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La viuda del zurrador: 02

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La viuda del zurrador
Parodia romántica en un acto, dividido en dos cuadros

de Vital Aza y Miguel Ramos Carrión



Cuadro II

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Sala modesta. Puertas laterales. Balcón con tiestos en la derecha. Una mesa, sobre la que habrá una vela ardiendo. Sillas, un sofá, etcétera.


Escena I

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LUCÍA, sentada junto al balcón, con el ojo derecho vendado. DOÑA BLASA, mondando patatas al extremo opuesto.

   
LUCÍA ¡Mamá! ¿Dónde estás?
 
DOÑA BLASA ¡Aquí!
 
LUCÍA ¡Qué grato el perfume llega
      de la luisa y de la albahaca
      que crecen en mis macetas!
      ¡Cuán dulce gime el arroyo
      sobre la verde pradera!
      ¡Cómo el ruiseñor entona
      sus más sentidas endechas
      y cómo el céfiro suave
      entre mis cabellos juega!
      ¿Qué haces, mamá?
 
DOÑA BLASA ¡Estoy mondando
           patatas para la cena!
 
LUCÍA ¡Acércate!
 
DOÑA BLASA Ya me acerco.
           ¿Qué quieres?
 
LUCÍA Di, ¿no recuerdas
          aquella noche terrible?
          ¡Ay, mamá, qué noche aquella!
          ¡Yo le he visto, yo le he visto
          con el garrote en la diestra!
             (Transición.)
 
          ¿Y era muy guapo, verdad?
 
DOÑA BLASA No lo sé...
 
LUCÍA ¡Quién lo dijera!
      ¡Tres años ha que murió
      papá de las consecuencias,
      y aún olvidar no he podido
      aquella noche tremenda,
      desde la que estoy viviendo
      en miércoles de tinieblas!
 
DOÑA BLASA Consuélate, que el doctor
           un remedio a tu dolencia
           se fue a buscar a la Mancha,
           y es fácil que ya lo tenga.
  
LUCÍA ¡Pobre doctor! ¡Y por mí
      se expone en aquellas tierras
      a pillar un tabardillo
      que se lo lleve pateta!...
      ¿Y Lorenzo? ¡No ha venido
      esta tarde!
  
DOÑA BLASA Quizá venga.
  
LUCÍA ¡Lorenzo! ¡Qué hermoso nombre!
      ¡Cuánta poesía encierra!
      Le adoro desde aquel día
      en que marchando a Vallecas
      solas tú y yo en el cupé
      se volcó la diligencia
      y él, que venía detrás
      a caballo... en una yegua,
      nos salvó con su denuedo
      de una catástrofe horrenda.
      Desde entonces, nos amamos
      con una pasión inmensa.
  
DOÑA BLASA ¿Pero él viene con buen fin?
 
LUCÍA ¡Oh, sí! Me quiere de veras.
      Ya ha pedido los papeles
      que han de mandarle de Cuenca;
      y también me ha prometido
      en el momento en que vea
      al que pegó a mi papá
      vengar tan vil ofensa.
  
DOÑA BLASA Pero, niña, ¿y el doctor?
           ¡Qué dirá cuando lo sepa!
  
LUCÍA ¿Piensas tú que no le quiero?
  
DOÑA BLASA ¿A él también?
  
LUCÍA ¡Pues buena es ésa!
      A él le quiero como hermano.
      ¡Mira la rosa bermeja
      que me mandó en ese tiesto
      cuando estuvo en Valdepeñas!
      Tanto la amo, que distingo
      su aroma que me embelesa
      del que esparcen a su lado
      el clavel y la azucena...
      (Se sienta con el tiesto sobre las rodillas.)
  
DOÑA BLASA Lo mismo me pasa a mí
           y le pasará a cualquiera.
           (¡Cuando están enamoradas
           no saben lo que se pescan!)


Escena II

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Dichas y EL CRIADO.

   
EL CRIADO ¡Doña Blasa!
 
DOÑA BLASA ¿Qué sucede?
 
EL CRIADO ¡Pues es una friolera!
          ¡Que ahora ha llegado el doctor!
  
DOÑA BLASA ¡Dios mío!
  
