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La perfecta casada: Capitulo 5

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La perfecta casada
de Fray Luis de León
Capitulo 5

Buscó lana y lino, y obró con el saber de sus manos.

No dice que el marido le compré lino para que ella labrase, sino que ella lo buscó para mostrar que la primera parte de ser hacendosa, es que sea aprovechada, y que, de los salvados de su casa, y de las cosas que sobran y que parecen perdidas, y de aquello de que no hace cuenta el marido, haga precio ella, para proveerse de uno y de lana, y de las demás cosas que son como éstas, las cuales son como las armas y el campo adonde descubre su virtud la buena mujer. Porque, ajuntando a esto ella su artificio, y ayudándolo con la vela e industria suya y de sus criadas, sin hacer nueva costa y como sin sentir, cuando menos pensaré, hallará su casa abastada y llena de riquezas.

Pero dirán por ventura las señoras delicadas de agora, que esta pintura es grosera, y que aquesta casada es mujer de algún labrador, que hila y teje, y mujer de estado diferente del suyo, y que así no habla con ellas esta razón. A lo cual respondemos, que esta casada es el perfecto dechado de todas las casadas, y la medida con quien, así las mayores como las de menores estados, se han de ajustar, cuando a cada una le fuere posible; y es como el padrón desta virtud, al cual la que más se avecina es más perfecta. Y bastante prueba de ello es que el Spíritu Sancto, que nos hizo y nos conoce, queriendo enseñar a la casada su estado, la pinta desta manera.

Mas porque quede más entendido, tomemos el agua de su principio y digamos así. Tres maneras de vidas son en las que se reparten y a las que se reducen todas las maneras de viviendas que hay entre los que viven casados; porque, o labran la tierra, o se mantienen de algún trato y oficio, o arriendan sus haciendas a otros y viven ociosos del fruto dellas. Y así, una manera de vida es la de los que labran, y llamémosla vida de labranza; y otra la de los que tratan, y llamémosla vida de contratación; y la tercera de los que comen de sus tierras, pero labradas con el sudor de los otros, y tenga por nombre vida descansada.

A la vida de labranza pertenece, no sólo el labrador que con un par de bueyes labra su pegujar, sino también los que con muchas yuntas y con copiosa y gruesa familia, rompen los campos y apacientan grandes ganados.

La otra vida, que dijimos, de contratación, abraza al tratante pobre, y al mercader grueso, y al oficial mecánico, y al artífice y al soldado, y finalmente, a cualquiera que vende o su trabajo, o su arte o su ingenio.

La tercera vida, ociosa, el uso la ha hecho propria agora de los que llaman nobles y caballeros y señores, los que tienen, o renteros, o vasallos de donde sacan sus rentas.

Y si alguno nos preguntare cuál de estas tres vidas sea la más perfecta y mejor vida, téngase por dicho que la de la labranza es la primera y verdadera; y que las demás dos, por la parte que se avecinan con ella y en cuanto le parecen, son buenas y según della se desvían, son peligrosas. Porque se han de entender que, en esta vida primera, que decimos de labranza, hay dos cosas, ocupación y ganancia; la ganancia es inocente y natural, como arriba dijimos, y sin agravio o desgusto ajeno: la ocupación es loable y necesaria, y maestra de toda virtud.

La segunda vida, de contratación, se comunica con ésta en lo primero, porque es también vida ocupada como ella, y esto es lo bueno que tiene; pero diferénciase de lo segundo, que es la ganancia, porque la recoge de las haciendas ajenas, y las más veces con desgusto de los dueños dellas, y pocas veces sin alguna mezcla de engaño. Y así, cuanto a esto, tiene algo de peligro y de menos reputación.

En la tercera y última vida, si miramos a la ganancia, cuasi es lo mismo que la primera; a lo menos nacen ambas a dos de una misma fuente, que es la labor de la tierra, dado que, cuando llega a los de la vida que llamamos ociosa, por parte de los mineros por donde pasa, cobra algunas veces algún mal color del arrendamiento y del rentero, y de la desigualdad que en esto suele haber pero al fin, por la mayor parte y cuasi siempre es ganancia y renta segura y honrada, y por esta parte aquesta tercera vida es buena vida: pero, si atendemos a la ocupación, es del todo diferente de la primera, porque aquélla es muy ocupada, y ésta es muy ociosa, Y Por la misma causa muy ocasionada a daños y males gravísimos; de manera que lo perfecto y lo natural, en esto de que vamos hablando, es el trato de la labranza. Y pudiera yo aquí agora extender la pluma alabándola, mas dejarélo por no olvidar mi propósito, y porque es negocio sentenciado ya por los sabios antiguos, y que ha pasado en cosa juzgada su sentencia, y también porque, a los que sabemos que Dios puso al hombre en esta vida, y no en otra, cuando le crió, y antes que hubiese pecado, y cuando más le regalaba y quería, bástanos esto para saber que, de todas las maneras de vivir sobredichas, es aquésta la más natural y la mejor.

