La muerte de Alí

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La muerte de Alí​
 de Juan Arolas


I
¡Quién fuera, sultana linda
Aquel árbol tan sombrío
Que cubre tu baño frío
Con sus ramas...!
¡Di si quieres que lo sea,
Que aunque es imposible cosa
Me basta saber, hermosa,
Cuánto me amas!

Quien como glorioso Emir,
Perla rica de Estambúl,
Navegase el mar azul
A tu lado,
Señor de una nave llena
De sedas y pedrería,
En tu seno al fin del día
Reclinado!

¡Al son de su leve canto
Con un paso firme y cierto
Quien guiase en el desierto
Tu camella!
¡Dejase la caravana
De sus amigos mejores
Por hablar sólo de amores
Con tal bella!

¡Quién tuviera para ti
Minas de diamante duro,
Zafiros de color puro
Celestial,
Pieles de manchado tigre,
Mil ciudades, mil honores
Y mil negros pescadores
De coral!

¡De Delhí las maravillas,
De los reyes el tesoro,
Trípodes de nácar y oro
Rutilantes
Con las frutas que se crían
De Damasco en los confines
Y purpúreos palanquines
Y elefantes!

¡Quién marchara a los combates,
Gloria de la primavera,
Con un beso que le diera
Tu beldad!
De las cortas azagayas
A los tiros agarenos
Murieron los nazarenos
Sin piedad.

Fugitivo por las sirtes,
Buscando de airados mares
Entre brumas de pesares
Largo giro,
¡Quién tuviera en favor suyo
En medio del onda inquieta
Como súplica al Profeta
Tu suspiro!

¡Quién en lóbrega mazmorra,
Reina de las azucenas,
Al son de duras cadenas
Del dolor
Pudiera cantar tu nombre,
Sin tener más luz ni gloria
Que la plácida memoria
De tu amor!

¡Quién fuera, sultana linda,
Aquel árbol tan sombrío
Que cubre tu baño frío
Con sus ramas...!
¡Di si quieres que lo sea,
Que aunque es imposible cosa
Me basta saber, hermosa,
Cuánto me amas!


II
Envuelto en verde caftán
De este modo Alí se expresa,
Poniendo su blanca mano
Del serrallo en una reja:

Enamorado está el moro
De una circasiana bella
Cuyos labios de coral
Si cautivan, embelesan.

Dentro del harén se oían
En alegre zambra y fiesta
Arpas de ébano y marfil
Con voz de doradas cuerdas

Y de címbalos sonoros
Al son blando, las bellezas
Danzaban con gran primor
Sobre alfombras de oro y seda.

A las unas doró el sol,
Otras son de blanca cera,
Otras hijas de la noche
Y como sus sombras negras:

Pero en sus vivaces ojos
Su delirio el amor muestra
Y de su pie en las mudanzas
Quiso retratar sus guerras.

¡Ah! la voz del tierno Alí
No fue feliz por modesta
Ni se perdió entre las rosas
Que secretos no revelan:

Un espíritu traidor
Que por los jardines vuela
Con alas de ave nocturna,
Con graznidos que son quejas

Al sultán de las armadas
Refirió sin perder letra
De la trova del amor
Los conceptos y ternezas.

Cuando se retira Alí
De noche en la oscura niebla
Sombras ve que le amenazan
Y con puñales le cercan.

-«Toma, le dice una voz,
»Toma este cordón de seda:
»Míralo, que es tu dogal;
»Por Alá maldito seas.»

III
Sobre la puerta ojiva del Oriente
Del gran serrallo, en Estambúl hermosa,
La cabeza de Alí vio el sol naciente
Separada del tronco y horrorosa.

Al eunuco de Chipre que adornaba
Los búcaros de nácar con las flores
Llorando tiernamente preguntaba
La sultana infeliz de los amores:

-«¿Ha muerto el triste Alí?»
-«Murió, señora;
»Su memoria olvidad, su suerte impía.»
-«¡Eunuco vil! ¿olvida la que adora...
»Si eso pudiera ser, eso sería.»