EL CRIADO Hacia aquí se acerca.
               (Vase.)
  
LUCÍA (¡Alguien vino! ¡No me importa!
      ¡Habrá sido la portera!)


Escena III

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Dichas y EL DOCTOR, en traje de viaje. Trae un enorme frasco.

   
EL DOCTOR ¡Mi señora Doña Blasa!
  
DOÑA BLASA ¡Doctor! ¡Qué alegría siento!
  
EL DOCTOR ¡Yo también estoy contento!
          ¿Qué tal va por esta casa?
  
DOÑA BLASA ¡Tal cual!
  
EL DOCTOR ¡Silencio! Si llega
          tal vez a oírnos...
  
DOÑA BLASA (En voz alta y acercándose mucho a LUCÍA.)
 
             ¡Doctor!
             Puedes hablar sin temor.
             ¿Cómo ha de oír, si está ciega?
 
LUCÍA (Oliendo el tiesto.)
 
       ¡Qué bien hueles! ¡Tú endulzaste
       la pena que me conduele!
 
EL DOCTOR Señora, ¿qué es lo que huele?
 
DOÑA BLASA ¡El tiesto que le mandaste!
 
EL DOCTOR ¡Oh, placer! ¡Le inspiro amor!
 
LUCÍA Doctor, ¿por qué te has marchado
      tan lejos, ¡ay!, de mi lado?
      ¿Por qué no vienes, doctor?
      (Llora.)
  
EL DOCTOR ¿Qué importa lo que sudé?
          ¿Qué vale lo que sufrí,
          si en este momento oí...
          lo mismo que ha oído usté?...
          ¡La Mancha! ¡Allí sin sosiego
          terribles luchas sostuve!
          ¡Un año en la Mancha estuve
          comiendo pisto manchego!
          Pasé a las yerbas revista
          para buscar sin reposo
          el remedio portentoso
          que ha de curarle la vista.
          ¡El espíritu se ensancha
          y se agita el corazón
          ante la vegetación
          esplendente de la Mancha!
          Allí aromático brota
          junto al roble el azafrán;
          allí las encinas dan
          bellota, ¡mucha bellota!;
          allí observar he podido
          en sus campos, nunca yermos,
          los orondos paquidermos
          que dan tan buen embutido.
          Mil fieras, ¡qué atrocidad!,
          hallé al buscar mi tesoro,
          y un día, por poco un toro
          me parte por la mitad.
          Allí hay yerbas prodigiosas
          que no hay en toda la tierra,
          y entre sus fibras se encierra
          una esencia... y otras cosas.
          Esas yerbas, que en gran parte
          yo he recogido el primero,
          las machaqué en un mortero,
          las destilé según arte,
          y de éste
             (El frasco de viaje.)
 
          en lo más profundo,
          anti-oftálmico-científico,
          se encierra el gran específico
          que será asombro del mundo.
          En cuanto aspire su esencia
          tendrá vista la que yo amo,
          ¡y esto será un gran reclamo
          para La Correspondencia!
          ¡Huya ante mí la desgracia!
          ¡Yo a la humanidad consuelo!
          ¡Si el sol siempre está en el cielo,
          yo estoy siempre en mi farmacia!
  
DOÑA BLASA ¿Pero es verdad?
  
EL DOCTOR Sí, señora.
  
DOÑA BLASA ¡Lucía!
  
LUCÍA ¡Mamá!
  
DOÑA BLASA ¡Hija mía!
  
EL DOCTOR (Conteniendo a DOÑA BLASA.)
           Es temprano todavía;
           no le doy el filtro ahora.
  
DOÑA BLASA ¡Por Dios, que acabe su mal!
  
EL DOCTOR ¡Vaya! ¡No se apure usté!
          Yo la vista le daré...
  
DOÑA BLASA ¿Cuándo?
  
EL DOCTOR ¡En la escena final!
  
LUCÍA ¡Pasos de caballo siento!
      ¡Es Lorenzo! ¡Es él!
      (Se levanta y se dirige a la puerta de la derecha.)
  
EL DOCTOR ¡Infiel!
          Doña Blasa, ¿quién es él?
 
DOÑA BLASA Su novio.
 
