Las Batuecas del Duque de Alba/Acto I

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​Las Batuecas del Duque de Alba​ de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto I
Acto II

Acto I

Salen TAURINA, bárbara con los cabellos sueltos,
unas pieles por vestidos,
y GIROTO, bárbaro con melena y pieles.
GIROTO:

  Aduélete de mi amor,
crüel y hermosa Taurina.

TAURINA:

Giroto, a tempra el furor.

GIROTO:

A tempra tú la mohína
con que me acucia el dolor.
  En un sujeto divino
es caso torpe y endino
zampuzar tanto desdén,
porque escatimar el bien,
non es de pecho benino.

TAURINA:

  Tan menos, Giroto, es josto
dar a una mojer disgusto
por ser un home robusto.

GIROTO:

¡Pues vive el Sol!, que me tosto
en ese rescoldo injusto.
  Faz que tu meliendre apraque
el ver que buscas a otra
y que nonca me sonsaque;
que a quien tantos enquillotra
dará la fortuna un baque.
  Y prega al cielo, Taurina,
que non te venga algún mal.

TAURINA:

¿Qué me has de hacer?

GIROTO:

Emaginar,
que desesperanza igual
hasta los fechos camina.

TAURINA:

  ¿Fechizarasme?

GIROTO:

Non sé,
mas si en todas las Batuecas
hay fechicera, la sé,
que has de ver cómo te secas,
desde la melena al pie.
  Tengo de tu camisón
un gran pedazo tan luengo,
dar te tiene mal torzón,
e tú verás si me vengo
de tu engrato corazón.
  Bien sé que non te doy gosto,
porque soy home robusto,
para las lides disposto,
y que faces, siendo injusto,
de mis entrañas magosto.
  ¿Gustas tú que te requiebre
Mileno, fraco y endebre,
menos bárbaro que yo,
que de tus penas lo estó?

TAURINA:

¡Qué importuno! ¡Dios me liebre!
  Anda, Giroto, en buen hora,
fechízame, que otro habrá
que me desfechice.

GIROTO:

En sora,
que el fechizo non podrá
vencer tu esquivez traidora.
  Mas ya, Taurina, quería
que tú ficieses por bien
a mi dolor cortesía,
que acoitarse en un desdén
desenlustra la hidalguía.

TAURINA:

  Giroto, ya non te case
por bien nin por mal querer,
lo que del alma non sale.

GIROTO:

¿Eres becerra o mojer?

TAURINA:

Facer pocheros non vale.
  Que no hay vaca tan hosca,
cuando del noviello oyendo,
por los romieros se embosca;
nin buey se escombra en reduendo
cuando le pica la mosca,
  como una mujer que aburre.

GIROTO:

¡Mal ancho te despachurre,
mala fiera que te coma!,
¡qué libertanza que toma!,
¡con qué rigor que se escurre!

TAURINA:

  ¿Pues no quieres que me escurra
si me estás amoginando?
O so persona, o so burra.

GIROTO:

Tu fuego me está rostando,
¿non te duele que me turra?

TAURINA:

  Un home desengañado,
¿qué quiere de una mojer?

GIROTO:

Siempre está el cielo ñubrado;
¿non suele tras el llover
salir el sol colorado?
  ¿Tras el invierno non viene
la primavera gentil?
¿La nieve, que el marzo tiene,
no se la derrienga abril,
aunque envuelta en agua suene?
  ¿Non tienen estos castaños
fruta nueva en los erizos,
Taurina, todos los años?

TAURINA:

Vete a facer tus fechizos.
Non me quillotres engaños
  que soy nieve, y non hay fuego
que del monte me derriengue
ñubrado sin el sol luego,
castaño con que se albergue
el tiempo la fruta niegue;
  non hay pensar que me muevas.

(Sale MILENO, bárbaro con melena corta,
y pieles toscas.)
MILENO:

Ojos, non deis tales nuevas
al alma, que non merece
tanto mal como le ofrece
mojer siempre falsa en pruebas.
  Mas ¿cómo ya mis sentidos
negarán al alma bien,
lo que han mirado atrevidos?
Que donde los ojos ven,
non lo niegan los oídos.
  ¿Si llegare? ¿Mas qué dudo?
Pero loco amor ¡detente!
Mas ¿quién amando non pudo?,
que no está en el ser valiente,
el ser un garzón membrudo.
  Fablando están de la guisa,
que dos que se quieren bien,
la risa el gosto me avisa;
porque cuando dos se ven,
se asoma el alma en la risa.
  Voto al sol que me deshago,
¿yo merecía este pago?
¡Ah, Taurina! Eres mujer;
non se lo quiero a entender,
¿si pasa coita qué fago?
  Guarde vós, Dios; si fincáis
conmigo en buena intención,
y en pro de mi bien habráis.

TAURINA:

Mía vida, mío corazón,
¿dónde por el monte vais?

