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La segunda esposa/Auto

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Elenco
La segunda esposa
de Pedro Calderón de la Barca
Auto

Auto

Suena dentro la música y sale el PLACER, de villano.
MÚSICA

dentro.
Venid, mortales, venid
si queréis no serlo y eternos vivir,
que aquí está la Vida, puesto que está aquí
quien, muriendo, a la Muerte ha de destruir.

PLACER:

Mil extremos he de hacer
de contento y alegría.
¡Albricias, que hoy es mi día
pues es día de Placer!
Cantar, bailar y tañer
sean todos mis intentos,
suenen voces e instrumentos
pues contra la Muerte el Rey
hace de Gracia una ley
con todos sus sacramentos.

(Salen en tropa toda la música del carro de la nave, que ha de ser el segundo; el BAUPTISMO, niño, vestido de blanco, la CONFIRMACIÓN de dama, la PENITENCIA de pieles, el ORDEN SACERDOTAL, viejo venerable, el MATRIMONIO, galán; detrás de todos el ESPOSO con potencias en el sombrero. Dando vuelta al tablado, quedan todos en ala y él delante.)
MÚSICA:

Venid, mortales, venid
si queréis no serlo y eternos vivir,
que aquí está la Vida, puesto que está aquí
quien, muriendo, a la Muerte ha de destruir.

ESPOSO:

Ya que esa altiva, esa bella
Jersusalén militante,
-sombra de la que triunfante
vio en su Apocalipsi aquella
águila que estrella a estrella
bebe uno y otro arrebol,
subiendo ardiente farol
a ser dórica coluna-,
de la esfera de la luna,
se nos pasa a la del sol;
ya que en la vaga región,
trepando enlazada vid,
si no torre de David,
si no alcázar de Sión
o templo de Salomón,
es altiva imagen fuerte
que sus triunfos nos advierte,
pues murada y guarnecida
plaza de armas de la vida
ha de ser contra la Muerte,
antes que a su fortaleza
entremos, saber espero,
pues obras de Gracia quiero
medir, para más fineza,
con las de naturaleza,
de qué una gran monarquía
consta desde el primer día
que se funda, porque en todo
he de ajustarme en el modo
de esta nueva alegoría.

BAUPTISMO:

Una república bella
consta, señor, de la gente,
y así es lo más conveniente
que a poblalla y poseella
nazcan vasallos en ella
que comercien en su abismo.

ESPOSO:

Suceda en esta lo mismo
pues cuantos a ella vendrán
segunda vez nacerán
por ti siendo tú el Bauptismo.
(Hace reverencia al nombrarle y todos después.)

CONFIRMACIÓN:

Nacer, señor, no es bastante
si no se sigue al nacer
a perfecta edad crecer
y ser hombre el que era infante
porque con fervor constante
confirme en el corazón
la Ley y la Religión
que les des.

ESPOSO:

Pues tú serás
quien se la confirmarás
siendo la Confirmación.

PENITENCIA:

Nacer, señor, y crecer
a pefecta juventud
no es la segura salud
que el mortal ha menester.
Y así, le importa tener
remedios a la dolencia
de una y otra intercadencia.

ESPOSO:

Pues tú serás de esa ruina
saludable medicina,
siendo tú la Penitencia.

PENITENCIA:

Aunque le podré curar
será fuerza que le des
convalecencia después
con que pueda desechar
las reliquias que dejar
suele el mal.

ESPOSO:

De esa aflicción
conforte una ungida acción
-la extrema necesidad
que deje la enfermedad-
con nombre de Extremaunción.

COMUNIÓN:

Ves aquí, señor, que atento
nace el Hombre, vive y crece,
que adolece y convalece.
¿Qué hará sin el alimento
que le sirva de sustento?
pues el más fuerte varón,
sin esta vital porción,
fallecerá.

ESPOSO:

Pan de Vida
tendrás tú para comida
siendo tú la Comunión.

ORDEN:

¿Qué importará que nacido
se vea el Hombre y confirmado,
convalecido y curado
y en efecto mantenido,
si en justicia y paz regido
no es de algún gran tribunal
que le mantenga en igual
Ley? Luego habrá menester
jueces.

ESPOSO:

Y tú lo has de ser
siendo Orden Sacerdotal.

MATRIMONIO:

Aunque todos lograr puedan
tantos favores, ningunos
vendrán a ser, como unos
en otros no se sucedan.
Monarquías que se heredan
de una en otra sucesión
las más asentadas son.

ESPOSO:

Da tú de eso testimonio
siendo tú del Matrimonio
legítima sucesión.

MATRIMONIO:

Pues ya que a todos nos das
cargos, con que de honor llenos,
ninguno te tiene en menos,
porque no puedes ser más,
¿licencia no nos darás
para que todos por mí
te hagan un acuerdo aquí
ya que en mí la sucesión
legítima es el blasón
de que me coronas?

ESPOSO:

Sí.

MATRIMONIO:

Pues dicen, señor, que aunque
de tal virtud y belleza
la humana naturaleza
tu primera esposa fue,
-tanto que en ella hoy se ve
el cielo cumplido, aquel
arco, pacto y signo fiel
de su gran prometimiento-
y así como «Juramento
de Dios» se llamó Isabel
y aunque tu amor no ha olvidado
lo que ya una vez amó
y de ella al mundo quedó
el bellísimo traslado
que de tu mente engendrado
fue reparo de su ruina,
que es la gloria peregrina
que comunicaste en ella
al mundo, siendo esta bella
prenda una infanta divina,
con todo eso, asegurar
conviene tu sucesión
en la propagada unión
de fieles que ha de igualar
átomos de viento y mar.

MATRIMONIO:

Y así, atentos a este bien
te consultan, porque ven
cuánto a honrarlos te acomodas,
celebres segundas bodas,
escucha, señor, con quién:
La Caridad, soberana
virtud, no sintiendo, digo,
ser tu hermana, pues contigo
nació, luego si es tu hermana
de tu sangre cosa es llana
que nace la Fe se ve,
pues de la Caridad fue
hija esta virtud divina,
luego de esposa y sobrina
méritos tendrá la Fe,
su madre siendo María,
que exaltada es ya feliz
le fue pues emperatriz
la vio en rosicler del día,
en la imperial monarquía
donde engendró soberana
a la Fe con nombre de Ana
que es Gracia, luego la esposa
será exaltada y graciosa
siendo como es María Ana.

MATRIMONIO:

Pues siendo así que elegida
está ya esta niña bella
y has labrado para ella
ese alcázar de la Vida,
con familia prevenida,
para que la recibamos
humildes te suplicamos
que su presencia gocemos
porque fieles la adoremos
porque leales la sirvamos.

ESPOSO:

De vuestra razón de estado
ninguna cuerda consulta
mi voluntad dificulta;
y así, atento a ese cuidado,
tú, Matrimonio, enviado
con mi poder, donde está
irás.

MATRIMONIO:

Tus plantas me da
a besar.

(Vase al carro del águila.)
PLACER:

Yo que callé
cuanto hablar lo serio fue,
hablando de bodas ya
licencia tendré, señor,
para que contento diga
que la música prosiga.

ESPOSO:

Ven, que de mi nuevo amor
tú, Placer, anunciador
a todo el mundo has de ser.

