Las mil y una noches:116
PERO CUANDO LLEGO LA 85ª NOCHE
Ella dijo:
Cerró la puerta por dentro, se metió la llave en el bolsillo, y empezó inmediatamente el ayuno.
Y al llegar al undécimo día, desprecintó la colodra, se la llevó a los labios y la bebió de un trago. Inmediatamente experimentó un bienestar general y una gran dulzura en sus entrañas. Y apenas había bebido, llamaron a la puerta de la celda. Y al abrirla, entró la anciana con un paquete de hojas frescas de plátano.
Y el rey se levantó y le dijo: "¡Bienvenida seas, mi venerable madre!" y ella contestó: "¡Oh rey! he aquí que la Gente de lo Invisible me envía para transmitirte su saludo, pues le he hablado de ti, y todos se han alegrado mucho al saber nuestra amistad. Y te envían este paquete, que encierra bajo las hojas de plátano unas delicadas confituras que han preparado con sus dedos las vírgenes de negros ojos del paraíso. Así es que cuando llegue la mañana del vigésimo día, cortarás el ayuno comiendo las confituras". El rey Omar se alegró en extremo al oír estas palabras, y dijo: "¡Loor a Alah, que me ha permitido tener hermanos entre la Gente de lo Invisible!" Después dió muchas gracias a la anciana, le besó las manos, y la acompañó con muchas consideraciones hasta la puerta de la celda.
Y como había prometido, volvió la anciana al vigésimo día, y dijo al rey: "¡Oh rey! sabe que he comunicado a mis hermanos de lo Invisible mi intención de regalarte las jóvenes, y se han alegrado mucho a causa de la amistad que te tienen. Así es que antes de dejarlas entre tus manos, las voy a llevar a la morada de la Gente de lo Invisible, para que les infundan su aliento y las perfumen con un aroma tan agradable que te ha de encantar. Y volverán a ti llevando un magnífico tesoro extraído del seno de la tierra por mis hermanos de lo Invisible"
Y el rey le dió las gracias por todos sus favores, y le dijo: "¡En realidad, eso es demasiado! Y en cuanto al tesoro del fondo de la tierra, me parece verdaderamente excesivo y temo abusar". Pero ella respondió a esto como correspondía, y tu padre le preguntó: "¿Y cuándo me las traerás?" Ella dijo: "La mañana del trigésimo día, cuando hayas terminado el ayuno y te hayas purificado. Y esas jóvenes, cada una de las cuales vale más que todo tu imperio, tendrán entonces una pureza de jazmín, y te pertenecerán por completo". El contestó: "¡Oh qué verdad es ésa!" Ella dijo: "Ahora, si quisieras confiarme la mujer que prefieras entre tus mujeres, la llevaría con esas jóvenes, para que las gracias y purificaciones de mis hermanos, la Gente de lo Invisible, recayeran también en ella".
Entonces el rey tu padre dijo: "¡Cuántos beneficios he de agradecerte! En efecto, tengo una griega llamada Salía, hija del rey Afridonios de Constantinia, y Alah me ha dado de ella dos hijos a quienes, ¡ay de mí! he perdido hace años. Llévala contigo, ¡oh venerable anciana! para que recaiga en ella la gracia de la Gente de lo Invisible, y ojalá, por su intercesión, pueda recobrar mis hijos". Entonces la anciana dijo: "Seguramente, así será. ¡Manda que llamen a la reina Safía!"
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente