La pajarera
La pajarera
Sueño
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EL POETA. No vuelvas a la líquida morada
virgen del lago que a los aires subes...
Sigue sobre la niebla reclinada:
nunca te arropen las flotantes nubes...
LA VISIÓN.Mi viaje es a la nada.
EL POETA.Como el halcón tras de la garza huida,
por los espacios seguiré tu vuelo;
alas de amor impulsan mi subida;
si al cielo vas, te prenderé en el cielo...
LA VISIÓN. Es la mayor caída.
EL POETA.Sepa quién eres, virgen de halagüeños
ojos, que antes me veló el rocío;
leve cendal revela tus pequeños
redondos pechos, al intento mío...
LA VISIÓN.El hada de los sueños.
EL POETA.¡Ah! yo te miro en la extensión lejana,
muy más hermosa cuanto más desnuda...-
¿Huyendo vas la sensación humana?-
¿Teme tal vez tu corazón la duda?...
LA VISIÓN.El tedio de mañana.
Yo soy la garza que el halcón sujeta,
viendo los horizontes más lejanos:
cuando me alcance tu ambición inquieta,
¡acuérdate! se quebrará en tus manos
la lira del poeta.
Balada
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ALERTA! ¡alerta!
Que al grito de dolor también despierta.
Al lado de la vida
Duerme la muerte...
¡Guarda que la dormida
no se despierte!
la vida humana
vive sólo en el sueño
de su otra hermana.
-¡Alerta! ¡alerta!
¡Que la que duerme, pronto se despierta!
Nos esperan hazañas,
gloria y despojos...
Guardad vuestras cabañas;
secad los ojos,
madres y esposas;
que, como sois sencillas,
¡Estáis llorosas!
-¡Alerta! ¡alerta!
¡Nadie al amor su corazón convierta!
Troquemos nuestros lares
por la esperanza;
mirad cómo los mares
brindan bonanza.
Boguen las flotas
hasta las de oro y perlas
playas remotas.-
-¡Alerta! ¡alerta!
que en el mar la ambición no siempre acierta.
Hijos desheredados
del Paraíso,
corremos afanados
tras lo preciso...
Y a la fortuna
pedimos nuestros fueros
desde la cuna.
-¡Alerta! ¡alerta!
Que del Edén cerrada está la puerta.
Páramo sin caminos
es la existencia,
y vamos peregrinos
tras nuestra herencia...
Y andando, andando,
nos derriba la muerte
sin saber cuándo.
-¡Alerta!... ¡alerta!...
Que está la tumba a nuestros pies abierta.
En la orilla del mar
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Notas sueltas
Ya el golpe de las olas no estremece
la roca en que me siento...
Es la tarde: la noche se avecina...
La brisa desfallece,
y abate el mar su crespo movimiento.
Salen de Oriente formas soñolientas,
y queda sólo, al lado de Occidente,
como enlace del día con la noche,
el luminoso broche
del menguado crepúsculo muriente.
Cual pequeñuelo en encantada cuna,
dormí en la peña al son de la onda brava,
olvidado del tiempo y la fortuna;
y he despertado ahora,
al dibujarse la creciente luna.
¡Luz cenital de todas las esferas!
¡Dios de la creación! Bajo tu manto
el Universo va... Tu luz le guía...
-¿Dónde está aquel lucero,
perpetua causa de dolor y llanto,
primera culpa de mi amor primero?
¡Oh, fosas olvidadas,
donde solos están los huesos quietos
de las gentes pasadas!...
¡Cuántos guardáis, dulcísimos secretos
de esperanzas y dichas malogradas!
La noche envuelve el mundo... Siento frío...
¡Inmensa soledad! tuya es la pena
universal que llora en el rocío...
Tuya será también la paz serena
que de la muerte aguarda el pecho mío.
Kásida
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En el oasis de Oriente
enturbia la limpia fuente
El beduino,
y, al susurro de una palma,
apaga la sed del alma
el peregrino.
Entre cielo y tierra
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Paloma: cuando el aire
cruzar te veo,
siento melancolía...
No sé qué siento...
¡Vas solitaria
vagando por los aires
como mi alma!
¿Por qué me duele la vida?
¿Por qué me duele? ¡ay de mí!
¿Por qué pensar sin descanso?
¿Por qué naciste y nací?
La ambición
[editar]Ave que te lanzaste,
del primer vuelo,
a desplegar tus alas
por el desierto...
Perdida tórtola,
¡el desierto no tiene
fuente ni sombra!
Cuesta abajo
[editar]El árbol a la fuente protegía,
dando apacible sombra a su venero;
pero la fuente de la sombra huía
a la voz del arroyo lisonjero.