PLACER:

Propio oficio de Placer
es llevar nuevas de gusto.
Volved todos, pues es justo,
hoy a cantar y tañer.
(Vanse tocando y cantando al carro de los leones y a este tiempo sale del carro de las águilas la MUERTE vestida de negro con manto, sombrero, espada y véngala como oyendo la música.)
(Música.)
Venid, mortales, venid
si queréis no serlo y eternos vivir
que aquí está la Vida, puesto que está aquí
quien, muriendo, a la Muerte ha de destruir.

MUERTE:

¿«Que aquí esta la vida, puesto que está aquí
quien, muriendo, a la Muerte ha de destruir»?
¿Qué fábrica y qué voz,
una piramidal, otra veloz,
al sol y al viento igual,
en lo veloz y en lo piramidal
opuestas sin desdén,
mis oídos oyen y mis ojos ven
siendo así que una y otra admiración
todo me estremeciera el corazón,
si algo pudiera ser
que en lo mortal de mí, inmortal poder,
temor me diera, dando yo el temor?
¿Qué horror, pues, se le atreve al mismo horror?
Mas ¡ay de mí!, mas ¡ay de mí! que aunque
sé que no puedo yo temer, no sé
qué angustia, qué pasión
qué letargo, qué ansia, qué aflicción
me confunde el mirar
ese nuevo edificio singular
en quien deslumbra el trémulo farol,
su faz la luna y su semblante el sol,
y más, cielos, y más,
cuando de fuentes y aves al compás,
oigo a su dulce música decir
(Dentro música.)
Venid, mortales, venid,
si queréis no serlo y eternos vivir...

MUERTE:

¿Cómo, métrico engaño, puede ser
vivir eterno cuando da a entender
tu numerosa cláusula vocal
que habla con el mortal? Pues, si es mortal,
¿cómo eterno le anuncia tu canción?
Mortal y eterno ¿no es contradición
que implica? ¿Sí? Pues, ¿cómo, cómo oí...
(Música.)
...que aquí está la Vida, puesto que está aquí
quien, muriendo, a la Muerte ha de destruir?

MUERTE:

Pero mal, ¡ay de mí!, podré apurar
yo la razón que tengo de dudar
que aunque en ella se funda mi ambición
es de Dios, que no es mía, mi razón!
Y así, pues discurrir no me tocó,
dígamela quien sepa más que yo.
¡Ah del profundo horror
del centro de esa fábrica inferior
del mundo, cuyo vil
seno, poblado de sepulcros mil,
sólo un sepulcro es!
¡Ah del abismo! ¡Ah del Pecado! Pues
hija tuya nací,
atiende.

(Sale el PECADO vestido de demonio.)
PECADO:

¿Qué me quieres?

MUERTE:

Oye.

PECADO:

Di.

MUERTE:

Ya sabes que mi principio
fue en el hermoso jardín
de la original justicia,
adonde engendrada fui
de la voz de la serpiente,
llegándome a concebir
la oreja de la mujer,
y a alimentar desde allí
la culpa del hombre, para
que me viniese a parir
la abierta herida de Abel
por la mano de Caín,
siendo los cuatro costados
del solar en que nací
una mentira de un áspid,
un deseo mujeril,
un error inobediente
y un homicidio infeliz,
en cuya primera pavorosa lid
es cierto que tuvo su principio el fin.

MUERTE:

Pero mal hago, mal hago
en alegar desde aquí
mi origen, puesto que es más
antiguo que referí;
pues aún no era de los cielos
el cristalino viril,
no eran del mar y la tierra
el verde y azul país,
no era el sol, no era la luna
noble luz y sombra vil,
plantas, fieras, peces ni aves,
cuando yo pienso que fui.

MUERTE:

Pues antes que todos tú
ya me concebiste en ti
fatal ira de tus iras,
cuando valiente adalid
de vasallos rebelados,
procuraste competir
la Divinidad; a cuyo
rumor de armas, confundir
se vio en la celeste curia
todo su eterno cenit,
escándalos dando al osado motín,
si ronca la caja, bastardo el clarín.
No me quiero detener
en pintar, en describir
tus ruinas o tus victorias,
que bien se pueden decir
victorias ruinas tan nobles
que se trujeron tras sí
el aplauso de intentar
ya que no el de conseguir;

MUERTE:

pues sólo toca a mi intento
que ya en el campo turquí,
que ya en la verde campaña,
hija de tu horror nací,
pues del pecado la muerte
miró el mundo introducir,
poniendo o su saña o su fuerza o su ardid,
en uso el matar, en ley el morir.
No traidoramente afable,
para engañar y fingir,
a vista salí del siglo,
pues desde luego salí
tan horrorosa, tan fiera,
que al primer estrago di
a entender que venía a ser
bárbara, atroz y gentil,
tan doméstico veneno,
tan cauto ladrón sutil,
tan familiar enemigo
y batalla tan civil
del hombre, que tropezando
aun más que en su sombra en mí,

MUERTE:

a todas horas me había
de tener dentro de sí;
a cuyo efecto cadáver
y homicida, a un tiempo vi,
estrenando uno la saña
y otro el golpe, confundir
los temblores del matar
con los pasmos del morir;
tanto, que pudiera mal,
aun el día, distinguir
la activa o pasiva acción,
viendo entre los dos teñir
en cárdeno, en triste, troncado alhelí,
la faz y la mano sangriento zafir.
Desde este tremendo día,
cuya luz, a no lucir,
sólo haga memoria el año,

MUERTE:

poseyendo su matiz
caliginosas tinieblas
desde un abril a otro abril,
desde este, pues, día tremendo,
la posesión adquirí
del más propagado imperio
a que se supo rendir
la naturaleza humana,
llegando toda a sentir
el yugo de mi poder
en su agobiada cerviz.
Tanto que de mis tributos
fue el universal confín
del orbe jurisdición,
cuando anegado le vi
en un diluvio de llanto
llorando su Emperatriz;
y aunque empecé en tiranía
(no lo he de contradecir),

MUERTE:

hereditaria me hice,
ganando decretos mil
pues como el agua que va
por campañas de jazmín
deslizándose, es la vida
dijo en un salmo David,
la Teüquis, y San Pablo
lo confirma con decir
que está establecido haber de seguir
a una vez nacer, una vez morir.
Pues siendo así que los cielos
lo dicen, pues siendo así
que es ley suya que no tiene
que interpretar ni argüir,
¿cómo esa fábrica bella
en quien se ven esculpir
a mordeduras del bronce,
el ébano y el marfil,

MUERTE:

esa perspectiva en cuya
majestad se ven pulir
lo prolijo del cincel,
lo afectado del buril,
estudiosamente al tope,
viendo anudar y embutir
el crisolito y topacio
la amatista y el rubí,
esa casa de placer,
mejor pudiera decir
casa fuerte, pues a partes,
ya vergel, ya rebellín,
ostenta de Jericó
los muros, y de Efraín
las amenidades, siendo
lo menos precioso ahí
lo precioso; pues aunque
se ven engarzar y unir
la arquitrabe de sus cimbrias,

MUERTE:

de su cúpula el perfil,
con oro y plata Pactolo y Ofir,
con palmas y cedros Líbano y Setín,
no es esto, no, lo que más
me ha obligado a discurrir
(y aun no sé, no sé si diga
que a suspirar y gemir)
sino cuatro frutos que
miro su cerco incluir,
persuadiéndome a que ciega
estoy viendo desde aquí
las olivas del Cedrón,
las fuentes de Rafidín,
las espigas de Booz
y las viñas de Engadí,
mostrándome algún misterio feliz
el agua y el olio, la mies y la vid;

MUERTE:

¿cómo esa máquina, pues,
contra mí y aun contra ti,
en su recinto y su acento,
convida al hombre a vivir
eterno, si ya no tiene
trasplantada la raíz
de aquel árbol de la Vida,
por quien Dios mandó salir
al hombre del paraíso?
Mas no fuera, siendo así
que la fruta de aquel árbol
la había de restituir,
que tan presto le arrojara
indignado querubín.

