Las mil y una noches:169

De Wikisource, la biblioteca libre.
Ir a la navegación Ir a la búsqueda
Las mil y una noches - Tomo II​ de Anónimo
Capítulo 169: Y cuando llegó la 138ª noche



Y CUANDO LLEGO LA 138ª NOCHE[editar]

Ella dijo:

...y fué como si nunca hubiese sido. ¡Porque el tiempo lo siega todo y nada recuerda! ¡Y aquel que quiera saber el destino de su nombre en lo futuro, aprenda a mirar el destino de quienes le precedieron en el morir!

Tal es la historia del rey Daul'makán, hijo del rey Omar Al-Nemán y hermano del príncipe Scharkán. ¡Téngalos Alah en su misericordia infinita!

Pero a contar de aquel día, y para no desmentir el proverbio que dice: "¡Quien deja posteridad no muere!", empezaron las aventuras del joven Kanmakán, hijo de Daul'makán.

AVENTURAS DEL JOVEN KANMAKAN, HIJO DE DAUL'MAKAN[editar]

En efecto, ¡oh rey afortunado! -prosiguió Schehrazada- en cuanto al joven Kanmakán y su prima Fuerza del Destino, ¡cuán hermosos se habían hecho! La armonía de sus facciones llegó a ser más exquisita, sus perfecciones germinaron en su plenitud; y realmente, sólo se les podía comparar con dos ramas llenas de frutos, y con dos lunas esplendorosas.

Y para hablar particularmente de cada uno de ellos, hay que decir que Fuerza del Destino reunía todo lo necesario para volver loco a cualquiera, pues en su regia soledad, y aislada de todas las miradas, la blancura de su tez se había hecho sublime, su cintura se había adelgazado lo precisamente necesario, y aparecía derecha como la letra aleph; sus caderas eran absolutamente adorables en su maciza pompa, y en cuanto al sabor de su saliva, ¡oh leche, oh vinos, oh dulces! ¿Qué sois?

Y para decir algo respecto a sus labios, que eran del color de las granadas, ¡hablad vosotras, delicias de las frutas maduras! Y en cuanto a sus mejillas, ¡sus mejillas! hasta las mismas rosas habrían reconocido su superioridad. Así son verdaderas estas palabras del poeta en honor suyo:

¡Embriágate, corazón mío! ¡Bailad de júbilo en vuestras órbitas, ojos míos! ¡Hela aquí! ¡Constituye las delicias del mismo que la creó!
¡Sus párpados desafían al kohl a que los haga más oscuros! ¡Siento que sus miradas atraviesan mi corazón, como si fueran la espada del Emir de los Creyentes!
¡En cuanto a sus labios! ¡Oh jugo que brotas de las uvas maduras antes de pisarlas! ¡Jarabe que filtras bajo la prensa de las perlas!
¡Y vosotras, ¡oh palmeras que sacudís vuestros a la brisa los racimos de vuestros cabellos! he aquí su cabellera!

Así era la princesa Fuerza del Destino, hija de Nozhatú. Pero en cuanto a su primo el príncipe Kanmakán, era otra cosa. Los ejercicios y la caza, la equitación y los torneos con lanza y azagaya, el tiro al arco y las carreras de caballos, habían dado flexibilidad a su cuerpo, y habían aguerrido su alma, y se había convertido en el jinete más hermoso de los países musulmanes, y en el más valeroso entre los guerreros de las ciudades y las tribus. Y con todo eso, su tez había seguido tan fresca como la de una virgen, y, su cara era más bella a la vista que las rosas y los narcisos, como dice el poeta hablando de él:

¡Apenas circuncidado, la seda adornó amorosamente la dulzura de su barbilla, para luego con la edad sombrear sus mejillas con un terciopelo negro de tejido muy apretado!
¡Ante los ojos encantados de quienes le miraban, parecía el cervatillo que ensaya una danza tras los pasos de su madre!
¡Para las almas atentas que le seguían, sus mejillas, dispensadoras de la embriaguez, ofrecían el rojo color de una sangre tan delicada como la miel de su saliva!
¡Pero a mí, que consagro mi vida a la adoración de sus encantos, lo que me arrebata el alma es el color verde de su calzón!

Hay que saber que hacía algún tiempo que el gran chambelán, tutor de Kanmakán, a pesar de las amonestaciones de su esposa Nozbatú, y de los beneficios que debía al padre de Kanmakán, se había apoderado completamente del poder, y hasta se había hecho proclamar sucesor de Kanmakán por cierta parte del pueblo y del ejército.

En cuanto a la otra parte del pueblo y del ejército, había permanecido fiel al nombre y al descendiente de Omar Al-Nemán, y cumplía sus deberes bajo la dirección del anciano visir Dandán. Pero el visir Dandán, ante las amenazas del gran chambelán, había acabado por alejarse de Bagdad, y se había retirado a una ciudad vecina, aguardando que el Destino ayudase al huérfano a quien se quería desposeer de sus derechos.

Así es que el gran chambelán, no teniendo nada que temer, había obligado a Kanmakán y a su madre a que se encerraran en sus habitaciones, y hasta había prohibido a Fuerza del Destino que tuviese relación alguna con el hijo de Daul'makán; de suerte que la madre y el hijo vivían muy retirados, aguardando que Alah se dignara devolver sus derechos a aquel a quien correspondían.

Pero de todos modos, a pesar de la vigilancia del gran chambelán, Kanmakán podía ver en ocasiones a su prima, y hasta hablarle, pero sólo furtivamente. Y un día que no pudo verla, y que su amor le torturaba el corazón, cogió un pliego de papel y le escribió estos versos apasionados:

¡Andabas, ¡oh amada mía! entre tus esclavas, bañada en toda tu belleza! ¡Al pasar tú, las rosas se secaban de envidia en sus tallos, al compararse con tus mejillas!
¡Los lirios guiñaban el ojo ante tu blancura; las manzanillas floridas, sonreían ante la sonrisa de tus dientes!
¿Cuándo acabará mi destierro; cuándo se curará mi corazón de los dolores de las ausencias; cuándo mis labios dichosos se acercarán por fin a los de mi amada?
¿Podré saber por fin si es posible nuestra unión aunque sólo fuese por una noche, para ver si compartes las sensaciones que en mí se desbordan?
¡Concédame Alah paciencia en mis males, como el enfermo que soporta el cautiverio, pensando en la curación!

Cerrada la carta, se la entregó al eunuco, cuya primera diligencia fué ponerla en manos del gran chambelán. Así es que al leer esta declaración, el gran chambelán juró que iba a castigar al joven insolente. Pero pensó después que valía más no propalar la cosa, y hablar solamente de ella con Nozhatú. Fué, pues, en su busca, y después de haber despedido a la joven Fuerza del Destino, indicándole que bajase a respirar el aire del jardín, dijo a su esposa ...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.