Las mil y una noches:412
Y CUANDO LLEGO LA 412ª NOCHE
[editar]Ella dijo:
"Tras de lo cual bajó de la terraza llorando, y dió orden a los esclavos para que fueran por la montaña haciendo todas las pesquisas necesarias para dar con su ama. Y los esclavos ejecutaron la orden. Pero no dieron ya con su señora. ¡Y he aquí lo que atañe a ellos!
¡Pero he aquí ahora lo referente a Delicia-del-Mundo!
Cuando el joven adquirió la certeza de la fuga de Rosa-en-el-Cáliz lanzó un grito terrible y cayó desmayado al suelo. Como no recobraba el conocimiento y seguía tendido sin moverse, las gentes del palacio creyeron que le poseía el éxtasis divino y que tenía el alma absorta en la belleza de la contemplación augusta del Altísimo. ¡Y tal es lo concerniente a él!
En cuanto al visir del rey Derbas, cuando vió que el visir Ibrahim había perdido toda esperanza de encontrar a su hija y a Delicia-del-Mundo y que tenía afectado muy penosamente con todo aquello el corazón, resolvió regresar a la ciudad del rey Derbas sin haber cumplido la misión de que estaba encargado. Se despidió, pues, del visir Ibrahim, padre de Rosa-en-el-Cáliz, y le dijo, mostrándole al pobre joven: "Quisiera llevarme conmigo a este santo hombre. ¡Tal vez, merced a sus méritos, caiga la bendición sobre nosotros y Alah (¡exaltado sea!) conmueva el corazón de mi amo el rey y le impida destituirme de mis funciones! Y después no dejaré yo de enviar este santo hombre a Ispahán, su ciudad, que no está lejos de nuestro país". El visir Ibrahim le contestó: "¡Haz lo que quieras!"
Luego se separaron los dos visires, y cada uno tomó el camino de su país respectivo, no sin haber tenido cuidado el visir del rey Derbas de llevarse consigo a Delicia-del-Mundo, cuya identidad estaba muy lejos de suponer, y le acondicionó en una mula en vista del estado de inconsciencia tenaz en que se hallaba el joven.
Tres días duró este estado de inconsciencia mientras viajaban, y Delicia-del-Mundo ignoraba absolutamente cuanto pasaba a su alrededor. Por fin volvió de su desmayo, y dijo: "¿Dónde estoy?" Le contestaron: "¡Estás en compañía del visir del rey Derbas!" Luego fueron a prevenir al visir de que había vuelto de su desmayo el santo hombre. Entonces le mandó el visir agua de rosas azucarada y le hicieron que se la bebiera, con lo que acabó de reanimarse. Tras de lo cual siguieron el viaje y llegaron a la ciudad del rey Derbas.
El rey Derbas al punto envió a decir a su visir: "¡Si no está contigo Delicia-del-Mundo, guárdate bien de ponerte en mi presencia!" Al recibir esta orden, el desgraciado visir no supo qué partido tomar. Porque ignoraba completamente la presencia de Rosa-en-el-Cáliz cerca del rey, ni el porqué deseaba el rey encontrar a Delicia-del-Mundo y aliarse con él; e ignoraba asimismo que Delicia-del-Mundo estaba con él allí y era el joven que había estado inconsciente. Por su parte, Delicia-del-Mundo no sabía adónde le llevaban ni que el visir estaba precisamente encargado de buscarle.
De modo que cuando el visir vió que Delicia-del-Mundo había recobrado el conocimiento, le dijo: "¡Oh santo hombre de Alah! Deseo recurrir a tus consejos en la perplejidad cruel en que me hallo. Has de saber que mi amo el rey me despachó con una misión que no logré cumplir. Y al informarse de mi regreso ahora, me ha enviado una carta en la que me dice: "¡Si no cumpliste tu misión, no debes entrar en mi ciudad!"
El joven le preguntó: "¿Y qué misión era esa?" Entonces le contó el visir toda la historia, y Delicia-del-Mundo dijo: "¡Nada temas! Preséntate al rey y llévame contigo. ¡Y yo asumo la responsabilidad de la vuelta de Delicia-del-Mundo!" Mucho se regocijó con aquello el visir, y dijo: "¿Hablas de verdad?" El joven contestó: "¡Sí, por cierto!" Montó a caballo entonces el visir, y llevando consigo a Delicia-del-Mundo, se presentó con él al rey.
Cuando se personaron ante el rey, preguntó éste al visir: "¿Dónde está Delicia-del-Mundo?" Entonces se adelantó el santo hombre y contestó: "¡Oh gran rey, yo sé dónde se encuentra Delicia-del-Mundo!" Hízole el rey señas para que se acercara más, y en extremo emocionado, le preguntó: "¿En qué sitio se encuentra?" El joven contestó: "¡En un sitio que está muy cerca de aquí! Pero dime antes para qué lo buscas, y me apresuraré a hacerle venir entre tus manos". Dijo el rey: "¡Cierto que te lo diré con mucho gusto y obligado; pero el caso exige que estemos solos!" Y al punto ordenó a su gente que se alejara, se llevó al joven a una sala retirada, y le contó la historia desde el principio hasta el fin.
Entonces Delicia-del-Mundo dijo al rey: "Haz que me traigan vestidos suntuosos y dámelos para vestirme con ellos. ¡Y al instante haré venir a Delicia-del-Mundo!" Hizo el rey que le llevaran enseguida un traje suntuoso, y Delicia-del-Mundo se vistió con él, y exclamó: "¡Yo soy Delicia-del-Mundo, la desolación de los envidiosos!" Y tras estas palabras, partiendo los corazones con sus miradas hermosas, improvisó estos versos...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana y se calló discretamente.