MILENO:

  Quita los brazos fingidos,
Taurina, que en mis enojos
vi de otro coello prendidos,
que lo que miran los ojos
no lo niegan los oídos.
  Guarda, no me agurres ende,
Dios prega que la mudanza
que de amor tu pecho enciende,
tan mal pague tu esperanza;
guarda en el fuego que prende.
  Y tú, Girote, debieras
considerar que eran mías
las prendas que vituperas;
compradas por tantos días
de penas de tantas veras.
  Non habemos de reñir,
que por mojer lo he jorado,
ni es justo vos se decir
que un home desengañado
se determine a morir.
  Cuando en las manos te viera
de un oso, de un jabalí,
o de otra bestia cualquiera,
yo te librata de allí,
o yo por ende muriera.
  Mas en los brazos de un otro
como yo, mal Dios me faga,
si non suya como un potro,
que amor con amor se paga,
y quillotro con quillotro.

TAURINA:

  Tente, mío bien adorado,
que non es este grosero
de mis ojos estimado,
a ti soldemente quiero,
a quien el espanto he dado.
  Non me pago de homes tales,
nin pasan estos despojos
del corazón los umbrales,
que las niñas de mis ojos
juegan con prendas iguales.
  Mírate amoroso en ellas,
non furioso como estás,
que si así llegas a vellas,
de espanto que les darás
será fuerza amortecellas.
  Mas si te ves con brandura,
y con su faz sosegada,
verás con tal compostura,
en cada niña cifrada,
el alma que te procura:
  ende ¿de qué estás penoso?

MILENO:

Determinarme non oso,
porque sé tus engañanzas.

TAURINA:

¡Qué mayores seguranzas
de un pensamiento celoso,
  que en presencia de contrallo
satisfacer el querido!

MILENO:

Digo, que mil quejas callo
viendo a mi reval vencido
como ciervo, toro o gallo,
  y con que me abraces cuido,
que bastara para ver
que le has habrado al descuido.

GIROTO:

De palabras de mojer
siempre mis fechos descuido.
  Mas de las que dice un home,
es bien que venganza tome,
antes que os deis tal abrazo,
la jara de mal frechazo
por las entrañas me asome.
  ¿Sabes tú, endebre garzón,
que contra el mismo Sol pecas?
¿Que soy en esta ocasión
del valle de las Batuecas
el más soberbio varón?
  ¿Sabes que el más fuerte enebro
deshago, desgancho, y quiebro,
que arranco un fresno de cuajo,
y que un castaño desgajo,
si con él mis fuerzas puebro?
  ¿Sabes que descuerno un toro,
que un jabalí desquijaro,
que por la prenda que adoro,
ciervos que en el curso paro,
traigo en la choza en que moro?
  ¿Sabes, que porque reservo
la fuerza fugí veinte años
de mojer, que es mal protervo,
más que enebros, ni castaños,
jabalí, toro ni ciervo?
  Mas ende, ¿por qué me canso?,
para morir te apercibe.

MILENO:

Vil conejo, ciervo manso,
que en faldas de mojer vive,
bueye de arar, ronco ganso.
  Vive la hermosa Taurina,
que has de ver quién es Mileno;
mas non pase esta mofiña
ante sus ojos.

GIROTO:

Tan bueno
te ha fecho amor, pues camina.
  Que Dios non me faga bien;
si no te arrojan mis mañas,
que del primero vaivén
las nieves destas montañas
muerte y sepulcro te den.

TAURINA:

  Mileno mío, non fagas
a tal cosa por mía fe,
que mal el mi amor me pagas.

MILENO:

Non estés, mía groria, en pie,
siéntate en estas aulagas
  mientras te traigo en presente,
deste villano bausán,
la loca y testuda frente.

(Vanse los dos, y queda TAURINA.)


TAURINA:

Cielos, a gerirse van,
non sé qué amor lo consiente.
  Imaginanzas del bien mío perdido.
Preño tan mi dolor y mi deseo,
y los romuzgos del dolor que creo,
desoquicial sonsaca mi sentido.
Amor metiera, y face que atrevido
mi espíritu se adelante al mal que veo,
que non hay caso de pensar tan feo,
que amando non se tenga prevenido.
Crece el camino, la esperanza cae,
y en soras cual sosiego la entretiene,
encaramillotada se destrae.
Dos deseos, en fin, quien ama tiene,
uno que va por bien y non le trae,
y otro que va por mal, y siempre viene.

(Sale GERALDA, bárbara con el cabello suelto,
vestida también de pieles.)
GERALDA:

  ¿Has vido por esta sierra,
Taurina que el cielo guarde,
la dulce paz de mi guerra?
¿Sol, que mis entrañas arde,
gloria y honor desta tierra?
  ¿Aquel, que non hay ligero
venado que dél se escurra?
¿Aquel sogur que turra?
¿Aquel que al oso más fiero
a lanchazco despachurra?
  Dame, así logres tu amor,
señas de Girote, amiga.

