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Las mil y una noches:368

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Las mil y una noches - Tomo III
de Anónimo
Capítulo 368: Y cuando llegó la 372ª noche


Y CUANDO LLEGO LA 372ª NOCHE

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Ella dijo:

"...la reina Yamlika, cuya leche virginal, tomada en ayunas o empleada como díctamo, cura las enfermedades más incurables!"

Al oír tales palabras, comprendió Hassib que aquellos informes provenían de su entrada en el hammam, y trató de negar. Exclamó, pues: ¡Jamás he visto esa leche, ¡oh señor! y no se quién es la princesa Yamlika! ¡Es la primera vez que oigo semejante nombre!" El visir sonrió y dijo: "¡Puesto que te niegas aún, voy a demostrarte que no te servirá de nada! ¡Te digo que has estado en los dominios de la reina Yamlika! Además, cuantos fueron allá en los tiempos antiguos, volvieron con la piel del vientre negra. Así lo dice este libro que tengo a la vista. Pero la piel del vientre no se le pone negra al visitante de la reina Yamlika más que después de su entrada en el hammam, ¡oh hijo de Danial! Y he aquí que los espías que yo tenía apostados en el hammam para que examinaran el vientre a todos los bañistas, han venido hace un rato a decirme que se te había puesto de pronto negro el vientre mientras te bañaban. ¡Es inútil, pues, que continúes negando!"

Al oír estas palabras; exclamó Hassib: "¡No, por Alah! ¡Nunca estuve en los dominios de la princesa subterránea!" Entonces se acercó a él el gran visir, le quitó las toallas que le envolvían y le dejó el vientre al descubierto. Estaba negro como el vientre de un búfalo.

Al ver aquello, Hassib estuvo a punto de caerse desmayado de espanto; luego tuvo una idea, y dijo al visir: "Debo declararte ¡oh mi señor! que nací con el vientre completamente negro". El visir sonrió v dijo: "Pues no lo estaba cuando entraste en el hammam. ¡Así me lo dijeron los espías!" Pero Hassib, que de ninguna manera quería hacer traición a la princesa subterránea revelando su residencia, siguió negando haber tenido relaciones con ella ni haberla visto nunca. Entonces el visir hizo una seña a dos verdugos, que se acercaron al joven, le echaron en el suelo, desnudo como estaba, y empezaron a administrarle en las plantas de los pies palos tan crueles y tan repetidos, que habría muerto si no se decidiera a pedir gracia confesando la verdad.

En seguida hizo el visir que levantaran al joven, y ordenó que le pusiesen un magnífico ropón de honor en lugar de las toallas con que a su llegada se envolvía. Tras de lo cual lo condujo por sí mismo al patio del palacio, donde le hizo montar en el caballo más hermoso de las caballerizas reales, montando él a caballo también, y acompañados ambos por un séquito numeroso, tomaron el camino de la casa ruinosa por donde salió Hassib de los dominios de la reina Yamlika.

El visir, que había aprendido en los libros la ciencia de los conjuros, se puso a quemar allá perfumes y a pronunciar las fórmulas mágicas que abren las puertas, mientras Hassib, por su parte, siguiendo órdenes del visir, emplazaba a la reina para que se mostrase a él. Y de pronto se produjo un temblor de tierra que tiró al suelo a la mayoría de los circunstantes, y se abrió un agujero por el que surgió, sentada en un azafate de oro transportado por cuatro serpientes con cabeza humana que vomitaban llamas, la reina Yamlika, cuyo rostro tenía áureos resplandores. Y miró a Hassib con ojos preñados de reproches, y le dijo: "¿Es así, ¡oh Hassib! como cumples el juramento que me hiciste?" Y exclamó Hassib: "¡Por Alah! ¡Oh reina! La culpa es del visir, que por poco me mata a golpes." Ella dijo: "¡Ya lo sé! Y por eso no quiero castigarte; te han hecho venir aquí, y hasta a mí misma me obligan a salir de mi morada para curar al rey. Y vienes a pedirme leche para realizar esa curación. ¡De buen grado te la concedo como recuerdo de la hospitalidad que te di y de la atención con que me escuchaste! He aquí dos frascos con leche mía. Para operar la curación del rey, conviene que te enseñe el modo de emplearla. ¡Acércate más a mí!" Hassib se acercó a la reina, la cual le dijo en voz baja para que no la oyese nadie más que él: "Uno de los frascos, el que está marcado con una raya roja, debe servir para curar al rey. Pero el otro lo destino al visir que mandó que te apalearan. En efecto, cuando el visir vea la curación del rey, querrá beber de mi leche para preservarse de las enfermedades, y tú le darás a beber del otro frasco.

Luego, la reina Yamlika entregó a Hassib los dos frascos de leche, y desapareció enseguida, mientras la tierra volvía a cerrarse sobre ella y las que la transportaban.

Cuando llegó Hassib al palacio, hizo exactamente lo que le había indicado la reina. Se acercó, pues, al rey, y le dio a beber del primer frasco. Y no bien el rey hubo bebido aquella leche, se puso a sudar por todo su cuerpo, y al cabo de algunos instantes comenzó a caérsele a pedazos la piel atacada de lepra, a la vez que le nacía otra piel dulce y blanca como la plata. Y quedó curado en el momento. En cuanto al visir, quiso beber también de aquella leche, cogió el segundo frasco y lo vació de un trago. Y al punto empezó a hincharse poco a poco, y después de ponerse gordo como un elefante, estalló de pronto y murió inmediatamente. Y le retiraron de allí enseguida para enterrarle.

Cuando el rey se vio curado de aquel modo, hizo sentarse a Hassib al lado suyo, le dio muchas gracias y le nombró gran visir en lugar del que había muerto en su presencia. Y luego hizo que le pusieran un ropón de honor avalorado con pedrerías, y mandó que proclamaran por todo el palacio su nombramiento, después de regalarle trescientos mamalik y trescientas jóvenes para concubinas, además de tres princesas de sangre real que, con la mujer de Hassib, hicieron cuatro esposas legítimas; y le dio también trescientos mil dinares de oro, trescientas mulas, trescientos camellos y muchos rebaños de búfalos, bueyes y carneros.

Tras de lo cual, todos los oficiales, chambelanes y notables, por orden del rey, que les dijo: "¡Quien me honre que le honre!" se acercaron a Hassib y le besaron la mano por orden de categorías, demostrándole su sumisión y patentizándole su respeto. Luego tomó Hassib posesión del palacio del antiguo visir, y habitó en él con su madre, sus esposas y sus favoritas. Y vivió así rodeado de honores y de riquezas durante largos años, en los cuales tuvo tiempo de aprender a leer y a escribir.

Cuando aprendió Hassib a leer y a escribir, se acordó de que su padre Danial había sido un gran sabio, y tuvo la curiosidad de preguntar a su madre si no le había dejado como herencia sus libros y sus manuscritos. Y la madre de Hassib contestó: "Hijo mío, tu padre destruyó antes de morir todos sus papeles y todos sus manuscritos, y no te dejó como herencia más que una hojita de papel, que me encargó te entregase cuando me expresaras tal deseo". Y dijo Hassib: "¡Anhelo mucho poseerla, porque ahora deseo instruirme para dirigir mejor los asuntos del reino!”

Entonces la madre de Hassib...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente.