Las mil y una noches:270

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Las mil y una noches - Tomo II​ de Anónimo
Capítulo 270: Y cuando llegó la 272ª noche



Y CUANDO LLEGO LA 272ª NOCHE[editar]

Ella dijo:

... Tal era la esclava Simpatía, único tesoro que poseía aún el pródigo Abul-Hassán.

Y he aquí que, al percatarse de que su patrimonio habíase disipado irremediablemente, Abul-Hassán quedó sumido en un estado de desolación tan grande, que le robó el sueño y el apetito; y permaneció tres días y tres noches sin comer, ni beber, ni dormir, alarmando a la esclava Simpatía, que creyó verle morir, y resolvió salvarle a toda costa.

Se atavió con sus trajes más dignos de exhibirse y con las joyas y adornos que le quedaban, y se presentó a su amo, diciéndole, mientras mostraba en sus labios una sonrisa de buen augurio: "Por mi causa va a hacer cesar Alah tus tribulaciones. Para ello bastará que me conduzcas ante nuestro señor el Emir de los Creyentes, Harún Al-Raschid, quinto descendiente de Abbas, y me vendas a él, pidiéndole como precio diez mil dinares. Si encontrara este precio demasiado caro, dile: "¡Oh Emir de los Creyentes! esta adolescente vale más todavía, como podrás advertir mejor tomándola a prueba. ¡Entonces se realzará a tus ojos, y verás que no tiene par ni rival y que verdaderamente es digna de servir a nuestro señor el califa!" Después, la esclava, insistiendo mucho, le recomendó que se guardase de rebajar el precio.

Abul-Hassán, que hasta aquel momento, por negligencia, no se había preocupado de observar las cualidades y talentos de su hermosa esclava, no estaba en situación para apreciar por sí mismo los méritos que pudiese ella poseer. Solamente le pareció que la idea no era mala y que tenía probabilidades de éxito.

Se levantó, pues, en seguida, y llevando a Simpatía tras sí la condujo ante el califa, a quien repitió las palabras que ella le había recomendado que dijese.

Entonces el califa volviose hacia ella y le preguntó: "¿Cómo te llamas?" Ella dijo: "Me llamo Simpatía".

El le dijo: "¡Oh Simpatía! ¿Estás versada en ciertos conocimientos y puedes enumerarme las diversas ramas del saber que has cultivado?"

Ella le contestó: "¡Oh señor! estudié la sintaxis, la poesía, el derecho civil y el derecho general; la música, la astronomía, la geometría, la aritmética, la jurisprudencia desde el punto de vista de las sucesiones, y el arte de descifrar las escrituras mágicas y las inscripciones antiguas. Me sé de memoria el Libro Sublime y puedo leerle de siete maneras distintas; conozco exactamente el número de sus capítulos, de sus versículos, de sus divisiones, de sus diferentes partes y sus combinaciones, y cuantas líneas, palabras, letras consonantes y vocales encierra: recuerdo con precisión qué capítulos se inspiraron y escribieron en la Meca y cuáles otros se dictaron en Medina; no ignoro las leyes y los dogmas, sé distinguirlos con las tradiciones y diferenciar su grado de autenticidad; no soy una profana en lógica, ni en arquitectura, ni en filosofía, como tampoco en lo que afecta a la elocuencia, al lenguaje escogido, a la retórica y a las reglas de los versos, los cuales sé ordenar y medir sin omitir ninguna dificultad en su construcción; sé hacerlos sencillos y fluidos, como también complicados y enrevesados para deleitar sólo a las gentes delicadas; y si a veces pongo en ellos oscuridad, es para fijar más la atención y halagar al espíritu, que despliega por último su trama sutil y frágil; en una palabra, aprendí muchas cosas y retuve cuanto aprendí.

Además, sé cantar perfectamente y bailar cual un pájaro, y tocar el laúd y la flauta, manejando asimismo todos los instrumentos de cuerda, y lo hago de cincuenta modos diferentes. ¡Por lo tanto, cuando canto y bailo se condenan quienes me ven y me oyen; si camino balanceándome, ataviada y perfumada, les mato; si meneo mi grupa, les derribo; si guiño un ojo, les traspaso; si agito mis brazaletes, les ciego; si toco, doy la vida, y si me alejo, hago morir!

¡Estoy versada en todas las artes, y he llevado mi saber a tal límite, que únicamente podrían llegar a distinguir su horizonte los escasos seres cuyos años hubieran transcurrido en el estudio de la sabiduría!"

Cuando el califa Harún Al-Raschid hubo oído estas palabras, se asombró y entusiasmó de encontrar tal elocuencia unida a belleza tal, tanto saber y juventud en la que frente a él se mantenía con los ojos respetuosamente bajos. Se volvió hacia Abul-Hassán y le dijo: "Quiero dar orden al instante para que vengan todos los maestros de la ciencia a fin de poner a prueba a tu esclava, y asegurarme por medio de un examen público y decisivo de si realmente es tan instruida como bella. ¡En caso de que saliese victoriosa de la prueba, no sólo te daría diez mil dinares, sino que te colmaría de honores por haberme traído semejante maravilla! ¡De no ser así, no hay nada de lo dicho, y seguirá perteneciéndote!”

Luego, acto continuo, el califa hizo llegar al sabio mayor de aquella época, Imraim ben-Sayar, que había profundizado en todos los conocimientos humanos; mandó que acudiesen también todos los poetas, los gramáticos, los lectores del Corán, los médicos, los astrónomos, los filósofos, los jurisconsultos y los doctores en teología. Y apresuraronse a ir a palacio todos, y se reunieron en la sala de recepción, sin saber por qué motivo se les convocaba.

Cuando lo ordenó el califa, todos se sentaron en corro sobre la alfombra, en medio de la cual la adolescente Simpatía permanecía en una silla de oro, donde el califa hízola colocarse, con el rostro cubierto por un velo ligero, y a través de él brillaban sus ojos y se veían con su sonrisa los dientes ...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


Aclaración[editar]

El traductor une en este capítulo las noches 271 y 272.