El arroyo, que alegre discurría,
vióla llegar y la besó el primero;
de allí fue al lecho de agitado río,
y éste la sepultó en el mar bravío.
Contradicciones
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I
Mientras te llaman Dolores,
los galanes vierten flores
A tus pies...
Mas mi edad es la experiencia...
¡Y la tuya la inocencia
sólo es!
II
Las edades y el destino
nos van marcando el camino
del amor...
¿Dónde está el bien de la vida,
si la esperanza cumplida
da dolor?
III
Navega amor en bonanza,
y le grita la esperanza:
«¡Ven acá!...»
¡Llegar al puerto es su daño!...
Que allí dice el desengaño:
«¡Quita allá!»
La hija del veterano
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Padre, vino a la comarca,
después de la guerra última,
cierto capitán inválido
y con él una hija suya.
Vinieron siendo ella niña
(diez años ha fue la lucha);
y hoy el pobre veterano
ya apenas a andar se ayuda;
mas la hija en que se apoya,
por ser su planta insegura,
parece lleva en el alma
las diez primaveras juntas.
Siempre que los hallo al paso,
el anciano me saluda;
mas la tímida doncella
no eleva los ojos nunca.
María es su dulce nombre,
y no lo ignoráis sin duda,
pues siendo vos cura de almas
conoceréis la más pura.
Llegad, padre, a su morada,
que en vos el hábito excusa
pisar el dintel sagrado,
do nunca entró la calumnia;
hablad al padre y la hija
en nombre del que os anuncia
que elige por compañera
si su mano no rehúsa,
a la hija virtuosa
del inválido, en que acusan
honra y valor de soldado,
pobreza y heridas juntas.
La respuesta que él os diere,
juzgad bien, por las arrugas
de su frente apesarada,
si a su corazón se ajusta.
Esto cumple a mi conciencia;
procurad vos que se cumpla,
pues no siempre entra el contento
donde llama la fortuna...
Y decidme si María
me manda en respuesta muda,
una rosa de su alma
en cada mejilla púdica.
Las playeras
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Cantó anoche Serenita...
¡Qué cantar, válgame Dios!
Cantábame una playera
que su madre le enseñó...
salía de su garganta
en cada nota un dolor,
y, al reprimir los suspiros,
era tan triste su voz,
que, cuando espiró en su boca,
me temblaba el corazón...
-¡Serenita, abre los brazos!...
-¡Ah!... caballero, eso no:
hija soy yo del gitano
y usía es todo un señor.
-Serenita, abre la mano;
toma, y publica que yo
las tristezas que me canta
las pago con un favor.
Adiós, adiós, Serenita...
-Adiós; caballero, adiós.
Melancolías
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I
Entre el llanto y la risa
media un quejido;
de la vida a la muerte
sólo un suspiro.
II
Cuando recuerdo la historia
de mi vida por el mundo,
no hallo ni un solo segundo
sin pesar en mi memoria;
y cual si hubiese tenido
otra existencia anterior,
siento nostalgias de amor
de otro mundo en que he vivido.
III
A un pajarillo oprimía
un niño en su amor tirano,
y al verlo ahogado decía:
¡Desdichada totovía,
que se me ha muerto en la mano!
IV
¡Allá voy! ¿De dónde vino
voz soltada en el desierto
al paso del peregrino?...
Fue la voz del hijo muerto
delante de su camino.
Nada más
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Hay una tumba en un monte,
donde tan sólo es sagrada
la poca tierra ocupada
por el cuerpo que allí está...
Dando espalda al horizonte,
ha tiempo que un pastor zafio,
deletrea el epitafio,
y al cabo lee... ¡Soledad!
Canto de la gitanilla
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Oigame, señor mío,
y abra esa mano
más limpia que la plata
que estoy mirando...
bajo los dedos
con mi segunda vista
miro el dinero.
Yo soy la gitanilla
que canta y llora,
según lo pida el gusto
del que la oiga.
Al son que pidan
cantan, lloran o rezan
mis seguidillas.
Para las ocasiones
traigo la prueba;
hablan como cotorras
mis castañuelas.
Alzo el pandero,
me remonto en el aire
y allí me cierno.
Primer cantar
«Donde pacen los toros
»y los corderos,
»y es cuna de pastores,
»sierra de Gredos,
»el cielo azul
»ve escondida una choza
»junto a una cruz.
»Cuando a la pastorcilla,
»hija del sol,
»cayéronse las alas
»del corazón,
»pasaba sola
»sentada en aquel sitio
»horas y horas.»
