La zorra y la vejeta
Habíase un a Zorra y una Vejeta, que eran muy amigas.
La Vejeta, que, como se sabe, es un pájaro muy honrado, y buscavida sin ser ladrón, le dijo a la Zorra:
-Comadre Zorra, ahí tengo una hacecilla de tierra, y si usted quisiera, la sembraríamos a parcería.
-Sí que me place -contestó la Zorra.
-Pues ya es preciso ararla, pues el tiempo se nos viene encima -dijo la Vejeta.
-Bien está -repuso la Zorra.
Poco después le volvió a decir la Vejeta:
-Es preciso sembrar.
-Corra usted con eso, que yo salgo a todo -contestó la Zorra.
Pasados unos meses le dijo la Vejeta a la Zorra:
-Comadre, la yerba se está comiendo al trigo. Es preciso escardar el pegujal.
-Bien está -contestó la Zorra-. Corra usted con eso, que yo salgo a todo.
Pasado otro poco de tiempo, la volvió a decir la Vejeta a la Zorra:
-Comadre, el trigo está en sazón, y es preciso segarlo.
-En buena hora sea -contestó la Zorra-. Corra usted con eso, que yo salgo a todo.
La Vejeta, por bonachona que fuese, empezó a entrar en desconfianza, y le contó a un galgo, amigo suyo, lo que le pasaba.
El galgo, que era listo, estuvo al punto al cabo de que la Zorra le iba a jugar una de sus pasadas a la bonachona de la Vejeta, y le dijo:
-Siegue usted el trigo, métalo en la era y escóndame usted a mí en una gavilla, sin dejar más descubierto que un ojo, para que pueda ver lo que pase.
La Vejeta hizo todo como se lo había encargado el galgo, y a poco llegó la Zorra, que al ver la era y el hermoso trigo ya trillado se puso muy contenta, dando, vueltas y cantando:
- Lío, lío,
- La paja y el trigo son míos.
- Lío, lío,
- La paja y el trigo son míos.
Habiéndose en esto acercado a la gavilla en que estaba escondido el galgo, al ver entre la paja el ojo que tenía descubierto, dijo:
-¡Ay, qué uva!
-Pero no está madura -respondió el galgo, saltando afuera de su escondite, y mató a la Zorra.