La mujer (Althaus)
Pródiga con el león, Naturaleza
de soberbia melena le corona,
y deja sin diadema la cabeza
de la olvidada leona.
No concede a la frente de la cierva
de las astas el árbol ostentoso,
que a la frente magnífica reserva
del engreído esposo.
Al pavón orgulloso dio la cola
que de mil ojos deslumbrantes siembra,
y sin tasa matiza y tornasola,
y la negó a la hembra.
Mas ¡cuán distinta con la especie nuestra
plugo a la madre de las cosas ser!
¡Cuánta, más gracia y hermosura muestra
que el hombre la mujer!
De sauce babilonio cual ramaje,
le da rica sedosa cabellera
que por el hombro tornëado baje
hasta el ancha cadera.
Apretadas alzó y alabastrinas
en el turgente dilatado pecho
dos redondas purísimas colinas
que parte valle estrecho.
Quiso que al labio colorado y breve
la grana envidie, y en la faz hermosa
dulcemente mezcló púrpura y nieve
y el jazmín a la rosa.
La luz de las estrellas apartadas
en sus ojos clarísimos encierra,
que son, en sus espléndidas miradas,
los soles de la tierra:
añadiendo a beldad tan portentosa
un dulce hechizo, una inefable gracia,
que de ella en todo sin cesar rebosa
y que jamás nos sacia.
Y tú, hombre, al verla tan graciosa y bella,
al cielo gracias y loores das
de ser vencido en la beldad por ella
para adorarla más.
(1861)