Las mil y una noches:1003

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Las mil y una noches - Tomo VI​ de Anónimo
Capítulo 1003: pero cuando llegó la 992ª noche

PERO CUANDO LLEGÓ LA 992ª NOCHE[editar]

Ella dijo:

... Y aquella joven árabe estaba dotada por su Creador de una talla encantadora de cinco palmos y de un pecho moldeado en el molde de la perfección; y en cuanto a lo demás, era semejante a una luna llena en una noche de luna llena.

Cuando la joven vió llegar a aquella brillante tropa de jinetes, se apresuró a cargarse el odre al hombro y a retirarse. Pero como, en su precipitación no había tenido tiempo de atar bien la boca del cuello del odre, se desató la cuerda a los pocos pasos, y se salió el agua del odre con estrépito. Y gritó la joven, volviéndose adonde se alzaba su vivienda: "¡Padre mío, padre mío, ven a tapar la boca del odre! ¡Me ha fallado la boca! ¡Ya no puedo dominar la boca!"

Y fueron dichas por la joven árabe estas tres indicaciones, gritadas a su padre, con una selección de palabras tan elegantes y una entonación tan encantadora, que el califa, maravillado, se paró en seco. Y mientras la joven, sin ver llegar a su padre, tapaba el odre para no mojarse, el califa avanzó hacia ella y le dijo: "¡Oh niña! ¿de qué tribu eres?" Y contestó ella con su voz deliciosa: "Soy de la tribu de los Bani-Kilab". Y Al-Mamún, que sabía muy bien que aquella tribu de los Bani-Kilab era una de las más nobles entre los árabes, quiso hacer un juego de palabras para poner a prueba el carácter de la joven, y le dijo: "¿Cómo se te ha ocurrido ¡oh hermosa niña! pertenecer a la tribu de los hijos de perro?" Y la joven miró al califa con aire burlón, y contestó: "¿Es verdad, no conoces el significado real de las palabras? ¡Sabe ¡oh extranjero! que la tribu de los Bani-Kilab, de que soy hija, es la tribu de los que saben ser generosos y sin reproche, de los que saben ser magníficos con los extranjeros, y de los que saben, en fin, dar buenos sablazos, si hay necesidad!" Luego añadió: "Pero dime cuáles son tu linaje y tu genealogía, ¡oh caballero que no eres de aquí!" Y el califa, cada vez más maravillado del giro de lenguaje de la joven árabe, le dijo, sonriendo: "¿Acaso tienes, además de tus encantos, conocimientos y genealogía, ¡oh hermosa niña!?" Y ella dijo: "¡Contesta a mi pregunta y ya lo verás!" Y Al-Mamún, enardecido por el juego, se dijo: "¡Voy a ver si, en efecto, esta árabe conoce nuestro origen!" Y dijo: "Pues bien: has de saber que soy del linaje de los Mudharidas-al-rojo". Y la joven árabe, que sabía muy bien que el origen de aquel apelativo de los Mudharidas venía del color rojo de la tienda de cuero que en los tiempos antiguos poseía Mudlar padre de todas las tribus mudharidas, no se mostró sorprendida de las palabras del califa, y le dijo: "Está bien; pero dime de qué tribu de los Mudharidas eres". El contestó: "De la más ilustre, la más excelente en paternidad y maternidad, la más grande en antepasados gloriosos, la más respetada entre los Mudharidas-al-rojo". Y dijo ella: "¡Entonces eres de la tribu de los Kinanidas!" Y Al-Mamún, sorprendido, contestó: "¡Es verdad! ¡soy de la gran tribu de los Bani-Kinanah!" Y ella sonrió, y preguntó: "Pero ¿a qué rama de los Kinamidas perteneces?" El contestó: "¡A aquella cuyos hijos son los más nobles de sangre, los más puros de origen, los de manos generosas, los más temidos y reverenciados entre sus hermanos!" Y ella dijo: "Por esas señas, me parece que eres de los Koreischidas". Y Al-Mamún, cada vez más maravillado, contestó: "Tú lo has dicho: soy de los Bani-Koreich". Y ella repuso: "Pero los Koreischidas son numerosos. ¿De qué rama eres tú?" El contestó: "¡De aquella sobre la que ha descendido la bendición!" Y exclamó la joven: "¡Por Alah! que eres de los descendientes de Haschem el Koreischida, bisabuelo del Profeta (¡con El la plegaria y la paz!) Y Al Mamún contestó: "Ea cierto; soy Haschemida". Ella preguntó: "Pero ¿de qué familia de los Haschemidas?" El contestó: "¡De la que está más alta, de la que es honor y gloria de los Haschemidas, de la que es venerada por cuantos creyentes hay sobre la tierra!" Y al oír esta respuesta, la joven árabe se prosternó de pronto y besó la tierra entre las manos de Al-Mamún, exclamando: "¡Homenaje y veneración al Emir de los Creyentes, al Vicario del Señor del Universo, al glorioso Al-Mamún el Abbassida!"

Y el califa quedó asombrado, profundamente conmovido, y exclamó, penetrado de una alegría indecible: "¡Por el Señor de la kaaba y por los méritos de mis gloriosos antepasados, los Puros, que quiero por esposa a esta admirable niña! Ella es el bien más precioso que está escrito en mi destino ...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.