MUERTE:

Estas, pues, contradiciones
me tienen a mí sin mí;
para que me saques de ellas
te llamé; y porque no aquí
te dejes de mi ilusión
o vencer o persuadir,
llega tú, llega, verás
con cuánta ocasión sentí,
con cuánta razón dudé,
con cuánta causa gemí,
con cuánto temor, con cuánto
asombro, el asombro, en fin,
tiembla, gime, siente y llora
oyendo a esa voz decir

ELLA Y MÚSICA:

Que aquí está la Vida, puesto que está aquí
quien, muriendo, a la Muerte ha de destruir.

PECADO:

La voz escuché, y no menos
que a ti te admiró, me admira,
a cuyo acento, la ira
deja mis discursos llenos
de más confusión que a ti,
cuanto es la pena más grave
del que sabe al que no sabe.
Suma inteligencia fui
y aunque en la gran competencia
de mi lid sangrienta y dura,
perdí gracia y hermosura,
no perdí aprehensión ni ciencia;
y con todo eso, no puedo
rastrear y percibir
lo que esa voz va a decir,
a cuyo sentido quedo
atónito y elevado,
tanto, que juzgo anda aquí
un misterio, que de mí
tiene el cielo reservado,
de quien fue figura aquella
gran escala que ceñía
cielo y tierra, en quien se vía
bajar y subir por ella
tropas de alados querubes,
bien como aquí resplandores
del tapete de las flores
al volante de las nubes.

MUERTE:

Gente de allí veo salir.

PECADO:

Retírate y no te mueve.

(Sale el PLACER.)
PLACER:

Lo que es en ir, seré breve
mas no lo seré en venir
porque aunque soy el Placer
y sé correr y volar,
siempre he sido de ausentar
más fácil que de volver.

PECADO:

¿Hasle conocido?

MUERTE:

No.

PECADO:

Ni yo.

MUERTE:

Pues ¿quién podrá ser
humano, que a conocer
no lleguemos tú ni yo?

PECADO:

Déjale llegar, veremos
si le podemos asir.

PLACER:

Ahora bien, si hemos de ir,
señor, camino, cantemos.
Venid, mortales...

(Salen a él y cada uno le toma la mano.)
LOS DOS:

Villano,
tente.

PLACER:

¿Qué es lo que me pasa
que una mano se me abrasa
y se me hiela otra mano?

PECADO:

¿Quién eres?

PLACER:

Era el Placer
mas, ya que aquí vine a dar,
debo de ser el Pesar.

PECADO:

Fuerza era haberlo de ser,
pues ninguno de los dos
pudo haberte conocido,
que nunca te hemos tenido.

PLACER:

Ni aun ahora, plugiera a Dios,
tan tenido me tuvieran.

MUERTE:

Esto no es tenerte yo
sino embarazar que no
te tengan los que te esperan
y saber, si Placer eres,
cómo te arroja de sí
quien ahí vive.

PLACER:

Porque ahí
cuantos quedan son placeres.

PECADO:

Pues ¿qué casa aquesa fue
que al sol sus torres eleva?

PLACER:

Una república nueva,
una nueva corte que
del Austro el Rey soberano
para templo fabricó
de la esposa que eligió.

PECADO:

¿Qué Rey es ese, villano,
que yo no conozco?

PLACER:

Un Rey,
tan humano y tan divino,
que, siendo Austral, a dar vino
al clima occidental ley,
tan de Gracia, que la da
de balde su condición.

MUERTE:

¿Qué señas tiene?

PLACER:

El León
coronado de Judá
es su empresa y, como viene
a dar vida y lo mostró
en Magdalo, dél tomó
el castillo y así tiene
su alcázar para más fama
ilustrados sus blasones
de castillos y leones.

PECADO:

Dinos ya, ¿cómo se llama?

PLACER:

Si es león, ¿no consideras
que ya su nombre anticipo
en sus señas, pues Filipo
es ser domador de fieras?

MUERTE:

¿Con quién casa?

PLACER:

¡Oh, cielo santo!

PECADO:

¿Qué hay que ahora te alborote?

PLACER:

Denme con este garrote
y no me pregunten tanto.

MUERTE:

¿Con quién casa?, di.

PLACER:

En su corte
la paz aspira a su plaustro
y así, con ser él el Austro,
la ha firmado con el Norte
en esperanzas de que
de su grande monarquía
los rebeldes a porfía
se reducirán.

PECADO:

¿Por qué?

PLACER:

Porque en ella dos que infiero
talar poblado y campiña,
(A la MUERTE.)
uno es ave de rapiña,
(Al DEMONIO.)
otro es lobo carnicero,
y así, aves y fieras mal
lograrán su pretensión,
casándose el Rey león
con el águila imperial:
de la alta Alemania viene
la bella esposa que adora.

MUERTE:

¿Y tú dónde vas ahora?

PLACER:

Como sus bodas previene,
un convite voy a hacer
de su parte.

PECADO:

¿A quién, villano?

PLACER:

A todo el género humano.

MUERTE:

Pues ¿a ti te han de creer?

PLACER:

Sí, que llevo cartas yo
de grande crédito y fe.

PECADO:

¿Dónde están?

PLACER:

Yo lo diré;
estas son, que él me mandó
que las dé, sin escetar
personas.

(Dale cuatro memoriales; retirándose a leer, el PLACER se va retirando como a hurto.)
MUERTE:

Su nema abramos
y lo que escribe sepamos.

PLACER:

[Aparte.]
Yo, en tanto he de procurar,
como dicen, escurrir
la bola, sólo por ver
si es que es verdad que el Placer
siempre se va sin sentir.

(Vase.)
MUERTE:

¿Cuya la primera es?

PECADO:

A lo que en la firma veo,
letra y signo es de Mateo.

MUERTE:

¿Y qué dice?

PECADO:

Escucha, pues:
(Lee.)
«Convida el Rey a sus bodas
príncipes y emperadores,
potentados y señores
y luego a las gentes todas,
desde el Rey al peregrino,
que a nadie excepta, y admite
los pobres a su convite».
(Lee otro.)
«Estas bodas que previno
el Rey, ser dos imagina:
la católica pureza,
la humana naturaleza
y la Iglesia y Fe divina;
y así, creer es notorio
que tuvo en unión dichosa
primera y segunda esposa».

MUERTE:

¿Y quién dice eso?

PECADO:

Gregorio.
(Lee otro.)
«Quien comiere de este Pan
y de este Vino bebiere,
eterno vivir espere».

MUERTE:

¿Y eso quién lo dice?

PECADO:

Juan.
(Lee otro.)
«Oíd, gentes, con todos hablo:
quien coma de este Pan fiel
vive en Mí y Yo vivo en él
Vida, en que no hay Muerte. Pablo».

MUERTE:

No leas más, que me enfurece
tan nueva proposición
y quebrado el corazón
dentro del pecho, parece
que a pedazos mis enojos
le arrancan con ira loca,
en suspiros a la boca
y en lágrimas a los ojos.
¿No es ley del cielo severa
que en pecado concebido
nazca el hombre y que, nacido,
sólo porque nazca, muera?
Pues ¿quién inmortal le ha hecho?

PECADO:

¿Qué me preguntas, si miras
que el veneno de mis iras
es víbora de mi pecho?
¿Qué se hizo el Placer?

MUERTE:

Huyó,
que después de conocelle
tenelle ni aun detenelle
no pudimos tú ni yo.

PECADO:

Pues harto nos importara
porque la voz no corriera
de esto a la Esposa.

MUERTE:

No fuera
posible que se estorbara
pues, águila perspicaz,
bien que del sol no lo fui,
estoy viendo desde aquí
que, como el arco de paz
es tranquilo testimonio,
así obediente a la ley,
con poderes de su Rey,
capitula el Matrimonio.

PECADO:

(Mirando al carro de las águilas.)
Haciendo oración está,
cuando el joven llega a ella.

MUERTE:

Oye al saludalla y vella
la embajada que la da.

(Salen en lo alto por una parte el MATRIMONIO vestido de ángel, hincada la rodilla, con cruz y rótulo de Ave María, y por otra la ESPOSA con unas Horas en uno como veladorcillo, hincada de rodillas también, vuelto el rostro y abiertas las manos, mirándole, y suenan chirimías.)
PECADO:

¡Oh, quién de una vez cegara!
¡No viera en este hemisferio
la alusión de aquel misterio
que a mí no se me declara!

MATRIMONIO:

Si Exaltación María es,
si Ana es Gracia soberana,
bien de quien es María Ana,
podré humillarme a los pies,
donde el sol sus rayos peina;
con la fe y amor que tengo,
pues a que seas Reina vengo.
[A la música.]
Decid.

'(Canta toda la música en el otro carro. Cada vez que viene la música vuelven los dos [PECADO y MUERTE] suspensos.)
MÚSICA:

Dios te salve, Reina.

MATRIMONIO:

Para vencer la discordia
de nuestros males prolijos,
ven a ser de muchos hijos

MÚSICA:

Madre de Misericordia.

MATRIMONIO:

Que templará tu amor muestra
de la Muerte la amargura
pues eres...
(Música.)
...vida y dulzura,

MATRIMONIO:

y eres...
(Música.)
...Esperanza nuestra.

MUERTE:

Lo que allí admira aquí eleva.

MATRIMONIO:

Los que en este valle estamos,
llorando
(Música.)
a Ti suspiramos,
desterrados hijos de Eva.

MATRIMONIO:

La voz mi espíritu adiestra.
Ven, pues que su llanto ves,
a aliviarme presto,
(Música.)
ea, pues,
Señora, Abogada nuestra.

MATRIMONIO:

A ampararnos te resuelve,
pues nos ves menesterosos,
(Música.)
esos misericordiosos
ojos a nosotros vuelve.

MATRIMONIO:

En soledades extrañas
lamentando están el yerro,
(Música.)
danos en este destierro
el fruto de tus entrañas.

ESPOSA:

Siempre atenta mi humildad,
al supremo Emperador,
esclava soy del Señor,
cúmplase su voluntad.

MATRIMONIO:

Con sola esa dulce, grave
voz, que el sí pudo firmar,
ven, Señora, que en el mar
de Pedro espera la Nave.
Hoy galera no ha de ser
la embarcación de tus hados,
porque es la gente forzados
y en Ti no los ha de haber.
Ven, que la tranquilidad
lleva el iris de tu amor.

ESPOSA:

Esclava soy del Señor,
cúmplase su voluntad.
(Música.)
Esclava soy del Señor,
cúmplase su voluntad.

(Ciérrase la apariencia.)
MUERTE:

¿Ves cómo imposible fuera
las nuevas embarazar?

PECADO:

Monstruo me llamó del mar,
de la tierra bestia fiera
Juan; y así, con ira suma,
en tanto que aquella nave
tormenta padece grave
sobre estos campos de espuma,
he de salir al camino
para que ese gremio fiel,
a ese convite, por él
no nos pase peregrino.

MUERTE:

Dices bien y en eso fundo
la persecución primera:
quien viniere al mundo, muera,
muera.

(Dentro el HOMBRE con voz muy triste.)
HOMBRE:

¡Ah del mundo! ¡ah del mundo!

MUERTE:

Oye qué triste clamor
en las entrañas se encierra
de la tierra.

PECADO:

Es que la tierra
de parto está con dolor
y así el orbe cristalino
con tan triste, tan profundo
gemido hiere.

(Dentro.)
HOMBRE:

¡Ah del mundo!

PECADO:

¿Quién va?

HOMBRE:

El Hombre, el peregrino
(Sale el HOMBRE vestido de peregrino con una hacha en la mano la cual se ha de componer de seis velas de manera que pueda dividirse en luces cada una de por sí.)
que a puertas del nacer llama,
tan torpe, tan extranjero,
que ignora el paso primero
aunque le alumbra la llama
de la vida.

PECADO:

Llega, que
la senda mi voz te dice.
Ven hacia mí.

[Va hacia él y se espanta.]
HOMBRE:

¡Ay, infelice!

PECADO:

¿De qué te asombras?

HOMBRE:

De que
en el primer umbral vi
[Llorando.]
un horror que me asustó.

PECADO:

¿Hasme conocido?

HOMBRE:

No.

PECADO:

¿Y lloras de verme?

HOMBRE:

Sí.
Lágrimas son el primero
fruto que a la tierra doy.
¿Quién eres?

PECADO:

Tu culpa soy.

HOMBRE:

Pues nacer en ti no quiero
sino al centro en quien viví
volverme.

(Quiere ir atrás y no puede.)
PECADO:

Ya no podrás,
que el nacer no vuelve atrás
ni se elige. Desde aquí
delante has de ir siempre.

HOMBRE:

Iré
huyendo de ti.

(Retirándose del PECADO que va tras él, ve a la MUERTE.)
PECADO:

Contigo
voy, dondequiera te sigo.

HOMBRE:

¡Ay de mí! Huyendo encontré,
una sombra, otra más fuerte.

MUERTE:

Fuerza era que habiendo dado
en las manos del Pecado,
pases a las de la Muerte.

HOMBRE:

Pues también huiré de ti.

(Con pasos atrás a la MUERTE, se retira. Él va tras la MUERTE y el PECADO tras él.)
MUERTE:

Mira cómo no podrás,
pues cualquier paso que das
de mí huyendo, es hacia mí.
No puedes desde este instante
los dos, entre quien estás,
huir, ni dél volviendo atrás,
ni de mí, yendo adelante.

HOMBRE:

(Con asombro.)
¡Triste trance, dolor fuerte
es nacer en tal estado
que a mí me siga el Pecado
y que yo siga a la Muerte!

(Tropieza y cae a los pies de la MUERTE.)
MUERTE:

En mis manos estás, pero
no has los alientos cumplido
que el cielo te ha concedido,
y así su número espero
para apagar mi crueldad
esa llama.

HOMBRE:

¿Luego son...

MUERTE:

Di.

HOMBRE:

...tuya la ejecución
y ajena la voluntad?

MUERTE:

Sí, porque si fuera mía,
y mi voluntad gozara,
de solo un soplo apagara
toda la antorcha del día.

HOMBRE:

(Consolado y alegre.)
Perdí el miedo a tu violencia,
que a aquel no he de temer yo
que el golpe ha de dar sino
al que ha de dar la licencia;
y así, mi afecto leal
busque al que a ti te enfrenó.

MUERTE:

¿Quién esa razón te dio?

