La soledad siguiendo
Apariencia
La soledad siguiendo, rendido a mi fortuna, me voy por los caminos que se ofrecen, por ellos esparciendo mis quejas de una en una al viento, que las lleva do perecen; puesto que ellas merecen ser de vos escuchadas, pues son tan bien vertidas he lástima que todas van perdidas por donde suelen ir las remediadas; A mí se han de tornar, adonde para siempre habrán de estar. Mas ¿qué haré, señora, en tanta desventura? ¿A dónde iré si a vos no voy con ella? ¿De quién podré yo agora valerme en mi tristura si en vos no halla abrigo mi querella? Vos sola sois aquella con quien mi voluntad recibe tal engaño que, viéndoos holgar siempre con mi daño, me quejo a vos como si en la verdad vuestra condición fuerte tuviese alguna cuenta con mi muerte. Los árboles presento, entre las duras peñas, por testigo de cuanto os he encubierto; de lo que entre ellas cuento podrán dar buenas señas, si señas pueden dar del desconcierto. Mas ¿quién tendrá concierto en contar el dolor, que es de orden enemigo? No me den pena, pues, por lo que ora digo, que ya no me refrenará el temor: ¡quién pudiese hartarse de no esperar remedio y de quejarse! Mas esto me es vedado con unas obras tales con que nunca fue a nadie defendido, que si otros han dejado de publicar sus males, llorando el mal estado a que han venido, señora, no habrá sido sino con mejoría y alivio en su tormento; mas ha venido en mí a ser lo que siento de tal arte que ya en mi fantasía no cabe, y así quedo sufriendo aquello que decir no puedo. Si por ventura estiendo alguna vez mis ojos por el proceso luengo de mis daños, con lo que me defiendo de tan grandes enojos solamente es, allí, con mis engaños; mas vuestros desengaños vencen mi desvarío y apocan mis defensas. Sin yo poder dar otras recompensas sino que, siendo vuestro más que mío, quise perderme así por vengarme de vos, señora, en mi. Canción, yo he dicho más que me mandaron y menos que pensé; no me pregunten más, que lo diré.