Las mil y una noches:219

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Las mil y una noches - Tomo II​ de Anónimo
Capítulo 219: Pero cuando llegó la 200ª noche



PERO CUANDO LLEGO LA 200ª NOCHE[editar]

Ella dijo:

"... Llegó hasta el pórtico del palacio, y ante la muchedumbre hacinada en la plaza y los guardias y porteros, clamó en alta voz:

¡Soy el astrólogo ilustre, el mágico digno de memoria!
¡Soy la cuerda que levanta los velos más espesos y la llave que abre armarios y cajones!
¡Soy la pluma que traza caracteres en los amuletos y en los libros de hechicería!
¡Soy la mano que extiende la arena adivinatoria y extrae la curación del fondo de los tinteros!
¡Soy el que da sus virtudes a los talismanes y por medio de la palabra alcanza todas las victorias!
¡Desvío hacia los emuntorios todas las enfermedades; no utilizo inflamatorios, ni vomitivos, ni estornutatorios, ni infusorios, ni vejigatorios!
¡No uso oraciones, jaculatorias, ni palabras evocadoras, ni fórmulas propiciatorias, y así obtengo curas rápidas y meritísimas!
¡Soy el mágico notorio, digno de recordación; acudid a mí todos! ¡No pido propina, ni óbolo remunerador, pues todo lo hago por la gloria!

Cuando los habitantes de la ciudad, los guardias y los porteros oyeron la proclama, se quedaron estupefactos; pues desde la ejecución sumarísima de los cuarenta médicos, creían que tal raza se había extinguido, tanto más cuanto que no habían vuelto a ver médicos ni magos.

Así es que todos rodearon al joven astrólogo, y al ver su hermosura, y su tez fresquísima, y sus demás perfecciones, quedaron encantados y desconsolados al mismo tiempo, porque temieron que sufriera igual suerte que sus antecesores. Y los que estaban más cerca del carro cubierto de terciopelo, en el cual se le veía de pie, le suplicaron que se alejase del palacio, y dijeron: "Señor mago, ¡por Alah! ¿No sabes lo que te espera si recorres mucho estos lugares? El rey te mandará para que pruebes tu ciencia con su hija. ¡Desdichado! ¡Sufrirás entonces la suerte de todos esos cuyas cabezas cortadas cuelgan precisamente encima de ti!"

Pero a tales conjuros, respondía Kamaralzamán gritando más alto:

¡Soy el mago ilustre, digno de recordación! ¡No uso jeringas ni fumigaciones! ¡Oh, vosotros todos, venid a verme!

Entonces todos los circunstantes, aunque convencidos de la ciencia del astrólogo, seguían temiendo que fracasara contra aquella enfermedad sin remedio.

De modo que se pusieron muy tristes, diciéndose unos a otros: "¡Qué lástima de juventud!"

A todo esto, el rey, al oír el tumulto en la plaza y al ver el gentío que rodeaba al astrólogo, dijo al visir: "¡Ve pronto a buscar a ese hombre!"

Y el visir ejecutó inmediatamente la orden.

Cuando Kamaralzamán llegó a la sala del trono, besó la tierra entre las manos del rey, y empezó por dirigirle este ditirambo:

En ti están reunidas las ocho cualidades que obligan a inclinar la cabeza al más sabio.

La ciencia, la fuerza, el poderío, la generosidad, la elocuencia, la sagacidad, la fortuna y la victoria.

Encantado quedó el rey Ghayur cuando hubo oído tales alabanzas y miró atentamente al astrólogo. Y era tal la hermosura de éste, que el rey cerró los ojos un momento, luego los volvió a abrir, y le dijo: "¡Siéntate a mi lado!"

Después le dijo: "¡Mira, hijo mío, mejor estarías sin ese traje de médico! ¡Y mucho me alegraría de casarte con mi hija si consiguieras curarla! ¡Pero dudo que lo logres! ¡Y como he jurado que nadie conservaría la vida después de haber visto la cara de la princesa, a no ser que la alcanzara por esposa, me vería obligado, muy contra mi gusto, a hacerte sufrir la misma suerte que a los cuarenta que te han precedido! ¡Contesta, pues! ¿Te allanas a las condiciones impuestas?"

Oídas estas palabras, Kamaralzamán dijo:

"¡Oh rey afortunado! ¡Vengo desde muy lejos a este país próspero para ejercer mi arte y no para callar! ¡Sé lo que arriesgo, pero no retrocederé!" Entonces el rey dijo al jefe de los eunucos: "¡Ya que insiste, guíale a la habitación de la prisionera!"

Entonces ambos fueron al aposento de la princesa, y el eunuco, al ver que el joven apresuraba el paso, dijo: "¡Infeliz! ¿Crees de veras que llegarás a ser yerno del rey?" Kamaralzamán dijo: "¡Así lo espero! Y además, estoy tan seguro de ganar, que sin moverme de aquí puedo curar a la princesa, demostrando a toda la tierra mi habilidad y mi sabiduría". "¡Cómo! ¿Puedes curarla sin verla? ¡Gran mérito el tuyo si así es!"

Kamaralzamán dijo: "Aunque el deseo de ver a la princesa, que ha de ser mi esposa, me mueva a penetrar inmediatamente en su aposento, prefiero obtener su curación quedándome detrás del cortinaje de su cuarto". El eunuco dijo: "¡Más sorprendente será la cosa!"

Entonces Kamaralzamán se sentó en el suelo, detrás del cortinaje del cuarto del Sett-Budur, sacó del cinturón un pedazo de papel y recado de escribir, y redactó la siguiente carta...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.