La novela española: 04
IV.
[editar]Como todo lo que no es verdadero ha de ser fatalmente transitorio, fuélo la novela pastoril, cuya influencia, aunque no tanta cual en Italia y particularmente en nuestra Península, dejóse sentir además en otras naciones, según lo demuestran la Astrea de Durfé en Francia y la Arcadia de Felipe Sydney en Inglaterra.
Aquellos pastores sabiondos, cuyo lenguaje campanudo dejaba atrás al del más pedante retórico; aquellas zagalas hermosísimas, cuyos perfumes excedían en calidad y número á los de la dama más encopetada; aquellas chozas siempre encantadoras; aquellos campos siempre floridos; aquellos amores tan platónicos y aquellas escenas tan ridículas; sólo podian existir en la mente de soñadores inocentes, de poetas todo corazón, de novelistas inexpertos.
Comprendiólo así cierto jóven, estudiante en la Universidad de Salamanca, á la sazon una de las primeras de Europa, y al contemplar el espectáculo que presentaba la España de su tiempo, la España del siglo XVI, víctima de las preocupaciones de la nobleza, del fanatismo religioso y de la rapacidad de los flamencos, desde la catástrofe de Villalar cada dia más insolentes y orgullosos; se convenció de que era preciso variar de rumbo, de que era necesario valerse del arma de una ingeniosa sátira para censurar tales desórdenes y vicios, máxime cuando por los años de 1540, describiendo escenas de la vida doméstica en el Diálogo entre él y su pluma y en los discursos acerca de La vida de Corte y las Condiciones de las mujeres, habíale ya mostrado el camino Cristóbal de Castillejo, natural de Ciudad-Real, secretario que fué del infante D. Fernando, hermano del emperador Cárlos V, y monje, por último, del convento cisterciense de San Martin de Valdeiglesias, donde murió en 1596.
De este modo, cuando en Francia la presentia únicamente Rabelais, apareció entre nosotros en 1553 con El Lazarillo de Tormes de Diego Hurtado de Mendoza, escritor correcto y elegante, hijo de una ilustre familia de Granada, la novela satírica, llamada tambien picaresca, porque su principal objeto consistió en retratar las costumbres y modo de vivir de la gente soez y perdida.
Aunque esta clase de novela nació en España casi al mismo tiempo que la pastoril, la preponderancia de la una impidió el desarrollo de la otra.
Sólo asi se explica el que, á pesar de ser acogido el Lazarillo con muestras de singular entusiasmo, prefirieran los novelistas seguir invocando el callado de los pastores á combatir las extravagancias de la época. A lo cual opúsose igualmente no poco por un lado la censura de la Inquisición y por otro el valimiento de aquellos cuyas miserias hablan de ser retratadas en el espejo del ridículo.
Por fin en 1599 salió á luz la primera parte, y en 1605 la segunda, del Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, sevillano y recaudador que habia sido de contribuciones, obra escrita con gran ingenio, inspirada en la de Mendoza, pero cuyo campo era más dilatado, cuya tendencia más descubierta y cuyo conjunto más acabado y perfecto; circunstancias que la valieron magnifica acogida dentro y fuera de España, siendo traducida al frances, al italiano, al portugués, al inglés, al holandés y al latin.
El mismo año en que se imprimía la segunda parte del Guzman aparecía la primera del libro más inmortal que produjo jamas la fantasía.
Ni la Araucana de Ercilla, ni el Bernardo de Balbuena, ni la Austriada de Rufo, ni el Monserrat de Virués, ni la Jerusalen de Lope, aventajan, ni se igualan siquiera á la Iliada de Homero, á la Eneida de Virgilio, á la Jerusalen del Tasso, á las Luisiadas de Camoens ó al Paraiso de Milton; pero ni por cada una de estas epopeyas, ni por todas juntas cambiarla yo la página más insignificante del Quijote, de la obra de las obras del primer ingenio del mundo.
