Las mil y una noches:0852

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Las mil y una noches - Tomo VI​ de Anónimo
Capítulo 0852: los ocios encantadores de la adolescencia desocupada

LOS OCIOS ENCANTADORES DE LA ADOLESCENCIA DESOCUPADA[editar]

EL MOZALBETE DE LA CABEZA DURA Y SU HERMANA LA DEL PIE PEQUEÑO[editar]

Se cuenta -pero Alah es más sabio- que en una ciudad entre las ciudades de un país entre los países, había un hombre honrado y sumiso a la voluntad del Altísimo, con una esposa excelente y temerosa del Todopoderoso, y había tenido ella -gracias a la bendición- dos hijos, un niño y una niña. Y el muchacho había nacido con una cabeza voluntariosa y dura, y la niña con un alma dulce y unos piececitos deliciosos. Y cuando los dos niños eran ya mayorcitos murió su padre. Pero a la hora de la muerte llamó a su esposa y le dijo: "¡Oh hija del tío! te recomiendo muy particularmente que veles por nuestro hijo, pupila de nuestros ojos; que no le regañes, haga lo que haga; que no le contradigas nunca, diga lo que diga, y sobre todo, que le dejes hacer siempre lo que quiera en cualquier circunstancia de su vida (¡ojalá sea larga y próspera!)" Y cuando su esposa se lo prometió llorando, ya había muerto él dichoso y sin desear nada más.

Y la madre no dejó de cumplir la última recomendación de su difunto esposo. Y al cabo de cierto tiempo se acostó para morir (¡solo Alah es el eterno viviente!) y llamó a su hija, la hermana del muchacho, y le dijo: "¡Hija mía, has de saber que tu difunto padre (¡sea con él la misericordia del Clemente!) me hizo jurar, a su muerte, que jamás contrariaría los deseos de tu hermano! ¡Ahora júrame a tu vez, para que yo muera tranquila, que cumplirás esta recomendación!" Y la joven prestó el juramento a su madre, que murió contenta en la paz de su Señor.

Y he aquí que, en cuanto estuvo enterrada la madre, el mozalbete fué en busca de su hermana y le dijo: "Escucha, ¡oh hija de mi padre y de mi madre! Quiero, en esta hora y en este instante, reunir en casa todo lo que posee nuestra mano en muebles, cosechas, búfalos, cabras, y en una palabra, cuanto nos ha dejado nuestro padre, y quemar el continente con el contenido". Y la joven, llena de estupor, abrió sus grandes ojos, y exclamó, olvidando la recomendación: "¡Oh querido! pero, si haces eso, ¿qué va a ser de nosotros?" Y contestó él: "¡Ya verás!"

E hizo lo que había dicho. Amontonando todo en la casa, le prendió fuego. Y se convirtió en llamas todo, bienes y fondos. Y advirtiendo el mozalbete que su hermana había conseguido esconder en casa de los vecinos diferentes objetos para salvarlos del desastre, se dedicó a la busca de las tales cosas y dió con ellas siguiendo las huellas de los piececitos de su hermana. Y cuando las encontró, les prendió fuego a una tras de otra, continente y contenido. Pero los propietarios, mirándole con malos ojos, se armaron de horquillas y se pusieron en persecución del hermano y de la hermana, para matarlos. Y le dijo la joven, muriéndose de miedo: "¡Ya ves ¡oh hermano mío! lo que has hecho! ¡Pongámonos en salvo! ¡ah! ¡pongámonos en salvo!" Y emprendieron juntos la fuga, poniendo pies en polvorosa.

Y estuvieron corriendo un día y una noche, y de tal suerte lograron escapar de los que aspiraban a su muerte. Y llegaron a una hermosa propiedad en donde hacían la recolección unos labradores. Y para poder vivir ambos hermanos se ofrecieron a ayudar, y en vista de su buena cara, fueron admitidos.

Y he aquí que, días más tarde, estando el mozalbete solo en la casa con los tres hijos del amo, les hizo mil caricias para atraérselos, y les dijo: "¡Vamos a la era para jugar a que trillamos el grano!" Y cogidos de las manos se fueron los cuatro a la era consabida. Y para dar comienzo al juego, el mozalbete hizo primero de grano, y los niños se divirtieron trillándole, aunque sin hacerle daño, lo preciso para que el juego resultase más a lo vivo. Y les tocó a su vez convertirse en grano. E hicieron de grano. Y el mozalbete los trilló como si fuesen granos. Y los trilló tan bien, que les hizo papilla. Y murieron en la era. ¡Y he aquí lo referente a ellos!

Pero, volviendo a la joven, hermana del mozalbete, es el caso que cuando notó la ausencia de su hermano pensó fundadamente que estaría cometiendo alguna acción destructora. Y se puso en busca suya, y acabó por encontrarle cuando acababa él de aplastar a los tres niños, hijos del propietario. Y al ver aquello, le dijo: "¡Pongámonos en salvo pronto!, ¡oh hermano mío! ¡pongámonos en salvo pronto! ¡Mira lo que has hecho! ¡Con lo bien que estábamos en esta propiedad!" Y cogiéndole de la mano, le obligó a emprender la fuga con ella. Y como la cosa entraba en sus proyectos, se dejó él arrastrar. Y partieron. Y cuando el padre de los niños regresó a la casa, y tras de buscar a sus hijos los halló hechos papillas en la era, y se enteró de la desaparición del hermano y de la hermana, exclamó, encarándose con su gente: "¡Hay que echar a correr detrás de esos dos infames que han pagado nuestros beneficios y la hospitalidad matando a mis tres hijos!" Y se armaron de un modo terrible con flechas y estacas, y persiguieron al hermano y a la hermana, tomando los mismos senderos que ellos. Y a la caída de la noche llegaron a un árbol muy gordo y muy alto, al pie del cual se acostaron en espera del día.

Y he aquí que el hermano y la hermana se habían escondido precisamente en la copa de aquel árbol. Y al despertar por el alba, vieron al pie del árbol a todos los hombres que les perseguían, y que dormían aún. Y el mozalbete dijo a su hermana, mostrándole al amo, padre de los tres niños: "¿Ves a ese tan alto que está durmiendo? ¡Pues bien; voy a hacer mis necesidades sobre su cabeza!" Y la hermana, llena de terror, se dió un manotazo en la boca, y le dijo: "¡Estamos perdidos sin remedio! No hagas eso, ¡oh querido mío! ¡Todavía no saben que estamos escondidos encima de su cabeza, y si continúas tranquilo, se marcharán y nos veremos libres!" Pero dijo él: "¡No quiero!" Y añadió: "¡Tengo que hacer mis necesidades en la cabeza de ese hombre alto!" Y se acurrucó en la rama más alta, y se meó, y dejó caer sus excrementos en la cabeza y el rostro del amo, que hubo de quedar inundado.

¡Eso fué todo!

Y el hombre, al sentir aquellas cosas, se despertó sobresaltado, y divisó en la copa del árbol al mozalbete, que se limpiaba tranquilamente con las hojas. Y en el límite extremo del furor, cogió su arco y disparó sus flechas al hermano y a la hermana. Pero como el árbol era muy alto, las flechas no les alcanzaban, enredándose en las ramas. Entonces despertó a sus gentes y les dijo: "¡Derribad ese árbol!" Y la joven al oír estas palabras, dijo a su hermano el mozalbete: "¡Ya lo ves! ¡Estamos perdidos!" El preguntó: "¿Quién te lo ha dicho?" Ella contestó: "¡Vaya un suplicio que nos harán sufrir a causa de lo que has hecho!" El dijo: "¡Todavía no estamos entre sus manos!"

Y en el mismo momento, un gran pájaro rokh, que los había visto pasar por allí, descendió sobre ellos y se los llevó a ambos en sus garras. Y emprendió el vuelo con ellos, en tanto que el árbol caía a impulso de los hachazos, y el amo, burlado, estallaba de rabia y de furor reconcentrados.

En cuanto al pájaro rokh, continuaba elevándose por los aires, con el hermano y la hermana en sus garras. Y ya se disponía a dejarlos en cualquier parte de tierra firme, para lo cual sólo tenía que atravesar un brazo de mar sobre el que se cernía, cuando el mozalbete dijo a su hermana, la joven: "¡Hermana mía, voy a hacer cosquillas en el trasero a este pájaro...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.