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La mayor victoria/Acto I

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Elenco
La mayor victoria
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto I

Acto I

Salen ELENA, FLORA y CASANDRA.
ELENA

  Yo nunca supe de amor.

FLORA

Sus leyes tengo por vanas.

CASANDRA

De suerte que en tres hermanas
vino a dar en la menor.

ELENA

  Deben de fundarse en ti.

CASANDRA

  Yo no he tenido por dicha
amor, puesto que lo soy,
antes la culpa le doy
deste amor a mi desdicha.
  Con solo sentir ausencia
retirada en esta quinta,
si bien tan poco distinta
de la ciudad de Florencia.

ELENA

  Los celos de nuestro padre,
Casandra, dan ocasión
a su cuidado, en razón
justa de faltarnos madre.
  Entró en Florencia el famoso
Otón, a quien nombre dan
de emperador alemán;
su ejército vitorioso
  se aloja por la Toscana;
sus gallardos capitanes
en Florencia más galanes
que de guerra y pienso, hermana,
  que el retirarnos acá
es asegurar su honor.

CASANDRA

Mal lo pasará mi amor,
si a Otavio detiene allá.

FLORA

  Bien puede venir Otavio
a verte, pues está ausente
nuestro padre.

CASANDRA

Si la gente
de Otón no hace a nadie agravio,
  si viene como señor,
aunque con soldados viene,
si nombre de dueño tiene,
y no de conquistador,
  ¿qué teme Pompeyo?

(Salen FINEO y FABIA, criados.)
FINEO

¿Puedo
llegar?

FLORA

Seguro podrás.

FINEO

La licencia que me das,
Fabia me ha quitado el miedo.

FABIA

  Eres tú muy temeroso.

FINEO

Señoras, el cielo os guarde.

CASANDRA

Fineo.

FINEO

¿Podrá un cobarde
ser para hablar animoso?

CASANDRA

  Seguro estás, llega.

FINEO

Llego.

CASANDRA

¿Tráesme papel?

FINEO

Papel vivo,
a Otavio.

(Entra OTAVIO.)
OTAVIO

Mejor te escribo
mi amor, mi pena, mi fuego
  con la lengua, aunque turbada,
que con la pluma.

CASANDRA

Aquí están
mis hermanas.

OTAVIO

No tendrán
mi voluntad por culpada.
  Que puesto que son estrellas,
bien puede haberme cegado
el sol, pues no he reparado,
hermosa señora, en ellas.
  A las dos pido perdón,
y como Paris troyano
no fuera jüez villano
de tan igual perfección.
  Dividiera el premio en tres,
a Minerva diérale uno
por la guerra, el otro a Juno
por la riqueza, y después
  a Venus diera el tercero
por diosa de la hermosura.

ELENA

Por buen estilo procura
Otavio darle el primero,
  más Casandra lo merece,
y merece vuestro amor.

FLORA

Justamente a su valor
el primero premio ofrece.

CASANDRA

  Dejad agora el burlalla,
para que Otavio nos diga
qué hay de Florencia.

OTAVIO

Si obliga
la patria por madre, a honralla,
  oíd la entrada de Otón
en Florencia, aunque sucinta.

CASANDRA

No está mi padre en la quinta,
hablad, pues hay ocasión.

OTAVIO

  Coronado del ínclito Gregorio,
de la Iglesia santísimo monarca
por el sacro Romano Consistorio,
que del gran Pescador le dio la barca,
el nuevo Constantino, el nuevo Honorio,
Otón, que con sus águilas abarca,
no Ganímedes, que era humilde robo,
mas todo el peso del terrestre globo.
  Quiso como señor de la Toscana
honrarla con su espléndida presencia,
y dejando la máquina romana,
calificar los muros de Florencia.
Amaneció serena la mañana,
que aun hacer sabe el tiempo diferencia,
y abierta la primera celosía,
huyó la noche y asomose el día.
  De la ciudad más bella, más hermosa,
y más ilustre que en Europa mira
purpúreo Febo, se encendió la honrosa
fama en la luz, que a eternizarle aspira.
Vistiose de la tela más preciosa,
con que la Persia y China desafía,
y las calles distintas en colores,
formaron cuadros de fingidas flores.

OTAVIO

  Pintaros en su entrada las ventanas
con tantas damas de Florencia bellas,
aunque faltaron tales tres hermanas,
no escusa la razón de encarecellas.
Los ojos que a hermosuras alemanas
estaban enseñados, solo en vellas,
como retratos del celeste coro,
olvidaban su nieve, rosas y oro.
  Entró delante la mayor nobleza
de Florencia, con galas que mostraron
de la ciudad la próspera riqueza,
en que de Italia el resto aventajaron.
Confundiose de ver naturaleza
el arte con que tanto la industriaron,
pues pudo confesar en esta parte,
que la ennoblece y perficiona el arte.
  Iban detrás los ricos magistrados,
con las insignias de la paz divina,
haciendo las colores de los grados
honra al honor y vista peregrina:
los dos derechos verdes y encarnados,
amarillo color la medicina,
azul y blanco la sagrada ciencia,
de su celo y candor correspondencia.
  Luego por los metales sonorosos
las desiguales voces concertadas
penetraban los aires espaciosos,
y las cajas belísonas templadas.
Ya puestos en alarde numerosos,
al hombro las cuchillas aceradas,
soldados de la guarda la seguían,
que con plata y azul resplandecían.

OTAVIO

  Después de las insignias militares,
banderas conquistadas y blasones,
por varias tierras, por distintos mares,
políticas y bárbaras regiones,
suspendiendo las voces populares,
en que suelen mostrar los corazones,
el César se mostró, cuya persona
aún era digna de mayor corona.
  No queda el olmo, en que las aves chillan
entrando azor mas suspendido el canto,
ni el son con que los aires se acuchillan,
mansas palomas, si cesó el espanto,
ni el yunque en que los Cíclopes martillan,
cesando el golpe se suspende tanto,
pues del caballo bélico se oían
el son con que a compás el suelo herían.
  Era un frisón castaño corpulento,
tan poblado de clines, que pudiera
llegar donde el bordado paramento,
si las cintas y rizos lugar diera.
Él mismo de sí mismo era instrumento,
las manos y los pies el compás era,
que como la trompeta le alejaba,
tascaba el freno y a su son danzaba.
  El magnánimo Otón es un mancebo
proporcionado, varonil, robusto,
galán, airoso, y a decir me atrevo,
que enseñara grandeza al mismo Augusto.
Coronábale Dafne ingrata a Febo,
él con celos de amor, ella con gusto,
pues presumiendo el sol que a Otón sería,
de las armas y dél más luz salía.
  Estas que a Marte parecieron graves,
mirando en él como vestido estuve,
y en sus ojos pronósticos suaves,
de que Florencia a sus laureles sube.
Llegó a palacio, recibió las llaves
de un ángel, que bajó desde una nube,
diciendo: Al grande Otón Florencia ofrece
lo más que puede y menos que merece.

ELENA

  Si como la relación
entró el César, ¿quién le viera?

FLORA

Pues yo Elena no quisiera
ver más vivamente a Otón.

CASANDRA

  Ruido siento, mi bien,
vete de la quinta luego.

OTAVIO

Nunca el bien tiene sosiego.

CASANDRA

Allá me llevas también.

ELENA

  ¿No iríamos disfrazadas
a Florencia a ver las fiestas?

FLORA

Las voluntades dispuestas
presto se ven concertadas.

ELENA

  En hábito digo yo
de labradoras podremos,
y al césar Otón veremos,
que tanto Otavio alabó.
  Damas, calles, fiestas son
una confusión, ¿quién duda,
que donde todo se muda,
gocemos de ver a Otón?

FLORA

  Bien dice Elena, ¿quién puede
conocernos?

CASANDRA

¿Si entretanto
viene nuestro padre?

ELENA

Cuanto
de ver mujeres sucede,
  está disculpado ya,
fuera de que nos dejó
por irse, presumo yo,
que hoy ni aun mañana vendrá.

CASANDRA

  Pues Fabia, entre las villanas
más ricas de aquesta aldea
busca vestidos.

FABIA

Dantea,
Livia y con sus hermanas
  las galas mayores tienen,
¿mas no tengo de ir allá
con vosotras?