HOMBRE:

¿Quién? La razón natural.
Pues si hay quien mande a la Muerte,
causa es de causas, sin duda,
y es bien que a buscarle acuda.

MUERTE:

Pues para que de esa suerte
no discurras, has de ver
el imperio que mi fama
tiene sobre aquesa llama,
aun antes de fenecer.
Mira cómo mi crueldad
mata desde el primer día
con el sueño, imagen mía,
de esta antorcha la mitad.
(Quita una luz y apágala.)
Mira a hambre y sed cómo luego
otra mitad desfallece.
Mira el mal que se padece
cuánto apaga de ese fuego.
(Quita otra.)

MUERTE:

Mira ansia, angustia o tristeza,
cansancio, aflicción, anhelo,
(Otra.)
desdicha, pena, desvelo,
(Otra.)
necesidad y pobreza,
(Otra.)
de aquesa luz que recibes,
cómo apagan cuanto toco
y mira ahora cuán poco
(Queda con una sola.)
aun de lo que vives, vives.
¿Qué se hizo la llama bella
que a despecho de los dos
ardía?

HOMBRE:

¡Oh válgame Dios,
qué poco me queda de ella!
¡Con qué anticipado horror,
a millares de millares
nos consumen los pesares
de la vida lo mejor!
¡Oh, tú, antorcha que en esa breve, en esa
tibia llama contienes sombras sumas,
no por hermosa de inmortal presumas,
pues puedes ser, antes que luz, pavesa.
Si no ardes, mueres pues tu lumbre cesa.
Si ardes, también, pues fuerza es la consuma.
Luego ardiendo o no ardiendo, siempre ahúma
las lóbregas paredes de la huesa.
¡Qué luciente, qué bella te creía
cuando, cabal, no imaginé que pueda
destroncarte el rigor del primer día!
¡Oh, mortal! ¡Oh, mortal! Deshaz la rueda,
pues de vida, a merced de la agonía,
lo que te queda es lo que no te queda.
Pero esto poco, esto poco
procuraré aprovechar.

PECADO:

¿De qué suerte?

HOMBRE:

Con buscar
los desengaños que toco.

MUERTE:

¿Dónde hallarlos piensas, di?

HOMBRE:

¿No hay quien te venza, cruel?
Pues con buscarle yo a él,
él...

LOS DOS:

¿Qué?

HOMBRE:

...sabrá hallarme a mí.

PECADO:

Por donde quiera que fueres
de mi esclavo llevarás
el hierro porque jamás
blasonar de libre esperes.

(Tiénele la MUERTE las manos y el PECADO le pone un hierro en la frente.)
HOMBRE:

¿No hay quien me socorra? ¿No
hay gente ninguna aquí
que me favorezca?

(Sale el BAUTISMO con un aguamanil y tohalla al hombro.)
BAUPTISMO:

Sí.

LOS DOS:

¿Quién podrá ampararle?

BAUPTISMO:

Yo.

PECADO:

¿Quién eres, infante tierno...

MUERTE:

¿Quién eres, cándido niño...

PECADO:

...que de ese soberbio alcázar...

MUERTE:

...que de ese grande edificio...

LOS DOS:

...estás a la primer puerta?

BAUPTISMO:

Soy el primero ministro
de cuantos para su esposa
tiene el Rey en su servicio.

MUERTE:

¿Y qué pretendes? ¿Qué intentas?

BAUPTISMO:

De este mortal peregrino
oí la voz y vengo a darle
favor.

PECADO:

Es esclavo mío
y contra su dueño, nadie
tiene en esclavos dominio.

BAUPTISMO:

El Rey es dueño de todos,
y a aquel que injusticia hizo
a su esclavo, podrá el Rey
sobreseer a su castigo,
y aun librarle.

PECADO:

¿Cómo, pues,
el hierro que yo le imprimo
podrá borrársele nadie?

BAUPTISMO:

Así.
[Al HOMBRE.]
¿Qué pides?

HOMBRE:

Fe pido
para creer tus misterios.

BAUPTISMO:

Pues con este cristalino
licor, la mancha te lava
del hierro, que esclavo te hizo.
(Échale agua en la mano donde no tiene la luz, dale en la frente y quita el hierro, toma la tohalla y límpiase.)
[Al PECADO.]
Mira si con la ablución
del agua que es el Bauptismo
de la mancha del Pecado
ha quedado libre y limpio.

(Pásase delante dél.)
PECADO:

Limpio sí, por causa oculta
quizá que esa agua ha tenido;
libre no, que aún es mi esclavo
porque, habiéndolo nacido,
¿quién le ha dado libertad?

BAUPTISMO:

Si esclavo el nacer le hizo,
el nacer segunda vez
se la ha dado.

PECADO:

¡Qué delirio!
¿Por qué? ¿Cómo? Mas bajeza
siendo un tierno infante, un niño,
aún no capaz de razón,
es ponerme a argüir contigo.
¿Habrá quien por ti se atreva
a escuchar mis silogismos
y responder a ellos?

(Sale la CONFIRMACIÓN [con una pistola en la mano].)
CONFIRMACIÓN:

Yo,
que cuanto él dice, confirmo.
[Al HOMBRE.]
Pásate a mi adulta edad
y entiende lo que argüimos.

HOMBRE:

(Pónese delante.)
¡Oh, en un instante, que apenas
la verde juventud piso,
cuánto mundo he descubierto
y cuántas cosas he visto!

MUERTE:

Absorta estoy de mirar
tan nunca usados prodigios.

[Retírase.]
CONFIRMACIÓN:

¿Qué aguardas? Prosigue, pues.
¿Qué decías?

PECADO:

Que es delirio
pensar que pueda volver
al vientre de que ha nacido
el Hombre a nacer de nuevo.

CONFIRMACIÓN:

El Bauptismo no te ha dicho
que ha de nacer de la carne
y natural apetito
sino que, regenerado,
puede nacer de Dios mismo,
hijo de Dios por la Gracia.

PECADO:

¿Quién lo dijo?

CONFIRMACIÓN:

Juan lo dijo.

PECADO:

También el día en que nace
dijo Job que era maldito;
y David dice que fue
en pecado concebido;
y en él Pablo también dice
que todos son comprendidos.
Luego para un texto tuyo,
tres afirman que ha nacido
el Hombre en pecado, luego
esclavo nace.

CONFIRMACIÓN:

Distingo
hasta aquesta ablución de agua
que segunda Vida ha sido,
concedo. Desde aquí, niego.

PECADO:

A la distinción replico:
¿quién da esa segunda Vida

CONFIRMACIÓN:

Quien lo es, Verdad y Camino.

PECADO:

Camino, Vida y Verdad
¿quién lo es en el mundo?

CONFIRMACIÓN:

Cristo,
 (Dispara una pistola, cae en el suelo el PECADO, llega y vuelve donde está la MUERTE, cayendo.)
cuyo nombre es rayo que
yo en mi fortaleza vibro.

PECADO:

Calla, que esa voz me ha muerto;
rayo ha sido, rayo ha sido,
que aun antes que con la llama
me mató con el aviso.
¡Ay, Muerte, si tú lo fueras
para mí, cuando rendido
con otro carácter veo
borrado el carácter mío!

(Acércase a la MUERTE.)
MUERTE:

¡Oh, cobarde, cómo vuelves,
no sin infamia, vencido!
Pues yo mi jurisdición
no he de dar a sus partidos.

BAUPTISMO:

¿Quién va?

MUERTE:

La Muerte del Hombre.