EL DOCTOR ¡Horrible tormento!
          ¡Y para esto fui a sudar
          a la Mancha! ¡Pesiamí!
  
DOÑA BLASA Anda, vámonos de aquí,
           que tendrán mucho que hablar.
 

(Vanse puerta primera izquierda.)


Escena IV

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LUCÍA y CARLOS, por la puerta de la derecha.

   
CARLOS Lucía del alma mía,
       tierno capullo de rosa,
       azucena primorosa
       que nace al trotar el día;
       arroyo de mis rumores,
       estrellado firmamento
       que tienes en el aliento
       el aroma de mil flores;
       limpio lucero esplendente,
       mariposa entristecida
       que lloras agua florida
       que aromatiza el ambiente,
       ¿por qué te nublas, mi sol,
       ante el que humilde me postro?
       ¿Por qué se tiñe tu rostro
       de misterioso arrebol?
  
LUCÍA ¡Un presentimiento negro
      respecto al doctor sentí!
  
CARLOS ¡Qué! ¿Ya ha llegado?
  
LUCÍA ¡Ay de mí!
      ¡Ya no volverá!
  
CARLOS (Me alegro.)
  
LUCÍA ¡Siento que no esté a mi lado!
  
CARLOS (Con voz ronca.)
        ¡También lo siento, Lucía!
  
LUCÍA ¡Hoy tienes la voz sombría!
  
CARLOS Es que estoy acatarrado.
       Y además veo, mi bien,
       que estás triste, ¿y quién resiste
       tu tristeza? ¡Al verte triste
       me pongo triste también!
          (Le lleva trágicamente al proscenio.)
 
       ¿Ves el cielo trasparente?
       ¿Ves la luna en el ocaso?
       ¿Ves las aves a su paso?
       ¿Ves la azucena inocente?
       ¿Ves del lago el limpio tul?
       ¿Ves la veloz golondrina?
       ¿Ves la empañada neblina?
       ¿Ves el firmamento azul?
       ¿Ves el rojo sol dorado?...
  
LUCÍA ¡Cómo ver ni azul ni rojo,
      si soy tuerta de este ojo
      y tengo este otro tapado!
  
CARLOS ¡Es verdad! ¡Qué bruto soy!
  
LUCÍA ¡Grandes son mis desventuras!
      ¡Tres años viviendo a oscuras
      sin saber por dónde voy!
      Y además tengo un deseo...
  
CARLOS ¡Di qué deseas, Lucía!
  
LUCÍA ¡Ay, que no sé todavía
      si eres guapo o si eres feo!
  
CARLOS ¿Y eso te da tan mal rato?
       Pues si eso es lo que deseas,
       para que a ciegas me veas
       te voy a hacer mi retrato.
       Mi estatura es regular
       y bizarra mi apostura,
       es flexible mi cintura,
       gracioso el modo de andar;
       es rosada mi mejilla,
       mis ojos son muy rasgados,
       son mis cabellos rizados
       y uso en la cara patillas;
       tengo la frente espaciosa,
       son mis labios de coral,
       mi sonrisa angelical
       y mi nariz primorosa.
       Y después de todo esto,
       te digo, mi bien amado,
       que si es que de algo he pecado,
       he pecado... de modesto.
  
LUCÍA ¿Es posible? ¡Qué alegría!
      ¿Conque eres guapo? ¡Oh, placer!
      ¡Pero yo quisiera ver!...
  
CARLOS Pues no lo quieras, Lucía.
       Así te evitas mil sustos
       y siempre feliz serás.
       La vista no sirve más
       que para darnos disgustos.
       ¡La oscuridad es la calma!
       ¿Pues dónde hay mayor ventura
       que en eterna noche oscura
       andar y romperse el alma?
       ¡La luz al pecho asesina!
       ¡No hay momentos más felices
       que al romperse las narices
       al revolver de una esquina!
  
LUCÍA ¡Mi Lorenzo!
  
CARLOS (Se abrazan.)
        ¡Bien querido!



Escena V

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Dichos y EL DOCTOR.

   
EL DOCTOR ¿Qué es lo que veo, gran Dios?
          ¡Abrazándose los dos!...
          ¡Me he lucido! ¡Me he lucido!
          ¡Voy a reventar de ira!
             (A CARLOS.)
 
