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Las mil y una noches:247

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Las mil y una noches - Tomo II
de Anónimo
Capítulo 247: Y cuando llegó la 247ª noche



Y CUANDO LLEGO LA 247ª NOCHE

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Ella dijo:

... Después se volvió hacia Feliz-Bello, y le dijo: "Calma tu espíritu, ¡oh joven! ¡No te pasarán más que cosas felices!"

Y mientras tanto, la buena anciana había ido a buscar a Feliz-Bella y le había dicho: "Sígueme aprisa, hija mía. ¡Tu esposo querido está, en la habitación que le he reservado!" Y la guió, pálida de emoción, al aposento en donde creía encontrar a Feliz-Bello. Y su dolor fué muy grande, y no menor su terror, al no verle allí; y la vieja dijo: "¡Seguramente se habrá extraviado por los pasillos! ¡Vuelve, hija mía; a tu habitación mientras yo voy en busca suya!"

Y entonces fué cuando la esclava entró en el aposento de Feliz-Bella, a la cual encontró toda trémula y muy pálida, y le dijo: "¡Oh Feliz-Bella! ¡Mi ama Sett Zahia te llama!" Entonces Feliz-Bella ya no tuvo duda de su perdición y de la de su amado, y tambaleándose siguió a la gentil esclava que le indicaba el camino.

Pero apenas había entrado en la sala, cuando la hermana del califa se acercó a ella con la sonrisa en los labios, la cogió de la mano y la llevó junto a Feliz-Bello, que seguía con el velo puesto, diciéndoles a ambos: "¡He aquí la dicha!" Y los dos jóvenes se conocieron al momento, y cayeron desmayados uno en brazos de otro.

Entonces la hermana del califa, ayudada por la esclava, les roció con agua de rosas, les hizo recobrar el conocimiento y les dejó solos. Volvió al cabo de una hora, y los encontró sentados, abrazándose estrechamente y con los ojos llenos de lágrimas de ventura y gratitud por su bondad. Entonces les dijo: "¡Ahora tenemos que festejar vuestra unión bebiendo juntos por la eterna duración de vuestra felicidad!" Y enseguida, a una seña suya, la risueña esclava llenó de vino exquisito las copas, y se las presentó. Y bebieron, y Sett Zahia les dijo: "¡Cuánto os amáis, oh hijos míos! Debéis de saber versos admirables sobre el amor y canciones muy bellas acerca de los amantes. ¡Me gustaría que cantaseis algo! ¡Tomad ese laúd y haced resonar con vuestro arte el alma de su madera melodiosa!"

Entonces Feliz-Bello y Feliz-Bella besaron las manos de la hermana del califa, y templando el laúd, cantaron alternativamente estas maravillosas estrofas:


-¡Te traigo hermosas flores bajo mi velo de Kufa, y frutas todavía empolvadas con el oro del sol!
-¡Todo el oro del Sudán está en tu piel, amada mía! ¡Los rayos del sol están en tus cabellos, y el terciopelo de Damasco, en tus ojos!
-¡Heme aquí ¡Vengo a buscarte durante la hora en que las noches tibias son propicias...! ¡El aire es leve, la noche se hace sedosa y transparente, y hacia nosotros llega el murmullo de las hojas y el agua!
-¡Aquí me tienes, oh mi gacela de las noches! Tus ojos han deslumbrado a todas las tinieblas. ¡Quiero sumergirme en tus ojos, como el ave que se embriaga sobre el mar!
-¡Acércate más y toma en mis labios sus rosas! ¡Déjame después salir lentamente de mi cáliz y acabar de desnudarme para ti desde los hombros hasta los tobillos!
-¡Oh mi muy amada!
-¡Heme aquí! El secreto de mi carne de luna tiene la forma del dátil maduro. ¡Ven...! ¡Se te aparecerá todo el mar, el mar lleno de olas en que las aves se embriagan!


Apenas habían expirado las últimas notas de aquel canto en los labios de Feliz-Bella, desfallecida de felicidad, cuando súbitamente se descorrieron las cortinas y el califa en persona entró en la sala. Al verle, se levantaron los tres apresuradamente, y besaron la tierra entre sus manos. Y el califa les sonrió a todos, y fue a sentarse en medio de ellos en la alfombra, y mandó a la esclava que trajera vino y llenara las copas. Después dijo: "¡Vamos a beber para festejar la vuelta de Feliz-Bella a la salud!" Y bebió lentamente. Dejó entonces la copa, y notando la presencia de aquella esclava, a quien no conocía, preguntó a su hermana: "¿Quién es esa joven que está ahí y cuyas facciones me parecen tan bellas bajo el velo ligero?" Sett Zahia contestó: "¡Es una compañera sin la cual no puede vivir Feliz-Bella, pues no puede comer ni beber a gusto si no la tiene cerca!"

Entonces el califa levantó el velo de la supuesta esclava y se quedó pasmado de su belleza. En efecto, Feliz-Bello todavía no tenía pelo en las mejillas, sino tan sólo un leve bozo que daba una sombra adorable a su blancura, sin contar con el lunar de almizcle que sonreía bellamente en su barbilla.

Y el califa, en extremo encantado, exclamó: "¡Por Alah! ¡Oh Zahia! ¡Desde esta noche quiero también tomar por concubina a esta nueva adolescente, y le reservaré, como a Feliz-Bella, una habitación digna de su hermosura y un tren de casa como a mi esposa legítima!'

Y Sett Zahia respondió: "¡Por cierto, oh hermano mío, que esta joven es un bocado digno de ti!" Después añadió: "Ahora precisamente recuerdo una interesante historia que he leído en un libro escrito por uno de nuestros sabios. Y el califa preguntó: "¿Y cuál es esa historia?'

Sett Zahia dijo: "Sabe, ¡oh Emir de los Creyentes! que hubo en la ciudad d Kufa un joven llamado Feliz-Bello, hijo de Primavera...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.