BAUPTISMO:

¿La natural del sentido
o la sobrenatural
del alma, que yo le libro?

MUERTE:

La natural.

BAUPTISMO:

Pase, que a esa
yo la entrada no resisto.

CONFIRMACIÓN:

Ni yo.

MUERTE:

Mortal me le dejan
Confirmación y Bauptismo.

(Pasa adonde estaba el HOMBRE.)
HOMBRE:

¿Qué me quieres, viva sombra?

MUERTE:

Que veas que aquí te sigo.

HOMBRE:

¡Oh, no dejaras siquiera
que gozara sin peligro
la juventud de mis años
en objectos tan distintos
como la vida me ofrece!
Pero en ellos divertido
daré al olvido tu asombro.

(Vuelve las espaldas y como va representando se van entristeciendo BAUPTISMO y CONFIRMACIÓN, poniéndose las manos en los ojos. La MUERTE hace señas llamando al PECADO y él pasa por las dos.)
PECADO:

La Muerte pone en olvido.
Escuchemos desde lejos
si me acerco o me retiro.

HOMBRE:

¡Qué de pobladas ciudades,
qué de hermosos edificios,
qué de diversos comercios,
qué de varios ejercicios!
¡Divina es la majestad!
¡Quién ciñera sus invictos
laureles, aunque comprara
su aplauso con homicidios!
¡Lo que me ofenden los pobres,
lo que me agradan los ricos,
la opulencia de sus mesas,
donde destilar envidio
los ámbares en las aguas,
los néctares en los vinos!
¡Qué hermosas son las mujeres!
Los adornos son del siglo,
la menos bella, es tan bella
que merece mi albedrío
porque acompaña en lo airoso
la soledad de lo lindo.
Cualquiera se lleva el alma,
tras ellas voy, mas... ¿qué miro?
(Al volverse ve al PECADO.)
¿A qué vuelve el horror tuyo?

PECADO:

A que vuelvas a ser mío.

HOMBRE:

¿Por qué permitís los dos
que haya las puertas rompido?

CONFIRMACIÓN:

(De espaldas, con tristeza y desdén.)
Porque para entrar por ellas
las has abierto tú mismo.

HOMBRE:

¿Yo abrí la puerta al Pecado?

BAUPTISMO:

Sí, en haberle consentido.

HOMBRE:

¿Por eso me habláis los dos
con ceños y sin cariños?

BAUPTISMO:

¿Cómo quieres que te hablemos
si has nuestra gracia perdido?

HOMBRE:

¿El Bauptismo perdí?

BAUPTISMO:

No,
que el carácter que te dimos
fijo se queda en el alma.

CONFIRMACIÓN:

Pero ultrajado, aunque fijo.

HOMBRE:

¡Ay, infelice de mí!

PECADO:

¡Ay, Muerte, prevén el filo,
que va a llorar, no le des
lugar para conseguirlo!

MUERTE:

No puedo, que aún hay materia
que cebe aquel fuego activo.

PECADO:

No llores, vuelve a correr
ese campo de los vicios.

HOMBRE:

No quiero, sino llorarlos
ya que llegué a consentirlos,
por ver si segunda vez
con agua también te rindo,
porque si aquella primera
el hierro me borró esquivo,
¿quién duda que a esta segunda
suceda también lo mismo?
Que puesto que tiene el agua
sobre tus fuerzas dominio,
hoy de una causa he de ver
si dos efectos consigo,
una vez porque la vierto
y otra porque la recibo.
(Como va diciendo esto, vuelven a alegrarse los dos y a mostrarse.)

PECADO:

Yo también porque segunda
vez no suceda lo mismo,
haré del hierro cadena
porque otra vez fugitivo
no puedas huir. Veré
si dos efectos consigo
también de una causa yo,
(Saca una cadena y pónesela.)
haciéndote el hierro mío
una vez porque le ato,
y otra vez porque le imprimo.
Huye ahora.

HOMBRE:

Mal podré,
que es muy grave, es muy prolijo
el peso de mi cuidado
a quien se sigue un delirio.
Malo estoy, ¿quién podrá darme
la salud que al cielo pido?

MUERTE:

Aunque la pidas al cielo
¿quién quieres, ni el cielo mismo,
que pueda dártela?

(Sale la PENITENCIA [de pieles].)
PENITENCIA:

Yo.

PECADO:

¡Otro asombro!

MUERTE:

¡Otro prodigio!

PECADO:

Triste esqueleto que en brutas
pieles vives los retiros,

MUERTE:

...compañero de las fieras,

PECADO:

...ciudadano de los riscos,

MUERTE:

¿cómo has de curarle tú?

PENITENCIA:

[Al HOMBRE.]
¿No dices que arrepentido
lloras aquella soberbia
pasada, aquel apetito
de la lascivia y vïanda,
el deseo de homicidios,
el desprecio de los pobres
y la envidia de los ricos?

HOMBRE:

Y una y mil veces llorando
una y mil veces lo digo.

PENITENCIA:

Pues yo de las ataduras
y vínculos que cautivo
te tienen, te absuelvo;
(Quítale la cadena y pónesela delante.)
pasa mi puerta también.

PECADO:

Divinos
cielos, ¿qué familia es esta
que a la esposa se previno,
toda misteriosa?

MUERTE:

A tanto
asombro, fiera, me irrito
y violentamente quiero,
sin punto esperar preciso,
apagar la llama.

PECADO:

Tente.

MUERTE:

¿Tú lo evitas?

PECADO:

Yo lo evito,
que no me está bien que muera
tras la confesión que hizo.

BAUPTISMO:

[Al PECADO.]
Vuelve a salir del palacio.

CONFIRMACIÓN:

Vuelve a dejar este sitio.

(Échanle muy alegres.)
HOMBRE:

¡Cuánto me huelgo de ver
a los dos en favor mío!

CONFIRMACIÓN:

A nuestra gracia volviste
con haberte arrepentido.

(Abrázanle.)
PECADO:

Pues yo también volveré
a prevaricar su juicio
y entre todos disfrazado
tengo de ver si averiguo
qué templo y familia es esta,
si ya no es que siempre impíos
para mí solos los cielos
embarazan mis designios.
(Vase.)

HOMBRE:

¿Cómo no arrojáis la Muerte?

CONFIRMACIÓN:

Aún no la habemos vencido.

MUERTE:

No me venceréis jamás.

PENITENCIA:

Eso el tiempo ha de decirlo.
[Al HOMBRE.]
¿Cómo te sientes?

HOMBRE:

Mejor,
aunque no convalecido.

PENITENCIA:

Pues para convalecer
pide remedio.

HOMBRE:

Sí pido.

PENITENCIA:

En necesidad extrema
yo le ofrezco.

HOMBRE:

Y yo le admito.

PENITENCIA:

Ahora, porque confortes,
como médico divino,
de esa debilitación
comer y beber permito,
con que aumentos de la vida
cobres.

MUERTE:

A aqueso replico:
¿quién puede darle manjar
que pueda restituido
la vida aumentar?

(Sale la COMUNIÓN con cáliz y hostia.)
COMUNIÓN:

Yo. Toma
aqueste Pan y este Vino
y, aunque vino y pan lo ves,
la Comunión que es mi oficio,
carne y sangre lo hará.

HOMBRE:

Así
lo creo, con sólo oírlo.

MUERTE:

¿Cómo lo crees, desmintiendo
todos tus cinco sentidos?
¿Quién te lo ha dicho?

