Las mil y una noches:406
Y CUANDO LLEGO LA 406ª NOCHE
[editar]Ella dijo:
... Rosa-en-el-Cáliz sintió aumentar la intensidad de sus deseos y avivarse el recuerdo abrasador de sus desventuras. Entonces recitó estos versos:
- ¡He aquí la noche, que con sus tinieblas me trae ardores intensos y molestias; y mis deseos avivan en mí dolores abrasadores!
- ¡En mis entrañas habita ahora el tormento de la separación; mis pensamientos me aniquilan, mis ardores me agitan, mis transportes me queman y mis lágrimas traicionan un querido secreto!
- ¡Enamorada como estoy, no sé el modo de hacer cesar mi delgadez, mi debilidad y mi dolor!
- ¡Cada vez se enciende más el incendio de mi corazón, y la intensidad de su llama me devora el hígado!
- ¡En el día de la separación, no pude despedirme de mi bienamado. ¡Qué pena! ¡Que dolor!
- ¡Pero tú caminante que has de informar de todos mis tormentos al amigo, dile que he soportado sufrimientos que no sabría describir ninguna pluma!
- ¡Por Alah! ¡Juro que mi amor será fiel siempre al bienamado! Porque en el código del amor es lícito el juramento!
- ¡Oh noche! ¡Ve a llevar mi saludo al bienamado, y dile que eres testigo de mis insomnios!
Y así era como se lamentaba Rosa-en-el-Cáliz.
¡He aquí lo relativo a Delicia-del-Mundo! El ermitaño le dijo: "Baja al valle y tráeme una cantidad grande de fibras de palmera". Bajó el joven, para regresar luego con las fibras que se le habían pedido; y el ermitaño las cogió y confeccionó con ellas una especie de red semejante a las redes donde se transporta la paja, después dijo a Delicia-del-Mundo: "Has de saber que en el fondo del valle crece una clase de calabaza que cuando está madura se seca y se separa de sus raíces. Baja a coger una porción de esas calabazas secas, sujétalas a esta red y tíralo todo al mar. No dejes de subirte encima, y la corriente te llevará entonces a alta mar y te hará alcanzar el fin que persigues. ¡Y no olvides que sin riesgos no se consigue nunca lo que uno se propone!" El joven contestó: "¡Escucho y obedezco!" Y después que el ermitaño le deseó buena suerte, se despidió de él y bajó al valle, donde no dejó de hacer lo que se le había aconsejado.
Cuando, llevado por la red de calabazas, llegó en medio del mar, levantóse con violencia un viento que le impulsó rápidamente y le hizo desaparecer a la vista del ermitaño. Zarandeándole las olas, alzándole unas veces sobre montes de espumas, hundiéndolas otras en su seno anchuroso, y de este modo fué juguete de los terrores del mar durante tres días y tres noches, hasta que los destinos le arrojaron al pie de la Montaña-marina-de-la-Madre-que-perdió-su-hijo. Llegó a la playa en un estado análogo al de un pollo mareado, con hambre y sed; pero no tardó en encontrar cerca de allí arroyos de agua corriente, aves canoras y árboles cargados de racimos de fruta, y así pudo satisfacer su hambre comiendo de aquellas frutas y aplacar su sed bebiendo de aquella agua pura. Tras de lo cual se dirigió hacia el interior de la isla, y vio a lo lejos una cosa blanca, a la que fué aproximándose y observó que era un palacio imponente, de muros escarpados, y se dirigió a la puerta, encontrándola cerrada. Entonces se sentó y no se movió ya durante tres días; al cabo de los cuales vió abrirse por fin la puerta y salir un eunuco, que le preguntó: "¿De dónde vienes?" ¿Y cómo te arreglaste para llegar hasta aquí?
El joven contestó: "¡Vengo de Ispahán! ¡Viajaba por mar con mis mercancías, cuando se estrelló el navío en que yo iba, y las olas me arrojaron a esta isla!" Al oír tales palabras, el esclavo se puso a llorar; luego se echó al cuello de Delicia-del-Mundo, y le dijo: "¡Consérvele con vida Alah, ¡oh rostro amigo! Ispahán es mi tierra, y también vivía allá la hija de mi tío, la que amé en mi primera infancia y a la que estuve ligado estrechamente. Pero un día nos atacó una tribu más numerosa que la nuestra, capturando a una gran parte de nosotros; y yo estaba comprendido en el botín. Como en aquella época era yo un niño todavía, me cortaron los compañones para que aumentara mi precio y me vendieron como eunuco. ¡Y en este estado es como me ves! Luego, tras de desear la paz una vez más a Delicia-del-Mundo, el eunuco le hizo entrar al patio principal del palacio.
Vio entonces el joven un maravilloso estanque rodeado de árboles de hermosas ramas frondosas, donde piaban agradablemente, bendiciendo al creador, pájaros encerrados en jaula de plata con puertas de oro. Se aproximó a la primera jaula, la examinó con atención y vio que contenía una tórtola, que al punto lanzó un grito que significaba: "¡Oh generoso!" Y al oír aquel grito, Delicia-del-Mundo, cayó desmayado; luego, cuando volvió en sí dejó escapar profundos suspiros, y recitó estos versos . . .
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.