          ¡Basta!
  
CARLOS ¡Su voz!
 
EL DOCTOR ¡Él aquí!
          ¡Carlos! ¡Tú! ¡Su novio!
  
CARLOS ¡Sí!
  
EL DOCTOR ¡Hombre, parece mentira!
          Pero ¿ella sabe quién eres?
  
CARLOS No lo sabe, ¡cállate!
  
EL DOCTOR Pues bien, yo se lo diré.
  
CARLOS ¡Calla, si morir no quieres!
       ¿Conque me debes la vida
       y así me quieres pagar?
  
EL DOCTOR ¡Es verdad, debo callar!
  
CARLOS Pues punto en boca en seguida.
          (Tapándole la boca violentamente.)
  
EL DOCTOR (Muy alto.)
           ¡Yo cumpliré mi promesa!
  
LUCÍA Esa voz que oyendo estoy...
      Doctor... ¿Eres tú?
  
EL DOCTOR ¡Yo soy!
  
LUCÍA ¡Abrázame!
 
  

(Se abrazan.)

   
EL DOCTOR (A CARLOS.)
 
           ¡Chúpate ésa!
           (A LUCÍA.)
 
           ¡Ya ha un rato que estoy aquí!
 
 
LUCÍA ¡A ser dichosa comienzo!
      ¡Lorenzo!
      (Llamando al lado opuesto adonde está CARLOS.)
 
 
EL DOCTOR (Mirando a todos lados.)
            ¿Cómo Lorenzo?
  
CARLOS (A EL DOCTOR.)
        ¡Es que ahora me llamo así!
  
LUCÍA Cuando sepa que has venido
      mamá, ¡qué placer tendrá!
      Voy a llamarla. ¡Mamá!


Escena VI

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Dichos y DOÑA BLASA.

   
DOÑA BLASA ¿Qué pasa? ¿Qué ha sucedido?
  
LUCÍA Aquí tienes al doctor.
  
DOÑA BLASA Sí, ya le he visto, hija mía.
  
LUCÍA ¿De veras?
  
DOÑA BLASA ¿Y todavía
           no sabes tú lo mejor?
  
LUCÍA ¿Qué?
  
DOÑA BLASA ¡Que entre yerbas y abrojos
           en su viaje científico
           ha encontrado el específico
           que ha de curarte los ojos!
  
LUCÍA ¡Dios mío!
  
CARLOS (¡Temblando estoy!)
          (A EL DOCTOR.)
 
       ¿Es cierto?
  
EL DOCTOR (A CARLOS.)
           ¡Pues no ha de ser!
 
CARLOS (¡Bonita se va a poner
       en cuanto vea quién soy!)
  
EL DOCTOR (A LUCÍA.)
           La nube de tu desgracia
           yo disiparé al momento.
  
LUCÍA Bendito medicamento.
  
CARLOS (¡Reniego de la farmacia!)
        (A EL DOCTOR.)
        ¡Es que te advierto que yo
        no lo puedo tolerar!
  
EL DOCTOR (A CARLOS.)
 
           Yo he prometido callar,
           pero no curarte, ¡no!


(Este aparte dígase volviendo la espalda a los otros personajes para hacer la caricatura de los apartes teatrales.)

   
          (¡Si será este hombre egoísta
          cuando tanto mal desea,
          que temiendo que le vea
          prefiere que esté sin vista!)
              (A CARLOS.)
 
          ¿Cómo ha de quererte a ti
          que su mal quieres ahora?
  
CARLOS (A EL DOCTOR.)
          ¡Se adora porque se adora,
          y se adora... porque sí!
  
LUCÍA ¡Por Dios que estoy impaciente!
      ¡Dame con la luz la vida!
  
DOÑA BLASA ¡Dale ese filtro!
  
EL DOCTOR En seguida.
          (A LUCÍA.)
 
          ¡Prepárate a oler!
  
CARLOS (A EL DOCTOR.)
         ¡Detente!
         ¡Gran Dios! ¡Lo que va a pasar!
         ¡Ella!... ¡Yo!... ¡Jesús!... ¡No sé!...
            (A DOÑA BLASA.)
 
         ¡Señora, quítese usté,
         que me voy a desmayar!
            (Cae desplomado.)


Escena VII

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Dichos y BARREÑO.

   
EL DOCTOR ¡Menudo porrazo dio!
  
BARREÑO ¿Qué es eso? ¿Se ha roto algo?
  
LUCÍA ¿Qué ha sucedido?
  
EL DOCTOR No es nada.
          Es simplemente un desmayo.
          El calor...
            (A BARREÑO.)
 
          Llévale dentro,
          que necesita descanso.
  
BARREÑO ¿Y qué le doy?
  
EL DOCTOR Flor de malva
          y alguna taza de caldo.


(Vase CARLOS apoyado en BARREÑO por la puerta segunda izquierda.)


Escena VIII

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Dichos menos CARLOS y BARREÑO.

   
LUCÍA Dame ya, dame ese filtro,
      que con ansiedad lo aguardo.
 
EL DOCTOR No es posible.
 
LUCÍA ¿Por qué no?
 
EL DOCTOR Porque el pulso está agitado
               (Se lo toma.)
 
          y esto requiere sosiego
          y tranquilidad de ánimo.
  
LUCÍA ¿Y tienes seguridad
      de obtener buen resultado?
  
EL DOCTOR ¡Pues ya lo creo! En la Mancha
          un pastor, a quien de un palo
          le habían saltado un ojo,
          no hizo más que oler el frasco
          y él volvió el ojo a su sitio
          y el hombre quedó curado.
  
DOÑA BLASA Pues no es nada lo del ojo...
           ¡Y lo llevaba en la mano!
  
LUCÍA ¿Y en qué consiste, que cura
      de ese modo extraordinario?
  
EL DOCTOR A su influjo la pupila
          aumenta, crece de diámetro,
          porque se contrae el iris
          de su acción con el espasmo;
          se inyecta la conjuntiva
          y el cristalino aumentando
          hace que el humor acuoso
          adquiera un color más claro.
          Los bordes de la retina
          y el nervio óptico a su paso
          animan a la esclerótica
          y, al borrar su tinte opaco,
          dan tensión a varios músculos,
          desingurgitan los vasos
          y luego, teniendo en cuenta
          la carúncula, los párpados,
          la córnea, la idiosincrasia
          y el temperamento orgánico,
          hace que cuando a las cámaras
          van en reflexión los rayos,
          se proyecten las imágenes
          ¡como en cliché fotográfico!
  
DOÑA BLASA (¡No he entendido una palabra,
           pero este chico es un sabio!)
  
LUCÍA ¡Cuánto por mí has aprendido!
  
EL DOCTOR Yo por la ciencia trabajo.
          Mas tú estarás fatigada
          y necesitas descanso.
          Vamos... entre bastidores
          a que reposes un rato.
 

(Vanse.)


Escena IX

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CARLOS y BARREÑO. El primero sale con la capa casi arrastrando.

   
BARREÑO Señor, ¿te sientes mejor?
  
CARLOS Me resiento del porrazo.
       Me duele un poco este brazo.
  
BARREÑO Pues marchémonos, señor.
  
CARLOS ¡Sí, marchemos en seguida!
       Salgamos pronto de aquí.
       ¡Lucía descansa allí!
       ¡Adiós, mi encanto, mi vida!
       ¡Ya del sol al claro brillo
       no hemos de vernos jamás!
       ¡Ya no volveremos más
       a hablar por el ventanillo!
       ¡Ya de tu hermosa esperanza
       no gozaré los consuelos,
       ni te traeré caramelos,
       ¡ay!, de La Dulce Alianza!
       ¡No volveré a verte, no,
       para que tú no me veas!
       ¡Adiós, hermosas ideas!
       ¡Ya todo, todo acabó!
       Vámonos, Barreño.
         (Al volverse da un encontrón con él.)
  
 
BARREÑO Un coche
        nos espera; ¡vamos ya!
  
CARLOS (Deteniéndole.)
 
        ¡En ese mismo sofá
        me dio un pellizco una noche!
        ¡Marcharme! ¿Y tú lo pensaste?
        ¡Dejarla! ¿Tú lo dijiste?
        ¡Largarnos! ¿Tú lo creíste?
        ¡Pues buen chasco te llevaste!
        Pero, ¡ay Dios!, marchemos, ¡sí!
  