ELENA

Claro está.

FLORA

Cuantos de Florencia vienen
cuentan mil cosas.

ELENA

  El ver
tanto a la mujer recrea,
que la que ver no desea
no debe de ser mujer.

(Vanse. Y salen LIVIO, caballero, y POMPEYO, viejo.)
POMPEYO

  Proseguid, y no os turbéis.

LIVIO

No os cause mi turbación
Pompeyo la admiración
que de otras cosas tenéis.
  Honesto caso ha de ser
si todo lo prueba el fin,
amo a Casandra, y en fin
os la pido por mujer.

POMPEYO

  Donde el fin es bueno, es clara
filosofía, que todo
es bueno.

LIVIO

Pues de ese modo
en mi justo amor repara.

POMPEYO

  Yo confieso tu riqueza,
y que soy pobre, mas mira,
nunca la riqueza admira
a donde falta nobleza.
  Pobre soy, pero no tanto,
que no esté gracias a Dios
contento.

LIVIO

Pues en los dos,
¿qué es lo que te causa espanto?

POMPEYO

  No me quieres entender,
el faltarte la nobleza,
que no cubre la riqueza,
lo que ella puede ofender.
  Y en consuelo a tus intentos,
digo a tu buen natural,
que no me parecen mal
los honrados pensamientos.

(Vase.)
LIVIO

  ¿A quién ha sucedido
tan gran deshonra sin haber, ay cielos,
ocasión precedido?
El alma me lo dijo con recelos,
¿mas quién imaginara,
que de mi honrado amor se deshonrara?
  ¿Pedirle que me diese
la menor de sus hijas, es posible,
que afrenta mereciese
tan bárbara, enojosa, e insufrible?,
despedirme pudiera,
sin deshonrarme, si él honrado fuera.

(Vase.)
(Sale OTÓN y ALBERTO.)
OTÓN

  Alberto, yo querría,
que esta insigne ciudad reconociese
fácil la gracia mía,
que libremente me tratase y viese;
dese a todos la puerta,
hállenla siempre el pobre y rico abierta.

ALBERTO

  Señor, los altos reyes
más muestran su real naturaleza
en el templar las leyes
de la severidad, que en la grandeza,
no rinde tantas palmas,
reinar un rey en reinos, como en almas.

OTÓN

  Marqués, este es mi gusto,
ni a mí, ni a mis valientes capitanes
quiero tener por justo
que nos llamen feroces alemanes;
abrid todas las puertas,
pues tengo yo las de mi pecho abiertas.

(Éntrase OTÓN. Y salen FLORA, ELENA, CASANDRA y FABIA, todas de labradoras, con rebozos y sombreros.)
FLORA

  A la fe que nos entramos
por el hilo de la gente.

ELENA

Temerosa voy.

CASANDRA

Yo no,
que quien no ofende no teme.

ELENA

Las guardas me dan temor.

ALBERTO

Con la licencia que tienen,
no queda pequeña aldea,
que a ver al César no llegue.

CASANDRA

Guarde Dios a su merced.

ELENA

Hola, dile que nos deje
ver algo deste palacio,
pues más atrevencia tienes.

CASANDRA

Señor, ¿podremos mirar?,
ya ves que el mirar no ofende
estas telas y pinturas.

ALBERTO

Mirad cuanto gusto os diere,
hoy está franco el palacio.

ELENA

¡Han visto que bien parecen
tantos hermosos brocados,
sillas, tablas y doseles!
Si así visten por acá
los suelos y las paredes,
¿el señor emperador
de qué se viste?, ¿en qué duerme?

CASANDRA

Calla necia, que sus madres
paren vestidos los reyes,
que no son como los hombres,
que se andan vistiendo siempre.
¿No has visto un ángel pintado
con su corona en la frente?,
pues así desde que nacen,
coronados resplandecen.

FLORA

Unos césares vi yo
de mármol junto a una fuente,
¿es así también Otón?,
¿está en nichos de vergeles?

ALBERTO

¡Oh qué preciosa inocencia!

FLORA

¿Qué quiere?, soy inocente.

CASANDRA

Déjela, señor, que es boba.