TAURINA:

¿Dónde vas con tal furor?
Que non sé cómo te diga
la coita del mío dolor.

GERALDA:

  ¿Tienes murria por mía fe?
Algo pavorida estás.

TAURINA:

Non puedo tenerme en pie;
mas ¿para qué en buscas vas
de Giroto?

GERALDA:

Oye por qué.
  Ha propuesto las Batuecas
Triso, no sé qué embelecos
de que el de más seso y talle
gobierne y rija este valle,
montes y páramos secos.
  Que diz que los animales
con serlo tienen gobierno,
y que es males que homes tales
estén sin él.

TAURINA:

Sol eterno,
que por nubarrones tales
  da vida al mi amor, Mileno,
para que los mande a todos.

GERALDA:

Mileno dijo que bueno
se le empuja de mil modos
Giroto de fechos lleno.
  Mira, Taurina, que ya
tiene Giroto algún voto.

TAURINA:

Geralda, Mileno está
al embocar deste soto,
con tu garzón tiempos ha.
  Que sobre mi amor baraja,
resto verás la ventaja.

GERALDA:

¡Oh, que mal oso te muerda!,
de la tu afición se acuerda;
¡allá voy!

TAURINA:

Por aquí ataja.

GERALDA:

  Si le ha venido algún daño,
tú lo pagarás.

TAURINA:

De ti
non se me da aquel castaño.

GERALDA:

Escúrrete por aquí.

TAURINA:

¡Si te agarro!

GERALDA:

¡Si te apaño!

(Vanse.)


(Salen TRISO, MARFINO, PELASGO, DARINTO,
bárbaros con pieles y melenas cortas,
y bastones en las manos.)
MARFINO:

  Parece que ensoñaste esas locuras.

PELASGO:

Una mayor que todos de que suerte.

DARINTO:

¿Sujetos dice Triso que seamos
a un home como todos?

MARFINO:

Non se acuerdan
los más ancianos del batueco valle
de haber oído sus mayores, Triso,
que jamás algún home de nosotros
hobiese sido más que sus iguales.

DARINTO:

La ignorancia, Marfino, por ventura,
habrá sido la causa.

MARFINO:

¿Qué ignorancia?
Nosotros habitamos este valle
cerrado destos montes espesísimos,
cuyas sierras empinan sus cabezas
a topetar con las estrellas mismas,
sin que jamás ninguno haya sabido
quién fue el primero que nos dio principio.
En esta lengua habramos, estas chozas
nos cubren, estos árboles sutentan,
y la caza que matan nuestros arcos.
Si vivimos en paz sin ser regidos,
y nos habemos aumentado tanto,
¿por qué das ocasión que nos deshaga
alguna envidia, donde nunca reina?

TRISO:

Cosas que se descubren cada día
en este valle la ocasión me han dado,
por donde cuido, que es mayor el mundo
de lo que en nuesa imaginación cabe;
que no es posible que el amor primero,
que nos hizo a nosotros, no criase
otros también.

DARINTO:

Estrañas cosas dices;
¿más homes que nosotros?, ¿por adónde?
¿Tú non ves que han subido esas montañas
atrevidos garzones, y se han vuelto
diciendo que se agora el mundo en ellas,
y que más en las puntas por las nubes?

TRISO:

¡Ah, Darinto! ¿Es posible que el que fizo
aquel sol tan fermoso y rellociente,
con la luna tan branca y rellanada,
uno con cara de oro, otro de prata,
y todas las estrellas que los cercan;
estas fuentes que corren, estos árboles,
estas frutas y caza solamente
las fizo y las crio para tan pocos?

PELASGO:

¿Pocos te parecemos?

TRISO:

¿Pues qué somos,
para que tal grandeza merezcamos?

MARFINO:

Calla, que esas estrellas, Sol y Luna
son manchas de la capa de los cielos.

TRISO:

Las manchas son defetos en las capas,
y allí semejan guarniciones ricas;
pero decidme, si este valle fuera
la redondura de la tierra toda,
estos arroyos, que corriendo vemos,
y estos ríos, que siempre se despeñan,
luego como tocaban en el cabo
volvieran otra vez encia nosotros.

PELASGO:

¡Qué cosas tan estrañas que conjuñas!

DARINTO:

Las que se hallan muestran que otros homes
habitaron aquí, mas non preñoran
que haya gente pasados estos montes.

TRISO:

¿Qué pudieron tener que se igualasen
a lo que ayer hallé, que traigo envuelto
en esta piel, por admirable cosa?

MARFINO:

¿Qué hallaste?

TRISO:

Veislo aquí, juzgad ahora
quién pudo facer obra tan estraña.

