La segunda epístola
¿ Por qué se queda mi pluma en la tinta, me preguntas ?
¿ Por qué el ritmo de las cosas no me desvía de mis escritos ?
¿ Por qué duermen, amontonados en las hojas amarillas,
Los yambos ascendentes, los troqueos, los dáctilos ?
Si tú supieras los problemas con los cuales tengo que luchar,
Veías que tengo argumentos incluso para romper mi pluma;
¿ Para qué tratar en una lucha justa
Obtener una nueva forma para nuestra antigua y sabia lengua ?
¿ Ese misterio que se esconde en tu arpa,
En duetos de teatro exponer como una mercancía,
Cuando tu con sed buscas la forma adecuada,
Escribir, como pide el mundo, una historia sobre agua ?
Pero tú vas a decir que estaría bien si en el mundo
Entrara mi nombre al lado de bellos versos,
Obtener el reconocimiento de hombres importantes,
Dedicar mis versos a grandes señoras,
Y con mi mente apaciguar el disgusto de mi corazón.
Amigo mío, ese camino fue recorrido antes;
Tenemos en nuestro siglo ese tipo raro de bardos
Que intentan con sus escritos llegar a ser importantes
Dedicando sus versos a los poderosos, a las damas,
Son cantados en cafés y hacen ruido en los salones;
Y los caminos de la vida siendo difíciles y angostos,
Ellos tratan caminar con protección de faldas,
Dedicando folletos a damas cuyos maridos ellos esperan
Que llegando a ser ministros ayudarán su carrera.
¿ Por qué no quiero para fama, para gloria escribir ?
¿ Realmente será gloria hablar en un desierto ?
Hoy, cuando todos los mortales son esclavos de sus pasiones,
La gloria es la quimera que mil necios
A su ídolo atribuyen, llamando grande a un enano
Que es solo una burbuja en un siglo de nada.
¿ Voy a coger mi lira para cantar el amor ? Un lazo
Que se divide siempre entre dos o tres amantes.
¿ Qué ? ¿ Cantar alegremente que fuiste añadido
A un coro que en la opereta está dirigido por Menelao ?
Hoy a menudo la mujer, como el mundo, es una escuela
Donde aprendes solo superficialidad, pequeñez y sufrimiento;
A estas academias de ciencias de la Santa Viernes
Cada día atienden hombres todavía mas jóvenes,
Ellas reciben sus alumnos inexpertos en su clase,
Hasta que de la escuela solo una ruina ha quedado.
¡ Ay ! ¿ Sigues pensando en los años cuando soñábamos en academias,
Escuchando los antiguos maestros cosiendo las ropas del tiempo,
Cogiendo los cadáveres de los instantes desde sus libros
Y buscando en remiendos la sabiduría ?
Con sus suaves murmullos, un manantial de "horum-harum"
Ganando con parpadeos "nervum rerum gerendarum";
Con profunda piedad movían las poleas de nuestra mente,
Balanceando cuando un planeta, cuando un faraón de Egipto.
Me parece ver el astrónomo con el reposo de las nieblas,
Como suave, como desde una caja, saca los mundos del caos
Y como estira la negra eternidad y nos enseña
Que las épocas se siguen como abalorios en un hilo.
Entonces nuestra mente se convertía en molinillo,
Sentíamos, como Galileo, que la comedia se mueve...
Aturdidos por lenguas muertas, por planetas, por todo el polvo,
Confundíamos al maestro con un príncipe en ruinas
Y mirando telarañas en el techo, en pilastras,
Escuchábamos sobre Ramses y soñábamos ojos azules
Y en márgenes de cuaderno escribíamos dulces versos, por ejemplo
Para una rosácea y salvaje Clotilde.
Me flotaba por delante con la mezcla del tiempo
O un sol, o un rey, u otro animal doméstico.
El chirrido de las plumas otorgaba encanto al silencio,
Yo veía olas verdes de trigo, la ondulación de un prado,
La cabeza pesada caía sobre la banca, todo parecía infinito,
Cuando tocaba el timbre, Ramses debería estar muerto.
Entonces el mundo del pensamiento era la verdadera realidad,
Y, al contrario, el mundo real nos parecía imposible.
Solo hoy podemos ver que áspero y estéril camino es
El que puede ser aceptado por un corazón honesto;
Y en el mundo común soñar es un peligro,
Porque si tienes ideales eres ridículo y estás perdido.
Y entonces de ahora adelante no tiene sentido preguntar
Por que el ritmo no me desvía de mis escritos,
Por que duermen en mis hojas
Los yambos ascendentes, los troqueos, los dáctilos...
Si voy a seguir escribiendo en verso, solo tengo miedo
Que mis contemporáneos empezaran a alabarme.
Si aguanto con facilidad y una sonrisa su odio,
Sus alabanzas me llenarían seguramente de amargura.