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Las aves de la tarde

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Las aves de la tarde
de Clemente Althaus

¿A dónde partís tan lejos,
tristes aves de la tarde,
que a los cansados reflejos
del día que va a expirar,
atravesáis en bandadas
el firmamento sombrío,
y atrayendo mis miradas,
me hacéis de pena llorar?
¿Por qué en contemplaros hallo
una dulzura secreta
y agitan mi mente inquieta
mil recuerdos en tropel?
¿Por qué de deseos vagos
el corazón siento lleno,
y estremecido, mi seno,
gimo sin saber por qué?
Cuando se pierde en las nubes
vuestro plañidero canto,
siento un misterioso encanto
de placer y de dolor:
¿Por qué así vuestro gemido
me entristece y me consuela?
¿Quién hace que así se duela
y se alegre el corazón?
Decid, ¿qué secreto instinto
os mantuvo siempre errantes,
siempre inquietas y anhelantes
de otro mas bello lugar?
¿Nada amáis tal vez vosotras
que detenga vuestro vuelo?
¿En el anchuroso suelo
no tenéis patria ni hogar?
En mi alma también existe
un instinto misterioso
que me tiene siempre ansioso
de otro mundo, otra región:
cual huracán prisionero,
dentro del pecho se agita
esta ansiedad infinita
que me llena el corazón.
Cuando en occidente muere,
el sol en su lecho de ondas,
y nuestros oídos hiere
de la campana el clamor;
cuando la noche se acerca
con sus sombras silenciosas,
y mil voces misteriosas
forman un vago rumor;
entonces yo me entristezco
y gimo profundamente,
y empiezan mi triste mente
mil recuerdos a agitar,
y mi alma intenta lanzarse
hacia un bien desconocido
cuyo instinto habrá nacido
en otro mundo quizá.
¡Ah! yo soy tan desgraciado
como el triste prisionero
que, a su alta torre asomado,
ve el suspirado país
donde nació, dibujarse
en la vasta lejanía,
y mira el distante día
en sus montañas morir.
Sin cesar, do quiera pienso
en ese lugar dichoso
donde el ansiado reposo
encontrar al fin podré.
Este mundo no es mi patria;
de esas nubes tras el velo
está; mi patria es el cielo:
¡cuándo allá podré volver!
Peregrinas del espacio,
deteneos un momento:
¿no me oís? el raudo viento
muy lejos os arrastró.
Si escuchasteis mis gemidos,
tristes aves plañideras,
sed vosotras mensajeras
de mis votos al Señor.


(1851)

Esta poesía forma parte del libro Obras poéticas (1872)