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La oliva y el laurel: 05

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La oliva y el laurel
Alegoría escrita para las fiestas de la proclamación de S. M. LA REINA DOÑA ISABEL II

de José Zorrilla
del tomo dos de las Obras completas ordenadas por Narciso Alonso Cortés.


ACTO ÚNICO

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ESCENA V

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EL TIEMPO, que mira indiferente caer la arena de su reloj; EL GENIO DE LA PAZ, LA BUENA FE, LA NINFA ECO.

EL GENIO DE LA PAZ.

¿Cómo en lugar tan horrendo
penetra osaste?

ECO.

Huyendo.

EL GENIO DE LA PAZ.

¿Y sobre qué tierra extraña
dejas tu albergue?

ECO.

En España.

EL GENIO DE LA PAZ.

¡Todos la huyen! ¡Ay de mí!

ECO.

¡Ay de mí!

EL GENIO DE LA PAZ.

¡Todos la dejan así!

ECO.

Sí.

LA BUENA FE.

Bizarramente contesta:
mas a mí, si no te ofende,
¿me darás una respuesta?

ECO.

Presta.

LA BUENA FE.

Saber, pues, mi afán pretende
lo que pasa en nuestra tierra.

ECO.

Aterra.

LA BUENA FE.

Habla, pues, mas dilo todo
en el lenguaje y el modo
en que Castilla lo entiende.

ECO.

Pues atiende.

Yo el Eco soy que domina
de España a todos los ecos,
que habitan entre los huecos
de su tierra desigual:
y nifa joven y libre,
y juguetona y risueña,
repito de peña en peña
cuanto escucho bien y mal.

Yo en la soledad del monte
al resplandor de la luna,
las notas una por una
remedo de su rumor;
el murmullo de las hojas,
el gotear de la fuente,
y el susurro impertinente
del insecto zumbador.

Y en remedar me divierto
por los valles a deshora,
de la bella labradora
los suspirillos de amor;
y en imitar me complazco,
entre los ásperos cerros,
el ladrido de los perros
y el silbar del cazador.

Así la vida me paso
embebecida y contenta,
escuchando siempre atenta
cuanto suena en derredor,
y me halagan igualmente,
de la noche entre el misterio,
de los monjes el salterio
y la gaita del pastor.

Así he vagado tranquila
desde una a otra montaña
de la deliciosa España
por el suelo encantador;
hasta que el aire aromado
de su fructífera tierra,
llenó el genio de la guerra
con su salvaje clamor.

De entonces fué mi destino,
cambiándose de repente,
volver incesantemente
el redoble del tambor,
y el gemir del moribundo,
y el crujir de la batalla,
y el silbar de la metralla
y el clarín del vencedor.

Poco a poco, el estampido
de los cóncavos cañones
que hundían los murallones
con temeroso fagor,
ensordeció a mis hermanas,
que con tan ciega fortuna,
en sus grutas una a una
expiraron de temor.

Yo sólo quedé, y errante
busqué en las chozas asilo,
y bajo el hogar tranquilo
del sencillo labrador:
mas palmo a palmo la tierra
me hicieron perder huyendo,
mis guaridas invadiendo
en tropel desvastador.

De Cataluña en los riscos
creí que me salvaría,
mas cercados los tenía
somatén atronador;
huí donde orla de rosas
Guadalquivir su ancha orilla;
mas, ¡ay!, también en Sevilla
combatían con furor.

Entonces tendí los ojos
por la sangrienta campiña,
y sólo aves de rapiña
sobre ella cernerse vi:
y hallándome sin un hueco
donde murmurar en calma,
llena de pesar el alma
dejé el suelo en que nací.

EL GENIO DE LA PAZ.

¿No queda, pues, un pedazo
de ese mísero terreno
de desolación ajeno?

ECO.

Todas son lides allí.

LA BUENA FE.

¿Qué tal? ¡Y ese viejo estúpido
nos auguraba venturas!

EL GENIO DE LA PAZ.

Todo el campo en sepulturas
se habrá tornado, ¡ay de mí!

ECO.

¡Ay de mí!

LA BUENA FE.

(al Tiempo).
¿Lo ves? Ya toda la guerra
lo atropella y lo trastorna:
¡y tú aquí con tanta sorna
sin acudirnos te estás!
¿No decías que el remedio
tenías ahí en la mano?

EL TIEMPO.

Espero el último grano.

LA BUENA FE.

¡Que caerá tarde quizás!

EL TIEMPO.

Caerá cuando tiempo sea.

LA BUENA FE.

¡Pardiez!, y en tiempo oportuno.
Cuando no quede hombre alguno
(Ruido dentro y lejano.)
de la ventura capaz.

EL GENIO DE LA PAZ.

Silencio. ¿No oís?…

EL GENIO DE LA GUERRA.

(dentro).
¡Victoria!

ECO.

(como volviendo el sonido).
¡Victoria!

LA BUENA FE.

¿A qué alzas tú el grito?

ECO.

Es que cuanto oigo repito.

LA BUENA FE.

Tu costumbre montaraz.

ECO.

Tal es mi naturaleza:
mas el rumor se aproxima.
(La Paz, Eco y Buena Fe, escuchan con ansiedad, y muestran cada vez más pavor.)

LA BUENA FE.

Ruego al cielo que reprima
lo sonoro de tu voz.

EL GENIO DE LA PAZ.

¡Es el genio de la Guerra!

LA BUENA FE.

¡Es el Averno que se abre! (Con miedo.)

EL GENIO DE LA PAZ.

Fuerza es que tumba nos labre
en su victoria feroz.

EL GENIO DE LA GUERRA.

(dentro)
¡Victoria!

EL GENIO DE LA PAZ.

El trance postrero
para nosotros llegó.

EL TIEMPO.

(volviendo al lecho).
Yo aquí indiferente espero.

LA BUENA FE.

¡Y yo tiemblo!

EL GENIO DE LA PAZ.

Y yo.

ECO.

Y yo.
(El genio de la Paz, inclinando la cabeza sobre el pecho, manifiesta el más profundo abatimiento. La ninfa Eco se guarece de una gruta, nicho u otra cualquiera abertura proyectada a la izquierda. La Buena Fe se acoge junto al lecho del Tiempo.)