(Sale la ORDEN SACERDOTAL.)
ORDEN:

Yo que Orden
Sacerdotal soy, lo digo.

MUERTE:

Pues, ¿qué Pan es este?

ORDEN:

Es aquel cándido rocío,
neutral sabor de vïandas,
que llovió el cielo, el racimo
de tierra de promisión,
no sin misterio exprimido
en la viga del lagar
que Isaías nos predijo.
Y este, en fin, es Pan de Vida.

MUERTE:

¿De Vida? (¡tiemblo al oírlo!)
¿Cómo (¡dos veces soy hielo!)
puede (¡veneno respiro!)
un Pan, (¡de cólera tiemblo!)
que sólo es Pan, (¡de ira gimo!
dar (¡con mi aliento me ahogo!)
Vida, (¡con mi voz me aflijo!)
si yo (¡un áspid es mi pecho!)
soy (¡mi vista un basilisco!)
Muerte que, contra la Vida,
para sólo matar vivo?
Y, pues de aquella luz veo
pulsar los rayos más tibios,
habéis de ver entre todos
cómo a mis suspiros rindo
la poca llama que dura
a pesar de mis gemidos.
Veamos qué aumentos de vida
le dan ese Pan y Vino.

HOMBRE:

Valedme todos.

(Pónense todos delante y ella como luchando con todos.)
TODOS:

[A la MUERTE.]
Detente.

MUERTE:

Mal podréis templar mis bríos,
volcán soy, llamas arrojo,
Etna soy, rayos respiro.

BAUPTISMO:

¡Rey y Señor!

MUERTE:

No responde
a tu voz.

(Pasa por él apartándole.)
CONFIRMACIÓN:

¡Monarca invicto!

MUERTE:

Ni a la tuya.

[Pasa de la CONFIRMACIÓN.]
PENITENCIA:

¡León cordero!

COMUNIÓN:

¡Padre y Rey!

MUERTE:

Aún no os ha oído.

(Apártalos.)
ORDEN:

Hombre y Dios, ¿tú no dijiste
aqueste es el Cuerpo mío?
Pues ven a esta voz.

(Sale el ESPOSO, túrbase la MUERTE, el HOMBRE le da el hacha y él la toma.)
ESPOSO:

Sí haré,
que a aquesas palabras cinco,
en boca del sacerdocio,
siempre que él me llama asisto.
¿Qué es esto?

HOMBRE:

Echarse a tus plantas
el humano peregrino.
Mi vida pongo en tus manos,
líbrala de ese peligro.

(Pónese detrás de él.)
ESPOSO:

Sí haré, y haciéndola mía
ya como humana la admito
porque vean los mortales
que tienen Rey tan benigno
que toma sobre sus hombros
de su vida los conflictos,
ansias y tribulaciones;

MUERTE:

Yo personas no distingo.
Ciega estoy, no sé quién eres,
en últimos parasismos,
una humana vida veo,
una humana vida quito.
(Apaga la luz y suena terremoto.)

ESPOSO:

¿Por qué me desamparaste,
padre mío, padre mío?

BAUPTISMO Y CONFIRMACIÓN:

¿Qué has hecho, bárbaro, fiera?

ORDEN Y COMUNIÓN:

¿Qué has hecho?

PENITENCIA Y HOMBRE:

¿Qué has cometido?

MUERTE:

No sé, no sé, porque sólo
sé que a mi furor me rindo
viendo turbar cielo y tierra.

BAUPTISMO:

¡Qué portento!

CONFIRMACIÓN:

¡Qué prodigio!

PENITENCIA:

¡Qué asombro!

COMUNIÓN:

¡Qué confusión!

ORDEN:

¡Qué terremoto!

HOMBRE:

¡Qué abismo!

MUERTE:

Verdaderamente era
hijo de Dios pues, divino
y humano, vence muriendo.

ESPOSO:

Aun ahora no te he vencido.
([Suena] terremoto.)
La victoria empieza ahora
viendo que estas flores tiño
debilitado en mi sangre.
¿No hay quien dé a mi cuerpo alivio?

COMUNIÓN:

Yo en mi cáliz la recojo.

ORDEN:

Yo en mis manos la recibo.

ESPOSO:

Sacerdocio y Comunión
son los dos que han admitido
mi cuerpo y sangre; y así
has de ver que en ellos vivo
([Suena] terremoto.)
porque viva el Hombre en mí
pues como yo resucito,
resucitará glorioso
en el postrero jüicio,
siendo la muerte del justo
sólo un espacio preciso
para pasar a la eterna
vida; y siendo el Pan y el Vino
misterioso sacramento
en que yo me deposito,
para que venza muriendo
por los siglos de los siglos.
(Vanse llevando [al ESPOSO] los dos gloriosos al carro del triunfo.)

HOMBRE:

Felice yo que tan grandes
finezas he merecido.

MUERTE:

Y infelice yo que a tanto
eclipse, escándalo y ruido
una vez mato y dos muero.
([Suena] terremoto.)
Y más ahora que el sol miro
a media tarde expirando
entre celajes y visos,
amortiguados a rayos
y ensangrentados a giros;
agonizando la luna,
aun de sus siempre mendigos
resplandores, luz escasa
y tanto que ha parecido
que el sol y ella hechos pedazos,
bien como espejos partidos,
se han desatado en menores
astros, corriendo a su arbitrio,
crinadas aves de fuego
por negros campos de vidro,
las tropas de las estrellas,
las escuadras de los signos.

MUERTE:

Estremecida la tierra,
caducan montes y riscos,
titubean las ciudades,
deliran los edificios,
rásgase el velo del Templo,
chocan las piedras y frisos,
los monumentos arrojan
de sí cadáveres vivos.
El mar, escamado monstruo,
sin freno, rienda ni aviso
sacude sobre las nubes
los desmelenados rizos
de su mal peinada greña,
siendo azote cristalino
de una nave que entre todas
naufraga, vence el conflicto.

MUERTE:

Pero qué mucho, ¡ay de mí!,
si al no borrado camino
de sus rumbos obedece
sereno el cielo y tranquilo
el mar, sucediendo a tantos
amenazados peligros
alegre paz, que serena
aire, mar, campos y ríos;
apenas al tercer día
el día ha convalecido
cuando el Rey de mí triunfando,
mostrando que siempre invicto
entre sus tribulaciones
vencerá sus enemigos,
a recibirla en triunfal
carro sale al puerto mismo,
a cuya vista la pena,
vuelta en aplausos festivos,
de tierra y mar le responden
con canciones y con himnos.

(Da vuelta la nave y viene sentada en la popa la ESPOSA, el MATRIMONIO en la quilla y todos los músicos que son de la otra tropa en las gradas del trono. El carro a este tiempo da vuelta con el ESPOSO en el trono, y en sus gradas BAUPTISMO, CONFIRMACIÓN, PENITENCIA, COMUNIÓN, ORDEN y HOMBRE; y suena la música y a cada copla uno y otro da vuelta.)
CORO 1:

¡Ah del mar!

CORO 2:

¡Ah de la tierra!

CORO 1:

¿Qué nave es esa?

CORO 2:

Esta es,
pues trae la piedra preciosa,
la Nave del Mercader.

CORO 1:

¡Qué ventura!

CORO 2:

¡Qué placer!

CORO 1:

¡Buen vïaje...

CORO 2:

¡Buen pasaje...

LOS DOS:

...el mar y la tierra alegres le den!

CORO 1:

Y venga con bien,

CORO 2:

Y venga con bien,

LOS DOS:

...pues que nuestros puertos viene a enriquecer.

