parecido imprescindible que, al conmemorarse un siglo de este trágico acontecimiento, la Cámara vuelva a participar de esta reflexión que, seguramente, despertará el interés en todo Chile a nivel científico, académico, social y de la creación artística, como una forma de no olvidar la memoria histórica sobre la cual se ha construido nuestro país.

Este luctuoso acontecimiento plantea, además, una serie de responsabilidades que debemos asumir como Cámara, que es la expresión constitucional de nuestro papel como agente fiscalizador. Así, estamos obligados-—y hace 100 años también lo estábamos, por la vía de la interpelación al jefe político del gobierno de la época-—a desentrañar las responsabilidades últimas que le competen a quienes participaron en acontecimientos de esta gravísima magnitud.

No existe la opción de desentenderse de tan trágico hecho, ni siquiera transcurridos 100 años. Es por ello que este libro refuerza el compromiso ético de la Cámara con la justicia, la memoria histórica y el respeto a los derechos humanos de todos y cada uno de quienes conforman la sociedad chilena.

El libro busca rescatar y divulgar algunos extractos de las intervenciones de diputados en las sesiones que se llevaron a cabo en el Parlamento con posterioridad a esta matanza. Lo hacemos con el mayor rigor histórico, con el fin de hacer público cómo, en su momento, este mandato fiscalizador de la Cámara fue asumido por algunos de nuestros colegas hace 100 años, así como, también, es elocuente el silencio que se extendió en gran parte de los representantes.

Este trabajo representa para la Cámara, y para nosotros como diputados de la República, un rescate de las fuentes propias del parlamento, como son los boletines de sesiones, testimonios documentales en que se encuentra registrada la vida política del país, el intercambio y debate de ideas y, en buenas cuentas, la necesidad de identificar los grandes temas de la nación, tratados por tribunos muchas veces elocuentes, algunas veces acaloradamente incisivos, pero siempre con respeto cívico.

En la misma línea antes reseñada, este libro también representa una ventana para la Cámara, pues en uno de sus capítulos se analiza la historia de las iniciativas legales en materia de derechos de los trabajadores. Queda así en evidencia cómo, progresivamente, se fue instalando en el Parlamento una real preocupación por los sectores más desposeídos, que marca, al mismo tiempo, el arribo de la «cuestión social» a Chile, que se expresará en una reorganización del sistema de partidos políticos y sus alianzas durante el siglo XX.

Es compromiso de la Cámara y de todas las instituciones republicanas de nuestro país, que hechos como los narrados en las páginas de este libro no se repitan. Es el «nunca más» de todos los que compartimos y atesoramos el valor de la democracia; es la férrea defensa de que hechos como éstos no vuelvan a hacerse realidad en nuestra historia, que prime el diálogo antes que la violencia, que todas las sensibilidades y visiones tengan cabida en nuestro país, que los puntos de vista diferentes no vuelvan a ser acallados con fusiles como hace 100 años.

La Cámara de Diputados fue una de las primeras instancias institucionales que dio cuenta del cambio en la composición social de Chile desde fines del siglo XIX, lo que se expresa, progresivamente, en la apertura-—a esa fecha aún modesta-—del sistema político chileno a los sectores populares. Al mismo tiempo, en sentido contrario, también es en el Parlamento donde mejor quedan graficadas las profundas divisiones por las que atravesaba el país ante los cambios sociales, económicos, políticos y culturales que ya se insinuaban.

Es por ello que la Masacre de Santa María de Iquique hay que entenderla como el entrecruzamiento de dos mundos: uno, el del Chile estatal que enfrenta como nación una guerra –según el historiador Mario Góngora, Chile se forjó en el siglo XIX desde el estado y desde la guerra-, junto con la llegada de grandes intereses económicos extranjeros en la minería, que dominarían zonas enteras del norte de Chile, que implementa industrias e inversiones públicas a gran escala, y que se integra al comercio mundial, y, por otro lado, el Chile de la hacienda, autoritario, estamental y con nula movilidad social, de subvaloración del trabajador y el trabajo, rentista y superfluo. Este choque, y los conflictos que de allí surgieron, marcaron la distancia irreconciliable que progresivamente se fue apoderando de la política chilena, en que, en vez del legítimo debate en el plano de las ideas, sobre la base de la tolerancia y el respeto mutuo, se asentó la negación de la legitimidad del otro, dando lugar a niveles crecientes de polarización.

Pero estos acontecimientos de movilización social obrera no fueron particulares de nuestro país, sino que se dieron en diversas partes de Latinoamérica y en otras regiones del mundo en desarrollo y desarrollado. Las más de las veces la reacción desde el Estado y de las elites fue el acallarlo por medio de la violencia, en otras, se sentaron sendos pactos sociales que permitieron a naciones—como por ejemplo, del norte de Europa— dar un salto al desarrollo por medio de Estados de bienestar, que redujeron drásticamente las desigualdades sociales.

Como corolario, habría que recordar la frase del gran poeta y filósofo español George Santayana: «Los pueblos que ignoran su historia están condenados a repetir sus errores». Queremos que este libro sea un aporte abierto justamente al examen crítico de nuestra propia historia.


Patricio Walker P.
Presidente de la
Cámara de Diputados

Antonio Leal L.
Ex Presidente
Cámara de Diputados