BARREÑO Pues señor, ¿en qué quedamos?
        ¿Nos vamos o no nos vamos?
  
CARLOS ¡No señor, me quedo aquí!
  
BARREÑO (¡El amor le trastornó!)
  
CARLOS Insisto y no he de marchar,
       porque me quiero casar.
       ¿Quién puede impedirlo?


Escena X

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Dichos y EL DOCTOR.

   
EL DOCTOR ¡Yo!
  
CARLOS ¿Tú lo dices?
  
BARREÑO (A CARLOS.)
         ¡Ten prudencia!
  
CARLOS ¡Tanta obstinación me exalta!
  
BARREÑO (A CARLOS.)
         Fuera estoy por si hago falta.
  
CARLOS ¡Márchate! (Tendré paciencia.)


Escena XI

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CARLOS y EL DOCTOR.

   
CARLOS ¡Su amor mi pecho ambiciona!
       ¡Su amor! ¡Su amor o la muerte!
       Yo no he querido ofenderte,
       y si te ofendí, perdona.
          (Arrodillándose.)
 
       ¿Ves? No tengo vanidad.
       ¡Ay, da tu amor al olvido!
       De rodillas te lo pido
       con mucha necesidad.
       ¡Yo don Carlos de Alcorcón,
       de Italia espanto y de Flandes,
       yo un matón de los más grandes,
       perdón te pido, perdón!
  
EL DOCTOR Cesa, Carlos, de implorar,
          que en mi amor no cederé.
  
CARLOS (¡Vive Dios!)
  
EL DOCTOR Ponte de pie,
          que así te vas a cansar.
          (Levantándole, dándole un golpe debajo de la barba.)
 
          En vano tu amor suplica,
          y más tu ambición no aguarde,
          conque abur, y hasta más tarde,
          que me voy a la botica.
  
CARLOS ¡No! ¡No marcharás, pardiez!
       Si tu amor propio es inmenso,
       aguarda, te daré incienso.
  
EL DOCTOR Pues acaba de una vez.
  
CARLOS Tu ciencia bien se adivina;
       tienes talento y audacia,
       eres doctor en farmacia
       y doctor en medicina.
       Sabes materia animal
       y fisiología humana,
       gramática castellana
       y química general.
       Sabes botánica, lógica,
       física y anatomía;
       entiendes la astrología
       y la ciencia patológica.
       Sabes farmacia al dedillo,
       conoces la ipecacuana,
       el catecú, la genciana,
       el ruibarbo y el tomillo,
       el opio, la cinconina,
       la magnesia, los fosfatos,
       el éter, los carbonatos,
       las píldoras de quinina,
       los jarabes, los... En fin,
       ¡eres en ciencia muy ducho!
       ¡Sabes mucho! ¡Sabes mucho!
       ¡Y yo soy un adoquín!
  
EL DOCTOR ¡Modestia!
  
CARLOS ¡Pura verdad!
       Mas ¿qué valen tus jarabes,
       doctor, si en amor no sabes
       de la misa la mitad?
  
EL DOCTOR ¡Mi ciencia, ¡por Belcebú!,
          fuera ciencia sin valor
          si no supiera en amor
          algo más que sabes tú!
  
CARLOS ¡Vive Dios, que ya me abrasa
       ese tonillo altanero!
         (Cogiendo un garrote.)
 
EL DOCTOR Envaina pronto ese acero,
          que se acerca doña Blasa.

Escena XII

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Dichos, DOÑA BLASA y LUCÍA.

   
DOÑA BLASA ¡Que se impacienta Lucía!
  
LUCÍA ¡Vamos, ya no espero más!
      ¡Dame el filtro!
  
EL DOCTOR ¡Toma!
  
CARLOS ¡Atrás!
  
DOÑA BLASA Pero hombre, ¡qué tontería!
  
LUCÍA ¡Por Dios!
  
CARLOS Espera otro rato.
  
LUCÍA Pero ¿por qué?
  
DOÑA BLASA ¡Qué sé yo!
  
EL DOCTOR ¡Yo quiero que vea!
  