Pues dejado aquesto por cosa asentada, añadimos, prosiguiendo adelante, que, en todas las cosas que son de un mismo linaje, y que comunican en una misma razón, si acontece que entre ellas haya grados de perfectión diferentes, y que aquello mismo que todas tienen, esté en unas más entero y en otras menos, la razón pide que la más aventajada y perfecta sea como regla y dechado de las demás, que es decir que todas han de mirar a la más aventajada, y avecinarse más a ella cuanto les fuere posible, y que, la que más se allegare, librará muy mejor. Claro ejemplo tenemos desto en las estrellas y en el sol, los cuales todos son cuerpos llenos de luz, y el sol tiene más que ninguno dellos y él es el más lúcido y resplandeciente, y así es, que tiene la presidencia en la luz, y a quien todas las cosas lúcidas miran y siguen, y de quien cogen sus luces, tanto más cada una cuanto se le acerca más.


Pues digo agora que, como entre todas las suertes de vivir de los hombres casados, tenga el más alto y perfecto grado de seguridad y bien la labranza, y sea, como está concluído, la medida ella y la regla que han de seguir, y el dechado que han de imitar, y el blanco donde han de mirar, y a quien se han de hacer vecinas cuanto pudieren las demás suertes, no convenía en ninguna manera que el Espíritu Sancto, que pretende poner aquí una que sea como perfecto dechado de las casadas, pusiese, o una mercadera, mujer de los que viven de contratación, o una señora regalada y casada con un ocioso caballero, porque la una y la otra suerte son suertes imperfectas y menos buenas, y por la misma causa inútiles para ser puestas por ejemplo general y por dechado; sino escogió la mejor suerte, y hizo una pintura de perfecta mujer en ella, y púsola como delante de los ojos a todas las mujeres, así a las que tienen aquella condición de vida, como a las de diferentes estados y condiciones para que a todas fuese común dechado y ejemplo: a las del mismo estado, para que se ajustasen del todo con él, y a las de otra manera, para que se lo acercasen e hiciesen semejante cuanto los fuese posible. Porque, aunque no sea de todas el lino y la lana, y el huso y la tela, y el velar sobre sus criadas, y el repartirles las tareas y las raciones, pero en todas hay otras cosas que se parecen a éstas y que tienen parentesco con ellas, y en que han de velar y se han de remirar las buenas casadas con el mismo cuidado que aquí se dice. Y a todas, sin que haya en ello excepción, los está bien y los pertenece, a cada una en su manera, el no ser perdidas y gastadoras, y el ser hacendosas y acrecentadoras de sus haciendas. Y si el regalo y el mal uso de agora ha persuadido que el descuido y el ocio es parte de nobleza y grandeza, y si las que se llaman señoras hacen estado de no hacer nada y de descuidarse de todo, y si creen que la granjería24 y la labranza es negocio vil contrario de lo que es señorío, es bien que se desengañen con la verdad.

Porque si volvemos los ojos atrás, y tendemos la vista por los tiempos pasados, hallaremos que, siempre que reinó la virtud, la labranza y el reino anduvieron hermanados y juntos; y que el vivir de la granjería de su hacienda era vida usada, y que les acarreaba reputación a los príncipes y grandes señores. Abraham, hombre riquísimo y padre de toda la verdadera nobleza, rompió los campos; David, rey invencible y glorioso, no sólo antes del reino apacentó las ovejas pero, después de rey, los pechos de que se mantenía eran sus labranzas y sus ganados. Y de los romanos, señores del mundo, sabemos que del arado iban al consulado, que es decir al mando y gobierno de toda la tierra, y volvían del consulado al arado. Y si no fuera esta vida de nobles, y, no sólo, usada y tratada por ellos, sino también debida y conveniente a los mismos, nunca el poeta Homero en su poesía, que fué imagen viva de lo que a cada una persona y estado convino, introdujera a Elena, reina noble, que, cuando salió a ver a Telémaco asentada en su cadira25, una doncella suya te pone al lado en un rico canastillo copos de lana ya puestos a punto para hilar, y husadas ya hiladas, y la rueca para que hilase. Ni en el palacio de Alcinoo, príncipe de su pueblo riquísimo, de cien damas que tenía a su servicio, hiciera, como hace, hilanderas a las cincuenta. Y la tela de Penélope, princesa de Ítaca, y su tejer y destejer, no la fingiera el juicio de un tan grande poeta, si la tela y el urdir fuera ajeno de las mujeres principales. Y Plutarco escribe que en Roma a todas las mujeres, por más principales que fuesen, cuando se casaban y cuando las llevaba el marido a su casa, a la primera entrada della y como en el umbral, les tenían, como por ceremonia necesaria, puesta una rueca, para que lo que primero viesen al entrar de su casa, les fuese aviso de aquello en que se habían de emplear en ella siempre.