(Desenvuelva una piel, y
saque una espada vieja muy mohosa.)
PELASGO:

¡Válame el Sol! ¿Qué miro?

DARINTO:

Razón tienes,
Triso, de encarecer obra tan rara:
pero ¿qué sientes tu que será aquesta?

TRISO:

Esta es arma sin duda, que aquí tiene
por dónde la abarcar, que este es el corte.

PELASGO:

Que sabiendo que te enlietra el cielo,
nunca se vido en las Batuecas home
que tuviese tan altas cuidaduras;
sin duda que hay más tierra y que hay más gente.

DARINTO:

¿Y adónde hallaste aquestas armas, Triso?

TRISO:

Hallela en estas peñas, encobrida
con las ramas de algunos madronares.

MARFINO:

¿Y non buscaste más?

TRISO:

Non lo he mirado.

MARFINO:

¿Quién viene aquí?

TRISO:

Giroto viene airado.

(Sale GIROTO con un bastón.)
GIROTO:

  Dicen que rey facéis, que así se nombra
el que gobierna, rige y sobrepuja
a todos los demás; mucho me asombra
que non sé la razón que vos empuja.
¿Quién vuestro valle del sentimiento escombra?
¿Quién vos apremia, y con rigor estruja?
¿Quién vos viene a robar las vuesas dueñas?
¿Son ejércitos de homes estas peñas?
  ¿Cuál otro regimiento vos conviene
fueras ende de aquel, que ha tantos años
de vuesa alcunia y abolengo viene
entre estos bajos niebros y castaños;
y en caso que alguno vos enfrene,
si con el mal facer crecen los daños,
cómo sin mí tenéis tal atrevencia
que facéis estas cosas en mi ausencia?
  Cada que imaginéis un home fino,
Giroto es vuestro rey, non cale ajeno,
yo que furioso este bastón empino,
de sangre de osos y de toros lleno,
no relinchéis, que por el Sol divino,
que si alguno remuzga, que es tan bueno
que le he de hacer que a un golpe lo remito
brotar por las narices el espirito.

(Sale MILENO con su bastón.)
MILENO:

  ¿Rey se face sin mí? ¿Quién es el loco,
que intenta facer rey donde yo falto,
que con la testa en las estrellas toco,
y deste valle al monte doy un falto?
¿Quién a Mileno encaramó tan poco,
que tuvo al mismo cielo por más alto?
¿Non soy yo aquel que paso a pies los ríos,
rompiendo el agua con los brazos míos?
  ¿Non soy yo aquel que de un aliento corro
del un estremo al otro deste valle,
que al lobo más feroz quito el cachorro,
y fago que a mi voz el viento calle?
¿Non soy yo aquel que si levanto el morro
tiemblan las fieras de mi cara y talle?
¿Non soy yo aquel que el mismo Sol dorado
arrancaré de donde está cravado?
  Si habés de facer rey que vos gobierne,
a Mileno elegid, batuecos homes;
ora faga calura, y ora invierne,
suerte a las armas y a diversos nomes;
si queréis que un cerril toro descuerne,
que tú, Giroto, por apenas domes,
echádmele, y faré que mis despojos,
que vierta sangre por narices y ojos.

TRISO:

  Nin se ha tratado facer rey, ni agora
se fabla más que desta hallanza mía,
que estaba en esta peña encobadora.

GIROTO:

¿Cuándo la hallaste?

TRISO:

Ayer al mediodía.

MILENO:

¡Arma notable!

GIROTO:

¡Estraña!

MILENO:

¡Lidiadora!

GIROTO:

¡Ya es mía!

MILENO:

¡Mía es!

TRISO:

Menos porfía,
que yo non la daré, ni a ti, Mileno,
nin a Giroto, de arrogancia lleno.

GIROTO:

  ¡Triso!

TRISO:

¡Giroto!

GIROTO:

¡Suelta!

TRISO:

¡Non la agarres!

MILENO:

Dámela, Triso, a mí.

TRISO:

Nin a ti quiero,
que aunque viejo, por más que te embizarres,
sabré matarte con el mismo acero.

MILENO:

¡Aparta el brazo ya!

TRISO:

No me desgarres,
nin subas a mis canas altanero,
que aún hay en estos flacos brazos nervios
que farán humildosos los soberbios.

MARFINO:

  Non es razón facerle fuerza a un viejo,
si hubiera rey, ninguno me enforcara,
que el rey encaletrado en buen consejo,
la su facienda cada cual pagara.

GIROTO:

Non se quere por mí, yo se la dejo.

MILENO:

Dejola por virgueña de su cara.

TRISO:

Facéis como fidalgos, que tal nome
que daban mis abuelos al más home.
  Pero advertí que donde esto había
puede haber otras cosas de importancia.

MILENO:

¿Non se podrá buscar?

TRISO:

Bien se podía
rompiendo destas peñas abastanza.

