La selva

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Fábulas argentinas
La selva​
 de Godofredo Daireaux


Una planta recién importada eligió por domicilio la orilla de una selva poblada de magníficos árboles. Como le preguntase una de sus vecinas, humilde criolla, el porqué de su decisión: -Es que, dijo ella, veo que aquí prosperan todos admirablemente. Mire ¡qué lindos árboles! ¡tan grandes y corpulentos! ¡qué troncos enormes! ¡cuán numerosas son sus ramas y cuán extendidas! ¡qué espléndido y tupido follaje! Bien se conoce que todos en esta comarca aprovechan a sus anchas la savia de la tierra, que cada cual recibe su parte de la lluvia que fecunda, y que para todos hay luz y calor.


Algo ciega será usted, le contestó la vecina, ¿o mira sin fijarse? No ve que muy pocos son estos árboles poderosos, si bien alcanzan a taparlo todo, y que quitan, al contrario, en provecho propio, la luz, el calor y la savia, a la miserable turba de innumerables retoños que tratan en vano de crecer a su sombra.


Por uno que prospera cien mil vegetan, pero sólo el éxito llama la atención y los vencidos no se cuentan.