FLORA

Soy boba, señor.

CASANDRA

No pienses
que son los mármoles vivos,
son que en ellos se convierten
después que están sepultados,
por no ser polvo los reyes.

ALBERTO

Oh labradora fingida,
esa razón no conviene
con el rústico lenguaje.

CASANDRA

El cura lo dijo el viernes,
que le juro que no es necio,
y que en nueso pueblo suele
hacer algunos sermones,
que los ánimos suspende.

ALBERTO

Ya es tarde para engañarme.
Suelen decir comúnmente,
no es oro lo que reluce,
pero aquí al revés se entiende;
que no reluce y es oro;
entrad, entrad, porque os muestre
los grandes aparadores,
donde veréis que se exceden
oro y arte el uno al otro.

CASANDRA

¿Más adentro quiere que entre?
¿No ve que también el cura
dijo que al mar se parece
el palacio en los peligros?

ALBERTO

Bravamente se defiende
con el cura de su aldea.

CASANDRA

A la fe que si le oyese,
que no le desagradase,
sino que en vez de laureles
ha dado en cazar ratones
con la grasa del bonete.

(Sale OTÓN.)
OTÓN

  Detrás de aquesta antepuerta
labradora, te miré,
y tu discurso escuché.

CASANDRA

¡Ay señores, yo soy muerta!
  ¿Es su merced por ventura
el señor emperador?

FLORA

Huye Elena.

OTÓN

No es menor
tu ingenio, que tu hermosura.
  Espera, ¿quién son aquellas?

CASANDRA

Señor, mis hermanas son,
si su merced es Otón,
de mí se conduela y dellas.

OTÓN

  ¿De qué sirve que pretendas
encubrirte?

CASANDRA

¿Quién se encubre?

OTÓN

Tu mismo rostro descubre
la calidad de tus prendas.
  ¿Eres dama florentina?

CASANDRA

El dimuño me engañó.

OTÓN

Mira que nunca encubrió
cuerpo humano, alma divina.
  Y que tu discurso oí,
de que estoy maravillado,
quien tan altamente ha hablado,
¿por qué se encubre de mí?
  ¿De una rosa, las divinas
hojas no se conocieran,
por mucho que se escondieran
en laberintos de espinas?
  Claro está, ¿pues qué pretendes?,
a los reyes es traición
mentirles con invención.

CASANDRA

Señor, bien sé que me entiendes,
  y que no es justo engañarte,
pues cuando en la rustiqueza
se imita naturaleza,
es imposible en el arte.
  Hija soy de un caballero
florentín, mis dos hermanas
son las que mira tu Alteza
de mi traje disfrazadas.
Pensando, divino Otón,
ferocidad alemana,
y que el ejército tuyo
fuera destruición de Italia,
nos ha llevado a una quinta,
donde estamos retiradas
media legua de Florencia.
Mas como a guardar no basta
poder, discreción, ni fuerza
mujeres determinadas,
y la novedad es cebo,
en cuyo sedal y caña
nos suelen pescar los hombres,
honras, vidas, cuerpos y almas.
Con este traje venimos
a mirar grandezas tantas,
como nos cuentan de ti
las trompetas de la Fama.
Por tu valor, por quien eres,
divino Sol de Alemania,
que nos dejes ir, no sea
nuestra desdicha, que vaya
antes que vamos nosotras
nuestro padre a nuestra casa.
Que no advertirá en disculpa,
pues que ninguna es casada,
de haber venido a Florencia,
haber hallado tu gracia.

OTÓN

  Por cierto la tuya puede
rendir el mayor valor;
notable rey es amor,
al nuestro su imperio excede.
  Mas no es mucho que al altura
del laurel pueda llegar,
si toma para mandar
el cetro de la hermosura.
  Publican que se defiende
de los rayos el laurel,
es mentira, pues con él
el rayo de amor ofende.
  Dime el nombre de tu padre.

CASANDRA

Pompeyo.

OTÓN

Vete con Dios,
que trataremos los dos
lo que a tu remedio cuadre.
  Ea señoras.

ELENA

Vuestra Alteza
nos perdone.

OTÓN

No hay razón
para que a la inclinación
pida perdón la belleza.
  ¿Vuestro nombre?