MARFINO:

Mostrad aquí los dos la valentía,
aquí verás del brazo la pujanza.

PELASGO:

Rompe, Mileno, tú.

MILENO:

¡Válgame el cielo,
parece que se viene el monte al suelo!

(Dan golpes con los bastones, y se abra y caiga
de lo alto una puerta hecha de peñas y ramos,
y dentro de una cueva se ve un cadáver sobre un lienzo,
y la calavera será de pasta: tenga una lanza en la mano,
y un escudo en la otra con dos leones
y dos castillos pintados,
y al rededor estas cuatro letras T. S. D. R.)
MARFINO:

  ¡Válgame el sayo! ¿Qué es esto?
¡Qué notable maravilla!

GIROTO:

¡Non fuyáis, gente, tan presto!,
que fugir solo de vella
muestra en los hombres denuesto.

MILENO:

  Yo non fuyo, que aquí estó,
que un difunto non me pasma.

TRISO:

¿E quién aquí soterró
los fuesos desta fantasma?
¿Cuidáis que os engaño yo?

MILENO:

  Será cual que fechicera.

TRISO:

Non a la fe, que si fuera
non tuviera esas pinturas.

DARINTO:

En otras cuevas obscuras
hay homes desta manera.
  Mas como non han tenido
esas ensegnas famosas
por nuesos los he tenido.

MARFINO:

Bien preñotas estas cosas,
que aquí otra gente ha venido.

PELASGO:

  A la fe, Triso, que el mundo
non se zampuza en Batuecas.

TRISO:

En lo que miráis lo fundo.

GIROTO:

Toda la carne tien seca.

TRISO:

Non te acerques, furibundo.

GIROTO:

  ¿Cómo non? Antes pretendo
quitalle aqueste guinchón.

DARINTO:

¡Brava fazaña!

MILENO:

No entiendo,
qué aquestas fazañas son,
y que lo cudéis me ofendo.
  Si el home vivo estuviera
fazaña me pareciera;
mas pues nin chista nin fabla,
quitale ende la tabra
y en soras que vivo fuera.

TRISO:

  Cerrad con aquella losa
la fuesa, fidalgos homes,
y oíd la mi fabra honrosa,
tan digna de vuesos nomes.
Alcuznia y prez generosa,
  esas casas, que pintadas
se ven en este trabón,
non son en Batueca aladas,
que nuesas casas non son
tan polidas fabricadas.
  Ni esos suertes animales
tan feroces ni tan listos,
con garras y lanas tales,
son en nuestros valles vistos
por montañas ni arenales.
  Luego es señal que hay más gente,
más mundo y cosas más bellas.

DARINTO:

Non lo cuidas bien, pariente,
que esas cosas pudo hacellas
de quien eres descendiente;
  y el tiempo haber consumido
esas casas y animales.

TRISO:

Las casas puede haber sido,
que en efeto cosas tales
cubren los tiempos de olvido.
  Mas si animales hubiera
en Batueca deste talle,
su línea permaneciera,
y en lo reduendo del valle
algún semejo se viera.
  Mas ende que fuera ansí,
cuando entre rojo arrebol
se desliza el sol de aquí,
decidme adónde va el sol,
que se sume todo allí.
  ¿Tiene alguno nuevo ocaso
donde de noche se acuesta?

GIROTO:

Fabras de un notabre caso,
que yo mido en esa cuesta
que a otro mundo lleva el paso;
  más gente debe de haber.

TRISO:

Pues lo que podéis facer
es trasponer todo el valle,
que el que más semejas halle
nuestro señor ha de ser.

GIROTO:

  Pues tenme, Triso, el guinchón,
que yo los voy a buscar.

MILENO:

Y a mí me guarda el trabón,
que non me cuido quedar
sin probar hoy mi intención.

TRISO:

  Venid, y os enseñaré
por onde subir al monte
podáis sin trabajo a pie,
en antes que el sol transmonte,
que cabizbajo se ve.
{{Pt|MILENO:|
  Non jaras, no arena seca
fatán que el sobir me impida,
si tanta groria se trueca.

GIROTO:

Que non volveré con vida,
o seré Rey de Batueca.
(Vanse.)
(Salen DON JUAN DE ARCE
y MENDO DE ALMENDÁREZ,
criados del DUQUE DE ALBA.)

DON JUAN DE ARCE:

  Mendo, si habéis de ayudarme
en la pretensión que os digo,
podré de vós como amigo
seguramente fiarme.
  Pero si darme pensáis
consejos que no pretendo,
guardarme de vós entiendo
aunque mi amigo seáis.


MENDO DE ALMENDÁREZ:

  Don Juan, desde que venistes
con el Duque de Alba aquí,
y os traté y os conocí
por la merced que me hicistes,
  propuse con tal lealtad
seros amigo de veras,
que es cansaros en quimeras
dudar desa voluntad.
  Que no habrá padre ni hermano
por quien hiciese, por Dios,
lo que haré, don Juan, por vós.