Nacido en Alcalá de Henares el 8 de Octubre de 1547 de una familia tan pobre como virtuosa, arrojado por la miseria en brazos de la suerte, paje, ayuda de cámara, soldado, herido en Lepanto, prisionero en Argel, acusado de estafador, apedreado por los manchegos, cuyas gabelas habia ido á cobrar, escritor para no morirse de hambre, filósofo de un pueblo que ni le comprendia ni le apreciaba, objeto de la difamacion y del escarnio de los envidiosos que por todas partes le mordian, de unos hombres por cuyas venas en lugar de sangre corria hiel y que cuando ménos le llamaban necio ó mentecato, solitario en su desgracia y siempre iluminado por la célica antorcha de la fé en la soledad y en la pobreza; Miguel de Cervantes se lanza á escribir su libro con el entusiasmo de la juventud cuando la nieve de los años comienza á blanquear su cabeza, y le escribe, no tanto para echar por tierra los de la antigua andante caballería, cuya perniciosa influencia dejábase sentir aún, cuanto por resolver los primeros problemas sociales de la época y combatir con la espada de una sátira cual ninguna otra ingeniosa, ráncias preocupaciones y vicios, á los cuales de otro modo hubiera sido imposible atreverse, efecto de la despótica censura del tribunal más feroz, del llamado sarcásticamente sin duda Santo Oficio.
Diez años después salió de las prensas la segunda parte del Quijote, superior si cabe á la primera; y Cervantes, para que en todo fuese desgraciado, murió á los pocos meses, el 23 de Abril de 1616, sin sospechar siquiera que si su Pérsiles, la novela que con mayor predileccion habia escrito y que dio á la estampa su viuda al año siguiente, era su concepción más estravagante, su Ingenioso Hidalgo debia de ocupar el puesto más preclaro en la literatura clásica del mundo.
Aunque tuvo el gran novelista algunos imitadores, todos cayeron como Ícaro desde el cielo de la vanidad al mar del olvido, derretidas las alas por aquel sol radiante, cuya producción, asombro posteriormente de los Walter-Scott, Voltaire y Rousseau y de cuantos talentos han existido, é impresa y traducida en miles de ediciones á todas las lenguas, una vez en latin, otra en vascuence, dos en catalan, otras dos en rumano, cuatro en ruso, cuatro en griego, seis en dinamarques, ocho en polaco, trece en sueco, setenta en alemán, ochenta y una en portugués, noventa y seis en italiano, ciento sesenta y nueve en francés, trescientas y una en inglés y cuatrocientas diez y siete en castellano, ha sido hasta el presente inimitable.
No así las obras de Hurtado de Mendoza y Aleman, cuyo género además de pasar al teatro, impulsó á otro ramo de la literatura, á los cuentos ó novelas de cortas dimensiones, que inauguró en España á mediados del siglo XIII con su Conde Lucanor el infante D. Juan Manuel, pariente del rey Alfonso el Sabio.
En 1618 apareció El Escudero Márcos de Obregon de Vicente Espinel, natural de Ronda, estudiante en Salamanca, soldado en Flándes y capellán por último en su ciudad natal, poeta que inventó en la métrica castellana la décima ó espinela, músico que aumentó la quinta ó sexta cuerda á la guitarra, y novelista que, inspirándose en El Lazarillo y en El Guzman de Alfarache, sino fué tan puro y correcto como Mendoza y Alemán, les aventajó en los efectos dramáticos y en la riqueza de la trama.
Pocos años trascurridos, el médico segoviano Jerónimo Yáñez Rivera se mostró con gran fortuna en público con su Mozo de muchos amos, escrito en diálogo desde la primera a la última página; en 1627 Quevedo presentó su Gran Tacaño y en 1632 Castillo Solórzano su Niña de los embustes, cuya continuacion obtuvo gran popularidad en 1634 con el título de La Garduña de Sevilla.
La novela satírica, la genuinamente española, siguió mereciendo entre nosotros universales simpatías hasta fines del siglo XVII.
y , después de haber dado á Europa con las aventuras de Don Quijote de la Mancha la primer novela del mundo, traspuso el Pirineo para inspirar á Lesage el Gil Blas de Santillana, el más precioso mosaico francés que ha podido formar jamas con perlas españolas la imaginación de un novelista.