Las dos grandezas
Nota: se ha conservado la ortografía original
LAS DOS GRANDEZAS
I
LA RÁBIDA
A
LA puerta de un conventoGolpea un pobre mendigo;
El sol, el hambre y el viento
Lo baten, y pide abrigo.
Lleva un hijo pequeñuelo,
Pálido y triste el semblante;
Por él pide suplicante
Pan a los hombres y al cielo.
Ha sonado la campana,
Y un monje, con voz serena:
— Aquí hay abrigo y hay cena.
Les dice; os iréis mañana.
— Cena busco y busco abrigo,
Contesta meditabundo:
¡Llevo en mi cabeza un mundo
Y un humilde pan mendigo!
— ¡Al cielo alzad la oración.
Alzad al cielo los ojos!.
Clamó el monje; y vió de hinojos
Ante la cruz a Colón.
II
SAN YUSTE
Sutiles neblinas las sierras envuelven,
El viento silbando sacude los pinos,
De nieve cubiertos están los caminos
Y el lobo a lo lejos se siente añilar.
Cruzaba un viajero con paso seguro
La senda sinuosa que lleva al convento,
Y llega y exclama: — ¡Por Dios, que un asiento
Más alto que el mío yo vengo a buscar!
Abrieron los frailes. — ¿Quién sois? — le preguntan.
— Un hombre que busca corona de espinas.
Corona de gloria con flores divinas,
En vez de la suya que mucho pesó.
— ¿Tuvisteis los dones que el mundo apetece?
— Riquezas y gloria mi reino tenía...
El sol en mis tierras jamás se ponía...
¡Yo soy Carlos Quinto; mi imperio pasó!
III
Así, con dolor profundo.
La misma puerta tocaba
El que iba en busca de un mundo
Y el que un mundo abandonaba.
Y en el sagrado recinto,
Libre de humana ambición,
Hubo pan para Colón
Y paz para Carlos Quinto.