¿Cómo no, si la tema en que ahora ha dado
es en cantar con grande desenfado
jácaras noche y día?
En Castilla no hay ni Andalucía,
ni mujer libre ni rufián valiente
cuya vida en tonada diferente
no cante. Si azotaron en la costa
al Zurdillo; parece que fue aposta
sólo porque se hallara
otra jácara más que ella cantara.
VEJETE:
Si arrastrando la soga
trae el Ñarro, y se la enfalda donde ahoga,
cátale al Ñarro ya, que en dos instantes
su vida tiene puesta en consonantes.
Si a la vergüenza allá en Jerez sacaron
a la Pizorra y la desvergonzaron,
sólo fue porque hubiera
otra jácara más que ella supiera.
Zampayo y la Pilonga,
Sornavirón, Añasco, Serrallonga...
De modo que ocupada
en esto sólo una doncella honrada
tiene. ¡Ved! ¡qué devoto Flos sanctorum
libro de vidas, que es Flos latronorum!
GRACIOSO:
¿Ve vuesarced todo eso?
El seso cobrará o perderé el seso.
La gente que he traído
¿dónde está?
VEJETE:
Por ahí la he repartido.
GRACIOSO:
Pues adiós: y hago usted lo que le he dicho,
y atención a una cura de capricho.
(Vase.)
VEJETE:
Ya ella viene tocando [...]
las castañetas. (Sale MARI-ZARPA, tocando las castañetas.)
Mari-Zarpa ¿cuándo
te has de cansar de andar toda la vida
entreteniendo, mal entretenida?
MARI-ZARPA:
¿Mal entretenimiento
es decir al compás deste instrumento...?
VEJETE:
Tente, espera, no cantes,
porque una maldición te he de echar antes:
¡Plega a Dios, si cantares,
se te aparezca luego a quien nombrares,
quejoso a letra vista
de que seas infame coronista
de azotes y galeras,
de ladrones, de trongas y hechiceras!
(Vase.)
MARI-ZARPA:
Aunque miedo me pongas
de hechiceras, ladrones y de trongas,
he de cantar: no temo tus razones.
Dense a la maldición las maldiciones,
porque no fuera justo que cayera
sobre mí por cantar desta manera:
(Canta.)
Con el fieltro hasta los ojos,
con el vino hasta la boca,
y el tabaco hasta el galillo,
pardo albañal de la cholla,
columpiando la estatura
y meciendo la persona,
Zampayo entró, el de Jerez,
en cas de Maripilonga.
(Salen ZAMPAYO y la PILONGA.)
ZAMPAYO:
Si entré en casa de María,
a vuesarced ¿qué le importa?
Cada uno entra donde halla
más agrado y menos costa
PILONGA:
¿Es puerto seco mi casa,
y es vuesa merced, señora,
la aduana, que [...] saber
quién entra o sale le importa?
MARI-ZARPA:
¿Hay tan grande atrevimiento?
¡Dentro de mi casa propia
se entran...!
ZAMPAYO:
Sí, pues no nos deja
estar vuesarced en las otras.
MARI-ZARPA:
¡Padre! ¡Señor!
ZAMPAYO:
No dé voces,
que aunque el mundo la socorra
no nos verán.
MARI-ZARPA:
[...] ¿Cómo?
ZAMPAYO:
Como hemos venido en sombra,
sólo a decir que no sea
vuesa merced tan curiosa,
que vidas ajenas cante
pudiendo llorar la propia.
PILONGA:
Y cada vez que a Zampayo
o a mí nos tome en la boca,
vendremos... Pero esto baste...
A darla... Pero esto bonda.
MARI-ZARPA:
Digo que en mi vida ya,
por lo que a ustedes les toca,
diré: «Esta jácara es mía»
Pero bien...
LOS DOS:
¿Qué?
MARI-ZARPA:
Que sé otras;
que si ustedes están libres
y hasta aquí se entran agora,
preso está Sornavirón
y no vendrá. Va su historia. (Vanse los dos.)
(Canta.)
Enjaulado está en Sevilla
Sornavirón el de Osuna,
por gavilán de talegos,
por gato de cerraduras.
(Sale SORNAVIRÓN, con prisiones en los pies y en las manos.)
SORNAVIRÓN:
Si estoy enjaulado o no,
el diablo tuvo la culpa,
porque dio en chismoso el diablo
y fue a avisar a la gura
de que sin armas estaba
envainado en la bayuca.
Que a estar con ellas, volviera
turbada toda la turba.
Demás de que estar el hombre
enjaulado, no es injuria;
que enjaulado está un león.
Sólo lo que ahora me atufa
es que vusted me discante
los casos de mi fortuna:
y así, ¡voto a lo que voto!,
que si otra vez me pernuncia
el nombre, que la he de hacer
que me sueñe y no me gruña.
SORNAVIRÓN:
Que soy muchísimo hombre
para andar escrito en burlas.
El Zurdillo podrá ser
que lo agradezca a las musas,
que es vano: cánteme dél,
si quiere templar mi furia,
que quiero oír [...] como sabe
mi historia, sabe la suya.
MARI-ZARPA:
Si vienes a oírme cantar,
dime: ¿para qué me asustas?
SORNAVIRÓN:
Para que soy visión.
MARI-ZARPA:
Pues,
visión de buen gusto, escucha.
(Canta.)
Al Zurdillo de la Costa
hoy otra vez le azotaron,
con que tienen dos jubones
papales como zapatos.
(Sale el ZURDILLO, de cautivo.)
ZURDILLO:
La primera vez, mi reina,
fue por un testigo falso,
y la segunda por otro,
si bien no mintieron ambos.
SORNAVIRÓN:
¿Oye usted? Ahí se la dejo:
riña con ella otro rato.
(Vase.)
ZURDILLO:
Padecí, porque no estuvo
en mi mano el remediarlo
la vez primera, y la otra
[...] estuvo en ajena mano,
y...
(Amenázala)
MARI-ZARPA:
Tenga vusted la zurda,
porque es dos veces agravio
y vuélvase a su galera.
Que no es bien que un hombre honrado
sin licencia haya venido,
a su obligación faltando.
Que yo le doy mi palabra
de no cantar sus trabajos.
ZURDILLO:
Yo lo aceto: y hará bien.
Que sólo es bueno ese canto
allá para la Pizorra,
que ha que pasó muchos años.
MARI-ZARPA:
En extremo le agradezco
que me lo haya acordado,
que con eso cantaré
sin que venga a darme espanto. (Vase ZURDILLO.)
(Canta.)
Con mil honras, vive Cristo,
me llaman Doña Pizorra.
Que si en Jerez me azotaron,
me azotaron con mil honras. (Sale DOÑA PIZORRA, con locas largas, cantando.)
Por lo menos no me vieron
en las espaldas corcova,
ni dijo esta boca es mía
al levantar de la roncha.
MARI-ZARPA:
¡Jesús mil veces! ¡Qué miro!
¿De dónde sales agora?
DOÑA PIZORRA:
De mi buen retiro salgo,
no porque cantes mi historia,
sino porque diga en ella
más adelante la trova
que fui moza de servicio,
no habiendo yo sido moza.
Por lo cual, otra vez que
te acuerdes de mi persona,
te llevaré por los aires
desde aquí a Constantinopla.
(Vase.)
MARI-ZARPA:
No soy amiga de andar
en mal seguras tramoyas,
haciendo ángeles en unas
y haciendo diablos en otras.
En fin, de ninguno canto
que no se aparezca en sombra.
Mas si están vivos, ¿qué mucho
que hasta aquí se entren agora?
Ahorcado está y enterrado
EL ÑARRO:
¿qué me acongoja?
Si yo no he de reventar
y él no puede venir, oigan:
(Canta.)
Cansose el Ñarro de Andújar
que es aliñado en extremo,
de traer la soga arrastrando
y enfaldósela al pescuezo.
(Sale EL ÑARRO, con una soga al pescuezo y un palo a manera de horca.)
EL ÑARRO:
Hice muy bien de enfaldarla,
que era grande desacierto
andar en mi misma soga
tropezando por momentos.
MARI-ZARPA:
¡Válgame el cielo! ¡Qué miro!
¿Muerto vienes?
EL ÑARRO:
Muerto vengo,
que tu voz sola pudiera
hacer levantar los muertos.
Y no vengo yo a quejarme
como esotros majaderos,
sino a darte muchas gracias
del honor que por ti tengo.
¿Quién se acordara de mí
si no fuera por tu acento?
¿Ni qué más honra un ahorcado
tiene que el andar en versos?
Entiende que cada vez
que me hagas sufragio dello,
te he de hacer una visita.
MARI-ZARPA:
Agradecido esqueleto,
nadie negoció conmigo
mejor que tú, ni más presto
que no cantara su historia,
Pues ya cantaré primero
de la Pilonga, y Zampayo,
de Sornavirón el fiero,
del Zurdillo y Añasquillo
y, la Pizorra los hechos,
que a ti te tome en la boca. (Salen TODOS, como han salido.)
TODOS:
¿Qué nos quieres?
MARI-ZARPA:
Nada os quiero.
EL ÑARRO:
En nombrándonos, es fuerza
que vengamos al momento.
MARI-ZARPA:
Ahora no os nombré cantando.
EL ÑARRO:
Ni aun rezado queremos
que nos tomes en la boca.
MARI-ZARPA:
Desa suerte lo prometo.
TODOS:
¿Das esa palabra?
MARI-ZARPA:
Sí.
EL ÑARRO:
Pues afuera el embeleco.
¡Barahúnda! Ya está sana
Mari-Zarpa.
MARI-ZARPA:
¿Cómo es esto? (Sale el VEJETE.)
VEJETE:
Como yo, para quitarte
tan mala maña, lo he hecho.
MARI-ZARPA:
¿No son visiones?
TODOS:
No.
MARI-ZARPA:
Pues
a mis jácaras [...] vuelvo (Bailan un baile o cantan algo.)