Pero ¿qué es menester traer ejemplos tan pasados y antiguos, y poner delante los ojos lo que, de muy apartado, cuasi se pierde de vista? Sin salir de nuestras casas, dentro en España, y casi en la edad de nuestros abuelos, hallamos claros ejemplos de esta virtud, como de la reina católica doña Isabel, princesa bienaventurada, se lee. Y si las que se tiene agora por tales, y se llaman duquesas y reinas, no se persuaden bien por razón, hagan experiencia dello por algún tiempo breve, y tomen la rueca, y armen los dedos con la aguja y dedal, y cercadas de sus damas, y en medio dellas, hagan labores ricas con ellas, y engañen algo de la noche con este ejercicio, y húrtense al vicioso sueño, para entender en él, y ocupen los pensamientos mozos de sus doncellas en estas haciendas, y hagan que, animadas con el ejemplo de la señora, contiendan todas entre sí, procurando de aventajarse en el ser hacendosas; y cuando para el aderezo o provisión de sus personas y casas no les fuere necesaria aquesta labor (aunque ninguna casa hay tan grande, ni tan real, adonde semejantes obras no traigan honra y provecho), pero, cuando no para sí, háganlo para remedio y abrigo de cien pobrezas y de mil necesidades ajenas.

Así que, traten las duquesas y las reinas el lino, y labren la seda, y den tarea a sus damas, y pruébense con ellas en estos oficios, y pongan en estado y honra aquesta virtud; que yo me hago valiente de alcanzar del mundo que las loe, y de sus maridos, los duques y reyes, que las precien por ello y que las estimen; y aún acabaré con ellos que, en pago deste cuidado, las absuelvan de otros mil importunos y memorables trabajos con que atormentan sus cuerpos y rostros, y que las excusen y libren de leer en los libros de caballerías, y del traer el soneto y la canción en el seno, y del billete y del donaire de los recaudos, y del terrero26 y del sarao, y de otras cien cosas de este jaez, aunque nunca las hagan. Por manera que la buena casada, en este artículo de que vamos hablando de ser hacendosa Y casera, ha de ser, o labradora, en la forma que habemos dicho, o semejante a labradora todo cuanto pudiere.

Y porque del ser hacendosa decíamos que era la primera parte ser aprovechada, y que por esta causa Salomón no dijo que el marido lo compraba lino a esta mujer, sino que ella lo buscaba y compraba, es de advertir lo que en esto acontece no pocas veces, que algunas, ya que se disponen a ser hacendosas, por faltarles esta parte de aprovechada, son más caras y más costosas labrando, que antes eran desaprovechadas holgando; porque, cuanto hacen y labran ha de salir todo de casa del joyero y del mercader, o fiado, o comprado a mayores precios, y quiere la ventura después que, habiendo venido mucho del oro y mucha de la seda y aljófar, para todo el artificio y trabajo en un arañuelo de pájaros, o en otra cosa semejante de aire. Pues a estas tales mándenles sus maridos que descansen y huelguen, o ellas lo harán sin que se lo manden, porque muy menos malas son para el sueño que para el trabajo y la vela; que lo casero y lo hacendoso de una buena mujer, gran parte dello consiste en que ninguna cosa de su casa quede desaprovechada, sino que todo cobre valor, y crezca en sus manos, y que, como sin saber de qué, se haga rica y saque tesoro, a manera de decir, de entre las barreduras de su portal. Y si el descender a cosas menudas no fuera, hacer particular esta doctrina, que el Espíritu Sancto quiso que fuese general y común, yo trujera agora a vuestra merced por toda su casa y en cada uno de los rincones della dijera lo que hay de provecho; mas vuestra merced lo sabe bien y lo hace mejor, y las que se aplican a esta virtud, de sí mismas lo entienden; como, al revés las que son perdidas y desaprovechadas, por más que se les diga, nunca lo aprenden. Pero veamos lo que después de aquesto sigue: