Las mil y una noches:1000
PERO CUANDO LLEGÓ LA 990ª NOCHE
[editar]Ella dijo:
"... Es la baluza preparada con crema, miel, flor fina de harina y aceite de alfónsigos".
Y al oír esto, recordé las palabras de mi venerado maestro, que así había predicho lo que debía acontecerme. Y a este recuerdo, no pude por menos que sonreír. Y el califa me dijo: "¿Qué te incita a sonreír, ¡oh Yacub!? Y contesté: "Nada malo ¡oh Emir de los Creyentes! Es un simple recuerdo de mi infancia que cruza por mi espíritu, y le sonrío al paso". Y me dijo: "Date prisa a contármelo. Persuadido estoy de que será provechoso escucharlo".
Y para satisfacer el deseo del califa, le conté mi iniciación en el estudio de la ciencia, mi asiduidad en seguir la enseñanza de Abu-Hanifah, las desesperaciones de mi pobre madre al verme desertar de la tintorería, y la predicción del imam con respecto a la baluza con crema y aceite de alfónsigos.
Y Harún quedó encantado de mi relato, y concluyó: "Sí, ciertamente, el estudio y la ciencia dan siempre sus frutos, y son numerosas sus ventajas en el dominio humano y en el dominio de la religión. En verdad que el venerable Abu-Hanifah predecía con precisión y veía con los ojos de su espíritu lo que los demás hombres no podían ver con los ojos de su cabeza. ¡Alah le colme con Sus misericordias y con Sus gracias más perfumadas!'
Y esto es lo referente a la baluza de crema y aceite de alfónsigos. Pero he aquí ahora lo referente a la dificultad jurídica resuelta. Encontrándome un día fatigado, me metí temprano en la cama. Y ya me había dormido profundamente, cuando llamaron a golpazos en mi puerta. Y a toda prisa me levanté al oír el ruido, me abrigué los riñones con mi izar de lana, y fui a abrir yo mismo. Y reconocí a Harthamah, el eunuco de confianza del Emir de los Creyentes. Y le saludé. Pero él, sin perder tiempo en devolverme la zalema, lo cual me sumió en una gran turbación y me hizo presagiar sombríos acontecimientos por lo que a mí afectaba, me dijo con acento perentorio: "Ven en seguida a ver a nuestro amo el califa, que desea hablarte". Y tratando de dominar mi turbación, y procurando descifrar algo del asunto, contesté: "¡Oh querido Harthamah! Me hubiera gustado ver que tenías más consideraciones con un anciano enfermo como yo. La noche está ya muy avanzada, y no creo que realmente se trate de un asunto tan grave como para necesitar que vaya yo ahora al palacio del califa. Te ruego, pues, que esperes hasta mañana. Y desde ahora hasta entonces ya se habrá olvidado del asunto o cambiado de opinión el Emir de los Creyentes". Pero me contestó él: "No, ¡por Alah! no puedo diferir hasta mañana la ejecución de la orden que se me ha dado". Y pregunté: "¿Puedes decirme, al menos, ¡oh Harthamah! para qué me llama?" El contestó: "Ha venido su servidor Massrur a buscarme, corriendo y sin aliento, y me ha ordenado, sin darme ninguna explicación, que te llevara en seguida entre las manos del califa".
Entonces, en el límite de la perplejidad, dije al eunuco: "¡Oh Harthamah! ¿me permitirás, por lo menos, lavarme rápidamente y perfumarme un poco? Porque así, si se trata de un asunto grave, estaré arreglado como es debido; y si Alah el Optimo me otorga la gracia, como espero, de encontrar allí un asunto sin inconveniente para mí, estos cuidados de limpieza no podrán perjudicarme, sino muy al contrario".
Y cuando el eunuco accedió a mi deseo, subí a lavarme y a ponerme ropa adecuada y a perfumarme lo mejor que pude. Luego bajé otra vez a reunirme con el eunuco, y salimos a buen paso. Y al llegar a palacio vi que Massrur nos esperaba a la puerta. Y Harthamah le dijo, designándome: "He aquí al kadí". Y Massrur me dijo: "¡Ven!" Y le seguí. Y mientras le seguía, le dije: "¡Oh Massrur! tú, que ya sabes cómo sirvo a nuestro amo el califa, y a los miramientos que se deben a un hombre de mi edad y de mi cargo, y que no ignoras la amistad que siempre te he profesado, supongo que querrás decirme por qué me hace venir el califa a hora tan tardía de la noche". Y Massrur me contestó: "Ni yo mismo lo sé". Y le pregunté, más azorado que nunca: "¿Podrás decirme, al menos, quién hay con él?" Massrur me contestó: "No hay más que una persona: Issa, el chambelán, y en la habitación contigua la esposa del chambelán".
Entonces, renunciando a comprender más, dije: "¡Confío en Alah! ¡No hay recurso ni fuerza más que en Alah el Todopoderoso, el Omnisciente!" Y llegado que hube al cuarto que precedía a la habitación en que por lo general estaba el califa, hice oír el movimiento de mi andar y el ruido de mis pasos. Y el califa preguntó desde dentro: "¿Quién hay en la puerta?" Y contesté al punto: "Tu servidor Yacub, ¡oh Emir de los Creyentes!"
Y la voz del califa dijo: "¡Entra!"
Y entré. Y encontré a Harún sentado, con el chambelán Issa a su derecha. Y avancé, posteriormente; y le abordé con la zalema. Y con gran satisfacción mía, me devolvió él la zalema. Luego me dijo sonriendo: "¿Te hemos inquietado, molestado, acaso asustado?" Y contesté: "Solamente ¡oh Emir de los Creyentes! nos habéis asustado a mí y a los que he dejado en casa. ¡Por vida de tu cabeza, que todos estábamos azorados!" Y el califa me dijo con bondad: "Siéntate, ¡oh padre de la ley!" Y me senté, ligero, libre de mis aprensiones y de mi miedo. Y al cabo de algunos instantes, el califa me dijo: "¡Oh Yacub! ¿sabes por qué te hemos llamado aquí a esta hora de la noche?" Y contesté: "No lo sé, ¡oh Emir de los Creyentes!" Me dijo él: "¡Escuchas, pues! Y mostrándome a su chambelán Issa, me dijo: "Te he hecho venir ¡oh Abu-Yussef! para ponerte por testigo del juramento que voy a prestar. Has de saber, en efecto, que Issa, a quien ves aquí, tiene una esclava. Yo he pedido a Issa que me la ceda; pero él se ha excusado. Le he pedido entonces que me la venda pero se ha negado. Pues bien; ante ti, ¡oh Yacub! que eres el kadí supremo, juro por el nombre de Alah el Altísimo, el Exaltado, que si Issa persiste en no querer cederme su esclava de una manera o de otra, le haré matar sin remisión al instante".
Entonces yo, seguro del todo por lo que a mí afectaba, me encaré en actitud severa con Issa, y le dije: "¿Qué cualidades o qué virtud extraordinaria ha dado, pues, Alah a esa muchacha, esclava tuya, para que no quieras cedérsela al Emir de los Creyentes? ¿No ves que con tu negativa te pones en la situación más humillante, y que te degradas y te rebajas? Y sin mostrarse conmovido por mis exhortaciones, Issa me dijo: "¡Oh nuestro señor kadí! odiosa es la precipitación de los juicios. Antes de hacerme observaciones deberías inquirir el motivo que ha dictado mi conducta". Y le dije: "¡Sea! Pero ¿puede haber un motivo justificado para semejante negativa?" El me contestó: "¡Sí, por cierto! Un juramento no puede en ningún caso declararse nulo si se ha prestado con plena conformidad y en plena lucidez de espíritu. Pues yo tengo como impedimento la fuerza de un juramento solemne. Porque he jurado, por el triple divorcio y con la promesa de libertar cuantos esclavos de ambos sexos tengo en mi mano y comprometiéndome a distribuir todos mis bienes y riquezas a los pobres y a las mezquitas, he jurado, repito, a la joven en cuestión no venderla ni darla nunca...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.