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Las entradas de tortuga

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Las entradas de tortuga
de Félix María Samaniego


Estaba una señora desahuciada

de esa fiebre malvada

que, sin ser, según dicen, pestilente,

se lleva al otro lado a mucha gente.

Sus criados y amigos la asistían

con celo cuidadoso,

pues por tonto tenían

de la dama al esposo

y, así, de su dolencia

nunca le confiaron la asistencia.

Llególe, al parecer, la última hora

a la pobre señora;

trajéronla, muy listos,

agonizantes cristos,

y de la sepultura

la eterna llave con la Sacra Untura.

Después que bien la untaron

y a su placer los frailes la gritaron,

a media noche túvola por muerta

el médico, y dispuso

dejar del todo abierta

la alcoba de la enferma, según uso,

y que, ya sin cuidados,

se acostaron amigos y criados.

Fuéronse todos a dormir bien pronto;

y luego que esto vio el marido tonto,

quedito entró en el cuarto de su esposa,

que nunca más hermosa

le pareció que entonces porque hacía

un mes que por su mal no la veía.

Mirándola los pechos,

que a torno parecían estar hechos,

y el ojal del encanto en que pecara un santo,

dijo: -¿ Se ha de comer esto la tierra

sin más ni más? ¡Ah calentura perra!

Llévese entre responsos y rosarios

toda la retención de mis monarios.

Dicho y hecho: de un brinco

montó, enristró, y al golpe, con ahínco

quedó, sin que más quepa,

clavada en su terreno aquella cepa.

¡Vive Dios que producen maravillas

del masculino impulso las cosquillas

según se prueba en el siguiente caso!,

porque, lector, al paso

que el marido empujaba,

su mujer se animaba,

y, cuando sintió el fuego

del prolífico riego,

abrió los ojos, medio suspirando,

y abrazó a quien la estaba culeando.

Entonces las culadas prosiguieron

hasta el día; y los dos las suspendieron

porque entraron las gentes

de la enferma asistentes

en el cuarto, y hallándola sentada,

en brazos de su esposo reclinada,

se admiran y, ¡milagro!, repitiendo,

van a llamar al médico corriendo.

Éste, luego que vino,

la tomó el pulso y dijo: - Yo no atino

qué es lo que la habrán dado,

que así se ha mejorado.

Y el marido, que en tanto se reía,

dijo: - Señor doctor, será obra mía,

porque, así que dejaron a mi esposa

los presentes, entré yo con mi cosa

tiesa, como la tiene el que madruga,

y la di cinco entradas de tortuga. 70

- ¡Bravo!, el médico exclama,

ya comprendo la cura. ¿Y... por qué llama

con tan extraño nombre

la genital operación del hombre?

- ¡Toma!, el tonto replica,

es un modo de hablar que significa...

¡zas!... soplarlo de golpe hasta lo hondo,

cual las tortugas... ¡zas!... se van al fondo.

Pero, si está mal hecho...

- No, el médico le dice, has acertado,

pues tus entradas son de tal provecho

que a tu pobre mujer vida le han dado.

Así que esto oyó el tonto,

echó a llorar de pronto,

y el doctor, que el motivo no alcanzaba,

le preguntó qué pena le apuraba.

- ¡Ay!, respondió afligido,

que el dolor me lo arruga.

¡Si yo hubiera sabido

que las tales entradas de tortuga

daban vida de cierto,

nunca mis padres se me hubieran muerto!