Ir al contenido

Las mil y una noches:130

De Wikisource, la biblioteca libre.
Las mil y una noches - Tomo II
de Anónimo
Capítulo 130: Y cuando llegó la 99ª noche



Y CUANDO LLEGO LA 99ª NOCHE

[editar]

Ella dijo:

Se apresuraron a hacinar leños alrededor de la gruta hasta una altura enorme, y les prendieron fuego.

Los musulmanes acabaron por no poder resistir aquel calor, que aumentando cada vez más, terminó por echarlos, y formando una sola masa se precipitaron afuera todos, y rápidamente abrieron una brecha a través de las llamas. Pero ¡ay! al otro lado, cuando todavía les cegaba el fuego y el humo, los arrojó el Destino en manos de los enemigos, que quisieron darles muerte en seguida. Pero lo impidió el jefe de los cristianos, y les dijo: "¡Por Cristo! aguardemos a que estén en Constantinia, en presencia del rey Afridonios, que tendrá una gran alegría al verlos prisioneros. ¡Echémosles al cuello las cadenas, y arrastrémoslos detrás de nuestros caballos!"

Los amarraron fuertemente y los dejaron bajo la guardia de algunos guerreros. Después, para festejar aquella captura, el ejército cristiano se puso a comer y beber, y tanto bebieron, que hacia medianoche todos cayeron de espaldas como muertos.

Entonces Scharkán miró a su alrededor, vió aquellos cuerpos tendidos, y dijo a su hermano Daul'makán: "¿Encontraremos algún medio para salir de este mal paso?"

Y Daul'makán contestó: "¡Oh hermano mío! realmente no lo sé, porque henos aquí como pájaros en una jaula".

Y tal rabia le dió a Scharkán, y lanzó tan grande y desesperado suspiro, que aquel esfuerzo considerable hizo crujir y estallar las cuerdas que le ataban. Y al verse libre se puso en pie de un salto y corrió a desatar a su hermano y al visir. En seguida se acercó al jefe de la guardia cristiana, y le quitó las llaves de las cadenas con que estaban sujetos los diez soldados musulmanes, y los libertó también. Y sin perder tiempo, se armaron con las armas de los cristianos borrachos, se apoderaron de sus caballos, y se alejaron silenciosamente, dando gracias a Alah por su salvación.

Y galoparon hasta llegar a lo alto de la montaña, donde Scharkán mandó detenerse un momento, y dijo: "Ahora que con ayuda de Alah estamos seguros, os voy a comunicar una idea". Y todos preguntaron: "¿Cuál es esa idea?" Y dijo Scharkán: "Nos vamos a dispersar por la cumbre de esta montaña, y a gritar con todas nuestras fuerzas: "¡Alahú akbar!" Entonces resonarán las montañas, el valle y las rocas, y los impíos creerán que todo el ejército de los musulmanes se les viene encima, y aturdidos, se matarán unos a otros en medio de las sombras de la noche, y harán en sí mismos una gran carnicería hasta por la mañana".

Y todos obraron así, como había aconsejado Scharkán. Al oír aquellas voces que caían de las montañas, repercutidas mil veces en las tinieblas, los descreídos se levantaron asustados y se pusieron apresuradamente sus armaduras, gritando: "¡Por Cristo! ¡Todo el ejército musulmán está ahí!" Y enloquecidos se arrojaron unos sobre otros, e hicieron en sí mismos una gran carnicería, no cesando hasta por la mañana, cuando los musulmanes se alejaron rápidamente hacia Constantinia.

Y mientras Daul'makán, Scharkán, el visir y los guerreros seguían galopando, vieron levantarse ante ellos una polvareda muy densa...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.