La novela española: 01
LA NOVELA ESPAÑOLA.
[editar]ESTUDIO HISTÓRICO-FILOSÓFICO DESDE SU NACIMIENTO Á NUESTROS DÍAS.
[editar]I.
[editar]DEL ORÍGEN DE LA NOVELA.
La cosmogonía de todos los pueblos supone, con prelacion al reinado de los hombres, el de los héroes, y anterior á éste el imperio sin igual de los dioses.
Destello del Sér que la creó, prefiere espontáneamente nuestra alma á lo temporal lo eterno, á lo finito lo infinito, á la prosa la poesía, y á las escenas del mundo en que morimos, las de otro más perfecto, sobrenatural, en no pocas ocasiones ilusorio, quimérico, fantástico.
Tal es el orígen de las obras de imaginacion, y en particular el de las que conocemos con el sobrenombre de novelas.
Remontémonos á los primitivos dias del hombre, fijémonos en su cuna, en las regiones del Oriente, y con los ojos del espíritu verémos cómo el asirio, el persa, el indio, el árabe, iluminados por la sonrisa de la luna de una tranquila noche de estío, tendidos sobre pieles á las puertas de sus cabañas y rodeados de los objetos de su corazón, de sus mujeres y sus hijos, refieren una fábula, un cuento, una parábola, un apólogo ó los acaecimientos de alguna leyenda, cuyo recuerdo, superior en interes á los de las Mil y una noches, legó la tradición á la historia, y la historia nos há más ó menos fielmente trasmitido.
En el trascurso del tiempo, el comercio y las guerras llevaron de un lado á otro la civilizacion asiática, de Persia á Egipto, de Egipto á Grecia, de Grecia á Roma y de Roma á los demás pueblos latinos Y, á imitacion de los primitivos fabulistas de Oriente, lloraron los hijos de Nembrod la pérdida de su querida Babilonia; admiraron los descendientes de Abraham las maravillas de la corte de los Faraones; celebraron los Griegos los trabajos de Hércules y las hazañas de Teseo; y hasta la altiva Roma, refractaria por educación y temperamento á las aventuras noveleras, hubo de poner en prensa el ingenio de sus cónsules para distraer á sus matronas con historias como Las Menipeas de Petronio, dignas de la nacion que habia venido al mundo, gracias al robo tradicional de las Sabinas.
Los Bárbaros del Norte, á quienes pasó la civilizacion romana, sencillos por naturaleza, austeros por instinto, mayormente guerreros que poetas, no dieron un solo paso en el campo de las concepciones imaginativas.
Pero llegó el siglo VII.
Y un pueblo jóven, vigoroso, salido de los vergeles de la Arabia, fanatizado por un hombre que ofrecía á los que muriesen en su defensa siete cielos de deleites incomparables, siete cielos llenos de luz, de vida, de alegría, de músicas sonoras, de perfumes embriagadores y mujeres sin cuento, tan hermosas que bastaba una de sus miradas para iluminar la tierra en la noche más tenebrosa; envió sus naves á Constantinopla y sus corceles contra Egipto.
Dueño de éste y de toda la costa septentrional de aquel continente, desde el Atlántico al Mar Rojo, bien pronto se apoderó del eden de sus ensueños, de España.
Y miéntras la cultura de Aténas y Roma comenzó á extenderse por Italia, la del califato de Córdoba, que aventajó á la de Damasco, traspuso el Pirineo para inspirar la imaginación de los trovadores de la Galia Gótica ó Provenza, entregados á la poesía y los placeres, miéntras nosotros apénas teníamos tiempo para luchar contra el poder de nuestros dominadores africanos.