CORO 2:

¡Ah de la tierra!

CORO 1:

¡Ah del mar!

CORO 2:

¿Qué triunfo es ese?

CORO 1:

Este es,
del que ha vencido a la Muerte,
el carro que vio Ezequiel.

CORO 2:

¡Qué ventura!

CORO 1:

¡Qué placer!

CORO 2:

¡Buen vïaje...

CORO 1:

¡Buen pasaje...

LOS DOS:

...el mar y la tierra alegres le den!

CORO 2:

Y venga con bien,

CORO 1:

Y venga con bien,

LOS DOS:

...pues que nuestros mares sale a enriquecer.

ESPOSO:

¡Oh, tú, nave que, herida
de la tormenta airada,
te has visto zozobrada
pero no sumergida,
cuando en vez de cristales
surcaste tantos líquidos corales!

ESPOSA:

¡Oh, tú, triunfo eminente,
que, a pesar de los hados,
coronas los sagrados
laureles de tu frente,
tan verdes siempre y bellos
que se deslumbra el mismo sol en ellos!

ESPOSO:

¡Salve! y de esta campaña
que el Héspero corona,
por quien feliz blasona
ser Hesperia o España,
pisa la verde esfera
que alegremente en ti su reino espera.

ESPOSA:

¡Salve! y estos cristales
que de Alemania la alta
el crespo hielo esmalta,
pisa como leales
feudos, en que te ofrece venturosa
una esclava, con título de Esposa.

(Ábrese la torre de los leones y aparece un león, y abriendo el pecho se ve un cordero. Ábrese la torre del águila y abriéndose el pecho se ve una paloma.)
ESPOSO:

Aquel alcázar fuerte
tu templo es, tu palacio,
y aunque alcaide en su espacio
es león el que se advierte,
de sus entrañas quiero
que veas que son de cándido cordero.

ESPOSA:

Aquella fortaleza
que ves también ha sido
de mis águilas nido,
pero entre su fiereza
por alma suya asoma
sinceridad de cándida paloma.

ESPOSO:

(Levantándose.)
Ven a mis dulces brazos,
coronaráste en ellos.

ESPOSA:

Aguila de mil cuellos
para otros tantos lazos
quisiera ser.

MATRIMONIO:

Del mar cesó la guerra.

ESPOSO:

Venid todos al mar.

ESPOSA:

Todos a tierra.

(Bajan con la música y chirimías al tablado.)
ESPOSO:

Feliz es mi fortuna,
inmensos mis placeres,
que toda hermosa eres,
no hay en ti mancha alguna.
Llega a mis brazos, llega,
tu vista, como el sol, alumbra y ciega.

ESPOSA:

Mi estrella nunca errante,
puerto me da dichoso;
todo es galán mi esposo,
todo es amor mi amante,
feliz quien se corona
en los templados rayos de su zona.

(Sale el PLACER y el PECADO.)
PLACER:

No dije yo que había
de venir tarde, pero
si el placer considero
de todos este día,
poca falta hacer pude.

ESPOSO:

¿Quién a mis bodas, di, Placer, acude?

PLACER:

No príncipes y reyes,
monarcas y señores;
humildes pescadores
obedecen tus leyes,
y aqueste peregrino
que a mi voz se apartó de su camino.

ESPOSO:

Esos pobres que dices
gusto que hayan venido
que ellos para mí han sido
los huéspedes felices.
Llegad, llegad, y con humildes modos
a la reina besad la mano todos,

(Suenan chirimías y van llegando de dos en dos haciendo reverencias con los versos, y los postreros son los dos peregrinos.)
BAUPTISMO:

Yo de la Fe testigo
soy con que te esperamos.

CONFIRMACIÓN:

Tan conformes estamos
que yo lo mismo digo.

PENITENCIA:

Siendo con tu venida...

COMUNIÓN:

feliz paz...

MATRIMONIO:

dulce unión...

ORDEN:

eterna vida.

HOMBRE:

Dame, reina divina,
la mano soberana.

PECADO:

Dame, deidad humana,
la mano peregrina.

ESPOSA:

Bien con todos quisiera
partir mi amor.

ESPOSO:

Detente, aguarda, espera.
¿Cómo a aquel extranjero
das la mano en pecado?

ESPOSA:

Porque entró disfrazado
y yo su intento fiero
descubrir dificulto,
que la Iglesia no juzga de lo oculto.

ESPOSO:

¿Cómo, bárbaro, no miras,
sacrílegamente aleve,
que aunque a todos los engañes,
a mí engañarme no puedes?
¿Al convite de mis bodas
sin la nupcial ropa vienes
de atrición y contrición?

PECADO:

Suspende, ¡ay de mí!, suspende
el ceño que verte airado
es el más grave, más fuerte
rigor de cuantos mis penas
en los abismos padecen.
Disfrazado en tu convite
quise ver qué pan es este
y comiéndole en pecado
ultrajarle y ofenderle.

PLACER:

Miren lo que yo conmigo
truje porque considere
alguno que al sacramento
esto llevan los placeres.

ESPOSO:

Pues antes que vuelvas donde
tus desdichas atormenten,
quiero que Muerte y Pecado
fieras de mi carro entren
en mi cerca, porque así
triunfante me vea dos veces
la majestad de mi Esposa
del Pecado y de la Muerte.

PECADO:

¿Esto sufre mi furor?

MUERTE:

¿Esto mi rabia consiente?

ESPOSA:

Pues porque tú no otra vez
sacrílego a engañar llegues
mis piedades, vuelve a ver
que aquella águila que tiene
sinceridad de paloma
jeroglífico excelente
es del fanal de una nave
en quien fuego y pan se advierte
para que al rebelde abrase
y al católico sustente.

(Ábrese el fanal y vese el sacramento.)
ESPOSO:

Y tú en el mismo sentido
los ojos a la cruz vuelve,
que tálamo de mis bodas
el mismo fruto procede.
Este león y cordero
es aquel pan eminente
mostrando que a unos regala
y a otros despedaza y hiere.

(Sube el sacramento por la cruz.)
PECADO:

Aun bien que aquesto es decirnos
que parte el Pecado tiene
en él, pues será veneno
el que indigno de él comiere.

MUERTE:

Aun bien que eso es enseñarme
que es pan de vida y de muerte.

ESPOSA:

Sí, mas quien le coma en gracia
vivirá en mí eternamente.

HOMBRE:

Feliz yo que merecí
ser dueño de tantos bienes.

BAUPTISMO:

(Al HOMBRE.)
Dichoso yo que la puerta
primera abrí por donde entres.

CONFIRMACIÓN:

Feliz yo, que confirmé
misterios tan excelentes.

PENITENCIA:

[Al HOMBRE.]
Dichoso yo, que a la gracia
restituí tus placeres.

COMUNIÓN:

[Al HOMBRE.]
Feliz yo, que pude hacer
que tu mérito se aumente.

ORDEN:

[Al ESPOSO.]
Dichoso yo, que ministro
pude en mis manos tenerte.

MATRIMONIO:

Y felice yo y dichoso,
que uní en suave yugo leve
Esposo y Esposa que
por siglos de siglos reinen.

PLACER:

Y dichoso yo y felice
si entre los himnos alegres
de las repetidas voces
que a aclamar el triunfo vuelven,
en el nombre de su autor
llego a ver que humilde siempre
merece perdón el auto,
ya que aplauso no merece.

FINIS

 
 

En 30 de mayo de 648