FLORA

Elena y Flora.

OTÓN

Esta cadena tomad
Flora en señal de amistad.

FLORA

No en balde Italia os adora.

OTÓN

  Vos este diamante, Elena.
¿Vos cómo os llamáis?

CASANDRA

Señor
Casandra.

OTÓN

A vuestro valor
mayor premio el alma ordena.

ELENA

  Pues, señor, ¿no le das nada?

OTÓN

No, que si el alma le di,
no quiero ofender así
la prenda más estimada.

(Háganle sus reverencias y váyanse.)
ALBERTO

  ¡Qué cortesano y galán
vuestra Majestad se muestra!

OTÓN

No es ya la condición nuestra
de rígido capitán.
  En la paz se ha de vivir
como en la paz, verdes años
bien pueden sufrir engaños.

ALBERTO

Que el sol, ¿qué quieres decir?

OTÓN

  Que la púrpura imperial,
el cetro, la monarquía,
del mundo la valentía,
del alma el rigor marcial,
  el laurel, y todo el ser
diera, Alberto, en una vista
por la dichosa conquista
desta divina mujer.

ALBERTO

  ¿Burla tu Alteza?

OTÓN

No son
burlas, verdades te digo,
mas, ¿quién duda que contigo
tratas de liviano a Otón?
  Pues Marqués, has de saber,
que en el cielo están fundadas
las voluntades amadas,
años antes de nacer.
  ¿Qué me aconsejas?

ALBERTO

Señor,
a tu poder habrá cosa
dificultosa.

OTÓN

Que hermosa
mujer matome de amor.

ALBERTO

  Llamar al padre, y honralle
como a noble de Florencia,
era fácil diligencia,
gran señor, para obligalle.
  Que deste conocimiento
resultará que la veas,
y tengas lo que deseas.

OTÓN

Es discreto pensamiento,
  y que mi honor asegura.

ALBERTO

Pues, señor, voyle a buscar.

OTÓN

Yo entretanto a imaginar
la gloria de su hermosura.

(Vanse. Y salen OTAVIO y FINEO.)
OTAVIO

  ¿Casandra faltar de aquí?

FINEO

¿No miras que oírte pueden?

OTAVIO

Cuando los males exceden,
danse las quejas así.
  Volvamos a la ciudad.

FINEO

Cómo en tanta confusión
las hallaremos.

OTAVIO

Ya son
mi fe y amor necedad.
  ¿Irse Casandra sin darme
parte?

FINEO

Nunca la mujer
para lo que quiere hacer
busca estorbos.

OTAVIO

Fue matarme;
  muero hasta volverla a ver.
¿Qué gente es esta?

FINEO

Aldeanas.

OTAVIO

¿Con tantas galas?

(Salen FLORA, ELENA, CASANDRA y FABIA.)
ELENA

Ya hermanas,
¿qué nos queda que temer?

FLORA

  ¿Qué dice Fabia?

FABIA

Llegué,
pregunté por el señor
y está en la ciudad.

CASANDRA

¡Oh amor!,
agradecido a la fe.
  Mi Otavio es aquel, llegad.

ELENA

Ah caballero, queréis
algo del campo.

OTAVIO

Traéis
tanto más de la ciudad,
  que pienso que estáis burlando.

CASANDRA

Ay mi Otavio, que no puedo
encubrirme de tus ojos,
que se quejan los deseos.

OTAVIO

¿Es Casandra?

CASANDRA

Sí mi bien.

OTAVIO

Notable agravio me has hecho.

CASANDRA

En este disfraz; ¿por qué?

OTAVIO

Con ese disfraz me has muerto.

FINEO

Otavio tiene razón.

CASANDRA

Levanta, Otavio, del suelo
el rostro, que pensaré,
que es tu enojo fingimiento.
¿Qué importa que hayamos visto
la ciudad?, no fue mal hecho,
que si tú viste las damas,
viésemos los caballeros,
pues todos procuran ver.

OTAVIO

Si te viere, plegue al cielo.

FINEO

No plegues por vida tuya,
que el cielo....

OTAVIO

Déjame necio,
plegue a Dios.