DON JUAN DE ARCE:

Dadme aquesa hidalga mano
  y escuchad, Mendo, la historia
mía desde que entré en Alba,
que este mi temor fue salva
a vuestra hidalga memoria.
  Don Fernando de Toledo,
señor de Valdecorneja,
y primero Conde de Alba
 (aquel que venció en Requena
la más famosa vitoria
que la antigüedad celebra;
el que desde Écija a Ronda
corrió el Alarbe y frontera.
Y en Málaga, en su Ajarquía,
[...]
cuando dejando el caballo
en la batalla sangrienta,
hizo a su gente un portillo
entre lanzas y saetas.

DON JUAN DE ARCE:

El que con tantas virtudes
taló de Guadix la guerra;
y entre Granada y Jaén
ganó tantas fortalezas).
Criola mi padre, y le dio
armas, caballo y enseña,
con que a su lado anduviese
como adalid en la guerra.
Pero llevándolos Dios
a mejor vida, me dejan
encomendado a su padre,
que sus Estados heredan.
Don García de Toledo
a tan alto valor llega,
que por el Rey don Enrique,
y la Católica Reina,
es primero Duque de Alba,
es Conde de Salvatierra,
Marqués de Coria y señor
de lo más que el Tormes riega.
Cuando fue el Duque a casarse
de Castilla, a la Duquesa
pediome hiciese mercedes;
y el noble Duque por ella
me hizo su maestresala,
gajes y ración me aumenta.
Vime ya mozo y galán,
y el oficio y galas nuevas
me dieron atrevimiento
para pretender con ellas
a una doncella de casa,
hermosa, noble, y discreta,
y a pesar de la lealtad
estoy casado con ella.

DON JUAN DE ARCE:

Yo aseguro que entre ti
a este punto consideras
por dónde pudo don Juan
escribir, hablarla, y verla.
Quién duda que estás pensando
en tantas guardas y dueñas,
que dueñas son en Palacio
los Dragones de Medea;
porque ven más que los linces,
y a treinta pasos penetran
el papel y el pensamiento,
las palabras y las señas.
Quien pintó Dragón a Palas
en guarda de las doncellas,
no vio dueñas, que es sin duda,
que la pusiera una dueña.
Pues Mendo, entre tantos Argos,
si quiere amor, se hallan flechas,
porque es amor como el sol,
que por los resquicios entra.
No digo que la he gozado,
pero que esta noche intenta
entrar por aquellas tapias
a las puertas desta huerta.
Estas salen a estos campos,
que son del Tormes dehesa,
Tormes, que va a Salamanca
desde la sierra de Béjar.
Bien sé que es grande el peligro,
mas si me meto en la sierra
junto a la Peña de Francia,
defenderanme sus peñas.

DON JUAN DE ARCE:

Que aunque sepa, hecho salvaje,
vivir con Brianda, entre ellas
la tendré por mejor vida
que de los Duques la mesa.
No quiero las esperanzas
de mi señora, ni quieran
mis pensamientos que aspiren
a sus tesoros ni rentas.
Que esperanzas en señores,
yo sé bien, Mendo, que llegan
a trocar su verde en blanco,
pues siempre en canas se truecan.
A Brianda quiero sola;
la hora y la senda es esta;
ayudadme, que el consejo
ofende a quien le desprecia.

MENDO DE ALMENDÁREZ:

  El que tal resolución
tiene obstinada en el alma,
mal podrá poner en calma
el gusto con la razón.
  Bueno fuera aconsejaros,
pero habeisme prevenido;
amigo soy, y he venido,
don Juan, solo a acompañaros.
  No pienso que es deslealtad
de vasallo la que hago
contra el Duque, ni mal pago
le doy a su voluntad.
  Que Brianda no le toca
más que por criada aquí;
y cuando no fuera ansí
vuestra amistad me provoca.
  No es tiempo de imaginar
si es bien hecho, o es mal hecho;
mas ya que os ofrezco el pecho,
solo os quiero preguntar
  ¿por qué no la habéis pedido
por mujer?

DON JUAN DE ARCE:

Preguntáis bien.

MENDO DE ALMENDÁREZ:

Yo sospecho que os la den,
pues que la han de dar marido.

DON JUAN DE ARCE:

  Bien sé, que en mí la empleara
la Duquesa mi señora;
mas priva con ella agora,
Mendo, un Ramiro de Lara,
  que desde niño ha criado,
y este por mujer la pide.

MENDO DE ALMENDÁREZ:

De suerte, ¿que se os impide
gozar tan dichoso estado?

DON JUAN DE ARCE:

  No solo me impide el bien,
pero temiendo que llegue
el tiempo en que se la entregue,
y a su pesar se la den,
  este desatino intento.