Yo soy la gitanilla
que llora o canta,
a medida del gusto
de quien le paga.
Las mismas coplas,
según quien las escucha,
cantan o lloran.
Segundo cantar
«Volaba una paloma...
»blanca y sin hiel...
»madre, y me dio tristeza
»no sé por qué...
»¿A dónde y sola,
»cuando ya anochecía,
»fue la paloma?
»Con el alma en los ojos
»le seguí el vuelo,
»y la perdí de vista
»lejos, muy lejos.
»Llévame, madre,
»donde nunca me acuerde
»de aquella tarde.»
Yo soy la gitanilla
que canta o ríe,
a medida del gusto
de quien lo pide...
Mas yo por dentro,
cuando canto o me río,
sé lo que siento.
Tercer cantar
«¡Florecillas del monte!
»Almas de niños
»parecéis en el suelo
»do habéis nacido...
»La niña andaba
»distraída pisando
»sobre esas almas.
»Bendita la inocencia
»mientras sonríe...
»Porque tan solamente
»sabe que existe...
»Y existir sólo,
»es extender las alas
»de un mundo a otro.
»Cuando tras la sonrisa
»nace el suspiro,
»ya tenemos memoria
»de un bien perdido...
»Con el dolor
»se nos caen las alas
»del corazón.»
»Yo soy la gitanilla
»que anda en el aire...
»Dígame quien bien quiera
»que cante o baile...»-
La gitanilla
dijo, y se fue bailando
sus seguidillas.
Figura tomada del natural
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A la sombra de un chopo
yace un gitano,
tendido boca arriba,
muerto o borracho;
y por la boca,
la nariz y los ojos
le andan las moscas.
Seamos justos
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Decir solemos de la mar que es fiera,
porque obedece al atrevido viento;
y es claro espejo en esta baja esfera
donde se mira y goza el firmamento.
La mar es mansa, es limpia, es placentera,
si no la enturbia el huracán violento;
cual la mujer es vaso de hermosura
hasta que apaga nuestra sed impura.
Anacreóntica de nuestros días
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Doncellas de la aldea:
soy el viejo gaitero
que marcha siempre al instrumento unido.-
¡Qué olor el que recrea
por todo el limpio ejido!...
¡Claro me dice que lo habéis barrido
con fajos de romero!-
Para empezar la danza un beso os pido:
¿Cuál de vosotras me dará el primero?
-¡Pues no poco desea
el anciano gaitero, porque toca!...
-¡Tomad el instrumento,
soplad y dadle viento,
y, por mucho que estéis dale que dale,
veréis cuán poco os vale
la gaita para el canto y movimiento!
Las muchachas, al ver que enflaquecía
la gaita entre sus manos
hasta quedarse afónica y sin panza...
Exclamaron al fin:-¡Ahí queda eso!
Cada cual al gaitero le dio un beso,
y comenzó la danza.
¡Mennhana!
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Al lado de la noche está el sigilo,
noche y sigilo que la flor anhela
para beber la miel que cae del cielo
y el perfume que vuela.
Es la noche, y mi canto va tranquilo
a ti, flor, que lo coges en su vuelo.
¡Mennhana! ¡Mennhana!
Blancos tus dientes son como las hojas
de la flor del azahar: de vida llenas,
por tus redondos brazos sonrosados
crúzanse azules venas;
y esbelta corres con tus pies desnudos
más que mi yegua al trasponer los prados.
¡Mennhana! ¡Mennhana!
Tu voz me encanta y de tus besos vivo,
y tu pecho turgente se subleva
y grita ¡amor! y con placer aspira
el viento que mis cánticos te lleva,
cual bebe la gacela en el verano
el agua dulce en que a la vez se mira.
¡Mennhana! ¡Mennhana!
Son ébano luciente tus cabellos,
tu aliento es ámbar, y marfil y seda
tus manos y tu cuello, amada mía...
Para que nada entristecerte pueda,
dime, tú, qué te falta, entre los bellos
inánimes tesoros que Alá cría.
¡Mennhana! ¡Mennhana!
Hoy mi hermano el menor vendrá temprano
sus camellos cargados con riqueza
de perfumes, collares y tejidos,
del Sultán gentileza...
Y cuanto traiga de Bagdad mi hermano
yo te daré entre ruegos repetidos...
¡Sultana, Mennhana!
Y me darás tú en cambio tu hermosura,
y besaré tus pechos de azucenas,
que en medio tienen un botón de rosa
que se destaca apenas.
¡Y nunca el lecho del que amor te jura
rival ninguna partirá orgullosa!
¡Sultana, Mennhana!