CARLOS ¡No!
       (A EL DOCTOR.)
 
       ¡Si le das eso te mato!
  
LUCÍA ¡Ese afán me desconsuela!
  
CARLOS ¡Dáselo! ¡Cómo ha de ser!
           (A LUCÍA.)
 
       ¡Quita la venda! (¡Va a ver!
       ¡Qué horror! ¡Apago la vela!)
       (CARLOS sopla la vela y la escena queda a oscuras.)
 
  
DOÑA BLASA ¡Jesús, ese hombre está loco!
  
CARLOS ¡Ahora te voy a matar!
  
EL DOCTOR ¡Yo también quiero luchar!
           (Coge otro garrote.)
 
LUCÍA ¡Yo no veo!
 
DOÑA BLASA ¡Y yo tampoco!
  
CARLOS ¡Cobarde!
 
(Dan garrotazos en el suelo y muebles buscándose.)

   
EL DOCTOR ¡Infame!
 
CARLOS ¡Bribón!
       ¡Vas a acordarte de mí!
  
DOÑA BLASA Pero hombre, ¡pegarse aquí!
           ¡Qué falta de educación!
           ¡Esto se pone muy malo!
           ¡Pero por Dios!
  
LUCÍA ¡Basta ya!
  
DOÑA BLASA Hija mía, ven acá,
           ¡que van a pegarte un palo!
  
LUCÍA ¡Se ha nublado mi deseo!
  
DOÑA BLASA ¡Favor!
  
LUCÍA ¡Socorro!


Escena XIII

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<poem> Dichos y BARREÑO, con una vela.

BARREÑO ¿Qué pasa?

       ¿Qué sucede en esta casa?  
 

LUCÍA (Viendo a CARLOS.)

      ¡Gran Dios!... ¡¡Lorenzo!!... ¡Te veo!   
 

CARLOS ¡Me ha visto!

LUCÍA ¡Mamá, mamá!

     ¡Es él! Él. ¡Quién lo diría!   
 

DOÑA BLASA ¿Y quién es él, hija mía?

LUCÍA ¡El que pegó a mi papá!

     ¡Y yo le di mi albedrío,  
     y mi cariño, y mi fe!...  
 

CARLOS ¡Sí! Yo a tu padre pegué;

      ¡pero antes él pegó al mío! 
      ¡Venganza te prometí  
      y yo nunca falto, no!  
      ¡Mira cómo cumplo yo  
      la palabra que te di!  

(Saca un enorme puñal, hace el ademán de clavárselo y se lo mete debajo del brazo. Luego se acuesta sobre la capa que BARREÑO habrá extendido en el suelo.)

      ¡Adiós! 
      (Con la mayor naturalidad.) 

      Me maté. 
 

LUCÍA ¡Me pierdes!

CARLOS (Agonizante.)

       ¡Te adoro! 
 

LUCÍA ¡No me maltrates!

     ¡Yo no quiero que te mates!  
 

CARLOS (Natural.)

       ¡A buena hora, mangas verdes!  
 

LUCÍA ¿Está muerto?

EL DOCTOR ¡Sí, no hay duda!

LUCÍA (Trágicamente.)

      ¡Soy su esposa! 
 

EL DOCTOR No por cierto.

         ¡Estando como está muerto,  
         sólo puedes ser su viuda!  

(LUCÍA, DOÑA BLASA y BARREÑO lloran estrepitosamente.)

         ¡No lloren ustedes! 
 

LOS TRES ¡Ah!

EL DOCTOR ¿Qué importa lo que pasó?

            (A CARLOS.) 

         La parodia se acabó. 
         Puedes levantarte ya.  

(Cogiéndole para levantarle por el trasero -con perdón de ustedes- del pantalón a la manera que suelen hacerlo los clowns de los circos.)


CARLOS (Al público.)

       Público amigo y señor,  
       tan sólo se han parodiado  
       las obras de gran valor:  
       justo es que lo haya logrado 
       La esposa del vengador.   
       Si tuvimos la fortuna  
       de agradarte en cosa alguna,  
       da, porque crezca su fama,  
       cien palmadas para el drama 
       y para nosotros, una.  



FIN DE LA PARODIA