FINEO

¿Más plegues?

OTAVIO

Basta,
no quiero jurar, mas quiero
tomar venganza de mí
con no verte.

(Vase.)


CASANDRA

Bueno es eso.

FINEO

No es muy bueno, bien pudieras
escusarlo.

ELENA

Ya sospecho
que viene gente a la quinta.

FLORA

Hermana a quitarnos presto
estas galas aldeanas.

CASANDRA

¿Hay gusto como dar celos?

(Vanse. Y salen el emperador OTÓN y el marqués ALBERTO.)
OTÓN

  En tal estado el ciego amor me tiene.

ALBERTO

¿Es posible que llega a tal estado
aquel valor, que vitorioso viene
con el laurel del mundo conquistado?

OTÓN

Amor, Marqués, ni avisa, ni previene,
en medio del camino sale armado,
y como salteador, sin resistencia
roba del alma la mejor potencia.

(Entra POMPEYO.)
POMPEYO

  Deme vuestra Majestad
sus invictísimos pies.

OTÓN

¿Eres Pompeyo?

POMPEYO

El Marqués
honrando nuestra ciudad,
  me dijo que me mandabas
servirte, y verte en razón
que de mi noble opinión,
señor, informado estabas.

OTÓN

  Dame tus brazos, Pompeyo,
que el que viene a conquistar
voluntades, ha de dar
más al noble que al plebeyo.
  Pues el imperio te debe
los consejos que le has dado,
de Florencia al magistrado,
ya que nuestro amor te mueve,
  quiero honrarte como es justo
antes que a Alemania vuelva.

POMPEYO

Corone una verde selva
de lauros, César augusto,
  esas vencedoras sienes.
Yo, señor, no te he servido,
y me espanto que haya sido
tal la información que tienes.
  Porque en la patria es más propia
la envidia, y causa inquietud.

OTÓN

Con la máxima virtud
fue siempre la envidia impropia.
  Quiero también que me digas,
qué nobles tiene Florencia,
para premiarlos también;
porque presumo que dejan
los reyes cuando se parten
más segura la nobleza,
cuando estiman los vasallos,
cuando los servicios premian.
Quiero honrar las letras y armas,
que las armas y las letras
conservan imperios grandes,
que se perdieran sin ellas.
¿Tienes hijos?

POMPEYO

No señor,
hijas tengo.

OTÓN

¿Es diferencia?

POMPEYO

Son más que hijos, que son
hijas y cuidados.

OTÓN

Deja
esos cuidados a mí.
¿Tienes por ventura hacienda
conforme a tu calidad?

POMPEYO

No señor, que destas guerras
ningún bien me ha resultado,
que nunca resulta dellas.

OTÓN

¿Cuántas hijas tienes?

POMPEYO

Tres,
que como las tres potencias
del alma están en mi honor,
y le tengo puesto en ellas.
Son virtuosas sin madre,
que no es poco. La primera
se llama Elena, señor,
pero más casta que Elena.
La segunda Flora, y flor,
que pudo dar a Florencia
nombre, como padre os hablo,
perdonadme. La tercera,
es Casandra, aquí bien puedo
sin ser de padre licencia,
tomarla para alabarla,
porque es lo menos en ella
incomparable hermosura,
la lengua latina, y griega
sabe, y no como mujer,
sino con toda eminencia.
Estudió filosofía,
Casandra, y puede leerla
en escuelas.

OTÓN

Grandes partes,
(Aparte.)
y yo me muero por ellas.
¿Dónde vivís?

POMPEYO

Con temor
de vuestra gente tudesca,
y la feroz alemana,
que en Florencia se aposenta,
las he llevado a una quinta
que está de aquí media legua.

OTÓN

Pues traedlas con seguro,
que ninguno las ofenda,
que quiero verlas y honrarlas.

POMPEYO

Ellas son esclavas vuestras.

OTÓN

Id norabuena, Pompeyo.

POMPEYO

¿Cómo puede ser más buena,
que llevando vuestra gracia?

OTÓN

Creedme que estáis con ella.

ALBERTO

Contento estás.

OTÓN

¿No es razón?

ALBERTO

Ya tu descanso se acerca.