MENDO DE ALMENDÁREZ:

Señas oigo.

DON JUAN DE ARCE:

Ella será.
(Sale BRIANDA a la ventana.)

BRIANDA:

¡Ce!, ¿sois vós?

DON JUAN DE ARCE:

Yo soy, y está
contigo mi pensamiento;
  no temas, que de quien digo
nos habemos de fiar.

BRIANDA:

Pues ¿cómo podré bajar?

MENDO DE ALMENDÁREZ:

En los hombros de un amigo;
  pon algo en ese balcón,
y en estas manos los pies.

BRIANDA:

¿Es Mendo?

DON JUAN DE ARCE:

Sí, Mendo es,
que de amor y amistad son
  el mío y el suyo efetos.

BRIANDA:

En hombre estoy transformada,
y bajo a esta liga atada;
adiós, amigos discretos.
(Baja BRIANDA
en hábito de hombre por una liga,
teniéndola los dos, y dicen.)

DON JUAN DE ARCE:

  Asienta, mi bien, el pie
sobre estas manos.

BRIANDA:

Ya estoy
sobre tus manos.

DON JUAN DE ARCE:

Yo soy
tu esposo.

BRIANDA:

Pagas mi fe.

DON JUAN DE ARCE:

  Por aquí deciende luego.

BRIANDA:

¿Qué camino has de tomar?

DON JUAN DE ARCE:

Amor nos quiera guiar,
pero no sabrá, que es ciego;
  hacia la Peña de Francia
habemos de ir.

BRIANDA:

Dulce esposo,
solo en tu centro reposo;
cuando fuese de importancia
  iré a la Libia contigo,
y hasta el más remoto Polo,
que solo es patria el bien solo.

DON JUAN DE ARCE:

Ve delante, Mendo, amigo.

BRIANDA:

  Adiós, Duque, y adiós Alba,
que voy como Clicie nueva,
adonde mi sol me lleva,
pues ser por amor me salva.
  Adiós Tormes, que en presencia
de mi amor supiste tanto,
pues creciste con mi llanto,
mengua agora con mi ausencia.
(Vanse, y salen GIROTO
y GERALDA, bárbaros.)

GIROTO:

  Non cale que me detengas,
ya sabes tú qué es honor.

GERALDA:

Tú non sabes qué es amor,
pues que de mi amor te aluengas.
  Onde te llevan pensijos
por los enramados cerros
en que facen los encierros
coliebras y lagartijos.
  Onde subes por las nieves
que rematan en las nubes,
que si a los cielos te subes,
non hay, porque non me lleves.
  Los osos y jabalíes
te farán mala acogencia
en venganza de mi ausencia,
cuando en la tuya te fíes.
  En demás, que los batuecos,
que a tal empresa te envían,
porque te envidian, porfían
a persuadirte embelecos.
  Tú, codicioso Giroto,
de mayores honorancias,
das efeto a sus venganzas
de mis querencias remoto.
  ¡Ay!, de ti. Y ¡ay! de mí luego.
¿Qué me durará este llanto!

GIROTO:

No bañes, Geralda, tanto,
que me zampuzas en fuego.
  Manda a tus nieñas, pues son
los huéspedes de tus ojos,
que non lloren por enojos,
sangre del mío corazón.
  Desagárrame el vestido,
y dame lugar, que es tarde.

GERALDA:

Amor que face cobarde,
sabe facer atrevido.
  Pues que non puede ser menos,
toma esta cinta de lana,
que fice ayer de mañana
sobre aquellos verdes ferros,
  ítem de mi memoranza,
pues lo debes a mis quejas.

GIROTO:

Pregue a Dios que en mis ovejas
fagan los lobos matanza;
  pregue a Dios que mi centieno
con amapolas se embuta;
que falte a mis prantas fruta,
y a míos noviellos heno.
  Non haya garbanzo en parva,
cuando los trillos y escarbo,
ni en los mis cañares barbo,
ni canas en la mi barba,
  si non te guarde el cordón,
y te traigo en testimoño
desas tierras el madroño,
si ya colorados son.
  Agárrame por la cinta,
y el Sol en tu guarda quede.

GERALDA:

Vete en antes que se enrede
entre las nubes que pinta.

(Abrázanse los dos,
darale el cordón,
y vase ella.)

GIROTO:

  Quedan los campos cuando el sol se zampa,
y de los nuevos ojos se zabulle,
tales, que ni ave canta ni agua bulle;
todo parece que su luz lo escampa.
El oso cae en la asechanza y trampa,
la trucha por lo fondo se escabulle.
Non hay cazada tórtola que arrulle,
ni ganado en la arena cama estampa.
En viéndole enhebrar sus hebras de oro,
asómase la noche fosca y fría.
Todo lo llora en lamentoso coro.
Yo soy campo vestido de alegría,
y en soras que me falta el sol que adoro,
la negra noche que sociede el día.
(Vase.)
(Salen DON JUAN, y BRIANDA.)

BRIANDA:

  ¿Dónde me llevas, don Juan,
por tan grandes asperezas,
que ya a caminar empiezas
por donde las aves van?
  Que después de cuatro días
que entre aquestas peñas vas,
¿cómo dentro en Alba estás
temiendo dueñas y espías?
  Ninguna peña te agrada,
ninguna cueva es segura.

DON JUAN DE ARCE:

¡Ah, Brianda! Por ventura,
¿vienes de mi amor cansada?
  ¿Piensas tú que del poder
de los grandes Duques de Alba
así un hidalgo se salva
con una débil mujer?
  Si viniera acompañado
para hacerle resistencia,
con más tibia diligencia
buscara lugar sagrado.
  Pero ya Mendo, perdido,
que fue a buscar de comer,
o que lo ha fingido ser
si fue amigo fingido.
  ¿No quieres que busque aquí
deste monte el más secreto?

BRIANDA:

Que lo es, harto te prometo,
que voy guardada de mí.
  Alza los ojos, verás
peñas que tocan al cielo,
y bájalos luego al suelo,
y apenas suelo verás.
  Que un castaño en aquel valle
parece pequeña flor.

DON JUAN DE ARCE:

Ansí, Brianda, es mejor
para que nadie nos halle.
  Espérame un poco aquí
mientras busco alguna fuente
que temple esta sed ardiente.

BRIANDA:

¡Un arroyo suena allí!

DON JUAN DE ARCE:

  Allá voy.

BRIANDA:

Aquí te espero.

DON JUAN DE ARCE:

Temiendo bajo, ¡por Dios!

BRIANDA:

A morir trujo a los dos,
amor.

DON JUAN DE ARCE:

Fue amor verdadero.
(Vase.)

BRIANDA:

  Asperísimas peñas, donde apenas
habrá jamás llegado estampa humana,
en cuyas fuentes vierte la mañana
escarcha en vez de flores y azucenas.
Montañas de sombríos y hayas llenas,
último fin de mi esperanza vana,
antigua sierra de tu nieve cana,
castillo que de yelo forma almenas.
Profundos valles del obscuro ivierno,
lóbrega habitación, piedras que trae
de su furiosa lluvia el curso eterno.
¡Qué bien puedo decir, que amor me trae
a morir entre el cielo y el infierno,
si de vosotros mi esperanza cae!

(Sale MILENO, bárbaro solo.)

MILENO:

  A despesar de Taurina
la montaña he trascolado,
más por más que he caminado
más tierra a mí se avecina.
  No hay duda, el mundo es mayor;
que quien fizo tanto cielo
non ficiera un corto suelo
para tamaña valor.
  El manto que ha de cobrir
el home igual ha de ser:
mas ¿qué es lo que vengo a ver?

BRIANDA:

¡Ay, Dios!

MILENO:

Estó por füir.

BRIANDA:

  ¡Qué bárbaro tan estraño!
¿Si le llamare? ¿Qué haré?

MILENO:

Su fermosura, a la fe,
da aseguranza a mío daño.
  ¡Válgame el Sol! ¿Esto había
desotra parte del mundo?
¡Ah, Triso sabio y profundo!,
catad si verdad decía.
  Tembrando estó de mirar
una tan branca figura,
non he visto catadura
tan sabrosa de acatar.
  Las piernas tiene amariellas,
y todos brancos los pies,
y de la faz al envés,
con más luz que las estrellas.
  Si es home de por acá
qué lindo mundo a la he.

BRIANDA:

¿Si hablare? ¿Qué le diré?
¿Si es serrano? ¡Hola! ¿Quién va?
  ¿Huyes?

MILENO:

Non fuyo de vós,
¿quién serás que me aterrís?
En la fabra me decís
que sois semejo de Dios.
  ¿Hay más mundo deste cabo?

BRIANDA:

¡Qué serrano tan feroz!
Daré a don Juan una voz;
(Llama a DON JUAN.)
¡Don Juan!

MILENO:

Temor non alabo,
  que a los que llama guardéis;
llevemos este garzón,
que él nos dará la razón
de lo que vós non sabéis:
  Garzón, non fuyáis de mí.

BRIANDA:

¡Don Juan!

MILENO:

¡Callad, por mía fe,
que vos despachurraré
si uno vos endono ansí!

BRIANDA:

  ¡Don Juan, que un monstruo me lleva!

MILENO:

¡Home so, tened los brazos,
que haré de los míos lazos
con que vos lleve a mía cueva!

BRIANDA:

  ¡Ay, ay!

MILENO:

¡Fermosas estrellas,
non sé qué tienes garzón,
que en el mismo corazón
me vas faciendo cosquiellas!
(Llévala en brazos, y éntranse,
y se da fin al primer acto.)